domingo, 31 de marzo de 2024

 




MANUEL VICENT

31 MAR 2024 - 05:00CEST


Espárragos silvestres

Los recuerdos más felices que permanecen sumergidos pueden salir también de su sepulcro para volver a la vida de cada día y esa será la forma más perfecta de resurrección


MANUEL VICENT

31 MAR 2024 - 05:00CEST

Llevo asociado de niño un día como hoy, Domingo de Resurrección, a la costumbre de ir a buscar espárragos silvestres por unos barrancos que se abrían al mar. Desde la ladera de la montaña se oía el volteo general de campanas de los pueblos de alrededor que tocaban a gloria. Y alguien del grupo gritaba: Dios ha resucitado. Tal vez había abandonado el sepulcro atraído por el aroma a pan profundo con anís que salía de las tahonas. Pienso que es un deber resucitar todos los días, no solo el Domingo de Pascua. No es tan difícil. Hasta ahora todo el tiempo que ya hemos vivido es una parte de nosotros que ya ha muerto. Si abres el álbum de fotos verás a ese niño con el triciclo, a esa niña en el parque, al chaval que aparece leyendo tumbado en una hamaca, a la chica con el primer pantalón vaquero sentada en una escalinata de Roma, al joven con la trenca camino de la universidad. Todas esas criaturas sucesivas que fuimos una vez, pertenecen al reino de los muertos. Por fortuna seguimos vivos, porque vivir no es sino flotar cada día en la superficie de nuestro propio abismo empujados desde abajo por lo que fuimos. Hay días claros y alegres en cualquier pasado, algunos momentos muy nobles de los que uno se siente orgulloso. Los recuerdos más felices que permanecen sumergidos pueden salir también de su sepulcro para volver a la vida de cada día y esa será la forma más perfecta de resurrección. Hubo un momento en que este país creyó tener un futuro venturoso. El odio no se había instalado todavía en el centro de la política y los intelectuales, los periodistas, los artistas, los científicos, los empresarios estaban llenos de optimismo y todos empujaban hacia adelante en medio del reino incipiente de la libertad y la democracia. ¿Podría producirse ahora el milagro de que salieran de la tumba aquellos sueños enterrados? Por mi parte me conformo con que resucite hoy aquel niño feliz que en este día de gloria buscaba espárragos silvestres en los barrancos.

https://elpais.com/autor/manuel-vicent/ 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 24 de marzo de 2024

TRIFULCAS PARLAMENTARIAS

 


 

TRIFULCAS PARLAMENTARIAS

 

La cantidad de ciudadanos que cada día pedimos un urgente cambio a nuestros políticos, crece sin cesar. Somos muchos los que estamos hartos, hasta el gorro,  del denigrante espectáculo en el que se convierte el parlamento en los debates televisivos. Dado que soy un convencido de que no se puede entender nada si se desconoce el contexto en el que tiene lugar, invito a leer el siguiente artículo:


TAUROMAQUIA

https://neuroforma.blogspot.com/2024/03/tauromaquia.html

  



Para que un cambio se materialice en algo real,  deben cumplirse determinadas condiciones. La primera es definir, lo más claramente posible,  el cambio que deseamos. En este caso de lo que estamos hartos es del ‘denigrante espectáculo en el que se convierte el parlamento’. Damos por supuesto que vivimos en una democracia lo cual implica que cada grupo tiene su ideología, su filosofía de vida, su forma de ver el mundo... No estamos pidiendo que cambien esto. Estamos pidiendo que cambien la forma en la que interaccionan unos con otros en los debates parlamentarios para cumplir con las funciones que le son propias como diputados que son.

 

 ¿Cómo se pueden destruir unas relaciones tóxicas (presentes actualmente) y  construir unas relaciones cívicas y respetuosas  sin  recurrir a la empatía, la comprensión y la comunicación?

 

Aunque nos estamos refiriendo a los políticos en general no se puede, a nuestro juicio, entender que todos son iguales. En absoluto: las actuaciones (que son lo que importa) de unos y otros son muy diferentes. 

La segunda de las condiciones es la de tener una intensa disconformidad con el presente. Esta es la primera razón a la que nos sumamos, sin duda, muchos ciudadanos. Suponemos que también la mayoría de los diputados no estarán satisfechos con la situación actual. Se hace necesario que abandonen sus falacias, sus mentiras, sus invenciones; que empiecen a distinguir entre sentimientos, opiniones y hechos y se centren en estos últimos.

La tercera de las condiciones es  la de tener una clara visión del futuro. En el caso del  que hoy  nos estamos ocupando, queremos observar  que se dejan a un lado la estrategia del “y tú más” y se razona y exponen argumentos de peso.  La Fundación para el pensamiento crítico dice que “cuando pensamos, tenemos un propósito con un punto de vista, basado en suposiciones que llevan a implicaciones y consecuencias. Usamos conceptos, ideas y teorías para interpretar datos, hechos y experiencias, para contestar preguntas, resolver problemas y asuntos”.

 

Los  defectos en el pensar,  nos llevan, a veces, a no saber distinguir la verdad de su contrario, la falsedad, lo cual  da como resultado que  emitamos juicios falsos creyéndolos verdaderos. Se nos pasa por alto  que solamente la verdad de las premisas lleva a la verdad de la conclusión (“validez deductiva”) y a la emisión de juicios verdaderos. Si hablamos de razonamiento  inductivo, que las conclusiones presenten  un grado de probabilidad determinado (“fuerza inductiva”).   Otras veces confundimos los hechos con las opiniones. Esto da como resultado que nos lancemos a hacer afirmaciones basadas en opiniones que pretenden  convertirse en hechos. De nuevo se nos pasa por alto, que  los hechos deben dar lugar a las opiniones; las opiniones no dan lugar a los hechos. Otras veces, desde un estado de  ignorancia (ausencia de conocimientos con respecto a algo) emitimos juicios  bajo la etiqueta de certeza (afirmar algo sin temor a equivocarse) lo cual da como resultado el  error, tomando lo verdadero como falso y lo falso como verdadero. La cuarta y última condición es la competencia de gestión de proyectos.

 

¿Cómo se pueden gestionar proyectos, del tipo que sean con eficacia si no hay cooperación parlamentaria?

 

Si existe una clara disconformidad con el presente (donde estamos) pero no hay una visión clara del futuro (a donde vamos) o no se es capaz de gestionar los proyectos oportunos (vitales u organizativos) de forma eficiente, el  cambio no se producirá.

Flota en Parlamento actual una atmósfera de emociones lo cual sería un buen síntoma si fuesen del grupo de emociones positivas que nos potencian nuestros recursos y nos hacen más efectivos. Lo grave de la cuestión es que estas están ausentes y su lugar lo ocupan  emociones negativas las cuales merman nuestros recursos personales y nos hacen ser ineficientes en todo aquello que acometemos bajo su influjo.  

Hay que recordarle a los parlamentarios que les pagamos generosamente los ciudadanos para que ellos no se permitan el lujo de gastar energía en balde, pólvora en salvas. La impaciencia, la irritación, y la cólera se encuentran entre las que más desgastan y más fatiga producen.

Otro de los efectos es que con sus formas de decir y proceder nos hacen sentir a los ciudadanos de a pie vergüenza ajena y al mismo tiempo desafección que a muchos les lleva a pasar de la política, de los políticos y de las urnas  y dedicar su atención a tareas más productivas y enriquecedoras, convencidos de que las broncas, las trifulcas y las algaradas, escenificadas todos los días  no nos aportan nada positivo.

Las condiciones que mencionamos antes para que se consolide el cambio  valen también  para un cambio individual con el propósito de propiciar el propio cambio interno construyendo un proyecto estratégico vital gestionando disciplinadamente este proyecto.

Deben entender los parlamentarios que por muy alto que hayan volado igual que Ícaro  (hace años que presencié en  Coruña una magnífica sesión del Circo del Sol sobre este personaje mitológico) en la  compleja sociedad actual, nadie completa  para todo su futuro, su educación.

 El aprendizaje a lo largo de la vida entera es una exigencia, no una opción.

Este aprendizaje debe incluir el desarrollo de la voluntad de acción que como toda fuerza física se desarrolla practicándola a través del ejercicio, entrenándose en sacar proyectos adelante.

En el caso que hoy nos ocupa es imprescindible que todos  y cada uno de los parlamentarios desarrolle, también, la voluntad de parada, o dicho de otra forma más en sintonía con el tema de hoy, “el dominio de sí mismo”. Para dominar una situación hay que empezar por dominarse a sí mismo.

Esto también requiere que se lleven a cabo las siguientes etapas:La primera, silencio: ante una emoción silencio de palabras y silencio de gestos (lenguaje no verbal). Suprimiendo las manifestaciones externas de la emoción, esta baja de intensidad hasta un punto de hacerla manejable.La segunda reflexión: analizar las causas de la emoción y pensar en el objetivo de por qué están allí, en la sede de la soberanía nacional. 

Nos dice en su columna de hoy Manuel Vicent (se puede leer más abajo) que “Ya se había ido el sol y al mirar por última vez el mar vi con sorpresa que el oleaje en lugar de romper contra las rocas había dejado paralizada en el aire una gran ola de aquella tempestad como cuando se congela una imagen en una pantalla.”

¿Cuanto ganarían, los parlamentarios en eficacia, gestión de proyectos, despilfarro de energía e imagen pública, si desarrollaran la competencia de congelar las emociones que le hacen perder el control de sí mismos en su vida parlamentaria?.

 Congelar una emoción en la vida diaria es una habilidad valiosa para cultivar el control emocional y la autogestión. 

 


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COLUMNA

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La ola detenida

Para despedirme del verano pedí una ginebra con hielo, la fui degustado a sorbos que apenas me mojaban los labios y me fui quedando absorto con la mirada perdida en el oleaje

MANUEL VICENT

24 MAR 2024 - 05:00CET

Una tarde del pasado mes de septiembre me encontraba sentado en la terraza de un bar en una cala contra la que rompía un mar de temporal. Era mi último día de vacaciones. Para despedirme del verano pedí una ginebra con hielo, la fui degustado a sorbos que apenas me mojaban los labios y poco a poco me fui quedando absorto con la mirada perdida en el oleaje. Pese a la crueldad con que me acababa de tratar la vida, el verano me había deparado unos placeres que estaban todavía a mi alcance. Los amaneceres radiantes, algunas mañanas de pesca, la tertulia con los amigos, alguna tormenta de agosto a la hora de la siesta que había dejado la luz de la tarde preparada para un paseo muy agradable, las noches con los grillos y el croar de ranas. Era el momento de dejar atrás todo aquello. Ya se había ido el sol y al mirar por última vez el mar vi con sorpresa que el oleaje en lugar de romper contra las rocas había dejado paralizada en el aire una gran ola de aquella tempestad como cuando se congela una imagen en una pantalla. Pensé que a su alrededor el tiempo también se había detenido. Esa misma sensación tampoco me abandonó en la ciudad. Llegó el otoño y se fueron alargando las sombras; llegó el invierno con los pájaros ateridos y la leña en el cobertizo. A veces recordaba aquella ola que dejé en septiembre detenida en el aire. Han pasado seis meses. Ha llegado la primavera, he vuelto al mar y esto es lo que ha sucedido. Después de dejar mi equipaje en casa he ido a la cala y a medida que me acercaba me sorprendía que el mar no sonara. Allí estaba la ola todavía detenida en el aire. Me senté en la terraza, pedí una ginebra, me mojé los labios y en ese momento todo el oleaje volvió a animarse y la gran ola se estrelló contra las rocas y mandó unas esquirlas de espuma hasta mis pies. Pensé que todo volvería a ser como antes. Amaneceres radiantes, mañanas de pesca, tertulias con los amigos y el mar de siempre.


 




domingo, 17 de marzo de 2024

TAUROMAQUIA

 


TAUROMAQUIA 


«Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo»

Ludwig Wittgenstein

 

Sin duda se dan muchas similitudes entre  la tauromaquia y algunos (en los últimos tiempos la mayoría) de los debates parlamentarios que tienen lugar en la sede de la soberanía nacional: “Dícese del arte de lidiar toros; así como del concepto de reglas que establecen dicho arte. RAE.”

 Elijo hoy el título de este artículo por varias razones, la primera de las cuales es  por qué me despierta un cúmulo de emociones negativas ya que soy, apasionadamente antitaurino, y ante semejante espectáculo paso de su carácter cultural, histórico,  tradicional y demás ¿argumentos? que nos presentan sus forofos: no es otra cosa, a mi juicio,  que un patético espectáculo de maltrato animal.

También algunos (en los últimos tiempos la mayoría) de los debates parlamentarios parece buscan matar a la democracia al igual que el fin de la corrida de toros acaba con la muerte del animal.

 

Según nos dice Manuel Vicent en su columna de hoy, “Su odio viene de lejos y no parece de ficción, el lobo es real, y de hecho ya está a punto de bajar a la calle. El enfrentamiento civil comienza con una labor muy bien programada de desprestigio de las instituciones democráticas”.

 

En el ágora griega ateniense, cuna de la democracia, está el origen de todas las democracias del universo conocido. En la plaza de toros (de la que el animal tiene que salir muerto) en que se está convirtiendo nuestro actual parlamento, muchos ciudadanos honrados que ponen sin rechistar todos los día el mundo a funcionar,  pueden tener la impresión de que se están poniendo los suficientes palos en las ruedas para que se tambalee la democracia que nos hemos dado a nosotros mismos y que, hoy por hoy,  es el mejor sistema conocido.

El duelo que los toreros someten al toro, podemos compararlo con la violencia dialéctica que manifiestan algunos (en los últimos tiempos muchos más) con la que expulsan su odio al contrincante fabricado ya no de argumentos sólidos razonados sino de falacias, soflainas hiperbólicas y, sobre todo,  de mentiras, puras y duras mentiras, dando la razón a Maquiavelo cuando decía que la mentira y la política  eran inseparables.     

 Si tiene razón Wittgenstein acerca de la limitación del lenguaje; si se supone que  en los debates parlamentarios, los políticos realizan su propia faena retórica, presentando argumentos, refutando oponentes y buscando persuadir a la audiencia, cabe concluir que nuestros políticos tienen serias limitaciones para esgrimir una faena retórica compuesta de discursos persuasivos y eficaces para  convencer con el uso de la palabra. Actualmente impera el insulto con el que buscar un enemigo a batir y la estrategia del  “y tú más”  utilizando como  estoque  con el que afligir a los ciudadanos, honrados que ponen sin rechistar todos los día el mundo a funcionar.

 Para convencer, (vencer yo con los otros) es imprescindible la credibilidad y la persuasión.

 La credibilidad es un requisito previo que también debe construirse desde dentro – coherencia – hacia fuera –demostración-.

La coherencia es un factor decisivo. La incertidumbre del mundo impone una acuciante necesidad de predecir algunas cosas, de tener seguridad. Convertirse en un punto firme en el que alguien siempre puede apoyarse es un gran factor de atracción, pero requiere demostrar sistemáticamente que se aplica un conjunto de principios, sin desviarse nunca.

La credibilidad no es posible si no se dan determinadas condiciones: si tenemos los conocimientos necesarios de aquello que hablamos;

si por nuestros actos anteriores y nuestro carácter parecemos ser   sinceros; si tratamos de comprender el punto de vista de nuestro interlocutor y de adaptarnos a él; si  exponemos argumentos lógicos que atraen su atención.

No considerar a los demás tontos: hay que decir sólo lo que el otro puede creer.

 "El espectador echa de menos que al final de las sesiones del Congreso no suene una cisterna para que se lleve hacia la alcantarilla este detritus cargado de odio ibérico que les sale del alma a algunos padres de la patria."Manuel Vicent.

No tratar de seducir con engaños. La mente humana está dotada de unos mecanismos muy eficaces para detectar la falsedad. El falso entusiasmo, faltar a la verdad, intentar ser quien no se es, se detectan rápidamente a través de la postura, los movimientos de los ojos o el tono de voz (lenguaje no verbal). Esta detección no será necesariamente consciente, pero dejará un sentimiento de desconfianza en el interlocutor que es la muerte súbita de la relación y, por lo tanto, de la persuasión.

 Finalmente  decir la verdad aún que duela)

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COLUMNA

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Tirar de la cadena

El espectador echa de menos que al final de las sesiones del Congreso no suene una cisterna para que se lleve hacia la alcantarilla este detritus cargado de odio ibérico que les sale del alma a algunos padres de la patria

 

MANUEL VICENT

17 MAR 2024 - 05:00CET

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Al final de cada sesión de control al Gobierno en la que algunos diputados de uno y otro bando sacan lo peor que llevan dentro, como sucede en las letrinas, debería haber un ujier encargado de tirar de la cadena. El espectador echa de menos que suene una cisterna que se lleve hacia la alcantarilla este detritus cargado de odio ibérico que les sale del alma a algunos padres de la patria. Se hace necesario un nuevo cargo, el de pocero mayor del Congreso, equipado con botas pantaneras y con un mono de hule para manejarse con soltura en semejante cloaca. Muchos piensan que se trata solo de un teatro, que el Parlamento está para eso, pero esta gente a la que hemos votado parece ignorar el juego peligroso que se lleva entre manos. Su odio viene de lejos y no parece de ficción, el lobo es real, y de hecho ya está a punto de bajar a la calle. El enfrentamiento civil comienza con una labor muy bien programada de desprestigio de las instituciones democráticas. No es preciso asaltar el congreso a caballo o con metralletas; lo puedes tomar convirtiéndolo primero en un circo y después degradarlo con gritos, amenazas, risas y reyertas de taberna y no parar hasta que el ciudadano decente llegue a la convicción de que esta institución ya no representa la soberanía nacional, de modo que mejor sería cerrarla. Ya se sabe. No todos los políticos son iguales. En el Congreso, los diputados trabajan en sus despachos y participan en las comisiones, no todo son insultos. Vale. Supongo que algunos padres de la patria al volver a casa después de la sesión del Congreso se avergonzarán ante sus hijos por el espectáculo obsceno que acaban de dar por televisión en horario infantil. La democracia es una maquinaria ciega que trabaja día y noche sacando la basura humana a la superficie. Visto cómo en España funcionan esas las bombas de achique manejadas por los distintos medios habrá que aceptar que no todo está perdido. Ignoro si encima habrá que alegrarse todavía por poderlo contar.

 

domingo, 10 de marzo de 2024

CONTANDO LO VIVIDO

 


  CONTADO LO VIVIDO

 

En el artículo que Manuel Vicent escribió ayer sábado en El país ‘Desde el Puente’, nos dice que “A mí solo me gusta contar lo que he visto, lo que ha pasado, gente que he conocido, sucesos que he presenciado...”.

En su columna de hoy (se puede leer, en este mismo artículo, más abajo) en el mismo periódico y que titula ‘Bohemios, suicidas y seductores’, nos aborda La vida convulsa y bohemia de un artista, adornada de perversiones, de amantes suicidas y borracheras, suele ser muy atractiva”. Nos ilustra esta afirmación con ejemplos concretos de diversos artistas.

Yo,  que siempre me he caracterizado por mi “bendita curiosidad” de la que hablaba Einstein, reconozco y me arrepiento de haber pasado por la vida eludiendo el arte, no entendiendo, por ejemplo,  como se encuentra significado ante un cuadro abstracto. Con el tiempo si me he dado cuenta de que  el arte es subjetiva. No hay respuestas correctas o incorrectas. Solo nos inspira  sentimientos, los cuales no son objetivos ya que  cada uno tiene los suyos.

Sí comprendo mejor a la persona que está detrás de sus obras. Entiendo lo que escribe Vicent sobre ellos, que la vida convulsa, cuya causa radica en su adicción a la creación, les genera la sensación de que pueden  llegar más allá de lo tangible, a la vez que navegan en  la bipolaridad entre la soledad y la euforia. Su ‘idílica’ vida transcurre entre  los excesos y la desesperación, entre la genialidad y la locura, entre la creación y la destrucción.

El título de este artículo ‘Contando lo vivido’, me lo inspiró Vicent con su “A mí me gusta contar lo que he visto...” por lo que voy a replicar un artículo que he publicado en diversos foros, hace mucho tiempo y que, a mi juicio, guarda una relación con la columna de Manuel Vicent: El Síndrome del Formador

 EL SÍNDROME DEL FORMADOR

 Escribí este artículo hace años, concretamente en mayo del año 2006. Lo publico ahora en mi blog actual, sin cambiar nada de lo escrito en su día. Creo que en muchos aspectos sigue vigente. Decía lo que sigue a continuación.

 Somos muchos los que nos dedicamos a la formación dentro del mundo de la empresa. Más específicamente, a la formación en management y al desarrollo de las habilidades directivas.

 Es esta una profesión que, al igual que nuestra mujer o marido, nos proporciona muchas satisfacciones y,  también, al mismo tiempo, muchas insatisfacciones. Investigaciones de la sociología sobre las relaciones que mantenemos con nuestra pareja, con el jefe y con el vecino, concluyeron que nuestra pareja nos proporciona muchas satisfacciones y muchas insatisfacciones; nuestro jefe nos da muchas insatisfacciones y muy pocas satisfacciones; finalmente, el vecino, ni grandes satisfacciones ni grandes insatisfacciones. Así, pues, nuestra profesión de formadores se asemeja, en esto de las satisfacciones e insatisfacciones,  a nuestra pareja.

 Las satisfacciones

 Entre las satisfacciones que más destaca, por su importancia, está la realización personal  que sientes cuando te es permitido manifestar todo tu saber hacer, fruto de una profesión desarrollada en el día a día, durante mucho tiempo, y que  al igual que un buen caldo gallego,  se fue haciendo muy lentamente,  poco a poco. Años de cursos, de lecturas, de congresos y sobre todo de reflexiones, al final terminan por dotarte de  un soporte conceptual de entendimiento global, con el que eres capaz de satisfacer tu curiosidad innata y hacer una interpretación de las cosas basada  en un  conocimiento  holístico, fruto de una preocupación constante por mantenerte al día en tu profesión.

 Cuando llegas aquí surge, en lo más profundo de ti, un agradecimiento a la vida por haberte permitido desenvolverte en un nicho ecológico que te ha permitido crecer interiormente. Sobre todo, cuando conoces otros nichos ecológicos que limitan, que impiden cualquier desarrollo, que te van poco a poco eliminando lo más genuino de la naturaleza humana: la capacidad de pensar. Ya lo decía Skinner: “El auténtico problema no es si las máquinas piensan, sino si lo hacen los hombres”.

 Podíamos seguir mencionando satisfacciones, pero, creemos que el lector de este artículo podrá, por sí mismo, deducirlas a partir de esta primera  e importante que hemos mencionado y de la cual se pueden inferir otras muchas.

 Las insatisfacciones

 Vamos con las insatisfacciones. También son muchas y, a mí juicio, relacionadas con el título del artículo.

  Me vais a permitir que acuñe un nuevo síndrome. Ahora que están tan de “moda” y que se habla de toda clase de síndromes (el último que leí se llama SMJ: Síndrome del Marido Jubilado, al parecer acuñado por Noburo Kurokawa que según él, afecta al 60% de las mujeres con maridos jubilados en Japón. El marido se convierte en sodaigimi, basura que estorba.)

Pues bien, no sé si ya existía, pero en todo caso se me ocurrió lo del Síndrome del Formador, para clarificar estas insatisfacciones propias de nuestra profesión y que a veces nos obsesionan tanto como los síntomas de cualquier síndrome médicamente definido.

 Está relacionado, fundamentalmente,  con algo que muchos decimos en nuestros cursos y seminarios: que la realidad la construimos a través del lenguaje. Esto nos lleva, en primer lugar, a que lo que no se nombra no existe y, en segundo lugar, que  aquello que decimos todos los días, la “niebla comunicativa” de la que nos hablan los lingüistas, en la que te desenvuelves termina por crear en ti  una  realidad, unos valores, que marcan el norte de tu actuación en la vida.

 Lo anterior nos lleva directamente al  primer síntoma del síndrome que es no saber, a veces, diferenciar entre nuestros deseos, entre la realidad que construimos con lo que decimos en los cursos, y el día a día complejo, que se da en nuestras empresas. Caemos de esta forma  en lo de la “Disonancia Cognitiva” y en consecuencia, en un desasosiego interno que termina por afectarnos en nuestras actuaciones externas.

 Estimados colegas, tal vez pueda valer como alivio recordar lo que nos dice Damasio, el neurólogo al que tantas veces apelamos en los cursos de inteligencia emocional. Olvidamos  que, como señala Damasio, A. (2005).  “el cerebro no se ha diseñado para buscar la verdad, sino para sobrevivir. La supervivencia está, en realidad, en la base de todo.”

 El segundo síntoma del síndrome está relacionado con la felicidad, esa palabra que despierta tantas connotaciones que para investigarla se apela a ella como BIS – Bienestar Individual Subjetivo-.Se apunta, como una de las bases de la felicidad, la búsqueda. Sostiene la ciencia actual que en nuestro hipotálamo tenemos un “circuito de la búsqueda”, de tal forma que este se activa y nos proporciona una gran satisfacción cuando buscamos realizar nuestras expectativas. Nuestros antepasados, sentían este placer cuando iniciaban la búsqueda del alimento.

En nuestro caso, los formadores, buscamos que aquello que decimos en los cursos se aplique en el día a día de nuestras empresas y, cuando constatamos que esto no sólo no es así, sino que en muchos casos se dice una cosa y se aplica la contraria, esto va deteriorando nuestro circuito de búsqueda. Lo que se practica en la empresa, partido por lo que nosotros sostenemos en los cursos, marcan el índice de deterioro y este correlaciona, positivamente, con nuestro grado de insatisfacción.

 De nuevo, estimados colegas, se me ocurre que no olvidemos que el placer que sentían nuestros antepasados cuando se les activaba el circuito de la búsqueda de alimento, este placer se extinguía durante el acto de comer. También,   el placer del hombre actual, no está tanto en la consecución de los objetivos o metas que se marca en su vida, como en el camino que tiene que recorrer hasta llegar allí. La satisfacción no está en el objetivo, sino, en lo que tiene que hacer diariamente  para conseguirlo.

 El tercer síntoma se relaciona con la capacidad de adaptación. Supervive el que se adapta, deja de vivir el inadaptado. Esto es lo que sostiene Darwin. El mecanismo de la evolución está en la capacidad del  más apto para engendrar más cantidad de individuos y, por lo tanto, dejar más extendidos los propios genes. No olvidemos que la función del gen es reproducirse.

En nuestra profesión no trabajamos con genes sino con memes- ideas con gran capacidad de contagio y de propagarse y extenderse muy rápidamente-. La función del meme, al igual que la del gen, también es reproducirse, no vía  espermatozoide- vagina sino vía idea-cerebros. El meme es a la  transmisión y evolución  cultural, lo que el gen es a la evolución biológica.

Pero, a  veces ocurre que nuestras ideas dificultan la adaptación del que las propaga en determinados ambientes, por no ser valoradas ni entendidas. Esto puede llegar hasta tal punto que incluso nos vean como “vendedores de humo”. Todos escuchamos, en alguna ocasión, aquello de  “puro toque de violín”, como síntesis hecha por alguna persona del seminario impartido.  No es alarmante cuando resulta referido a seminarios que realmente no tienen contenido y que su asistencia a ellos supone una auténtica pérdida de tiempo. Tampoco es alarmante, cuando la persona que hace la manifestación es un escéptico del montón que no tiene la capacidad de ver un poco más allá de sus propias narices. Pero, si es, como mínimo preocupante, cuando la persona que hace la manifestación es una persona con capacidad y poder para decidir sobre el futuro de la formación y, en consecuencia, el futuro de los que nos dedicamos a ella, y hace la afirmación referida a un seminario trabajado, con contenido profundo, con ideas aplicables en entornos saludables que tendrían el efecto de revitalizar a las personas que trabajan en esa empresa y en consecuencia a la empresas misma. Cuando esto ocurre, tu supervivencia puede estar incluso en peligro. No me refiero  aquí al mobing, ni a la ambigüedad de rol, ni a los denominados factores de riesgo psicosocial, contemplados en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Me refiero a que mantener en tales condiciones un estado de ánimo adecuado para ser convincente y creíble en tus cursos, es muy difícil. Por eso me refiero a la supervivencia: por que ataca frontalmente el valor añadido que tú puedes aportar. No olvidemos que Luís Marcos Rojas sostiene, como ingredientes del estado de ánimo, los cuatros siguientes: el equilibrio emocional, el sentido de futuro, el control de nuestra vida, y finalmente, la capacidad de adaptación.

 La medicina aquí es incierta. A mí se me ocurre pensar que el “Principio de Peter” todavía tiene vigencia en algunos casos. Otras veces, recurro a una dosis manejable de autoengaño y me digo aquello de que si tú puedes cambiar tu percepción de la situación, cambias la situación misma.  Finalmente, me autosugestiono con la famosa oración que rezaban en las asociaciones de antialcohólicos: “... dame coraje para cambiar lo que se puede cambiar, serenidad para aceptar lo que no se puede cambiar, y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro”.

 Las preguntas

 Hay otros muchos síntomas del Síndrome del Formador. Si tengo ocasión los desarrollaré en otro artículo posterior. Quiero terminar este con unas cuantas preguntas que nos lleven a la autorreflexión, a poner en práctica la meta cognición, esa capacidad que tenemos los humanos de salirnos de nosotros  y reflexionar sobre nosotros mismos.

 ¿Están nuestros cursos adaptados a la realidad de nuestras empresas de hoy?

 

 ¿Fomentamos en ellos herramientas prácticas y aplicables en el entorno de trabajo, o nos quedamos en una mera teoría, atrayente,  pero sólo teoría? (no me vale como justificación aquello de “nada más práctico que una buena teoría”).

  ¿Somos conscientes de que la formación en las empresas es una inversión y  que como toda inversión hay que recuperarla?

 ¿Cuál es el aprendizaje que cada persona está aplicando en su puesto de trabajo? Si aplica poco o nada ¿a qué se debe?  ¿Tal vez a cursos pocos realistas o mal impartidos?

 ¿Será, acaso, que el mundo de la gestión justifica y cuenta unas cosas  con el objetivo de mantener el estatus-quo y lo que sucede, en la realidad  real (valga la redundancia), no tiene ni parecido a lo que cuentan?

 Se buscan respuestas, desde la óptica evidente de que lo propio del ser humano es buscar la verdad, no poseerla.

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 COLUMNA

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Bohemios, suicidas y seductores

La vida convulsa y bohemia de un artista, adornada de perversiones, suele ser muy atractiva

MANUEL VICENT

10 MAR 2024 - 05:00CET

La vida convulsa y bohemia de un artista, adornada de perversiones, de amantes suicidas y borracheras, suele ser muy atractiva. No hay historiador del arte que a la hora de escribir sobre Caravaggio no recuerde que fue un asesino y que pintaba las vírgenes y los ángeles tomando como modelos los adolescentes degenerados que vagaban por el puerto de Nápoles. Picasso decía de Modigliani que siempre se las apañaba para coger las cogorzas más clamorosas en el cruce de Montparnasse con el bulevar Raspail, entre La Coupole, La Rotonde y el Dôme para exhibir su desdicha ante el mundo. En uno de estos cafés dibujaba con un anuncio en los pies: “Me llamo Modigliani, soy judío, cobro cinco francos”. A veces pintaba un retrato a cambio de una botella de absenta. A medida que caminaba hacia la destrucción su genio se hacía más patente y sus pinturas comenzaron a cotizarse. Cuatro años antes, por uno de sus cuadros pedían 300 francos. El marchante Ambroise Vollard un día pasó por una galería y preguntó por el precio de un desnudo que había en el escaparate. “Vale 350.000 francos”, le dijo el galerista. Por supuesto, Modigliani ya había muerto. Picasso en lo más alto de su gloria llegó a pintar sentado en un baúl lleno hasta los topes de billetes de 100 francos. Paradójicamente, su pintura más valorada era la de sus tiempos de miseria cuando encendía la chimenea con dibujos de la época azul en el Bateau Lavoir de Montmartre. Durante muchos años Picasso estuvo atormentado por el dolor de muelas. Tal vez este detalle marcó el destino del pintor Óscar Domínguez, quien en el fondo de su destrucción etílica consiguió por fin que Picasso lo recibiera. Quería pedirle ayuda para remediar su extrema pobreza. Habían sido muy amigos. Óscar lo veneraba. En ese momento, Picasso solo estaba pendiente de la muela del juicio y lo echó de casa. Óscar Domínguez acabó cortándose las venas en la bañera. Artistas limpios y ordenados o bohemios y suicidas. ¿Qué precio alcanzaría hoy en una subasta la oreja de Van Gogh?

domingo, 3 de marzo de 2024

TOXICIDAD POLÍTICA

 



TOXICIDAD POLÍTICA

 

“Al llegar a cierta edad se adquiere conciencia de que el mundo es una farsa en ocasiones divertida y con frecuencia trágica”. Alejandro Nieto


Hoy, Manuel Vicent, a su estilo,  compone su columna con términos que forman parte  de las tragedia que nos asolan en estos tiempos  que llamamos ‘civilizados’: “Crimen contra la humanidad” y  “genocidio” presentes  en tiempos remotos, que dábamos por extinguidos, en los que se celebraron los juicios de Núremberg que juzgó los crímenes del nazismo.

 

Nos presenta Vicent, a su manera, una curiosa y magistral relación entre el estómago y el cerebro entre los cuales existe una  permanente relación bidireccional a través de la autopista del Nervio Vago:

  "Si las noticias que recibimos cada día fueran comestibles y en lugar de ir directas al cerebro se dirigieran al estómago, bastaría con un solo telediario para morir envenenados".

Un buen ejemplo que confirma la veracidad de lo que dice, circunscrito  a nuestro contexto, es el exabrupto del ”Me gusta la fruta”. Uno acaba por vomitar y puede seguir vivo pero, sin duda, si le lleva a reaccionar a través de una sonrisa de aceptación o de carcajada abierta, su cerebro está en alto riesgo de mostrar socialmente  hambre ideológica. Su estómago envía al cerebro la señal de que aún no está harto y necesita más caña a los contrincantes y, a su vez, el cerebro envía a su estómago ingentes cantidades de ácido gástrico permitiéndole hacer digestible algo que para   otros supondría una muerte por envenenamiento. 


Leer más:

CARROÑA INFORMATIVA

https://neuroforma.blogspot.com/2020/06/carrona-informativa.html

 

La chatarra ideológica tiene un peligro: provocar  una  disminución de la sensibilidad de los receptores de dopamina similar al desarrollo de la tolerancia observada en las adicciones a sustancias.

Ante semejante panorama la receta que nos propone Manuel Vicent, no es efectiva: Te creerás a salvo si antes de dormir oyes un concierto de Händel, lees unos poemas de Rilke o ves una película de Billy Wilder, pero será en vano”.

Aun considerando que, a mi juicio, tampoco  la relativización  que la RAE define como acción de “conceder a algo un valor o importancia menor”, pero también se trata de decidir cuál es nuestra actitud ante ciertas situaciones desafiantes del día a día. Es decir, aprender a tomar perspectiva y ocuparse –no preocuparse– antes de tiempo, tampoco me parece efectiva la siguiente:  

 “Ahora bien, el peso de los años disminuye la gravedad del descubrimiento porque también nos percatamos de   que todo da igual para el tiempo que nos queda. En consecuencia los viejos se encierran deliberadamente en sí mismos y atrancan la puerta por dentro. ¡Adiós!".

Alejandro Nieto

Catedrático de Derecho Administrativo

Expresidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

  

Lo cierto es que lo que comemos y el entorno en el que lo hacemos,  afecta no solo nuestro cuerpo físico, sino también a nuestra mente y emociones.

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Envenenados

Cualquier crimen contra la humanidad participa en tu dieta diaria y en tus ejercicios de respiración. ¿Acaso no queda un poco de belleza en este mundo en la que refugiarse?

MANUEL VICENT

03 MAR 2024 - 05:00CET

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Si las noticias que recibimos cada día fueran comestibles y en lugar de ir directas al cerebro se dirigieran al estómago, bastaría con un solo telediario para morir envenenados. El estómago es muy delicado y si algo le sienta mal lo vomita; en cambio, el cerebro admite toda clase de basura, cuanto más sucia sea la casquería más le gusta. En el noticiero de las nueve de la noche durante la cena en la pantalla del televisor se ofrece la cosecha del día: una guerra de exterminio, el albañal de la pederastia eclesiástica, el estercolero de la corrupción, los insultos que se profieren los políticos con juicios y condenas emitidas desde la tripa. “La sopa está muy rica” —exclama alguien en la mesa—. Mientras la sopa te produce un ligero placer en el paladar, apartas los ojos del televisor ante la imagen de unos niños destrozados por las bombas, pero esa masacre espantosa de Gaza ya se hallaba en tu cerebro y también formaba parte sustancial de la sopa antes de enfrentarte al telediario. Las noticias son trasportadas a la velocidad de la luz por una tupida red de ondas electromagnéticas que cubren todo el espacio. Cuando respiras te estás metiendo previamente en los pulmones y en el torrente sanguíneo todas esas desgracias, catástrofes, matanzas y perversiones que luego oirás por la radio o aparecerán en una pantalla. Cualquier crimen contra la humanidad participa en tu dieta diaria y en tus ejercicios de respiración. ¿Acaso no queda un poco de belleza en este mundo en la que refugiarse? Pese haberla compartido con un genocidio, la sopa te ha sentado muy bien; en cambio, tu cerebro ha sido envenenado hasta el fondo de la conciencia. Te creerás a salvo si antes de dormir oyes un concierto de Händel, lees unos poemas de Rilke o ves una película de Billy Wilder, pero será en vano. Las ondas electromagnéticas cargadas de desgracias invadirán tu cama y aun dormido te pasarás toda la noche inhalándolas. Transportan toda la miseria humana que los medios al despertar te ofrecerán mañana.