“La muerte
prematura, por accidente o asesinato, es (a veces) evitable, y por tanto
lamentable. La muerte natural, por envejecimiento, es inevitable, y no hay razón
para lamentarla.
En su columna de hoy Manuel Vicent se hace la siguiente pregunta:
¿En qué consiste una corrida?
Es una
pregunta abierta que deja al interlocutor que opine libremente según su propio
entender. No es una pregunta cerrada a la que se contesta con un sí o un no, sin explayarse. Tampoco
es una pregunta dirigida con la que se pretende orientar la respuesta del
interlocutor: ¿Estarás de acuerdo conmigo que la corrida de toros es un hecho execrable?
No olvidemos que en una conversación el que pregunta dirige la misma
canalizando la atención del interlocutor a través de las preguntas que le
formula. Valga toda esta introducción para dar valor a mi escueta, auténtica, sincera, y que me sale del alma, respuesta:
Desde mi propio sentir y entender la defino como un puro y duro (que es solo y exclusivamente lo que se expresa) maltrato animal.
Aristóteles nos hablaba de tres tipos de alma que otorgaba a los seres vivos. A las plantas les otorgaba un alma vegetativa que les permitía realizar las funciones vitales básicas: nutrición, crecimiento y reproducción; a los animales un alma sensitiva que no sólo permitía llevar a cabo las funciones anteriores, sino, además, les otorgaba la capacidad de percibir, sentir, desear y desplazarse. Por último, los humanos eran poseedores de un alma intelectiva, a la que además de todo lo anterior nos proporciona la capacidad de utilizar la racionalidad para razonar y tomar decisiones racionales. Considerar que los humanos somos racionales es un creencia de gran tradición (también lo es, la tradición, para los forofos de las corridas de toros).
¿Nos engañaron filósofos como Platón y Aristóteles?
Como
ocurre con otras muchas leyendas y creencias, estamos ante una verdad a medias. Los humanos
tenemos, sin duda, un componente
racional, pero, gran parte de nuestra
conducta es irracional, instintiva y automática. Y no es extraño, al fin y al
cabo formamos parte del árbol de la vida, que tiene unos tres mil millones de
años, y compartimos la mayoría de sus características.
En su libro titulado "Pensar rápido, pensar despacio", el psicólogo y Premio Nobel de economía Daniel Kahneman, expone con brillantez los dos sistemas de funcionamiento de los humanos, el lento, analítico y racional, y el rápido, o instintivo e irracional. La mayoría de nuestras decisiones diarias las toma el sistema rápido, y sólo en algunos casos echamos mano del sistema racional para resolver algunas cuestiones que requieren un mayor análisis. Con mucha frecuencia decisiones que consideramos racionales son simples racionalizaciones, es decir, las vestimos de lógica después de tomadas, somos expertos en racionalizar. Somos de una racionalidad muy limitada. Nos decía William James, fundador de la psicología americana que
“somos una gota de razón en un mar de emociones”
¿Qué mueve a algunos (parece que cada vez menos) humanos a ir a una corrida de toros?
Según nos
dice en su Física Aristóteles, si
queremos conocer algo tenemos que establecer sus causas, más concretamente, la
causa última, es decir, la causa de las causas.
No me
voy meter en este embolado. Nunca hago
comentarios sobre nada que este planteado desde la estrategia del “y tú más” ,
tan utilizadas, sobre todo en el mundo político (aunque no solo) pues el resultado final siempre es el mismo: diálogo de besugos.
La RAE define el diálogo de besugos como “Conversación sin coherencia
lógica.” También nos ofrece, para el término “besugo”,
varias acepciones entre las cuales aparece la siguiente: “Persona torpe o necia.” Tal
vez la RAE decidió no juntar ambas acepciones para no tener que definir el
diálogo de besugos como "conversación sin coherencia lógica entre personas
torpes y necias", protegiendo, de esta forma, nuestra
autoestima y no activando nuestra
susceptibilidad, evitando provocar en nosotros cambios de sentimientos que ponen de manifiesto nuestra fragilidad
emocional.
Video: https://www.facebook.com/watch/?v=452197862257656
Artículo: La UTILIDAD del silencio
Además de la tradición, otro de los ¿argumentos? (mejor falacia o exabrupto) que exponen los forofos del maltrato animal, llamado corrida de toros, es el estético.
Voy a terminar hoy, de forma magistral, gracias a Manuel Vicent:
“Si las corridas de toros fueran arte , el canibalismo sería gastronomía”. Manuel Vicent
https://www.youtube.com/watch?v=ITOpfqDLEbw&ab_channel=LaVentana
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Como siempre, a continuación, copio y pego la
columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por
no abrirle el enlace.
En mi opinión
(respeto al que piense justamente lo contrario) lo que escribe Manuel Vicent es
auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo
cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi motivación básica es la
trascendente (" Me gusta lo que hago porque beneficia a muchas
personas"): Hacer de forma altruista mi pequeña aportación al desarrollo
personal y profesional de las personas y a crear una sociedad más justa.”
Sigo siempre el
mismo proceso: Como todos los lectores suscritos a El País,leo la columna de
Vicent el domingo a la mañana cuando me despierto. La reflexiono, e inspirado
en ella, escribo mi comentario y, dos
horas después, lo publico en mi blog.
Posteriormente, si tengo tiempo, le doy otra vuelta y añado cosas que se me ocurren hasta dejarlo
ya definitivamente terminado en mi blog.
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Como quien después de un largo y
sudoroso viaje uno llega a casa y se pega una ducha fría para quitarse la
suciedad de encima, desde hace ya mucho tiempo, un día al año, por San Isidro, escribo un artículo contra
la corrida de toros, por supuesto sin éxito
alguno. Incluso entre los taurinos más acérrimos se admite que la fiesta
nacional está llamada a desaparecer, más pronto que tarde, por ser
económicamente inviable. El público ha dejado de acudir a las plazas. Puede que
también se deba a que la sensibilidad de la gente, sobre todo entre los
jóvenes, cada vez soporta peor que se le sirva la muerte de un animal como
espectáculo. La violencia está en todas partes, pero es muy difícil hallar en
este caso un punto de estética bajo tal cúmulo de sangre. Lo más repugnante de
la corrida no es tanto la muerte como la previa y humillante degradación a la
que se somete al animal más hermoso de la tierra cuya presencia en el campo es
una de las imágenes más bellas que se puede contemplar. Las perrerías comienzan
cuando lo meten en un cajón para llevarlo a la plaza. Sacudido por el traqueteo
del camión durante varias horas el toro cruza en plena oscuridad media España
hasta que es depositado en los toriles. ¿En qué consiste una corrida? No en
verónicas de alhelí ni en magníficos pases de pecho sino en la forma con que la
belleza de este animal, al que se le exige casta y nobleza, mediante la
violencia, en solo 20 minutos se convierte en un agónico amasijo que sangre. Lo
que queda de la fiesta nacional se lo ha apropiado la derecha castiza como
bandera, hasta el punto de convertir la plaza de las Ventas en la feria de san
Isidro en un espejo de la España soñada, pero que ya no existe. Lo mismo que
sucede en la corrida, sucede en la política. Lo peor es la degradación en que
la ha sumido el odio entre los políticos hasta convertirla en un humillante
espectáculo.
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