EL MEJOR VS EL PEOR DE LOS MUNDOS POSIBLES
"Creo que no es el momento de
procurarme nuevos enemigos". Voltaire
Una cosa es un cataclismo natural, producido por un fenómeno natural y otra cosa, distinta, es un cataclismo social detrás del cual está la mano del hombre.
Un cataclismo
natural ( a medias) fue el terremoto ocurrido hace unos días, y un cataclismo
social es la guerra de Rusia con Ucrania que empezó hace un año. En ambos,
las causas son distintas aunque los efectos son igual de devastadores. Tiene
toda la razón Manuel Vicent: “De hecho, vistos desde un satélite, los escombros
del terremoto de Siria y Turquía parecen tan naturales como los que produce la
maldad humana en la guerra de Ucrania.”
¿Hubiera tenido los mismos efectos, sobre todo en vidas humanas, este mismo terremoto si ocurriera en Japón?
La mano del hombre también está como constructor de esta masacre. Un humano se benefició construyendo edificios sin la calidad requerida para un lugar como este.
¿Conocerá este humano lo que es la ética y la moral?
Nuestro optimismo racionalista que comenzó en el siglo XVII, y que actualmente lleva a muchos a considerarse como inmortales dioses, no puede evitar los cataclismos naturales, pero, sí puede, y debe, evitar los cataclismos sociales, los cuales producen efectos tan perversos como la destrucción de los pilares de todas las acciones buenas que los humanos hemos realizado y socaban la necesaria confianza y las relaciones interpersonales que llevan a ser posibles todos los mejores proyectos que los humanos nos hemos dado a nosotros mismos.
PUTIN
el GUERRERO
https://neuroforma.blogspot.com/2022/03/putin-el-guerrero.html
El deísta Voltaire, al que se le atribuye la frase con la que comienzo este artículo, como las últimas palabras que dijo cuándo una cuidadora la preguntó si antes de morir quería renegar de Satanás, estaba convencido de la existencia de un dios que creó las leyes de la naturaleza, pero, no creía en ninguna religión, creía a su vez que todo ocurre para el bien, según nos dice Manuel Vicente:
“todo es por nuestro bien, vivimos en el mejor de los
mundos posibles. “
Por otro lado, Rousseau le reprochó el pesimismo que Voltaire ponía de
manifiesto en su Poema sobre el
desastre de Lisboa.
Hoy en día sería adaptativa, y sintonizaría con la
opinión pública, la desolación que sintió ante el terremoto de Lisboa. También sería
adaptativa, y sintonizaría con la sociedad actual, si opinara que vamos camino
de construir el peor de los mundos
posibles. Afirmo esto desde mi aceptación y utilización del optimismos funcional y mi rechazo
del optimismo de pandereta, que bien le
podría haber llamado, cuando hace muchos años lo llamé así, Optimismo
Panglossiano, al cual hoy le sería tan difícil justificar su actitud, como le fue a Franco justificar lo que dijo
cuando murió Carrero Blanco: “No hay mal que por bien no venga”
......................................
Como siempre, a continuación, copio y pego la columna
de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por no
abrirle el enlace.
En mi opinión (respeto al que piense justamente lo contrario) lo que
escribe Manuel Vicent es auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el
mundo. Yo con ello pretendo cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi
motivación básica es la trascendente (" Me gusta lo que hago porque
beneficia a muchas personas"): Hacer de forma altruista mi pequeña
aportación al desarrollo personal y profesional de las personas y a crear una
sociedad más justa.”
Sigo siempre el mismo proceso: Como todos los lectores suscritos a El
País,leo la columna de Vicent el domingo a la mañana cuando me despierto. La
reflexiono, e inspirado en ella, escribo mi comentario y, dos horas
después, lo publico en mi blog. Posteriormente, si tengo tiempo, le doy
otra vuelta y añado cosas que se me ocurren hasta dejarlo ya
definitivamente terminado en mi blog.
................................................................................
i
Escombros de un terremoto
Hoy nadie espera que un Dios reivindique la inmensa
tragedia del seísmo de Turquía y Siria
El terremoto de Lisboa acaeció
bajo un sol radiante a las nueve de la mañana del 1 de noviembre de 1755,
festividad de Todos los Santos. A esa hora todas las iglesias estaban llenas y
al venirse abajo los fieles murieron aplastados bajo sus mármoles que podrían
imaginarse sagrados. Desde Sodoma y Gomorra los cataclismos de la naturaleza
eran atribuidos al castigo de un Dios airado por la maldad de los humanos. Pero
el terremoto de Lisboa, que produjo más de 100.000 muertos, fue el primero en
socavar los cimientos de la religión, ya que en plena época de la Ilustración hizo
que chocaran también las dos placas tectónicas de la filosofía y la teología,
de la fe y la razón. Algunos creyentes elevaron la mirada al cielo y se
atrevieron a preguntarle a Dios: ¿Por qué? El propio Voltaire exclamó: ¡Qué van
a decir ahora los predicadores…! Nada. Los clérigos aprovecharon esa catástrofe
para sacar el látigo, y los templos fueron reconstruidos pese a que habían
aplastado a la mayoría de los fieles. En su famoso poema acerca de
esta tragedia, Voltaire se preguntaba cómo siendo Dios tan
sabio y omnipotente permitía que murieran niños inocentes bajo los escombros.
Hoy ya nadie es tan ingenuo para formularse esa pregunta. Todo el mundo sabe de
qué se trata y no espera que un Dios reivindique la inmensa tragedia del seísmo de Siria y Turquía. Podría
hacerlo el papa de Roma, que dice ser su representante en la tierra, pero
imagino su angustia al tener que dar la cara asomado a una ventana del
Vaticano. ¿A quién echar la culpa? El papa Francisco podría hablar como Pangloss, el optimista irredento
del Cándido de Voltaire: todo es por nuestro
bien, vivimos en el mejor de los mundos posibles. De hecho, vistos desde un
satélite, los escombros del terremoto de Siria y Turquía parecen tan naturales
como los que produce la maldad humana en la guerra de Ucrania.
https://elpais.com/opinion/2023-02-12/escombros-de-un-terremoto.html