PROVISIONAL
LAS BORRASCAS DE LA VIDA
"Está
claro: cuando una tostada se cae, lo hace por el lado de la mantequilla. Se
trata de un problema que está más allá de la física. Un amigo judío me confesó
una vez que había preguntado por esta cuestión a su rabino. Después de meditar,
este le contestó: 'Hijo mío, ¿estás seguro de que untas la mantequilla en el
lado correcto?". Lucien
Jerphagnon
Para cada uno de nosotros la vida tiene distintas interpretaciones, unas más optimistas y otras más pesimistas.
Lo que sí nos sucede a todos, sin excepción, es que a lo largo de nuestra trayectoria vital nos surgirán pequeñas borrascas y también grandes borrascas. Aunque la escala “pequeñas-grandes” semeja ser cuantitativa, su interpretación es puramente subjetiva, y por lo tanto no cuantitativa que se expresa en números, sino cualitativa expresada en palabras, por lo que para unos una circunstancia que les haya sucedido puede ser juzgada por ellos como pequeña y la misma circunstancia que le ocurra a otras personas diferentes, puede ser interpretada por los mismos, como muy grande.
Si estás
interesado en el tema te invito a leer y reflexionar:
LOS RELATOS CREAN REALIDAD: La canción lógica
https://neuroforma.blogspot.com/2019/12/la-cancion-logica-nacemos-con-una-serie.html
A lo hora de “capear el temporal" cada uno de nosotros interpreta su intensidad y se enfrenta al mismo con su propios recursos personales que si no es muy grave “va a medir tu carácter.” Ante circunstancias muy graves reaccionamos automáticamente cumpliendo al pie de la letra el algoritmo biológico gravado en nuestros cerebro autónomo (simpático y parasimpático).
Todo un conjunto de rasgos de nuestra personalidad
determinan como nos enfrentamos a las borrascas que nos suceden a lo largo de
la vida.
“Yo soy yo y mi
circunstancia,
y si no la salvo a ella,
no me salvo yo".
Ortega y Gasset
...............................................................................................................................
COLUMNA
Navegar
El viejo marinero que me enseñó a
navegar, me decía: si un día te sorprende una gran borrasca en alta mar, prepárate para
un largo desafío en el que se va a medir tu carácter. Se trata de capear el
temporal. En ese caso no olvides que esa ola que crees que te va a ahogar es
precisamente la que te tiene que salvar. Dispón el tormentín y la vela mayor con sus rizos necesarios a
favor de la marea, de forma que unos segundos antes de que rompa violentamente
contra el costado de tu barco sea esa misma ola la que lo acune y lo impulse
siempre un poco más allá, donde ya no llega su zarpa. Tu deber consiste en
aliarte con esa ola que amenaza con hacerte naufragar. Puede que el horizonte
esté cerrado, que sople un viento huracanado, que todo el mar esté hirviendo
“como cazuela en el horno” como escribe Ausias March en su poema Veles i
vents. Tu destino es sobrevivir. Colócate bien el arnés y
piensa que el tiempo ya no existe. Como su propio nombre indica, el temporal
siempre será pasajero. Pronto o tarde el viento amainará, el oleaje irá cayendo
y el sol volverá a salir entre las nubes. Así acontece también en la vida. Al
final de la tempestad te va a llegar el veredicto. Hasta ese momento no sabías
si eras valiente o cobarde, débil o fuerte, pero el mar te habrá dado tu exacta
medida, que va a depender de si supiste aprovechar la fuerza adversa para
avanzar. Y aunque llegues a tierra sano y salvo no creas que has vencido.
Sucede que por esta vez el mar te ha respetado y si lo celebras en el bar del
puerto con una cerveza y dejes caer su espuma a lo largo de tu pecho intrépido,
nunca presumas con los amigos de tu pericia. Después de salir victorioso de un
duro temporal siempre serás un superviviente y deberás considerar que el hecho
de seguir vivo con cierta dignidad es el único desafío. Esa es la lección que
me dio el viejo marinero que me enseñó a navegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario