Pongamos que hablamos de Madrid.
DECIR antes de HABLAR
“Los pájaros visitan al psiquiatra
Las estrellas se olvidan de salir
La muerte pasa en ambulancias blancas
Pongamos que hablo de Madrid.”
Joaquín Sabina
Pongamos que hablamos de Madrid
Es la comidilla de todos: Prensa, radios, redes sociales, comentarios de los ciudadanos,
conversaciones con el taxista, charlas de barra de bar (en donde se puede). Madrid es el centro de las conversaciones.
No voy abordar aquí el caos del universo, (Leer la columna de mi admirado Vicent en el País de hace dos semanas titulada 'Mariposa': "Empieza a resultar trágico que unos políticos percebes de cuarta vengan a echar tanto sacrificio por la borda con su incompetencia y fanatismo” https://elpais.com/opinion/2020-10-03/mariposa.html Mariposa ) ni mucho menos del caos que muchas de las conversaciones atribuyen a Madrid, en el que el desorden y sobre todo la confusión, según la opinión mayoritaria de los ciudadanos, alcanza límites que superan lo conocido hasta ahora en una sociedad civilizada.
La confusión institucional es el mejor caldo de cultivo para el desarrollo y proliferación del virus.
No voy a
entrar en valoraciones, sino en descripciones, entendiendo que lo descriptivo suele ser más objetivo que lo valorativo, tal y como ponen
de manifiesto el tratamiento y entendimiento de los datos (representación de hechos concretos) que se están dando en
esta pandemia. Y, sobre todo, entendiendo que las descripciones ayudan a tomar conciencia de
una realidad más objetiva.
Mi objetivo en este artículo es dar a conocer
una herramienta que si los políticos en general, y, sobre todo, los políticos
madrileños, en particular, la conocieran y la practicaran, la percepción de caos no sería de tal intensidad y muchos de
los problemas, que están sufriendo en este momento los ciudadanos
madrileños, no existirían o al menos
serían percibidos de forma no tan emotiva.
La
herramienta, empíricamente validada, (a
diferencia, según se dice de las pautas a seguir en el caso de la Covid-19 en la capital de España que no terminan de ser eficaces) que
vengo utilizando desde hace muchos años,
la expuse en múltiples sesiones
que impartí con títulos diversos tales como Técnicas de Presentación,
Presentaciones Eficaces, etc. en contextos muy diversos: universitarios, empresariales, Escuelas de
Negocios, etc. y con la cual se puede
resumir y sinterizar el tema de “hablar en público”, la título así:
Hablemos de Madrid
No vamos a
hacer valoraciones de si lo está haciendo bien o mal. Tampoco vamos a hacer
descripciones desde el punto de vista político. Simplemente, vamos a seguir un
enfoque de construcción de saber pedagógico,
el cual requiere hacer un análisis de las experiencias de las personas a
las que queremos hacer llegar lo que explicamos. Dada su actualidad e
intensidad con la que se está viviendo este melodrama, explicaremos la herramienta a partir
del contexto de Madrid.
Imaginemos que la Presidenta de la Comunidad de Madrid, o el Consejero de Sanidad o el de Justicia o el mismo Alcalde y portavoz del PP, antes de sus intervenciones en público, se hicieran el ‘Test Decir" contestando, sinceramente, a cada una de las 5 cuestiones que este presenta.
Test Decir
Consiste en que antes de hablar en público, en el contexto que sea, una persona que se considere un buen profesional, (sigue la deontología profesional:"Parte de la ética que trata de los deberes y principios que afectan a una profesión.") con todo lo que ello implica, antes de hablar ante nadie debería hacer el Test Decir. Una vez completado, proceder a hablar si a todas las cuestiones ha contestado SÍ, o bien callar si alguna de las cuestiones planteadas no la tiene clara ¿? o responde NO.
La interrogación personal es una buena práctica que todos deberíamos incorporar a nuestra vida. Haciéndonos preguntas con sabiduría podremos tomar decisiones con más claridad mental y lucidez.
La primera cuestión, Derecho, que deberían clarificar es la siguiente:
¿Qué derecho tengo yo para hablarles a los asistentes de lo que le voy a hablar?
Dado el
cargo y rol que tienen, nadie cuestiona su derecho de dirigirse a los
ciudadanos. La cuestión a plantearse sería de si este derecho es suficiente por
sí mismo o necesita ir apoyado en otros derechos como, por ejemplo, el derecho del conocimiento: todos aprecian
que de lo que hablan saben, y por lo tanto se ganan su credibilidad y confianza.
La
segunda cuestión, Emoción, que debería clarificar es la siguiente:
¿Sobre lo que voy hablar, realmente lo siento, lo vivo y lo pienso tal
y como voy a exponerlo?
Es decir, no pretendo venderles una “moto sin manillar”, hablándoles de algo que para nada siento ni creo que sea verdadero, pretendiendo instrumentalizarnos y valerme de ellos para cumplir mis ocultos y maquiavélicos fines.
Esto pasaría, en este caso, por poner el foco en la evidencia sanitaria y no en la conveniencia política y adoptar, en consecuencia, una estrategia sanitaria dejando para otras circunstancias la estrategia política.
Es bueno
recordar aquí, siguiendo a la Ontología del lenguaje ( Rafael Echevarría):
Cuando hacemos una declaración, nos comprometemos a la validez y a lo adecuado
de lo declarado. También, que cuando hacemos una promesa, una petición o una
oferta, nos comprometemos a la sinceridad de la promesa enunciada; y, también, que :
Cuando nos comprometemos a cumplir una promesa nos
comprometemos, también, a tener la competencia para cumplir con las condiciones
de satisfacción estipuladas.
La tercera
de las cuestiones, Compartir, clarifica la siguiente pregunta:
¿Realmente quiero compartir con los demás
esto que yo sé?
Hace referencia a si considero que lo que les voy a contarles,
es tan importantes que quiero compartirlo con todos. En caso contrario,
que no quiera compartirlo, pero que me vea por obligación en la necesidad de
hacerlo, tengo muchas probabilidades de adulterar el mensaje a base de mentiras, falacias, distorsiones y
demás sesgos cognitivos.
La cuarta
cuestión, Idea
Clara, clarifica la pregunta siguiente:
¿Tengo el tema que voy a exponer lo suficientemente claro?
Nos pone en guardia para que no nos metamos en
camisas de once varas, no en el sentido
que le da la RAE: «inmiscuirse en lo que no le incumbe o no le importa»,
sino entendido como no meterme en líos abordando cuestiones que
no domino lo suficiente como para ser capaz de responder a objeciones o
preguntas de profundización que me requieran los oyentes, echando por la borda
mi credibilidad. De aquí la importancia del derecho de conocimiento del que
hablamos en la primera de las cuestiones del test. Hace referencia a si lo que voy a
abordar, lo tengo intelectualmente
claro, lo entiendo y comprendo, en definitiva, lo conozco a fondo y sé de lo que hablo. El concepto de
competencia comunicativa de Chomsky nos
viene a decir que todos tenemos los recursos lingüísticos suficientes para
expresar y hacemos entender en aquello
que queremos exponer. Claro que esto requiere que nosotros lo entendamos y
comprendemos. Si trato de que los demás comprendan algo que yo tengo confuso,
el resultado será nefasto, del tipo de “cobrar en deferido” de la política que
nos viene a la memoria de cada uno.
La confusión
institucional es el mejor cultivo que puede tener el virus que tratamos de
desterrar; la confusión personal, en la
exposición de un tema, es el mejor y
eficaz medio para que
los demás nos perciban como no creíbles, incompetentes y no dignos de nuestra
confianza.
La quinta y
última de las cuestiones, Retroalimentación, contesta la última pregunta del
test:
¿Estoy dispuesto a recibir y analizar el
feedback que reciba?
Entendemos por feed- back la información de
retorno dada a una persona sobre lo que hace para que esta pueda modificar sus
acciones. Trata de si la presidenta, consejeros o alcalde, están dispuestos a que los oyentes, le
cuestionen, discrepen, acepten, rechacen,
profundicen, expongan, etc.
También hace referencia a sí están
atentos a cómo reacciona el público a su exposición, fijándose, especialmente
en el lenguaje no verbal de los asistentes y esto le vaya dando información de cómo
lo están recibiendo. Evitarían de esta forma, hacer el papel de elefantes en una cacherería...
Ni que decir
tiene que también es necesario tener en cuenta
la retroalimentación entendida
como desviación observada en un momento dado, de tal forma que la
diferencia medida pueda ser positiva o negativa y no confundir ambas.
Sin trampas, y trabajando con datos objetivos, debería ser fácil, relativamente fácil, el ponerse de acuerdo y tomar decisiones más óptimas, recordando continuamente que si uno no quiere pelear, no hay pelea.
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