domingo, 4 de abril de 2021

DELEITE INTELECTUAL

 





Deleite intelectual

 "Los mejores, más variados y duraderos placeres, son los de la mente"                                       Arthur Schopenhauer


En su columna  de hoy, Manuel Vicent nos deleita recurriendo al olfato, el cual,  según nos dice la neurociencia actual, es el único sentido, junto con el gusto, cuya  información que nos proporciona  se procesa, fundamentalmente,  en el cerebro límbico, formado evolutivamente a partir del cerebro reptiliano. La información que proporcionan los otros sentidos se procesa en el cerebro más evolucionado, en la corteza,  la que nos otorga a  los humanos el título de Sapiens y nos coloca en la cima de la escala filogenética como el animal más evolucionado y el único  Homo que existe ya que todos las demás se han extinguido.

Para elaborar su columna de hoy, tal vez recordó Vicent la magdalena, y dejándose llevar por el  “efecto proustiano”de la memoria  trasladando  la misma y  su razón a su infancia y recordando  no solamente cosas aisladas sino el contexto compuesto en el que esta tuvo lugar, imitando a Proust en su obra  «En busca del tiempo perdido», y describiéndolo a través de los diversos olores que dejaron una huella en su cerebro: 

"El olor a linotipia de aquellos cromos de futbolistas y tebeos, el de los lápices Alpino y el de las gomas de borrar con sabor a coco, el del confesionario donde el pecado de la carne se confundía con el aliento a tabaco de picadura que fumaba el confesor, el de la brea de las barcas varadas en la playa, el del jabón Heno de Pravia que se usaba en casa, el del pegamento de los parches en el neumático de la bicicleta, el de las tahonas y confiterías que en los antiguos Sábados de Gloria horneaban las monas de Pascua, el de los salazones en la alacena, el de alcanfor del armario ropero, el del serrín húmedo con que se barría el bar y el cine del pueblo, el de las jaras que te arañaban las pantorrillas en las excursiones por el monte en primavera, el de los pinos mojados después de una tormenta de verano, el del humus de las hojas fermentadas de otoño."

 La lista de olores que nos proporciona, describe toda una sociología del olfato  dejando que cada cual trasforme las ecuaciones químicas del mismo en ecuaciones simbólicas,  e intuya el  papel tan importante que desempeña el olor en la interacción social.  

La columna de hoy es un buen ejemplo de  su  capacidad   para recordar y relacionar dichos recuerdos  con sensaciones y experiencias  vividas hace muchos años.Los olores llevan a Vicent a un tiempo y a un lugar determinado y desencadenan  en su cerebro un torrente de recuerdos.

 Nunca deja de sorprenderme  la imaginación  de Vicent y su gran habilidad de condensar la vida en una columna de 352 palabras, según me dice el contador de palabras del procesador de textos de mi ordenador,  o mejor aún,  dicho en palabras del mismo Manuel Vicent:

“Para que todo el universo quepa en una columna de 66 líneas a 30 espacios es necesario desechar lo que sobra: planetas, estrellas, galaxias, el vacío que existe entre ellas con su silencio de piedra pómez. Hay que quedarse solo con lo esencial: con las grandes pasiones que mueven al alma de unas hormigas, con las horas infinitas que invierten los muertos soñando. Una columna de periódico debe ser el reloj de arena que filtre la memoria de ese deseo que el lector sentirá mañana.”

La imaginación no viene de la nada. Se desarrolla a través de los recuerdos, los cuales al combinarlos con una estructura diferente a como los hemos adquirido, da como resultado final algo nuevo.  Es fundamental, pues, tener un buen archivo de recuerdos en nuestra memoria, por eso nosotros estamos convencidos que todo progreso, ya sea personal o social,   requiere previamente un cerebro bien abonado y regado de experiencias, conocimientos y sabiduría. 

Si en una panadería entran sacos de harina y salieran a su vez como producto final la misma harina, sin aportarle nada, no nos comeríamos la maravillosa bolla de pan. Lo mismo pasa con nuestro cerebro: si entra información en él y no la someto al proceso de pensarla y  reflexionarla, saldrá lo que entró y me convertiré en un mero transmisor de ideas de otros. Un ciego de nacimiento será incapaz de imaginar el esplendor de una puesta de sol, porque carece de materiales sobre los cuales pueda actuar su cerebro.

La invitación que nos hace Vicent a complementar la respiración abdominal que el define como "inhalar por la nariz lenta y profundamente el oxígeno del aire para llenarte de energía nueva, llevarlo hasta el fondo de los pulmones, retenerlo lo más posible y exhalar por la boca para liberar la energía vieja convertida en anhídrido carbónico", con lo que él denomina hazaña intelectual: "ser capaz de recuperar con este ejercicio de respiración algunos de los perdidos aromas que a lo largo de la vida se han constituido en una estructura de tu memoria", supondría, a mi juicio una mejora del mismo. No solo mejoraríamos el funcionamiento del diafragma, sino, también,  nuestra memoria. También lograríamos la tan ansiada serenidad y calma tan ausente en este mundo tan agitado que tenemos hoy y no tendríamos necesidad de recurrir al Valium, al Prozac o al propranolol o  cualquier otro medicamento que amortecen nuestras emociones. Cualquier emoción supone, en mayor o menor grado, signos exteriores, observables por los que nos rodean: temblor de las manos, enrojecimiento de la cara, incapacidad de hablar claro, etc. Esto depende de nuestro forma y ritmo de respirar y se eliminan cuando respiramos con calma que impide que las emociones nos turben profundamente eliminando nuestra claridad mental, con todo lo que ello supone. Aquí dejo la sugerencia para  profesionales de Mindfulness. 

Yo todo esto lo recuerdo y práctico por haberlo aprendido cuando era un adolescente  en un curso que hice a distancia: "Mis 20 lecciones de cultura psíquica".  Muchas ideas  que aprendí entonces las confirma la neurociencia actual. 



“La capacidad de imaginar acontecimientos posibles depende asimismo de aprender y recordar, y es el fundamento para razonar y navegar por el futuro y, más en general, para crear nuevas soluciones  de un problema”, nos dice el  neurocientífico Antonio Damasio, al cual sigo desde hace muchos años. Nos lo dice en su obra “Y el cerebro  creó al hombre”, p.207.

En esto se fundamente el buen hacer profesional  de Manuel Vicent, proporcionando a sus lectores un gran deleite intelectual. Sin duda logra reflejar en cada una de sus columnas lo esencial, dando la impresión de que es un metódico y ejemplar  seguidor de la  máxima de Saint-Exupéry:

 “La perfección se logra no cuando no queda nada que agregar, sino cuando ya no queda nada que quitar."

Copio y pego la columna de Vicent por si alguien no está suscrito a El País y el enlace no le permite acceder a ella: 

 


Respirar

La hazaña espiritual consiste en ser capaz de recuperar con este ejercicio algunos de los perdidos aromas que a lo largo de la vida se han constituido en una estructura de tu memoria



 MANUEL VICENT

04 ABR 2021 

El valor emocional de los olores en la infancia

Aprender a respirar es toda una hazaña espiritual. En este caso no se trata solo de inhalar por la nariz lenta y profundamente el oxígeno del aire para llenarte de energía nueva, llevarlo hasta el fondo de los pulmones, retenerlo lo más posible y exhalar por la boca para liberar la energía vieja convertida en anhídrido carbónico. La hazaña espiritual consiste en ser capaz de recuperar con este ejercicio de respiración algunos de los perdidos aromas que a lo largo de la vida se han constituido en una estructura de tu memoria. Para la gente de mi generación es el olor a linotipia de aquellos cromos de futbolistas y tebeos, el de los lápices Alpino y el de las gomas de borrar con sabor a coco, el del confesionario donde el pecado de la carne se confundía con el aliento a tabaco de picadura que fumaba el confesor, el de la brea de las barcas varadas en la playa, el del jabón Heno de Pravia que se usaba en casa, el del pegamento de los parches en el neumático de la bicicleta, el de las tahonas y confiterías que en los antiguos Sábados de Gloria horneaban las monas de Pascua, el de los salazones en la alacena, el de alcanfor del armario ropero, el del serrín húmedo con que se barría el bar y el cine del pueblo, el de las jaras que te arañaban las pantorrillas en las excursiones por el monte en primavera, el de los pinos mojados después de una tormenta de verano, el del humus de las hojas fermentadas de otoño. Después de tantos años esos aromas están todavía en el cerebro. Se trata de respirarlos con el pensamiento y a la hora de exhalarlos liberar también como el anhídrido carbónico, que los acompañaba, la miseria de postguerra, la represión y el silencio de cuantos fueron obligados a callar. Inspirar, exhalar, es como escalar la propia montaña. De subida todo claro, de bajada todo oscuro, así una y otra vez hasta aprender que tu vida está en el aire.

 https://elpais.com/opinion/2021-04-04/respirar.html

domingo, 21 de febrero de 2021

OLAS VÍRICAS - OLAS EMOCIONALES 4

 





Olas víricas - Olas emocionales 4


Los medios de comunicación nos inundan con un torrente de datos sobre la evolución de la pandemia, que acaban sintetizando a través de las olas: “estamos en lo tercera  ola”; “los científicos esperan para la primavera la cuarta ola”...


 https://www.eldiario.es/sociedad/gran-ola-covid-19-baja-nivel-mundial-pandemia-tendra-esperar_1_7230798.html?fbclid=IwAR3-L-gu0IWUTtkHaxsjRtes9zFYEumkuvKGPdTTWzcrAuPV7p6YpMbZIqI

Esos  mismos  medios también  nos muestran (a pesar de las restricciones que nos impone el protocolo covid), imágenes de multitudes que se manifiestan exigiendo al gobierno que les dé una respuesta efectiva a sus derechos lesionados.

En muchas ocasiones, mezclados entre estas multitudes que reclaman lo que creen que les corresponde, diversos grupos, de variada  procedencia y ‘estilos de vida’, contagiados por todo un cúmulo de emociones, actúan como una ola destructiva que arrasa con todo lo que encuentra a su paso.

https://elpais.com/elpais/2021/02/20/album/1613852636_155437.html?rel=listapoyo#foto_gal_1

 Hablo de ‘estilos de vida’ y no de ideología o filosofía de vida, dado que en estas dos últimas opciones,  de forma explícita o implícita, estamos refiriéndonos a ideas, las cuales sólo pueden ser producidas por un sujeto pensante,  que cumpla el “pienso, luego existo” de Descartes. Aquí nos encontramos con cuerpos  que tienen la característica de ser extensos, de ocupar un lugar en el espacio, pero ¿tienen mente?

Nos decía Descartes  que pensamiento y extensión son los dos atributos bajo los cuales se clasifican las dos sustancias finitas que hay en el mundo: cosas pensantes y cosas extensas. A la sustancia finita mente, le corresponde el atributo pensamiento referido,  no a qué tipo de pensamientos tiene,  sino al hecho de pensar. Entendía Descartes, el cual perseguía objetivos científicos y religiosos, que por encima de estas dos,  estaba  la sustancia infinita: Dios.

 Podemos hacer una primera aproximación al análisis de  estas multitudes, entendidas como 'gran cantidad de gente', sosteniendo que las forman dos grupos  que persiguen diferentes objetivos  los cuales abordan con diferentes pautas de comportamientos: un grupo que podemos llamar disidentes constructivos y otro grupo, compuesto a su vez de variados subgrupos, que llamamos disidentes destructivos.

El grupo más numeroso, los disidentes constructivos, en general persiguen objetivos vinculados  a lo que sostiene Erich Fromm en su obra “La patología de la normalidad” (Paidós, Barcelona,1994, p.23) :

 "Si en la sociedad de los cavernícolas hubiesen existido sólo conformistas, está claro que todavía seríamos cavernícolas, e incluso caníbales”.

Son estos,  los que hacen avanzar la sociedad perfeccionandola poco a poco.

 Los segundos,  generan involución, retroceso, ya no tanto por los objetivos que puedan perseguir, sino, sobre todo,  por los medios a través de los cuales pretenden lograrlos. El fin no justifica los medios.  En una sociedad civilizada hay que promover el perseguir fines éticos, logrados con medios éticos. 

 Baruch Spinoza, que nació cinco años antes de la publicación del ‘Discurso del método’ de Descartes, perseguía objetivos éticos,  y trató de aportar a la sociedad de su época, combinando ideas, teorías y conocimientos, conceptos y herramientas que permitiera a los humanos liberarse del dominio de las pasiones, puesto que sólo así, sería posible  vivir con alegría de forma plena y duradera. Si para Descartes hay tres sustancias, dos finitas y una infinita, y establece una separación radical entre cuerpo y mente, entre razón y emoción,  para Spinoza hay una única sustancia: el cuerpo y la mente son atributos paralelos de la misma sustancia.

 Refiriéndonos a los disidentes destructivos, nos preguntamos más arriba, de forma retórica, si tienen mente, construyendo un   oxímoron del tipo “muerto viviente”. Sin duda tienen mente,  y esta tiene el atributo del pensamiento. Cosa distinta es preguntarse por la calidad de estos pensamientos,  si actúan bajo la influencia de estos o, por lo contrario,  lo hacen bajo el impulso de determinados tipos de emociones que generan acciones destructivas. 

El neurólogo e investigador Antonio Damasio nos dice que aunque hay una tradición en clasificar las emociones en diversas categorías, a su juicio, las etiquetas son manifiestamente inadecuadas, dado que los límites entre categorías “son porosos” y, sostiene, que a medida que la ciencia vaya avanzando, las clasificaciones y etiquetas sobre las emociones irán cambiando. Mientras tanto nos dice que “Por ahora, me resulta útil clasificar las emociones  propiamente dichas en tres catego-rías: emociones de fondo, emociones primarias y emociones sociales.

Los medios de comunicación,   para explicarnos la ola vírica,  nos exponen la famosa curva con sus picos, sus mesetas, etc. etc. Nos podrían  aportar una mayor claridad mental sobre determinados acontecimientos sociales, si nos explicaran las olas emocionales que se dan en los distintos lugares a través del componente emocional: que tipos e intensidad de las emociones puestas en juego en cada una de estas olas.  

 


 En una entrevista que le hacen en La Vanguardia a  Jacobs Hendel,bioquímica, psicoanalista y psicoterapeuta, sostiene lo siguiente:

Pregunta: Al mal tiempo, buena cara.

Respuestas: Es un error. Las emociones bloqueadas causan estrés en la mente y en el cuerpo. Este estrés conduce, entre otros, a síntomas como la depresión, la ansiedad, los trastornos alimenticios, las autolesiones, las adicciones, los trastornos de personalidad, la agresividad.

Ahora todo el mundo se expresa, hay activismo, protestas, redes... y mucha depresión.

Se trata de asumir y manejar las emociones, pero para eso debemos encontrar la manera de reconocerlas y validarlas, entender qué nos está ocurriendo. No sirve de nada ni reprimirlas, ni expresarlas sin pensarlas primero.

Sigue la entrevista con otras preguntas y respuestas que te invito a leer en el siguiente eenlace:

 https://www.lavanguardia.com/lacontra/20201231/6159076/emociones-son-fuerzas-biologicas-detiene-mente.html,

  También te invito a dar un vistazo a: 

Los fallecimientos por suicidio duplican a los accidentes de tráfico y superan en 11 veces a los homicidios

 https://psiquiatria.com/article.php?ar=depresion&wurl=los-fallecimientos-por-suicidio-duplican-a-los-accidentes-de-trafico-y-superan-en-11-veces-a-los-homicidios

Si algo caracteriza a las  olas emocionales de las que hablamos más arriba, es la juventud de sus componentes. Todos sabemos que  es esta una etapa en la que no se tiene muy claro,  ni  se sabe mucho,  de la naturaleza humana, de sus defectos e imperfecciones,  ni de sus virtudes y grandes logros. Tampoco, en general, se piensa en el largo plazo, y muchos tienen la idea (producto mental) de que no vale la pena el preocuparse ni esforzarse ni anhelar algo que puede que no se cumpla nunca. La movilidad social, que según nos decían cuando éramos jóvenes, y nosotros se lo pasamos a ellos,   permitía a un americano ascender en la escala social desde barrendero a presidente de EEUU,  era un poderoso concepto que nos permitía a cada uno hacer proyectos a su medida y construir, en buena parte,  el futuro en el que terminaría habitando. No hay que ser muy observador para darse cuenta (siempre y cuando uno no esté contagiado por el virus del “optimismo de pandereta”),  que el ascensor social está averiado y con muchas probabilidades de que no funcione en muchas décadas.

 

 

¿Qué tipo de anhelos les ofrece la sociedad actual a estos jóvenes, para que canalicen sus energías a lograrlos?

Según nos dice Damasio, el anhelo es un rasgo profundo de la mente humana, y que su  consistencia tiene que ver con el poderoso mecanismo biológico que hay tras él:

 “ La misma empresa natural de la auto conservación  que Spinoza enuncia de forma tan clara y transparente como esencia de nuestro ser, el conatus, es llamado a actuar cuando nos enfrentamos a la realidad del sufrimiento y, en especial, de la muerte, real o anticipada, ya sea  la nuestra  o la de los que amamos. […] La empresa natural de auto conservación  y bienestar responde al trastorno con una lucha para evitar lo inevitable y corregir el equilibrio. La lucha provoca que encontremos estrategias compensadoras para la hemeodinámica que se ha desviado del camino recto; y el darse cuenta de toda la situación comprometida es causa de profunda aflicción.”

“Las emociones son fuerzas biológicas, no las detiene la mente”, nos dice Jacobs Hendel

Spinoza está de acuerdo con esta idea dado que criticaba a los estoicos los cuales afirmaban que podíamos llegar a tener un control total sobre las emociones.

Spinoza, nos proporciona una vacuna que logra desarrollar anticuerpos de anticipación en nosotros. Funciona así:

 Logra una ruptura entre los estímulos que desencadenan en nosotros emociones negativas del tipo miedo, ira, celos resentimiento, tristeza, etc. y su sustitución por estímulos que generen emociones positivas que nos potencian en nuestra actuación.

Para conseguir esto  nos dice que hay que recurrir a ensayos mentales con estímulos negativos,  de forma que nos vayamos haciendo más tolerantes con las emociones negativas para terminar adquiriendo poco a poco la habilidad de crear en nosotros emociones positivas.

Actualmente Antonio Damasio nos dice:

“No sugiero que intentemos gestionar los asuntos sociales con la misma eficacia con la que nuestro cerebro mantiene los aspectos básicos de la vida. Probablemente no pueda hacerse. Nuestros objetivos deberían ser más realistas. Además, los repetidos fracasos de los intentos pasados  y presentes en este sentido nos hacen justificadamente  propensos al cinismo. En realidad, la tentación de echarse atrás ante cualquier esfuerzo concertado para gestionar los asuntos humanos y para anunciar el fin del futuro es una actitud comprensible. Pero nada puede garantizar con más seguridad la derrota que retirarse a una auto preservación aislada. Por mucho que pueda sonar a ingenuo utópico, especialmente después de leer el periódico de la mañana o de ver las noticias de la noche, simplemente no hay alternativa a creer que podemos hacer algo importante”.


Incorporar a los análisis sociológicos  y explicar  muchos fenómenos sociales añadiendo a los mismos  una perspectiva emocional individual,  puede ser un paso importante para lograr una sociedad más gratificante que nos permita -según la aspiración de Spinoza-  "vivir con alegría de forma plena y duradera". 

La neurociencia y la sociología tienen mucho que aportar a este importante 

objetivo de bienestar.
 

 



domingo, 10 de enero de 2021

El trumpismo ha tropezado: ¡Aleluya!

 


Cuando Trump dejó de ser Presidente de EEUU, lleno de júbilo publiqué, en este mismo blog,  el que hoy publico de nuevo  para que nos formemos una idea más clara del contexto de aquel entonces y de ahora mismo. Lo titulé así:

El trumpismo ha tropezado: ¡Aleluya!

Actualizo el publicado hoy 17/11/2024 añadiéndole matices que nos puedan situar y entender el contexto actual, empezando por como lo titularía si hoy escribiera un artículo nuevo:

El trumpismo ha regresado:
¡UN TORMENTO!

No me voy a extender en el perfil de semejante personaje. Resumo el gran tormento que puede llegar a ser Trump como presidente (de nuevo, a pesar de las 34 condenas, según diferentes fuentes que no he tenido tiempo ni recursos para evidenciarlas que recibió de la justicia americana en su periodo anterior), recurriendo a ANDREA RIZZI en el artículo que publicó en el País 16/11/2024

 “La campaña electoral de Donald Trump dejaba presagiar que, en caso de victoria, su ejercicio del poder sería un tsunami, y ahora los nombramientos que se van acumulando lo confirman: viene una embestida trampista radical, brutal y sin complejos"

 (El subrayado es mío).

"Conviene dejar las esperanzas de que haya significativos factores de contención. Desgraciadamente, los primeros compases de la reacción europea son nefastos.”

https://elpais.com/opinion/2024-11-16/que-hacer-ante-la-calamidad-trumpista.html

 Sigo, pues,  con el artículo anterior:

Nos decía Paul Sartre que “un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.

¿En qué circunstancias, acontecimientos, contexto social, etc., nació y se desenvolvió Trump, que hicieron de él semejante personaje  para acabar siendo lo que es ahora, en este momento: una nueva versión de 'Conan el bárbaro'. Pretender, en los tiempos actuales,  hacer política  desde un poder fabricado a través de la espada y la brujería es toda una temeridad.

Unos siglos antes, Baruch Spinoza nos había definido, de forma clara y precisa el centro de la psicología, la ética y la política que él desarrolló a lo largo de su corta vida.

Llamó a este centro el conatus: y lo definió así: “Cada cosa se esfuerza, en cuanto está en ella, por perseverar en su ser”. En una primera aproximación podemos entender el conato, como  que todo lo que existe, tiende a la auto conservación.

El empecinamiento de Trump en mantenerse en la presidencia del país más poderoso de la tierra, saltándose las normas que este se había dado para que ello fuera posible, es una prueba empírica relevante,  confirmatoria de la hipótesis de que la personalidad,  muchas veces anula la inteligencia y recursos cognitivos y económicos  que alguien pueda tener,  obteniendo en la vida cotidiana resultados totalmente negativos, por mucha riqueza que este pueda tener.

Freud incorporó al desarrollo de su sistema el conatus de Spinoza,    y sostuvo  que las acciones de auto preservación se activaban de forma inconsciente. La imprudencia e irreflexión de Trump que le llevaban a no valorar las consecuencias de sus acciones,  son una prueba evidente de su falta de conocimiento e incapacidad de percibir y darse cuenta del  funcionamiento del mundo político actual. Confirman, también, la  afirmación del psicoanálisis de que es el inconsciente el que manda y regula la vida de los humanos dejando en un segundo plano a la razón.

Con  personajes como Trump quedó confirmado que son los instintos y no la razón los que nos llevan a actuar y, también, que aquello tantas veces repetido que  somos ‘Homo Sapiens Sapiens’, hombres doblemente sabios, es una de las más grandes falacias jamás inventadas.

 En una de las cartas que Sartre escribió a Simone de Beauvoir,  le hablaba de otra persona y le decía entre otras cosas “(…) se había dado cuenta de que lo que le estropeaba la vida no era la fatalidad sino su propia forma de ser”.  Sartre, J.P.: Cartas al castor 1. Barcelona, Edhasa, 1986 p.117

La personalidad tiene una gran incidencia en nuestro comportamiento y poderosos efectos sobre la calidad de vida que uno logra tener. Es, a través de ella,  que  hace que nos adaptamos mejor o peor, social y personalmente,  a la vida en general y a  las diferentes parcelas de esta. Sin duda Trump, no se adaptó a la política.

La historia recodará los años 2020 y 2021, como la victoria de la humanidad ante dos destructores  virus, a cada cuál más letal: el SARS-CoV-2, propagador de la enfermedad Covid-19 , y el trumpismo, propagador de la enfermedad “comecocos”,  que produce, entre otras cosas,  unas intensas mermas de madurez, sensatez y sentido común,  llegando, en los casos más graves, a suspender la actividad funcional del cerebro humano generando individuos descerebrados.

Ya nos lo advertía, en el siglo pasado,  Skinner:

“El auténtico problema no es si las máquinas piensan, sino si lo hacen los hombres”. 

Burrhus Frederic Skinner

 Sólo, si se dan estas condiciones, es posible que un personaje como Trump (que después de todo lo que hizo)  repita de nuevo como presidente de Estados Unidos.

 

¿Podríamos vivir si no tuviéramos la capacidad de auto engañarnos?


Mi respuesta es que no. El mundo que tenemos construido, en el que se dan tragedias de todo tipo que la mayoría de las personas psíquicamente sanas no serían capaz de soportar, no funcionaría sin mentiras y sin auto engañarnos a través de lo cual creamos y sostenemos percepciones distorsionadas que nos evitan enfrentarnos a la cruda realidad y tener que manejar determinado tipo de emociones que nos hacen muy vulnerables.
¿Habría arrasado (55% de los votos) en las elecciones de EE.UU. Donald Trump sin recurrir a las tecnologías actuales para implantar en el cerebro de miles de americanos relatos que estos acabaron creyéndolos y votándolos?


“Las redes basadas en relatos hicieron de Homo sapiens el animal más poderoso del planeta, al conferirle una ventaja decisiva no solo sobre leones y mamuts, sino también sobre otras especies humanas remotas como los neandertales”
Así se explica en su reciente libro (p.63) titulado ‘NEXUS’ Yuval Noah Harari



Si quieres saber más, te invito a leer:

INVENTANDO RELATOS

https://neuroforma.blogspot.com/

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De héroes y ratas

Cuando pasen los años también esta dana mortífera de 2024 partirá en dos la memoria de los valencianos

MANUEL VICENT

17 NOV 2024 - 05:00 CET

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Apenas llovía en Valencia aquella tarde del 14 de octubre de 1957, pero las trombas de agua llegaron de madrugada desde las cabeceras del Turia, donde no había cesado de caer un persistente aguacero. La riada desbordó los puentes y después de llevarse hasta el mar la vida que había en el cauce del río, enseres, personas y animales, dejó anegadas las calles de la ciudad vieja bajo dos metros de agua y barro. Como siempre sucede en cualquier tragedia hubo ciudadanos que se comportaron como héroes y otros como ratas. Franco no se acercó a Valencia hasta el 24 de octubre, pasados 10 días de la catástrofe, cuando el lodo ya se había secado, para ser obligatoriamente aclamado, aunque las primeras ayudas no llegaron hasta ocho meses después. El alcalde Tomás Trénor fue destituido de modo fulminante solo por haber insinuado ante el pleno que los valencianos se sentían abandonados, y al periódico Las Provincias le cortaron el suministro de papel porque su director, Martín Domínguez, que hubo de dimitir, había escrito: “Si no hablan los políticos hablarán las piedras”. Los muertos, el barro y la desolación tardaron mucho en olvidarse. A partir de aquella inundación el tiempo en Valencia se dividió en antes y en después de la riada. El lanzamiento del Sputnik soviético, el estreno de El último cupléGildael bayón de Ana, el gol de Zarra, ah, eso fue antes de la riada; la venida de Eisenhower a España, el garrote que le dieron a la envenenadora, la retirada de Puchades, ah, eso fue después de la riada. Cuando pasen los años también esta dana mortífera de 2024 partirá en dos la memoria de los valencianos, y la rueda de la vida con los amores, viajes, negocios y proyectos habrá sucedido antes o después de la dana. Y en medio de la tragedia, como sucedió con la riada de 1957, se recordará que hubo ciudadanos que se comportaron como héroes y un presidente de la Comunidad que estaba de larga sobremesa mientras muchos de sus queridos paisanos se ahogaban.

 

 

 


domingo, 6 de diciembre de 2020

NUESTRA INCIERTA VIDA ANORMAL


NOTA AÑADIDA HOY:
    07/03/2024:Mientras tanto un nutrido grupo de  personajes, aprovecharon su tiempo para enriquecerse, los demás estábamos en un contexto de anormalidad. 
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“Vivir es una cosa terriblemente arriesgada”

Carl Rogers

Aun cuando muchas personas viven creyendo que actúan a partir de certezas, casi absolutas,  lo cierto es que el mundo en el que vivimos es mudable e inestable: nada más cierto que el constante y permanente  cambio.

El gran psicoterapeuta Carl Rogers, creador de la ‘Terapia centrada en el cliente’- terapia no directiva- , autor de un gran número de obras pero, sobre todo,  a mi juicio,  la más destacada “El proceso de convertirse en persona",  parece que nos quiere poner de relieve con la frase con la que inicio este  artículo,  que el mundo es sobre todo inseguro y, en consecuencia, nuestro vivir en él requiere asumir grandes riesgos.

Estamos en un contexto de anormalidad, distinto,  en muchos aspectos, del que teníamos antes de que el famoso virus asomara su rostro en el planeta tierra, obligándonos a vivir fuera de nuestro estado cotidiano, cambiando las condiciones bajo las cuales cada uno de nosotros organizaba su vida. Las incertezas  que atacan directamente a nuestra esperanza, expectativas y la confianza en nosotros mismos y en los demás- "el infierno son los otros", decía Sartre-, se han incrementado hasta umbrales no tolerables por mentes y psiquismos sanos,  haciendo que aumenten significativamente el número de psicopatologías.[1]

El riesgo que asumimos ya va mucho más allá de las pequeñas inversiones que puntualmente podemos hacer en el mercado de valores, el de perder el empleo que tenemos, el tener una accidente cuando viajamos, etc. Esto se ha convertido en anécdota cuando nos jugamos cada día, nada más ni nada menos,  que la vida: cualquiera puede levantarse hoy "vivito y coleando", creyéndose libre de todo mal,  y en muy pocos día haber abandonado el mundo para siempre. 

Hay riesgos objetivos medidos a través de las probabilidades;  riesgos subjetivos personales de cada uno de nosotros,  directamente conexionados con nuestras  creencias; hay, también,  riesgos  intersubjetivos que afectan a un grupo amplio de personas e incluso de comunidades,  formando una conciencia colectiva y subjetiva de la misma.  

Vivíamos antes sin ser conscientes de que nuestra existencia era finita. Tampoco éramos muy conscientes de que podía terminar de forma inesperada y aleatoria.

Nuestra capacidad de “darnos cuenta” arrastraba déficits peligrosos. 

La pandemia que estamos pasando ha creado en nuestra sociedad un riesgo intersubjetivo,  haciendonos tomar conciencia de la gravedad de la situación. Los riesgos subjetivos se modifican cambiando las creencias que los sustentan: cambia tus creencias y cambiará tu percepción del riesgo. Para cambiar un riesgo intersubjetivo es necesario  que muchas personas, un número estadísticamente significativo de ellas,  cambien sus creencias ( podemos llamarle "inmunidad de rebaño de las creencias"). Para el contexto actual tal vez sería más preciso hablar de incertidumbre, lo que es aún peor que cualquier riesgo. El riesgo es medible, la incertidumbre no lo es. Para el primero siempre podemos estimar las opciones que tenemos y para cada una de estas calcular las probabilidades. Para la segunda solo podemos especular. 

 Clasificar cosas es muy útil; clasificar personas tiene sus riesgos. Aún así me voy a arriesgar. 

 Sigue habiendo un gran número de personas que podemos clasificar en el grupo  de ‘inconscientes sin conciencia’. Su número es lo suficientemente significativo como para que nos afecte a toda la comunidad. 

El cambio de creencias de este grupo a través del cambio individual de sus componentes,  es harto difícil por las propias  características  de sus componentes. Ya no digamos nada de cambiar al colectivo como tal.  Inculcar aquí responsabilidad individual es lisa y llanamente como predicar en el desierto. Aquello que sostengo habitualmente de que la libertad y la responsabilidad van unidas, que  no pueden separarse y no son posibles la una sin la otra, suena a jauja.

Espero que lo de "inconscientes sin conciencia" se entienda en el contexto en el que aquí aparece. Nada se puede entender, y mucho menos explicar a otros, si no comprendemos el contexto en el que tiene lugar.   Los términos de “conciencia” y “consciente”, son muy confusos y controvertidos. Hay mucha información sobre la conciencia.  Aproximadamente 82.700.000 resultados (0,45 segundos) aparecen en google para “conciencia” (06-12-2020, 8:48 horas). Se habla de ella en los foros más diversos. En unos se aborda desde profundas reflexiones, desde la ciencia, desde múltiples enfoques referidos a la moral, la psicología, la filosofía etc. y en otros, a partir de un mero y superficial vistazo a la definición que nos da la RAE, y sin tener en cuenta aquello que estudiamos de pequeños en la escuela: "el signo lingüístico es arbitrario: no hay ninguna razón objetiva para llamarle..."  Escuché a una persona, hablando a unos alumnos universitarios  que asistían a su charla, y cuando le tocó hablar de  la conciencia,  lo único que aportó fue criticar a los que, según ella, confundían conciencia con consciencia, en un contexto que al parecer esta persona no llegaba a entender, o sí lo entendía, pero los objetivos  que perseguía con la crítica eran de otra índole.

 Como sostiene  Daniel Dennett, - autor de “La conciencia explicada” – y  sin duda una de las personas que más ha  profundizado en el estudio e investigación de la conciencia, “(…)Finalmente me he dado cuenta de que mucha gente le gusta mantener el equívoco.

 No quieren corregir sus imaginaciones. Les gusta decir que yo niego la existencia de la conciencia, que yo niego la existencia del libre albedrío. Incluso un pensador de la inteligencia de  Robert Wright    encuentra irresistible la negación de la distinción que propongo". 

Nos relata también lo que dice Robert acerca de él: "Por supuesto, el problema es que la tesis de que la conciencia es “idéntica” a los estados físicos cerebrales. Cuanto más se esfuerza Dennett y otros por explicarme lo que quieren decir con eso, más me convenzo de que lo que realmente quieren decir es que la conciencia no existe”[2]

¿Emplearían las personas asistentes  al acto anterior algún tipo de filtro para separar el  grano de la paja? ¿Se trataría de personas “ahogadas” por el exceso de información propio de la actual  sociedad del conocimiento? Manejar anécdotas en un foro universitario no dice nada bueno de la situación. [3] Leer: Cardar para saber mirar: cardar como COMPETENCIA  https://julioiglesiasforma.blogspot.com/2020/11/primero-cardar-para-sabermirar-1.html

El grupo de los ‘inconscientes sin conciencia’ parece que para ellos la afirmación de Carl Rogers con la que comienza este artículo no la consideran en absoluto,  a juzgar por lo que nos  ofrecen diariamente los medios de comunicación, describiendo la forma que tienen de abordar esta pandemia.

 A finales del siglo pasado, concretamente en mayo de 1995, Sherwin B. Nuland, cirujano y profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, sacó,  traducido al español  por Camilo Tomé, un libro que nos impactó en aquel momento a los que lo leímos[4]. Abordaba, de forma rigurosa y científica,  un tema por el que todos y cada uno de nosotros pasaremos: la muerte. Trata de desmitificar el proceso de morir. Describe la muerte desde el punto de vista clínico, psicológico y biológico de las,  según él,  6 enfermedades mortales que se llevarán por delante a la mayor parte de nosotros. 

“Las seis tienen características que son representativas de ciertos procesos universales que todos experimentamos al morir.  La parada de la circulación, el transporte inadecuado de oxígeno a los tejidos, el deterioro progresivo de las funciones cerebrales hasta su total interrupción, el fallo funcional de los órganos, la destrucción de los centros vitales: estas son las armas de todos los jinetes de la muerte”.[5]

En el libro va describiendo la muerte por cada uno de estos seis jinetes: cáncer, SIDA, enfermedades cardiacas, accidentes cerebro-vasculares, Alzheimer, vejez y agresiones violentas. Sostiene la idea de que sólo familiarizándonos con estos jinetes, y conociendo  la verdad,  podemos llegar a perder el miedo a los mismos.

Hay quien sostiene que para eliminar una preocupación, una forma de sacarla de la cabeza, es generando otra mayor. Es una cuestión de relativización: La dimensión de la segunda minimiza el valor de la primera.  En general, a todos nos preocupan todos y cada uno de los jinetes de la muerte que Sherwin menciona. De repente aparece el SARS-CoV-2, empieza a manifestarse a través de miles de personas aquejadas de la enfermedad  Covid-19,  que produce la muerte a miles de personas que se anuncian en los titulares de los medios de comunicación:

El mapa mundial del coronavirus: más de 66 millones de casos y más de 1,5 millones de muertos en todo el  mundo:

https://www.rtve.es/noticias/20201205/mapa-mundial-del-coronavirus/1998143.shtml

 Aunque no pertenezcamos al grupo de los “inconscientes sin conciencia”, muchos  de nosotros rehuimos estos temas acerca de los cuales arrastramos toda una serie de tabúes y prejuicios. Nos dice Sherwin B. Nuland,“(…) hay algo en cada uno de nosotros que evita que tomemos conciencia de la realidad de nuestro propio envejecimiento. Algo dentro de nosotros no acepta esa conciencia inmediata de que, al tiempo que asistimos al envejecimiento de quienes ya son mayores, nuestros propios cuerpos están pasando simultánea y sutilmente por el mismo proceso inexorable que al final conduce a la senectud y a la muerte." 

La muerte forma parte de la normalidad. Aunque en muchos ámbitos nos creemos insustituibles, con el tiempo nos damos cuenta que somos sustituidos sin que pase absolutamente nada. También en la vida, es un dictado de la naturaleza la constante renovación. 

Michel de Montaigne,   maestro del ensayo y liberal moralista francés, autor del estudio existencial titulado De cómo filosofar es aprender a morir, nos decía: “Haced sitio a otros como otros os lo hicieron."

Poner en riesgo extremo la vida, saltándose todas las normas que la ciencia nos  dicta,  explicándonos lo que ocurre y dándonos herramientas para protegernos,  es una temeridad que no puede formar parte de la normalidad sino de su antónimo: la  anormalidad.

Vaya esta reflexión de hoy con el objetivo de que disminuya el grupo de los “Inconscientes sin conciencia”, utilizando la pedagogía que el propio Montaigne nos sugería:

“Quien le enseña al hombre a morir, le enseña a vivir”. 

También nos puede ayudar, en tan encomiable objetivo, la reflexión de Manuel Vicent en 

El País de hoy: Ser de letras

“Nadie sabe adónde han ido a parar aquellos intelectuales con pipa, dueños de la verdad y de  todas las certezas. El mundo ya no es de letras.

https://elpais.com/opinion/2020-12-05/ser-de-letras.html

 


Referencias bibliográficas:

[1] ¿Cómo se relacionan la enfermedad mental y la Covid-19?  https://psiquiatria.com/corona-virus-covid-19/como-se-relacionan-la-enfermedad-mental-y-la-covid-19/

[2]DENNETT C,  Daniel: LA EVOLUCIÓN DE LA LIBERTAD. Editorial  Paidós Ibérica, S.A., Barcelona, 2004, p.252

[3] Cardar para saber mirar: cardar como COMPETENCIA  https://julioiglesiasforma.blogspot.com/2020/11/primero-cardar-para-sabermirar-1.html

[4]NULAND B. SHERWIN: Cómo morimos: Reflexiones sobre el capítulo final de la vida. Alianza Editorial S.A., Madrid, 1995, p.17

[5] Ibíd. P.87