APARIENCIA SIN ESENCIA
“Todos ven lo que aparentas, pocos advierten lo que
eres”
Maquiavelo
Nos cuenta Platón en su obra más importante, ‘La
República’, en la que desarrolla una
serie de diálogos de Sócrates con sus
discípulos, que Glaucón (445 a. C.), filósofo griego y
hermano de Platón, desafía a Sócrates
a que demuestre que lo que
conduce a la felicidad es la justicia
por sí misma y no la reputación de
la justicia.
La capacidad de Glaucón de percatarse de algo que a
la mayoría de personas les pasa inadvertido, le llevó a afirmar que a los
humanos nos preocupa más la apariencia que la esencia, el parecer que el ser,
la reputación que nuestra forma de ser, en definitiva, que lo
importante no es como tú realmente eres, sino lo que aparentas. La influencia
de la reputación supera a la influencia de la realidad.
No sé si Julio César (100-44 a. C.) conocía este diálogo
de Glaucón, siglos después (68 a.C.), cuando se divorció de Pompeya, argumentando
que «Mi
esposa debe estar por encima de toda sospecha». Actualmente dicho argumento lo conocemos como «La esposa de César no solo debe ser honesta, sino parecerlo».
Glaucón le diría a Julio Cesar que lo esencial era “parecer honesta” y en un
segundo plano, como secundario e irrelevante, “ser honesta”.
La
reputación deshonesta (valga el oxímoron)
Glaucón, como buen contertuliano, empieza pidiéndole a Sócrates que imagine como
se comportaría un hombre que tuviese el anillo
de Giges. (También hace referencia al mismo Platón en el libro II de La
república).
“Dicen que era un pastor que estaba al servicio del
entonces rey de Lidia. Sobrevino una vez un gran temporal y terremoto; abrióse
la tierra y apareció una grieta en el mismo lugar en que él apacentaba.
Asombrado, ante el espectáculo, descendió por la hendidura y vio allí, entre
otras muchas maravillas que la fábula relata, un caballo de bronce, hueco, con
portañuelas, por una de las cuales se agachó a mirar y vio que dentro había un
cadáver, de talla al parecer más que humana, que no llevaba sobre sí más que
una sortija de oro en la mano; quitósela el pastor y salióse. Cuando, según
costumbre, se reunieron los pastores con el fin de informar al rey, como todos
los meses, acerca de los ganados, acudió también él con su sortija en el dedo.
Estando, pues, sentado entre los demás, dio la casualidad de que volviera la
sortija, dejando el engaste de cara a la palma de la mano; a inmediatamente
cesaron de verle quienes le rodeaban y con gran sorpresa suya, comenzaron a
hablar de él como de una persona ausente. Tocó nuevamente el anillo, volvió
hacia fuera el engaste y una vez vuelto tornó a ser visible. Al darse cuenta de
ello, repitió el intento para comprobar si efectivamente tenía la joya aquel
poder, y otra vez ocurrió lo mismo: al volver hacia dentro el engaste,
desaparecía su dueño, y cuando lo volvía hacia fuera, le veían de nuevo. Hecha
ya esta observación, procuró al punto formar parte de los enviados que habían
de informar al rey; llegó a Palacio, sedujo a su esposa, atacó y mató con su
ayuda al soberano y se apoderó del reino. Platón: La república, II, 359a - 360b.
Las conclusiones de
Glaucón son desoladoras:
“Pues bien, no habría persona tan incorruptible como
para perseverar en la justicia y abtenerse en absoluto de tocar lo de los
demás, cuando nada le impide dirigirse al mercado y tomar allí sin miedo alguno
cuanto quiera, entrar en las casas ajenas y fornicar con quien se le antoja,
matar o libertar a su arbitrio, obrar, en fin, como un dios rodeado de
mortales.”
¿Cuántos 'opinantes de exabruptos' en los medios de comunicación digitales
actuales, amparándose en el anonimato de un nombre ficticio para el lector, escribirían
lo que escriben si se identificaran con su
nombre verdadero?
Me recuerdan a las frases- insultos que se escribían
en las empresas en las puertas de los váteres por dentro, hace años, casi
siempre dirigidas a la dirección y sobre todo a los mandos intermedios.
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera
lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda
inmundicia.” Mateo 23:27
La perspicacia de Glaucón: APARIENCIA SIN
ESENCIA en los tiempos actuales
Hoy en día la
apariencia está elevada al pódium en el que descansan las columnas del éxito.
Tener la capacidad de fingir, de aparentar lo contrario de lo que se piensa,
priorizar la estética sobre la ética, de prometer lo inalcanzable sabiendo que
se está mintiendo y creyendo que a los que se lo dicen son idiotas.
¿Con cuál de estas dos definiciones de autoestima
te quedas?
Lo estamos viendo cada día en los políticos de
nuestra querida España: buscan el voto
de los ciudadanos, no decirles la verdad de la situación. Tener la reputación de que defienden los
derechos e intereses de los ciudadanos, aunque esta reputación se construya con
mentiras, falacias y demás piezas retóricas, puede dar más votos que si fueran sinceros y abordaran la realidad de la situación. No olvidemos que
son políticos votados por nosotros, los ciudadanos, es decir, si nosotros estuviéramos
en su lugar probablemente actuaríamos igual que ellos.
Somos muy propensos a ver los defectos y vicios de
los demás, pero muy ciegos en ver los nuestros propios. Eso se debe a que caemos
fácilmente en la trampa de la Autocomplacencia. Son muy pocas las personas que
tienen una percepción equilibrada de sí mismas.
Bien es cierto que las figuras políticas deben ser más ejemplares que los demás.
Todos escuchamos en la misa dominical (he estado internado desde los 10 años a los 16, asistiendo a una misa diaria y los domingos y festivos a dos ) aquello de la
paja y la viga: “No
juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que
juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.” Mateo
7:1-2.
Y ya que estamos hablando de Platón, lo expone de
forma muy pedagógica:
El filósofo griego
Aristipo (siglo IV a. C.) era muy
goloso. Platón una vez lo paró y le reprochó:
- No te
perece le dijo - que compraste mucho más pescado del que necesita tu apetito?
-Cierto-
admitió Aristipo-, pero pagué poco por
él. Solo dos óbolos!
-Oh! – exclamó Platón-, a ese precio lo compraría también yo.
-Ves- le hizo
notar Aristipo-, si yo soy goloso, entonces tú eres avaro.
Si Glaucón estaba en lo cierto, puede que alguien, por muy deshonesto que se muestre con sus
acciones a lo largo del día, no le
preocupe lo más mínimo y duerma de un tirón por la noche; sí le preocupará y no
dormirá, si es consciente de que tiene
reputación de mentirosos y deshonestos. Están de suerte porque nunca fue tan fácil
engañar a muchos tanto tiempo.
Podrías
pensar lo peor
Que
la apariencia no es sincera, no
Pasadas
las noches en vela
¿Será
una condena de amargo sabor?
La apariencia no es sincera: Héroes del silencio
(https://www.youtube.com › )
La honesta reputación
“Los que son verdaderamente virtuosos no son conocidos
por su virtud. Los que crean tal reputación lo hacen por motivos egoístas”
Aforismo taoísta
La solución que nos daba Sócrates para evitar la
decadencia de la polis, pasaba por qué
gobernaran los filósofos, pues tan solo ellos
perseguirán conseguir lo que es
realmente bueno y no sólo lo que es bueno para ellos mismos.
Platón (exalumno de Sócrates) afirmaba que el
conocimiento correlacionaba positivamente con la edad (a mayor edad, mayor
conocimiento). Y no solo eso, también
afirmaba que la razón, lo más genuino de la naturaleza de los humanos, es
frecuentemente corrompida por las
pasiones. En función de todo ello la solución que nos daba, era que ya que tan solo los ancianos eran capaces de impedir que su raciocinio
fuese eclipsado por sus emociones, eran
los que podían guiar y conducir a los ciudadanos a hacer lo que es correcto,
no lo popular.
En una sociedad civilizada no es posible la
convivencia con un exceso de
egocentrismo que nos lleve a ver y buscar tan solo lo nuestro (“vengo aquí a
hablar de mi libro"; “Estoy en la política para hacerme rico”). Ayer a la noche
escuché a un tertuliano decir lo siguiente: Como dice no sé quién (no me quedé
con el nombre que dijo) “ Aquí cada uno va a lo suyo, excepto yo que voy a lo mío”
Todos
y cada uno de nosotros tenemos que ser capaces de amortiguar determinados
intereses individuales en beneficio de la comunidad.
“Hay
una poderosa forma de presión social para facilitar los comportamientos
excelentes. Me refiero a la reputación, la fama, la gloria, al deseo de
sobrevivir en la memoria de los hombres” José Antonio Marina
Una reputación basada no en lo que alguien dice, sino en lo que hace (“por sus obras los conoceréis”
Mateo 7, 15-20
Una vez conseguida una reputación, basada en los
hechos, se afianza mucho la autoestima.
Los
seres humanos a lo largo de toda nuestra existencia adquirimos conocimientos
sobre el mundo que nos rodea y, también, sobre nosotros mismos. Empezamos
entonces a recoger información en las distintas situaciones en las que nos
movemos, sobre todo en situaciones sociales, referidas a como los demás
reaccionan ante nosotros, la imagen de
nosotros mismos que vemos proyectada en los demás, acerca de qué tipo de
comparaciones establecen, referidas, también, a los distintos papeles o roles
que desempeñamos y con todo ello vamos construyendo el auto concepto. La
autoestima tiene que ver con el Auto concepto y con el Auto ideal que está
compuesto por la información que una persona valida sobre su futuro.
Características y deseos de cómo nos gustaría ser. Proyectos, objetivos, metas,
futuro, aspiraciones y expectativas, son los ingredientes clave. Sintetizando,
las pretensiones que una persona tenga. Self ideal: William James
Conseguir que nuestros políticos tengan una
reputación y sana autoestima, ganada a pulso a través de sus comportamientos y
actos honestos, y poner en ellos el foco de forma permanente,
exigiéndoles transparencia y que se
centren en las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos en lugar de
pelearse entre ellos.
También, al que pierda esa reputación honesta, hacer que pague con creces sus consecuencias,
es una forma de mejorar la conducta y las obras de los políticos. Conducta
seguida de malas consecuencias se extingue o decrece.
Los políticos con
capacidad de corromperse no son tontos.
Lo que les lleva a ello, tampoco suele ser debido a un acto irracional, sino un
análisis racional previo basado en el coste- beneficio y compuesto de tres elementos: 1.
Beneficios que esperaban obtener. 2. Probabilidades que
ellos calculaban que tenían de ser descubiertos ( No tienen, afortunadamente el
anillo de Giges). 3. Valor del castigo que esperaban si
finalmente eran descubiertos.
“El rostro que
el agua nos devuelve no es el mismo para nuestros ojos que para los demás. Has
de ver tu imagen con tus ojos y con los de ellos y usar la faz que más te
convenga. Las personas se interpretan en tres estados: el estar, el ser y el
permanecer. El ser se vincula a uno mismo y es la imagen que uno mismo percibe;
el estar es la imagen que a uno mismo le
llega del entorno, es el reflejo visto por los demás; el permanecer es retrato
de las obras que uno hace a lo largo de la vida y es la historia la que se
encarga de juzgarlo en forma de recuerdo o de olvido. Cada quien ha de
esforzarse para mejorar los tres iconos de la vida y a ti, mi buen discípulo,
te falta el estar”.
Así le habló a Eratóstenes (Director de la Biblioteca en la ciudad de Alejandría
del faraón Ptolomeo III Evérgetes, (225
a.C.), su venerado maestro cuando Eratóstenes,
en tiempos pasados, había
decidido dejar Cirene y marchar a Alejandría.
Juanjo Lamelas.,: “La leyenda de las lágrimas
doradas”, Ediciones Atlantis, Madrid, 2010.