CONTANDO VOTOS
La última vez que voté fue el domingo, 28 de mayo de 2023. Como siempre
que he votado (no recuerdo que no haya faltado a ninguna de las convocatorias a las que hemos
sido convocados). Los que hemos pasado parte de nuestra vida
(niños-adolescentes- primera juventud) en
un régimen dictatorial, terminamos cogiendo un apego emocional a las urnas a las que guardamos una fidelidad absoluta.
Después de votar, me dispuse, como todos los domingos, a escribir en mi
blog el artículo de costumbre (todas las mañanas me ocupo de mi cuerpo y
practico una marcha de 10.000 pasos en un tiempo de 80 minutos a un ritmo de
125 pasos/minutos) ya dejé atrás los 135 de años anteriores. Los domingos por
las mañanas me ocupo de mi cerebro y lo dedico a incrementar mis “reservas cognitivas” intentando comprender las metáforas de Manuel
Vicent y escribiendo un nuevo artículo en mi blog.
En el que escribí en las últimas elecciones decía, entre otras
cosas, que hoy es el día de aplicar a
los políticos nuestros refuerzos positivos o negativos en función de cómo lo
hayan hecho a los largo de la legislatura anterior. Con nuestro voto podemos
premiarlos dándole un refuerzo positivo
votándolos.
También,
con nuestro voto, podemos
“castigarlos” dándole un refuerzo negativo
ignorándolos.
Son los
políticos, los que con sus decisiones, tienen
más capacidad de convertirse en constructores de un mayor bienestar para
determinados colectivos o, por lo contrario, incrementar el malestar de otros ciudadanos. Nuestro voto sí tiene
sentido.
https://neuroforma.blogspot.com/2023/05/el-voto-nuestras-vidas-comienzan-llegar.html
Es el voto la principal herramienta con la que los ciudadanos construimos la democracia. Unos votos protegidos por las
urnas que contienen, nada más ni nada menos, la voluntad popular. Todos
tenemos la oportunidad de influir en la marcha de nuestro país y en
consecuencia de construir, desde el presente, hoy, nuestro futuro. Sobre nosotros, los ciudadanos, cae esta
responsabilidad: construir el futuro colectivo.
Después de votar en el ayuntamiento de Vigo, cuando salía, una televisión me preguntó por qué iba tan
temprano. Estuve a punto de decirle que mis ciclos circadianos me
definía como un auténtico alondra y que, en consecuencia, mi planificación del tiempo empezaba por priorizar
las cosas importantes siempre a primera hora de la mañana que es en la que
estoy en la mejor versión de mi mismo. Finalmente opté por la respuesta más
sencilla y también verdadera: a esa hora no había colas las cuales no soporto.
Una vez más fue mi voto el primero que entró en la urna. Como añadido también
le dije para dar un poco más de consistencia a la entrevista, algo que no era
cierto (mentira piadosa), que había dudado un poco, que tenía clarísimo a
quien no votar pero sí ciertas dudas a quién votar.
Dentro del universo que nos rodea somos simples hormigas, eso sí,
hormigas sapiens, con lóbulos frontales los cuales nos ayudan a tomar
decisiones no instintivas sino planificadas previamente.
Leer:
¿VOTO
RACIONAL O VOTO EMOCIONAL?
https://neuroforma.blogspot.com/2019/05/voto-racional-o-voto-emocional-nuestro.html
Ya solo nos
falta que los componentes de las mesas
electorales cuenten los votos que las hormigas sapiens hemos depositado en las
urnas, descartando aquellos que no cumplan con los requisitos necesarios para
que sean válidos,
descartando igual que Penélope, a aquellos
pretendientes que después de comer ricos manjares y beber abundante vino
ninguno fue capaz de armar el arco de
Ulises.
Sería
bueno recordar a los ganadores de hoy que se disfracen internamente de mendigos
y que aceptan el resultado de las urnas con humildad para poder, cuando gobiernen, resolver con unas justas y ponderadas decisiones los problemas de los ciudadanos,
priorizando, a los más necesitados.
Gobierna, como todos sabemos, (aunque al parecer algunos pocos lo ignoran) el que alcanza la mayoría cualificada en el Congreso de los Diputados.
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Contando hormigas
Pensé en lo que había dejado al emprender este viaje.
Atrás había quedado la mesa del café Gijón que daba al primer ventanal a través
del cual había visto pasar la vida durante tantos años
Un día en Ítaca, sentado en las raíces
de un olivo milenario que formaban una especie de trono frente a una hermosa
bahía, saqué mi cuaderno de notas y me dispuse a escribir. Creía que estar
en la patria de Ulises me
inspiraría un texto excelente, pero después de mordisquear un buen rato el
caparazón del bolígrafo, no se me ocurría nada, salvo tratar de distinguir si
eran de liebre o de conejo las cagarrutas que había a mi alrededor. Pensé en lo
que había dejado atrás al emprender este viaje. Atrás había quedado la mesa del
café Gijón que daba al primer ventanal a través del cual había
visto pasar la vida durante tantos años. Entre mi mesa y los lavabos del café
había la distancia de unos 11 pasos. No es necesario explicar qué clase de
menester realiza uno en el cuarto de baño. La escatología que sucede en su
interior podría tomarse en este caso como una hiperbólica metáfora de la guerra
de Troya y después de tirar de la cisterna, si uno se creía Ulises, al desandar
los 11 pasos, podía imaginar que se trataba de su regreso a Ítaca. Sentado en
las raíces de aquel olivo, bajo el silencio neumático que envolvía toda la
isla, no hacía otra cosa que contar hormigas. En ese momento pasó un rebaño de
cabras dejando en el aire un hedor a choto, muy ácido, muy lúbrico. Puede que
John Keats hubiera extraído de este hedor cabrío un verso de oro, pero a mí no
se me ocurría nada. La Ítaca real estaba llena de cagarrutas, de cabras y de
hormigas; en cambio, cualquier noche de sábado, al salir del lavabo de café en
ese camino de vuelta podía encontrar agolpados en la barra a la ninfa Calypso,
a Nausícaa, a la maga Circe, a Polifemo, a Telémaco y finalmente a la propia
Penélope esperando sentada a la mesa. No tenía ninguna necesidad de haber ido
tan lejos en busca de una odisea. Allí estaban los personajes bebiendo, riendo,
llorando, dispuestos a contarme cada uno su historia.
En democracia no queda otra que felicitar a los ganadores.
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