DUDO LUEGO EXISTO
“El pecado.-El demonio,
en forma de serpiente, tentó a Eva diciéndole: si comes de la fruta prohibida
serás tanto como Dios. Eva se dejó engañar, comió la fruta y dio de comer a
Adán, que también comió.”
Muchas personas de la generación (hoy tan
conocida y vilipendiada por el tema de las pensiones) fueron formadas, en la escuela, a través de la Enciclopedia
Álvarez. Lo que escribo arriba lo he copiado de la 8º edición, noviembre 1997
de la editorial ADAF, S.A. Madrid.
He buscado
en el TERCER GRADO (Periodo de perfeccionamiento) como lo describe literalmente después del título de ENCICLOPEDIA INTUITIVA-SINTÉTICA-PRÁCTICA,
si aparecía algo sobre educación sexual. Nada en absoluto. Me he ido al
apartado de ciencias CIENCIAS DE LA NATURALEZA (43 lecciones: absolutamente
nada). Seguí buscando en el apartado de Formación Político-Social (niños), Seguí
en el de Formación Política (niñas). No me salté lo de Social, es que no
aparece.
El párrafo
que aparece arriba lo copié del apartado de Historia Sagrada el cual después de
abordar la creación de Adán (distingue entre
crear y formar, ya que sólo Dios
puede crear, los hombres pueden formar).
A
consecuencia del primer pecado cometido por Eva y Adán fueron condenados, no al
“fuego eterno”. El castigo divino consistió en la expulsión del Paraíso, la cual implicaba,
según nos relata la enciclopedia Álvarez “a la fatiga en el trabajo, a la
enfermedad y a la muerte”.
Tener la
capacidad de predecir el futuro, analizando el presente, forma parte de la
inteligencia: prever, anticipadamente,
las consecuencias futuras de las acciones; aprender a planificar y hacer que en
el futuro suceda lo planificado, es una de las grandes ventaja, con un valor
evolutivo muy potente, que solo tenemos los humanos.
No solo
falló Eva y Adán en esto:
Los
animales no humanos (mi experiencia me confirma que muchos de ellos son cuasi humanos, entre los que
incluyo a mi gato Piki Piquillas, alias el Guliguillas) hacen
uso de la agresividad para resolver tres situaciones de supervivencia. La
primera la depredación con la cual obtienen los alimentos necesarios para
seguir viviendo; la segunda para defenderse ante un depredador que la busca
como alimento o a sus crías; la tercera para dominar, conseguir mantener un
rango en la jerarquía dominante lo cual tiene muchas ventajas ( el macho alfa
come el primero, garantiza el 80 % de los coitos grupales con lo cual cumple con
el mecanismo de la evolución de Darwin:
engendrar a más hembras y dejar muchos
más genes suyos cuando se vaya.
En la década
de los años 1950, la educación sexual era un tema rodeado de tabúes
y prejuicios. Las actitudes conservadoras y la falta de información
adecuada contribuyeron a una visión limitada y, en ocasiones, perjudicial sobre
la sexualidad.
“Desde el momento en que le advirtieron de que el sexo era pecado, ese niño comenzó a tener la mirada sucia. Fue peor todavía cuando se le hizo saber que los malos pensamientos también llevaban aparejado un castigo eterno.” Manuel Vicent
Ante las
preguntas de los niños – adolescentes no había respuestas: los adultos no se
atrevían a responder. Dada mi característica más arraigada que era, y sigue siendo,
la curiosidad, la capacidad de asombro y mi afán de llegar al auténtico conocimiento
de las cosas, pedí por contrareenvolso
un libro que se titulaba ‘Escuela del amor y del matrimonio (lo había olvidado,
excepto el título) me acordé de él en este momento que estoy escribiendo este
artículo y busqué ansioso en google: ¡Aparece en él! Más tarde lo buscaré más a fondo para ver si
es el mismo.
En aquellos lejanos tiempos, la
educación sexual era un tema que se trataba con susurros y miradas furtivas.
Los niños nacidos en la década de los 50 crecían con una mezcla de curiosidad y
miedo hacia todo lo relacionado con el cuerpo y el amor.
En la escuela, las clases de
educación sexual eran escasas y se limitaban a explicaciones básicas sobre la
reproducción. Los maestros evitaban mencionar temas más complejos, como la
diversidad sexual o las relaciones afectivas. Los padres, por su parte, también
se mostraban reacios a hablar sobre estos asuntos en casa.
En mi adolescencia fui un voraz lector de Sigmund Freud. Empecé con su ‘Interpretación de los sueños’. Por aquel entonces no tenía ni edad ni conocimientos para entender un alto porcentaje de lo que decía. Tenía un grupo de amigos que nos divertíamos mucho hablando y presumíamos (rango en la jerarquía dominante) discutiendo sobre libros que habíamos leído: Marcuse, Freud, Marx, y un largo etc.
Recordando a Freud me pregunté muchas veces lo siguiente:
¿Cómo es posible que, a pesar de todo, hayamos salido tan normales?
A pesar de mi afición profunda a la Etología y mis estudios formales de Psicología y Sociología sigo sin tener respuestas claras.
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Al fuego eterno
Desde el momento en que le advirtieron de que el sexo
era pecado, ese niño comenzó a tener la mirada sucia
A su alrededor se apareaban los insectos, los pájaros, las palomas, los conejos, las cabras, los perros, los gatos; todos los seres vivos, incluidas las moscas, se apareaban con naturalidad ante la mirada inocente de ese niño que había nacido en el campo y había aprendido las primeras lecciones del sexo impartidas por los animales. Su mirada era tan limpia como su pensamiento viendo el juego que se traían aquellos seres irracionales para reproducirse, impulsados por la naturaleza, hasta que al anochecer de un día de fiesta en el pueblo descubrió en la penumbra de un jardín público a una pareja de novios que estaba realizando lo mismo que tantas veces había visto ejecutar a los perros. Huyó despavorido. Según le había enseñado el cura en la iglesia, ese acto era un pecado mortal y aquella pareja estaba quebrantando un mandamiento de la ley de Dios y, por tanto, iría al infierno. Desde el momento en que le advirtieron de que el sexo era pecado, ese niño comenzó a tener la mirada sucia. Fue peor todavía cuando se le hizo saber que los malos pensamientos también llevaban aparejado un castigo eterno. El tormento no hizo más que empezar, puesto que la perversión le había sido inoculada en su cerebro. ¿Cómo sería un mal pensamiento? Si era como el que le provocaban unas bragas femeninas goteando en el tendedero, en este caso también sería impuro pensar en el polen de las flores. No era solo que ese niño, como tantos otros, fuera sometido en el colegio religioso a la depravación de la pederastia, sino que su conciencia ya no pudo superar el hecho de que el instinto sexual conducía directamente al infierno. El pensamiento no delinque, se afirma en cualquier Código Penal. Pero la iglesia, más allá de la pederastia, era mucho más cruel. Después de toda una vida intachable bastaba con que pensaras en las pantorrillas de tu novia para que fueras condenado al fuego eterno.
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