Olas víricas - Olas
emocionales 4
Los medios de
comunicación nos inundan con un torrente de datos sobre la evolución de la
pandemia, que acaban sintetizando a través de las olas: “estamos en lo
tercera ola”; “los científicos esperan
para la primavera la cuarta ola”...
Esos mismos medios
también nos muestran (a pesar de las restricciones que nos impone el protocolo covid), imágenes de multitudes que se manifiestan exigiendo al
gobierno que les dé una respuesta efectiva a sus derechos lesionados.
En muchas ocasiones, mezclados entre estas multitudes
que reclaman lo que creen que les corresponde, diversos grupos, de
variada procedencia y ‘estilos
de vida’, contagiados por todo un cúmulo de emociones, actúan como una ola
destructiva que arrasa con todo lo que encuentra a su paso.
Hablo de ‘estilos de vida’ y no de ideología o filosofía de vida, dado que en estas dos últimas opciones, de forma explícita o implícita, estamos refiriéndonos a ideas, las cuales sólo pueden ser producidas por un sujeto pensante, que cumpla el “pienso, luego existo” de Descartes. Aquí nos encontramos con cuerpos que tienen la característica de ser extensos, de ocupar un lugar en el espacio, pero ¿tienen mente?
Nos decía Descartes que pensamiento y
extensión son los dos atributos bajo los cuales se clasifican las dos
sustancias finitas que hay en el mundo: cosas pensantes y cosas extensas. A la sustancia finita mente, le corresponde el
atributo pensamiento referido, no a qué tipo de pensamientos
tiene, sino al hecho de pensar. Entendía Descartes, el cual
perseguía objetivos científicos y religiosos, que por encima de estas dos, estaba la
sustancia infinita: Dios.
Podemos hacer una primera aproximación al análisis de estas multitudes, entendidas como 'gran cantidad de gente', sosteniendo que las forman dos grupos que persiguen diferentes objetivos los cuales abordan con diferentes pautas de comportamientos: un grupo que podemos llamar disidentes constructivos y otro grupo, compuesto a su vez de variados subgrupos, que llamamos disidentes destructivos.
El grupo más numeroso, los disidentes constructivos,
en general persiguen objetivos vinculados a lo que sostiene Erich Fromm en su obra “La patología
de la normalidad” (Paidós, Barcelona,1994, p.23) :
"Si en la
sociedad de los cavernícolas hubiesen existido sólo conformistas, está claro
que todavía seríamos cavernícolas, e incluso caníbales”.
Son estos, los que hacen avanzar la sociedad perfeccionandola poco a poco.
Los segundos, generan
involución, retroceso, ya no tanto por los objetivos que puedan perseguir,
sino, sobre todo, por los medios a través
de los cuales pretenden lograrlos. El fin no justifica
los medios. En una sociedad civilizada
hay que promover el perseguir fines éticos, logrados con medios éticos.
Baruch Spinoza, que nació cinco años antes de la publicación del ‘Discurso del método’ de Descartes, perseguía objetivos éticos, y trató de aportar a la sociedad de su época, combinando ideas, teorías y conocimientos, conceptos y herramientas que permitiera a los humanos liberarse del dominio de las pasiones, puesto que sólo así, sería posible vivir con alegría de forma plena y duradera. Si para Descartes hay tres sustancias, dos finitas y una infinita, y establece una separación radical entre cuerpo y mente, entre razón y emoción, para Spinoza hay una única sustancia: el cuerpo y la mente son atributos paralelos de la misma sustancia.
Refiriéndonos a los disidentes destructivos, nos preguntamos más arriba, de forma retórica, si tienen mente, construyendo un oxímoron del tipo “muerto viviente”. Sin duda tienen mente, y esta tiene el atributo del pensamiento. Cosa distinta es preguntarse por la calidad de estos pensamientos, si actúan bajo la influencia de estos o, por lo contrario, lo hacen bajo el impulso de determinados tipos de emociones que generan acciones destructivas.
El neurólogo e investigador Antonio Damasio nos dice que aunque hay una
tradición en clasificar las emociones en diversas categorías, a su juicio, las
etiquetas son manifiestamente inadecuadas, dado que los límites entre
categorías “son porosos” y, sostiene, que a medida que la ciencia vaya
avanzando, las clasificaciones y etiquetas sobre las emociones irán cambiando.
Mientras tanto nos dice que “Por ahora, me resulta útil clasificar las
emociones propiamente dichas en tres catego-rías: emociones de
fondo, emociones primarias y emociones sociales.
Los medios de comunicación, para explicarnos la ola
vírica, nos exponen la famosa curva con sus picos, sus mesetas, etc. etc.
Nos podrían aportar una mayor claridad mental sobre determinados
acontecimientos sociales, si nos explicaran las olas emocionales que se dan en
los distintos lugares a través del componente emocional: que tipos e intensidad
de las emociones puestas en juego en cada una de estas olas.
En una entrevista que le hacen en La Vanguardia a Jacobs Hendel,bioquímica, psicoanalista y psicoterapeuta, sostiene lo siguiente:
Pregunta: Al mal tiempo, buena cara.
Respuestas: Es un error. Las emociones bloqueadas causan estrés en la mente
y en el cuerpo. Este estrés conduce, entre otros, a síntomas como la depresión,
la ansiedad, los trastornos alimenticios, las autolesiones, las adicciones, los
trastornos de personalidad, la agresividad.
Ahora todo el mundo se expresa, hay activismo, protestas, redes... y mucha
depresión.
Se trata de asumir y manejar las emociones, pero para eso debemos encontrar
la manera de reconocerlas y validarlas, entender qué nos está ocurriendo. No
sirve de nada ni reprimirlas, ni expresarlas sin pensarlas primero.
Sigue la entrevista con otras preguntas y respuestas que te invito a leer
en el siguiente eenlace:
También te invito a dar un
vistazo a:
Los fallecimientos por suicidio duplican
a los accidentes de tráfico y superan en 11 veces a los homicidios
Si algo caracteriza a las olas emocionales de las que hablamos más
arriba, es la juventud de sus componentes. Todos sabemos que es esta
una etapa en la que no se tiene muy claro, ni se sabe
mucho, de la naturaleza humana, de sus defectos e
imperfecciones, ni de sus virtudes y grandes logros. Tampoco, en
general, se piensa en el largo plazo, y muchos tienen la idea (producto mental)
de que no vale la pena el preocuparse ni esforzarse ni anhelar algo que puede que no se cumpla nunca. La movilidad social,
que según nos decían cuando éramos jóvenes, y nosotros se lo pasamos a
ellos, permitía a un americano ascender en la escala social
desde barrendero a presidente de EEUU, era un poderoso concepto que nos
permitía a cada uno hacer proyectos a su medida y construir, en buena
parte, el futuro en el que terminaría habitando. No hay que ser
muy observador para darse cuenta (siempre y cuando uno no esté
contagiado por el virus del “optimismo de pandereta”), que el
ascensor social está averiado y con muchas probabilidades de que no funcione en
muchas décadas.
¿Qué tipo de anhelos les ofrece la sociedad actual a estos jóvenes, para que canalicen sus energías a lograrlos?
Según nos dice Damasio, el anhelo es un rasgo profundo de la mente humana,
y que su consistencia tiene que ver con el poderoso mecanismo
biológico que hay tras él:
“ La misma empresa natural de la auto conservación que
Spinoza enuncia de forma tan clara y transparente como esencia de nuestro ser,
el conatus, es llamado a actuar cuando nos enfrentamos a la
realidad del sufrimiento y, en especial, de la muerte, real o anticipada, ya
sea la nuestra o la de los que amamos. […] La
empresa natural de auto conservación y bienestar responde al
trastorno con una lucha para evitar lo inevitable y corregir el equilibrio. La
lucha provoca que encontremos estrategias compensadoras para la hemeodinámica
que se ha desviado del camino recto; y el darse cuenta de toda la situación
comprometida es causa de profunda aflicción.”
“Las emociones son
fuerzas biológicas, no las detiene la mente”, nos dice Jacobs Hendel
Spinoza está de acuerdo con esta idea dado que criticaba a los estoicos los
cuales afirmaban que podíamos llegar a tener un control total sobre las emociones.
Spinoza, nos proporciona una vacuna que logra desarrollar anticuerpos de anticipación en nosotros.
Logra una ruptura entre los estímulos que desencadenan en
nosotros emociones negativas del tipo miedo, ira, celos resentimiento,
tristeza, etc. y su sustitución por estímulos que generen emociones positivas
que nos potencian en nuestra actuación.
Para conseguir esto nos dice que hay que recurrir a ensayos mentales con estímulos
negativos, de forma que nos vayamos haciendo más tolerantes con las
emociones negativas para terminar adquiriendo poco a poco la habilidad de crear
en nosotros emociones positivas.
Actualmente Antonio Damasio nos dice:
“No sugiero que intentemos gestionar los asuntos sociales con la misma
eficacia con la que nuestro cerebro mantiene los aspectos básicos de la vida. Probablemente
no pueda hacerse. Nuestros objetivos deberían ser más realistas. Además, los
repetidos fracasos de los intentos pasados
y presentes en este sentido nos hacen justificadamente propensos al cinismo. En realidad, la tentación
de echarse atrás ante cualquier esfuerzo concertado para gestionar los asuntos
humanos y para anunciar el fin del futuro es una actitud comprensible. Pero
nada puede garantizar con más seguridad la derrota que retirarse a una auto
preservación aislada. Por mucho que pueda sonar a ingenuo utópico,
especialmente después de leer el periódico de la mañana o de ver las noticias
de la noche, simplemente no hay alternativa a creer que podemos hacer algo
importante”.
Incorporar a los análisis sociológicos y explicar muchos fenómenos sociales añadiendo a los mismos una perspectiva emocional individual, puede ser un paso importante para lograr una sociedad más gratificante que nos permita -según la aspiración de Spinoza- "vivir con alegría de forma plena y duradera".
La neurociencia y la sociología tienen mucho que aportar a este importante