domingo, 17 de marzo de 2024

TAUROMAQUIA

 


TAUROMAQUIA 


«Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo»

Ludwig Wittgenstein

 

Sin duda se dan muchas similitudes entre  la tauromaquia y algunos (en los últimos tiempos la mayoría) de los debates parlamentarios que tienen lugar en la sede de la soberanía nacional: “Dícese del arte de lidiar toros; así como del concepto de reglas que establecen dicho arte. RAE.”

 Elijo hoy el título de este artículo por varias razones, la primera de las cuales es  por qué me despierta un cúmulo de emociones negativas ya que soy, apasionadamente antitaurino, y ante semejante espectáculo paso de su carácter cultural, histórico,  tradicional y demás ¿argumentos? que nos presentan sus forofos: no es otra cosa, a mi juicio,  que un patético espectáculo de maltrato animal.

También algunos (en los últimos tiempos la mayoría) de los debates parlamentarios parece buscan matar a la democracia al igual que el fin de la corrida de toros acaba con la muerte del animal.

 

Según nos dice Manuel Vicent en su columna de hoy, “Su odio viene de lejos y no parece de ficción, el lobo es real, y de hecho ya está a punto de bajar a la calle. El enfrentamiento civil comienza con una labor muy bien programada de desprestigio de las instituciones democráticas”.

 

En el ágora griega ateniense, cuna de la democracia, está el origen de todas las democracias del universo conocido. En la plaza de toros (de la que el animal tiene que salir muerto) en que se está convirtiendo nuestro actual parlamento, muchos ciudadanos honrados que ponen sin rechistar todos los día el mundo a funcionar,  pueden tener la impresión de que se están poniendo los suficientes palos en las ruedas para que se tambalee la democracia que nos hemos dado a nosotros mismos y que, hoy por hoy,  es el mejor sistema conocido.

El duelo que los toreros someten al toro, podemos compararlo con la violencia dialéctica que manifiestan algunos (en los últimos tiempos muchos más) con la que expulsan su odio al contrincante fabricado ya no de argumentos sólidos razonados sino de falacias, soflainas hiperbólicas y, sobre todo,  de mentiras, puras y duras mentiras, dando la razón a Maquiavelo cuando decía que la mentira y la política  eran inseparables.     

 Si tiene razón Wittgenstein acerca de la limitación del lenguaje; si se supone que  en los debates parlamentarios, los políticos realizan su propia faena retórica, presentando argumentos, refutando oponentes y buscando persuadir a la audiencia, cabe concluir que nuestros políticos tienen serias limitaciones para esgrimir una faena retórica compuesta de discursos persuasivos y eficaces para  convencer con el uso de la palabra. Actualmente impera el insulto con el que buscar un enemigo a batir y la estrategia del  “y tú más”  utilizando como  estoque  con el que afligir a los ciudadanos, honrados que ponen sin rechistar todos los día el mundo a funcionar.

 Para convencer, (vencer yo con los otros) es imprescindible la credibilidad y la persuasión.

 La credibilidad es un requisito previo que también debe construirse desde dentro – coherencia – hacia fuera –demostración-.

La coherencia es un factor decisivo. La incertidumbre del mundo impone una acuciante necesidad de predecir algunas cosas, de tener seguridad. Convertirse en un punto firme en el que alguien siempre puede apoyarse es un gran factor de atracción, pero requiere demostrar sistemáticamente que se aplica un conjunto de principios, sin desviarse nunca.

La credibilidad no es posible si no se dan determinadas condiciones: si tenemos los conocimientos necesarios de aquello que hablamos;

si por nuestros actos anteriores y nuestro carácter parecemos ser   sinceros; si tratamos de comprender el punto de vista de nuestro interlocutor y de adaptarnos a él; si  exponemos argumentos lógicos que atraen su atención.

No considerar a los demás tontos: hay que decir sólo lo que el otro puede creer.

 "El espectador echa de menos que al final de las sesiones del Congreso no suene una cisterna para que se lleve hacia la alcantarilla este detritus cargado de odio ibérico que les sale del alma a algunos padres de la patria."Manuel Vicent.

No tratar de seducir con engaños. La mente humana está dotada de unos mecanismos muy eficaces para detectar la falsedad. El falso entusiasmo, faltar a la verdad, intentar ser quien no se es, se detectan rápidamente a través de la postura, los movimientos de los ojos o el tono de voz (lenguaje no verbal). Esta detección no será necesariamente consciente, pero dejará un sentimiento de desconfianza en el interlocutor que es la muerte súbita de la relación y, por lo tanto, de la persuasión.

 Finalmente  decir la verdad aún que duela)

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COLUMNA

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Tirar de la cadena

El espectador echa de menos que al final de las sesiones del Congreso no suene una cisterna para que se lleve hacia la alcantarilla este detritus cargado de odio ibérico que les sale del alma a algunos padres de la patria

 

MANUEL VICENT

17 MAR 2024 - 05:00CET

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Al final de cada sesión de control al Gobierno en la que algunos diputados de uno y otro bando sacan lo peor que llevan dentro, como sucede en las letrinas, debería haber un ujier encargado de tirar de la cadena. El espectador echa de menos que suene una cisterna que se lleve hacia la alcantarilla este detritus cargado de odio ibérico que les sale del alma a algunos padres de la patria. Se hace necesario un nuevo cargo, el de pocero mayor del Congreso, equipado con botas pantaneras y con un mono de hule para manejarse con soltura en semejante cloaca. Muchos piensan que se trata solo de un teatro, que el Parlamento está para eso, pero esta gente a la que hemos votado parece ignorar el juego peligroso que se lleva entre manos. Su odio viene de lejos y no parece de ficción, el lobo es real, y de hecho ya está a punto de bajar a la calle. El enfrentamiento civil comienza con una labor muy bien programada de desprestigio de las instituciones democráticas. No es preciso asaltar el congreso a caballo o con metralletas; lo puedes tomar convirtiéndolo primero en un circo y después degradarlo con gritos, amenazas, risas y reyertas de taberna y no parar hasta que el ciudadano decente llegue a la convicción de que esta institución ya no representa la soberanía nacional, de modo que mejor sería cerrarla. Ya se sabe. No todos los políticos son iguales. En el Congreso, los diputados trabajan en sus despachos y participan en las comisiones, no todo son insultos. Vale. Supongo que algunos padres de la patria al volver a casa después de la sesión del Congreso se avergonzarán ante sus hijos por el espectáculo obsceno que acaban de dar por televisión en horario infantil. La democracia es una maquinaria ciega que trabaja día y noche sacando la basura humana a la superficie. Visto cómo en España funcionan esas las bombas de achique manejadas por los distintos medios habrá que aceptar que no todo está perdido. Ignoro si encima habrá que alegrarse todavía por poderlo contar.

 

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