MADURO O AVINAGRADO
“Creo
que la madurez real, que la mayoría de nosotros nunca alcanza, es cuando te das
cuenta de que no eres el centro del universo.” Katherine Paterson
"Cuando llegó la democracia, la frustración y el desencanto le llevaron a recular, huyendo de si mismo al galope a lo largo de todas las ideologías. Al final de la escapada ahora a los 89 años ha decidido degustar el único licor que le faltaba." Manuel Vicent
Muchas de
las objeciones tal vez queden eliminadas teniendo en cuenta algo que he
escuchado, en algunos de los múltiples cursos a los que asistí a lo largo de mi
vida: que si en una frase aparece la conjunción adversativa “pero”, esta actúa
en nuestro cerebro como una goma de borrar, eliminando todo lo que la precede,
es decir, no cumple su función de nexo enlazando
palabras y oraciones, sino que genera una contraposición entre dos
proposiciones.
También,
en conversaciones coloquiales, he escuchado que con el paso de los años a los hombres les ocurre igual que a los vinos:
unos maduran y otros se avinagran. Esto me llevó a preguntarme, cuando leí la
noticia sobre la que hoy escribe su elocuente columna Manuel Vicent, y que sigo preguntándome,
lo siguiente:
¿Desde qué
estado de ánimo tomaría la decisión el Sr. Tamames, desde la madurez o desde el
avinagramiento?
DECIDIMOS EN FUNCIÓN DE LO QUE INTERPRETAMOS
En el vino la causa del avinagramiento es la
fermentación acética. En los humanos, según Almudena Moreno, doctora en Sociología por la Universidad
Autónoma de Barcelona y profesora titular de la Universidad de Valladolid, la
causa por la que hay hombres, que no llegan a alcanzar la madurez es que "no tienen referencias de cómo tienen que
comportarse en el nuevo código social y cultural; esto se traduce en que asumen
roles de “huida” y se refugian en un tiempo o momento vital que no les
corresponden".
Esta última
reflexión me lleva, una vez más, a
preguntarme:
¿Simpatiza
el Sr.Tamames con las milongas de Vox, con sus mentiras y bulos, con su
clasismo, con su patriotismo de pandereta, con sus motivaciones políticas, con su filosofía de vida...?
¿Qué mueve al Sr. Tamames a aceptar semejante patraña: el egoismo propio de la juventud, o
hacer valiosas aportaciones a los demás, propia de la madurez (me gusta lo que hago porque beneficia
a mucha gente: Motivación trascendente)
Nos decía Hermann Hesse en su “Elogio de la vejez”:
“Cuando uno envejece y ha
realizado su obra, tiene en su mano el alegrase por la paz de la muerte. No
necesita de las personas; las conoce y las ha visto lo suficiente. Lo que
necesita es tranquilidad.”
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Como siempre, a continuación, copio y pego la
columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por
no abrirle el enlace.
En mi opinión
(respeto al que piense justamente lo contrario) lo que escribe Manuel Vicent es
auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo
cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi motivación básica es la
trascendente (" Me gusta lo que hago porque beneficia a muchas personas"):
Hacer de forma altruista mi pequeña aportación al desarrollo personal y
profesional de las personas y a crear una sociedad más justa.”
Sigo siempre el
mismo proceso: Como todos los lectores suscritos a El País,leo la columna de
Vicent el domingo a la mañana cuando me despierto. La reflexiono, e inspirado
en ella, escribo mi comentario y, dos
horas después, lo publico en mi blog.
Posteriormente, si tengo tiempo, le doy otra vuelta y añado cosas que se me ocurren hasta dejarlo
ya definitivamente terminado en mi blog.
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El precipicio
Puede que Tamames sueñe, como remate de su fértil
biografía, con ofrecer una lección magistral para la historia, si bien corre el
peligro de que todo acabe en un sainete ratonero sobre la unidad de España con
la exaltada verborrea de cualquier falangista
En los años 50 del siglo pasado Ramón Tamames era un joven de mandíbula
cuadrada, que cada día se escalaba a si mismo por la pared norte con una
actividad compulsiva. Estudiaba, escribía libros, pintaba, esculpía, fabricaba
muebles, tocaba el órgano, hacía deporte hasta el punto de permitirse el lujo
de despeñarse por un precipicio en el que pudo haber terminado su biografía. En
la universidad se coronó con premios extraordinarios sin dejar de participar en
las luchas estudiantiles que le llevaron a la cárcel. Era un comunista críptico
y un cristiano evangélico que iba a la caza del hombre nuevo y confesaba sus
pecados de rodillas ante el cura Aguirre, futuro Duque de Alba. Cuando el 9 de
abril de 1977 fue legalizado el Partido Comunista Ramón
Tamames estaba en la sede recibiendo los primeros abrazos. ¿Cómo un chico de
tan buena familia puede ser comunista?, se preguntaban algunas señoras de bien.
En cambio, los camaradas se sentían orgullosos de su líder, un rojo homologable
a escala europea, rico, inteligente e infatigable al que podían maginar con un
campari en la mano. Cuando llegó la democracia, la frustración y el desencanto
le llevaron a recular, huyendo de si mismo al galope a lo largo de todas las
ideologías. Al final de la escapada ahora a los 89 años ha decidido degustar el único licor
que le faltaba. Al grito de ¡la patria me necesita!, tal vez por
orgullo intelectual ha aceptado ser el candidato de la extrema derecha en la
moción de censura contra el Gobierno socialista. Puede que Tamames sueñe, como
remate de su fértil biografía, con ofrecer una lección magistral para la
historia, si bien corre el peligro de que todo acabe en un sainete ratonero
sobre la unidad de España con la exaltada verborrea de cualquier
falangista. La tribuna del Congreso es
un precipicio muy peligroso en el que este formidable escalador de si mismo
podría despeñarse.
https://elpais.com/opinion/2023-02-26/el-precipicio.html
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