La pesadilla de las mascarillas:
De las normas absurdas al absurdo de las normas
“Pocas personas son capaces de demostrar un principio de ética común cuando su deliberación está envenenada de emociones.”
"A sangre fría" (1966), Truman Capote
Opiniones
Se escuchan por doquier muchas opiniones emocionales tratando de
justificar que no deben utilizarse las mascarillas. Se escuchan, también, de forma más selectiva, opiniones racionales expuestas a través de argumentos razonables [1], justificando el uso de las mismas mascarillas.
Algunos ejemplos:
1.
“El Diario Oficial de
Galicia resuelve una de las grandes dudas desde la reapertura de los locales de
hostelería. ¿Es obligatorio estar con la mascarilla puesta en terrazas, bares y
restaurantes? La respuestas es sí y solo
podrá ser retirada en el momento de la consumición -«no momento específico do
consumo», apunta el DOG-. Por lo tanto, tendrá que volver a colocarse el
resto del tiempo que se permanezca en el local.” [2].
Un poco de humor. Hagamos un paréntesis para digerir mejor esta noticia y no nos atragantemos
Ver Video:
https://www.facebook.com/julio.iglesiasrodriguez.3/videos/10207332273580429/
2.
“La posibilidad de
transmisión del virus en la calle es muy limitada y no hay nada que justifique
que 40 millones de personas vayan por la calle con mascarilla” Jefe de Enfermedades
Infecciosas del Hospital Vall d’ Hebrón [3]
3. “Los brotes que tenemos tienen poco que
ver con el uso de las mascarillas, y aun utilizándolas seguirá habiendo brotes,
porque el virus está”. Jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d’ Hebrón [4]
Se escuchan por doquiera opiniones viscerales contra el gobierno acerca de lo absurdas
que son las normas que nos dan los políticos (se enmascaran en los "científicos") para
proteger a los demás y a nosotros mismos del famoso virus. Se escuchan,
también, de forma más selectiva, opiniones ponderadas y sostenidas desde el sentido común [5], sobre el papel del gobierno en el manejo de la
pandemia.
El vínculo que se da entre lo
emocional y lo racional [6] debería ser analizado por nuestros políticos (sin
enmascararse, entendiendo el término no en su primera acepción: "Cubrir el rostro con máscara":
se
supone que para analizar tendrán que reunirse y por tanto deben ponerse la máscara,
sino en la segunda: "Encubrir o disimular algo")y sacar las conclusiones oportunas del comportamiento de las personas ante esta pandemia que nos acosa por todos los frentes. Llegarían, así, a entender racionalmente por qué unas personas reaccionan a sus mensajes positivamente, mientras que gran número de ciudadanos reaccionan negativamente.
Normas
En general, todos estamos de acuerdo en que para vivir en sociedad, requerimos de normas que guíen y orienten nuestro comportamiento en las situaciones
sociales que compartimos con otros.
También, en general, criticamos y nos
saltamos aquellas normas que tenemos que seguir y no comprendemos su
utilidad. La cosa sube un poco más de
temperatura cuando nos imponen una norma que sea imposible de cumplir. Si a
principios de marzo, nos impusieran
llevar siempre mascarillas, cuando estas eran escasas o inexistentes en el
mercado, llegaríamos a la sublevación, y observaríamos o formaríamos parte de
grupos de personas civiles contra la autoridad emisora de la norma.
Hay normas draconianas, excesivamente severas; hay normas estúpidas, sin
sentido; hay normas inútiles,
inaplicables. Son herramientas muy eficaces para crear confusión, malestar, y bajadas de moral de las personas que las
sufren. Terminan generando rechazo y resentimiento hacia las figuras de
autoridad [5].
Hay, también, normas útiles, normas eficaces que nos llevan a crear contextos óptimos para conseguir el fin que pretenden, normas flexibles
adaptadas a los cambiantes contextos.
Son herramientas eficaces en crear
situaciones de profesionalidad y eficiencia con lo que se logran entornos de
bienestar personal y productividad y eficiencia grupal.
He formado a muchas personas (estudiantes de másteres, directivos de
multinacionales, ejecutivos, mandos, etc.) en la prevención de riesgos laborales, en general, y sobre todo en riesgos psicosociales, en particular. Partíamos de la premisa de que
para que un sistema se encuentre en una lógica de mejora continua ( y no de retrocesos como nos está ocurriendo ahora) es esencial
controlar su aplicación y garantizar un feedback eficaz. Desde un punto de
vista práctico, proporcionaba a la dirección de las empresas, una metodología
eficaz para la observación de los comportamientos inseguros, además de darles herramientas para
comunicarse con los colaboradores de forma positiva con el propósito de obtener su compromiso para mejorar su
comportamiento, al tiempo que permitía identificar
procedimientos y normas erróneos o inaplicables.
Desarrollamos, en dicha formación, un módulo sobre las normas del cual hago la siguiente síntesis:
Las normas son fundamentales para generar un contexto que favorezca la autonomía y la iniciativa responsable.
Para ello no vale cualquier norma
absurda, sino normas que cumplan
determinados requisitos, normas que se atengan a determinadas condiciones (a ver si para cobrar el dinero asignado por Europa, esta nos tiene que condicionarlo al cumplimiento de
unas normas redactadas por ellos y llevarnos de la manita, como a los niños, para la lucha contra el
SARS-CoV-2 ) ¡Hasta ahí podríamos llegar!, pero, que ¡nadie se extrañe si llegamos!
Y ya que hablamos de Europa, recordar, que a día de hoy, Francia obligará a utilizar mascarillas sólo en lugares públicos cerrados a
partir de agosto, como hacen Alemania, Italia y otros. En Inglaterra sólo
es obligatoria en el transporte, los supermercados y las tiendas, y los países
nórdicos se limitan a recomendar su uso en espacios cerrados.
Nuestros políticos tienen que abandonar comportamientos de rebaño o manada, lo que en nuestro país llamamos lisa y llanamente
borreguismo, y coger las riendas de la situación. Con el ejemplo que nos están dando, no resultan raros ni extraños muchos de los comportamientos borreguiles que observados en los ciudadanos.
Cuando una norma es norma
Para que las normas sean eficaces requieren que cumplan una serie de
condiciones:
Lo primero, tienen que ser
útiles:
Especifican los valores comunes de la comunidad, entre los cuales está, en
este caso, la seguridad e integridad física; se relaciona con los
objetivos que pretenden conseguir, en este caso que nadie se infecte del Covid-
19, para lo cual es imprescindible
proteger a los demás y protegerse cada cual a sí mismo; fomentan la cohesión del colectivo (en este
caso no logrado, sino todo lo contrario: generan múltiples conflictos,
desencuentros y divisiones); incrementan la implicación de las personas, aclarándole el marco general de actuación y las iniciativas que pueden tomar
por sí mismos (al igual que el anterior, todo lo contrario); ante casos de
desavenencias o conflictos, sirven de referencia (en nuestro caso sirven para
avivar las desavenencias y echar más leña al fuego)
Ser útiles también significa que suponen una ayuda que facilite el cumplimento del
objetivo que se persigue.
Si realmente se
prioriza la salud (perdón por el
sarcasmo), por qué no ponen otra norma más acerca de las condiciones en que muchas
personas llevan las máscaras. En muchos casos lo que llevan es un “trapo sucio”
lleno de microbios y demás patógenos (tesis que defiende con ardor un amigo mío), debido al excesivo uso en tiempo de
utilización de la máscara, y debido, en último término al coste económico que
estas suponen.
Si realmente se
prioriza la salud (perdón por el sarcasmo) :
¿cómo puede ser que tengan un IVA
del 21 %
Invito al lector a que haga la siguiente encuesta: Preguntar a un número
aleatorio de personas lo siguiente: ¿Para qué llevas la mascarilla? Seguidamente,
cuando la nuestra tenga un número de personas significativamente estadístico,
haga un recuento que cuantos contestaron, en primer lugar, “para proteger a los demás” y cuantos
contestaron, también en primer lugar, “para
protegerme a mí mismo”.
Nota: Restringir la muestra a una "población normal", dejando fuera de la misma a los políticos, pues ya sabemos su respuestas ("pensar en los otros"), y sus intenciones y hechos (van estrictamente a lo suyo: Ejemplo paradigmático aquella declaración de un conocido por todos: "voy a la política a hacerme rico")
Una cosa es pensar solo en uno mismo y otra, diferente, es pensar en colectivo.
Lo segundo, tienen que ser
eficaces:
Para esto lo primero tienen que ser aplicables, es preferibles la
ausencia de normas a normas inaplicables.
Lo tercero, protectoras de tal
forma que supongan una ayuda sin atemorizar a nadie.
Lo cuarto, contractual.
Compromiso recíproco de todos.
Lo quinto y último, flexibles:
Revisables de forma inteligente en función de la evolución del contexto.
Resumiendo:
Una norma es tal si cumple lo
siguiente:
Está escrita, es apropiada y aplicable, es comunicada, revisada periódicamente
y puesta en práctica de manera uniforme.
¿En
qué medida se ajustan, según tu opinión, las normas que seguimos para el
control de la epidemia, a las anteriores premisas?
Cuando una norma deja de ser norma
Cuando es conocida por algunos pero no por todos, cuando se establece, pero
no por escrito ni es comunicada, cuando
se puede leer pero no se entiende ( hay que redactarlas en un lenguaje entendible por los destinatarios de las mismas, por los que deben cumplirlas), cuando se entiende pero no se sigue, cuando
es oficial pero no se cumple, cuando se cumple pero es obsoleta.
Pido al lector una opinión racional y razonada sobre las normas que los
dirigentes, ya sean nacionales o autonómicos (enmascarados en los "científicos": Leer: EL PODER DEL DINERO:
https://neuroforma.blogspot.com/2018/07/el-poder-del-dinero-habra-un-periodo.html ) ,
nos han dado para salir ilesos de esta situación que nos ha tocado vivir. También pido una opinión equilibrada entre razón y emoción, sobre si creen que los políticos están controlando o no la situación.
Control de situaciones complejas
“Soy subjetivo porque soy sujeto, si fuese objetivo sería objeto”
En otro tipo de formación a directivos y mandos sostenemos que a la hora de
valorar determinadas variables de los colaboradores, lo peor no es la
subjetividad, sino la arbitrariedad.
En muchos casos se puede medir por lo que el procedimiento sería “medir en
donde sea posible”.
Hay situaciones en las que la medición no es posible. El procedimiento aquí
sería “juzgar y valorar en donde no sea posible medir”.
Hay quejas de muchos dirigentes autonómicos de la arbitrariedad de muchas
de las decisiones que toma el gobierno.
Hay quejas generalizadas sobre las diversas y contradictorias interpretaciones que hacen acerca de las normas, los distintos agentes que deben vigilar que sean cumplidas. Yo mismo que hago deporte casi todos los días (90 minutos de marcha a 135 pasos por minuto), me quedé de piedra escuchando en una televisión a un agente que le decía a unas personas que practicaban marcha, que tenían que poner la mascarilla, salvo que corrieran... ¡Insólito! Hacer deporte, según este agente se reduce a correr. Hoy a la mañana resolví el problema: después de finalizar la marcha (sin mascarilla) de rigor, me dirigí (con mascarilla), a la oficina de la policía municipal de la ciudad en la que vivo, Vigo, explicándole el caso. Salí de allí sin mascarilla después de que me dijera, sin dudas ni ambigüedades, que "para el deporte individual no es necesaria la mascarilla". Claro que esto ocurre en Vigo, ciudad en la cual los agentes municipales son, a mi juicio, y dado diversas experiencias en las que he tenido que recurrir a ellos, muy eficaces y eficientes. Pero, por lo que se ve no ocurre lo mismo en otros lugares.
Si a esto añadimos la falta de ejemplaridad de
los políticos que arrastran un déficit alarmante de confianza [7 ] y credibilidad,
se explica muchas de las respuestas que los ciudadanos estamos dando.
Al día de hoy, ningún político tiene
credibilidad, ni nos inspira confianza, como para hacerle caso a sus mensajes.
Si a esto se une que lo que la responsabilidad individual nos suena a pura milonga,
solo queda un camino: la sanción. Conducta seguida de malas consecuencias
(multa monetaria), tiende a extinguirse o bajar su frecuencia. [8]
Para controlar situaciones
complejas es imprescindible tener capacidad
de análisis y experiencia (dos características, a mi juicio, en riesgo
de extinción), lo cual nos lleva, entre otras muchas cosas a que se dicten
normas absurdas que hagan creer a muchos, sobre todo a los jóvenes, por un proceso
de generalización, en el absurdo de las normas.
Ejemplaridad
Una de las premisas fundamentales de la formación
de la que antes hablé, es la siguiente:
“Compromiso e implicación visible de la dirección”
Si no hay ejemplaridad desde arriba, no hay implicación desde abajo.
El ‘compromiso visible’ se traduce en lo
siguiente:
Hacer: Hacer las cosas bien.
Hacer y que vean que
las hace:
Las personas deben sentir su influencia y su voluntad de hacer las cosas
bien.
Hacer, que vean que
las hace y ser creíble: Las personas deben sentir su influencia y su voluntad
de hacer las cosas bien y sentir que es un verdadero valor para
la dirección.
Así se sale de la patología de personas dependientes que se limitan a
obedecer sin entender el por qué, que cumplen las normas de seguridad por puro
instinto natural y por las sanciones y consecuencias negativas que les puedan
ocasionar el saltárselas a la torera y
sin comprender ni entender nada más que esto.
Sólo así se puede llegar a fomentar personas
independientes con comprensión, integración e iniciativas, con un compromiso
personal que les lleve a implicarse en la situación y cumplan, desde la óptica
de la responsabilidad individual y no desde la óptica del garrotazo y la sanción.
El sumatorio de personas individuales que asuman estos postulados y empiecen
a sentir un refuerzo positivo, observando cómo sube su autoestima dando estos
tipos de comportamientos que la sociedad valora, dará como resultado final una responsabilidad
colectiva emanada del espíritu de equipo que desarrollan sus ciudadanos.
Claro que
para que se de lo anterior, la sociedad tienen que priorizar las valoraciones que hace, poniendo por encima del “chute” de autoestima
que se pueda sentir exhibiendo un cuerpo atlético ( Leer: Cuando la ESTÉTICA influye más que la ÉTICA:
https://neuroforma.blogspot.com/2018/07/cuando-la-estetica-influye-mas-que-la.html) en una discoteca saltándose todas las medidas de seguridad, el premiar, con deferencia y aprecio, al que respeta las normas que como sociedad nos hemos dado y que nos permiten vivir y convivir, sin olvidar que estamos en el paradigma sistémico, el cual nos “ofrece una metodología, una forma de percibir sistémicamente la realidad, de comprender y resolver sus problemas, que son siempre globales, y que vemos como aislados…”
El que se obligue a llevar mascarilla es para que más gente cumpla el llevarla. Es así de sencillo, si la gente solo la lleva cuando no hay distancia de seguridad, no la llevarán nunca ¿si va por la calle sabe si en el siguiente portal va a salir alguien sin mascarilla por la puerta? ¿le daría tiempo a ponerse la mascarilla al oir como se abre la puerta? No hace falta neurocoaching, ni apps, es simple responsabilidad pero eso poca gente la tiene: así que sigan de fiesta, de playa, manifestándose, celebrado fiestas, diciendo que el virus no existe, que la tierra es plana, que las vacunas matan y que las mascarillas impiden respirar y causan co2 y opinando de cosas de biología sin saber distinguir DNA de RNA por la mera razón de ser "engenieros" o economistas. Por favor mueran rápido para que los que queden puedan seguir tranquilos con sus vidas
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