domingo, 4 de febrero de 2024

DUDO LUEGO EXISTO



DUDO LUEGO EXISTO


“El pecado.-El demonio, en forma de serpiente, tentó a Eva diciéndole: si comes de la fruta prohibida serás tanto como Dios. Eva se dejó engañar, comió la fruta y dio de comer a Adán, que también comió.”

 

 Muchas personas de la generación (hoy tan conocida y vilipendiada por el tema de las pensiones) fueron formadas,  en la escuela, a través de la Enciclopedia Álvarez. Lo que escribo arriba lo he copiado de la 8º edición, noviembre 1997 de la editorial ADAF, S.A. Madrid.

He buscado en el TERCER GRADO (Periodo de perfeccionamiento) como lo describe literalmente  después del título de ENCICLOPEDIA INTUITIVA-SINTÉTICA-PRÁCTICA, si aparecía algo sobre educación sexual. Nada en absoluto. Me he ido al apartado de ciencias CIENCIAS DE LA NATURALEZA (43 lecciones: absolutamente nada). Seguí buscando en el apartado de Formación Político-Social (niños), Seguí en el de Formación Política (niñas). No me salté lo de Social, es que no aparece.

El párrafo que aparece arriba lo copié del apartado de Historia Sagrada el cual después de abordar la creación de Adán (distingue entre  crear  y formar, ya que sólo Dios puede crear, los hombres pueden formar).

A consecuencia del primer pecado cometido por Eva y Adán fueron condenados, no al “fuego eterno”. El castigo divino consistió en  la expulsión del Paraíso, la cual implicaba, según nos relata la enciclopedia Álvarez  “a la fatiga en el trabajo, a la enfermedad   y  a la muerte”.

 “Huyó despavorido. Según le había enseñado el cura en la iglesia, ese acto era un pecado mortal y aquella pareja estaba quebrantando un mandamiento de la ley de Dios y, por tanto, iría al infierno. Desde el momento en que le advirtieron de que el sexo era pecado, ese niño comenzó a tener la mirada sucia. Fue peor todavía cuando se le hizo saber que los malos pensamientos también llevaban aparejado un castigo eterno.” Manuel Vicent

Tener la capacidad de predecir el futuro, analizando el presente, forma parte de la inteligencia:  prever, anticipadamente, las consecuencias futuras de las acciones; aprender a planificar y hacer que en el futuro  suceda lo planificado, es  una de las grandes ventaja, con un valor evolutivo muy potente, que solo tenemos los humanos.

No solo falló Eva y Adán en esto:

Los animales no humanos (mi experiencia me confirma que muchos  de ellos son cuasi humanos, entre los que incluyo a mi gato Piki Piquillas, alias el Guliguillas)    hacen uso de la agresividad para resolver tres situaciones de supervivencia. La primera la depredación con la cual obtienen los alimentos necesarios para seguir viviendo; la segunda para defenderse ante un depredador que la busca como alimento o a sus crías; la tercera para dominar, conseguir mantener un rango en la jerarquía dominante lo cual tiene muchas ventajas ( el macho alfa come el primero, garantiza el 80 % de los coitos grupales con lo cual cumple con el mecanismo de la evolución de  Darwin: engendrar a más  hembras y dejar muchos más genes suyos cuando se vaya.

  “A su alrededor se apareaban los insectos, los pájaros, las palomas, los conejos, las cabras, los perros, los gatos; todos los seres vivos, incluidas las moscas, se apareaban con naturalidad ante la mirada inocente de ese niño que había nacido en el campo y había aprendido las primeras lecciones del sexo impartidas por los animales.” Manuel Vicent


En la década de los años 1950, la educación sexual era un tema rodeado de tabúes y prejuicios. Las actitudes conservadoras y la falta de información adecuada contribuyeron a una visión limitada y, en ocasiones, perjudicial sobre la sexualidad.

“Desde el momento en que le advirtieron de que el sexo era pecado, ese niño comenzó a tener la mirada sucia. Fue peor todavía cuando se le hizo saber que los malos pensamientos también llevaban aparejado un castigo eterno.” Manuel Vicent

Ante las preguntas de los niños – adolescentes no había respuestas: los adultos no se atrevían a responder. Dada mi característica más arraigada que era, y sigue siendo, la curiosidad, la capacidad de asombro y mi afán de llegar al auténtico conocimiento de las cosas,  pedí por contrareenvolso un libro que se titulaba ‘Escuela del amor y del matrimonio (lo había olvidado, excepto el título) me acordé de él en este momento que estoy escribiendo este artículo y busqué ansioso en google: ¡Aparece en él!  Más tarde lo buscaré más a fondo para ver si es el mismo.

En aquellos lejanos tiempos, la educación sexual era un tema que se trataba con susurros y miradas furtivas. Los niños nacidos en la década de los 50 crecían con una mezcla de curiosidad y miedo hacia todo lo relacionado con el cuerpo y el amor.

En la escuela, las clases de educación sexual eran escasas y se limitaban a explicaciones básicas sobre la reproducción. Los maestros evitaban mencionar temas más complejos, como la diversidad sexual o las relaciones afectivas. Los padres, por su parte, también se mostraban reacios a hablar sobre estos asuntos en casa.

En mi adolescencia fui un voraz lector de Sigmund Freud. Empecé con su ‘Interpretación de los sueños’. Por aquel entonces no tenía ni edad ni conocimientos para entender un alto porcentaje de lo que decía. Tenía un grupo de amigos que  nos divertíamos mucho hablando y presumíamos (rango en la jerarquía dominante)  discutiendo sobre libros que habíamos leído: Marcuse, Freud, Marx,  y un largo etc.

Recordando a Freud  me pregunté muchas veces lo siguiente:




¿Cómo es posible que, a pesar de todo,  hayamos salido tan normales?






A pesar de mi afición profunda a la Etología y mis estudios formales de Psicología y Sociología sigo sin tener respuestas claras.


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Al fuego eterno

Desde el momento en que le advirtieron de que el sexo era pecado, ese niño comenzó a tener la mirada sucia

 

MANUEL VICENT

04 FEB 2024 - 05:00 CET

A su alrededor se apareaban los insectos, los pájaros, las palomas, los conejos, las cabras, los perros, los gatos; todos los seres vivos, incluidas las moscas, se apareaban con naturalidad ante la mirada inocente de ese niño que había nacido en el campo y había aprendido las primeras lecciones del sexo impartidas por los animales. Su mirada era tan limpia como su pensamiento viendo el juego que se traían aquellos seres irracionales para reproducirse, impulsados por la naturaleza, hasta que al anochecer de un día de fiesta en el pueblo descubrió en la penumbra de un jardín público a una pareja de novios que estaba realizando lo mismo que tantas veces había visto ejecutar a los perros. Huyó despavorido. Según le había enseñado el cura en la iglesia, ese acto era un pecado mortal y aquella pareja estaba quebrantando un mandamiento de la ley de Dios y, por tanto, iría al infierno. Desde el momento en que le advirtieron de que el sexo era pecado, ese niño comenzó a tener la mirada sucia. Fue peor todavía cuando se le hizo saber que los malos pensamientos también llevaban aparejado un castigo eterno. El tormento no hizo más que empezar, puesto que la perversión le había sido inoculada en su cerebro. ¿Cómo sería un mal pensamiento? Si era como el que le provocaban unas bragas femeninas goteando en el tendedero, en este caso también sería impuro pensar en el polen de las flores. No era solo que ese niño, como tantos otros, fuera sometido en el colegio religioso a la depravación de la pederastia, sino que su conciencia ya no pudo superar el hecho de que el instinto sexual conducía directamente al infierno. El pensamiento no delinque, se afirma en cualquier Código Penal. Pero la iglesia, más allá de la pederastia, era mucho más cruel. Después de toda una vida intachable bastaba con que pensaras en las pantorrillas de tu novia para que fueras condenado al fuego eterno.

 

 



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