AÑOS QUE PASAN VS. AÑOS QUE PESAN
“Hay que ser más valiente para ser viejo que para
ir a la guerra. El que va a la guerra cree que puede sobrevivir, el viejo ve
cómo su decrepitud avanza. Y esa es la verdadera guerra” Maruja Torres
Todo lo que ocurre en el universo tiene lugar dentro de un espacio
temporal definido por dos variables: el espacio y el tiempo
Dentro de este universo, más concretamente, en el planeta tierra, vivimos junto con
otros muchos animales los humanos, los cuales hemos alcanzados la cima de la escala evolutiva y nos
nombramos, a nosotros mismos, como Homo Sapiens, atribuyéndonos características
como la sabiduría y la racionalidad; menos mal que también inventamos el
vocablo “falacia” dentro del cual caben muchas excepciones.
Los humanos nos desenvolvemos dentro de nuestros contextos a través de 4 áreas: la física, la emocional, la espiritual y la mental. Cuidar cada una de ellas es algo básico y fundamental para que la variable tiempo retrase, lo más posible, el momento en el que los años empiecen a pesar y, sobre todo, para poder sacar adelante algo que necesitamos para desenvolvernos en la vida: la energía; existe en el universo y es condición necesaria para realizar las actividades de nuestra vida:
Estar en plena forma física, emocionalmente conectados con lo que hacemos, mentalmente concentrados y, por último, verle un sentido a todo ello.
Así, por ejemplo, la energía emocional se puede ejercitar y mejorar. Es
ella la que nos permite poner en juego toda una gama de emociones positivas al
servicio de nuestros objetivos y de nuestro bienestar. Unas emociones que
proceden, fundamentalmente, de
ingredientes internos y que dan productos finales tales como auto confianza,
autocontrol, optimismo funcional (contrario al ‘optimismo de pandereta’)
esperanza, etc.
Es de tal magnitud la importancia de la energía que podíamos decir que la medida de la vida no son los años que vivimos sino la cantidad de energía que gastamos en esos años.
Implícitamente nos lo está diciendo, a mi juicio, Manuel Vicent:
"Un día se dio cuenta de que si en cualquier parte siempre era el más viejo se debía a que todavía cogía el avión, el metro, el autobús, iba al bar, al cine, al teatro y a los conciertos, en lugar de quedarse en casa amarrado al sofá ingiriendo mierda por televisión."
No le falta la razón a Vicent al afirmar que la edad no
existiría si el tiempo no estuviera dividido en años.
“Envejecer es como escalar una montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, y la vista más amplia y serena”.
Si estás interesado en el tema te invito a leer y reflexionar:
LOS
MAYORES 1. LAS TRES EDADES
https://neuroforma.blogspot.com/2017/07/las-tres-edades-feliz-cumpleanos-mis.html
Conocer la edad nos lleva a muchas falsas creencias y expectativas que nos formamos sobre las
personas a partir de la edad que tengan y que, en general, en muchas culturas
desarrollan estereotipos a partir de los cuales generan negatividad hacia las
personas mayores y positividad hacia las
jóvenes.
“Una segunda infancia
viene en la vejez. El viejo, como el niño, ni decide ni hace nada por su
cuenta. No percibe con precisión lo que está pasando ni previene lo que pueda
pasar. Camina en una niebla espesa en la que todo es confuso. No entiende casi
nada ni tiene ánimos para aclarar la situación en que se encuentra . Se deja
llevar. Lo único que tiene claro es que padece dolores y lo único que desea es
que se los quiten y no le molesten. Ha perdido las riendas que su destino.
Es un objeto incómodo que da trabajo a los demás”. Esta opinión es de Alejandro Nieto, nonagenario, Catedrático de
Derecho Administrativo. Fue, también, presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Publicó
en Editorial Comares,2022: ‘El mundo visto a los 90 años’ (p.94)
“Si el tiempo no estuviera dividido en años, la edad no existiría, puesto que nadie podría saber la fecha en que uno había nacido. A cada persona la definiría su aspecto exterior, su salud, el timbre de su voz, su carácter e inteligencia”, a lo que yo añadiría, con el permiso de Vivent, y la observación, por los demás, de la energía diaria que gastamos...
Es muy importante una hábil gestión de la energía.
Dos preguntas nos ayudarán a concretizar el tema:
1. ¿De qué energía hablamos exactamente?
2. ¿Cómo saber si tengo suficiente energía, si mi depósito está lleno o
funciono con la reserva?
Una cosa en esforzarse y otra, distinta, es motivarse. Por lo que hace referencia a la segunda pregunta todos conocemos a personas que claramente les cuesta mucho y se manifiestan incapaces de hacer frente a las dificultades de la vida y, también, conocemos a personas que las afrontan positivamente extrayendo de ellas fuerza, objetivos y metas para el futuro.
¿En dónde está la clave?Tenemos dos formas básicas de hacer las cosas: o por obligación o por
motivación y ambas marcan una gran diferencia. Cuando no encontramos sentido a
lo que hacemos, lo hacemos por obligación y ello supone un gran derroche de
energía, nos cuesta mucho emplear energía en algo así. Hacemos las cosas por
motivación cuando le vemos un sentido a
lo que hacemos y esto no sólo nos ahorra energía sino que incluso nos la crea.
La cuestión pasa, entonces, por aprender a motivarse más que a
esforzarse. La "parábola de los tres albañiles" que aparece en varios artículos de este blog, ayuda a entender lo anterior.
Al margen de los años que tengas, ¿cómo responderías tú, como el primero, el segundo o como el tercero? Víktor Franklin puso de relieve la gran importancia de lo que él llamó “la búsqueda de sentido”.
Cuando ya tenemos muchos años nos bajan las obligaciones. No dejemos que nadie, ni nada, nos baje la motivación.
Una forma que tengo yo de fomentarla y que me proporciona mucha energía mental, emocional y espiritual (a la física me dedico todas las mañanas, a primera hora, haciendo todos los días marchas de dos horas a 130 pasos/ minuto) es pasándome las mañanas de los
domingos escribiendo este artículo inspirándome en la columna de Manuel Vicent, lo que nunca le podré agradecer lo suficiente. ¡Muchas gracias D.Manuel!
Como siempre, a continuación, copio y pego la
columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por
no abrirle el enlace.
En mi opinión
(respeto al que piense justamente lo contrario) lo que escribe Manuel Vicent es
auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo
cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi motivación básica es la
trascendente (" Me gusta lo que hago porque beneficia a muchas
personas"): Hacer de forma altruista mi pequeña aportación al desarrollo
personal y profesional de las personas y a crear una sociedad más justa.”
Sigo siempre el
mismo proceso: Como todos los lectores suscritos a El País,leo la columna de
Vicent el domingo a la mañana cuando me despierto. La reflexiono, e inspirado
en ella, escribo mi comentario y, dos
horas después, lo publico en mi blog.
Posteriormente, si tengo tiempo, le doy otra vuelta y añado cosas que se me ocurren hasta dejarlo
ya definitivamente terminado en mi blog.
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El más viejo
Si el tiempo no estuviera dividido en años, la edad no
existiría, puesto que nadie podría saber la fecha en que uno había nacido
Llegó un momento en que, en el avión, en
el tren, en el metro y en el autobús, miraba alrededor y siempre era el
pasajero más viejo. También en el restaurante y en el bar era el más viejo de
los clientes, en el cine y en el teatro el más
viejo de los espectadores, en los conciertos el más viejo de todo el público.
Pensaba que la culpa la tenían los calendarios. Si el tiempo no estuviera
dividido en años, la edad no existiría, puesto que nadie podría saber la fecha
en que uno había nacido. A cada persona la definiría su aspecto exterior, su salud, el timbre de su voz, su
carácter e inteligencia. En este caso, lo más importante en la vida sería venir
bien de fábrica, como sucede con los coches, que se distinguen por su
estabilidad, velocidad, resistencia y comodidad, según cada marca. Un día se
dio cuenta de que si en cualquier parte siempre era el más viejo se debía a que
todavía cogía el avión, el metro, el autobús, iba al bar, al cine, al teatro y
a los conciertos, en lugar de quedarse en casa amarrado al sofá ingiriendo
mierda por televisión. No soportaba que le dijeran que se conservaba muy bien o
que había hecho un pacto con el diablo. Creía que a una edad ya no se cumplen
años, sólo se cumple salud o enfermedad y que no había nada mejor para el riego
sanguíneo que la cólera bien administrada, como demostró en cierta ocasión. Una
noche este viejo se encontró con la reyerta entre dos jóvenes en la puerta de
una discoteca. Era una de esas peleas que podía terminar con el
arbitrio de la navaja. El viejo intervino para tratar de separarlos, pero uno
de ellos no solo despreció su ayuda, sino que encima lo llamó puto abuelo.
Lleno de ira, el viejo le pegó un rodillazo en la entrepierna y el joven cayó
al suelo retorciéndose con las manos en los genitales. La desgracia de cumplir
años la tienen los sumerios que inventaron el calendario hace 5.000 años.