CONTROL PERSONAL
<<De
todas las cosas existentes, algunas están en nuestro poder. En nuestro poder
están el pensamiento, el impulso, la voluntad de conseguir y la voluntad de evitar y, en una palabra,
todo lo que corresponde a lo que podemos hacer. Cosas que no están en nuestro
poder incluyen el cuerpo, la propiedad, la reputación , el cargo y, en una palabra, todo aquello que no
corresponde a nuestro hacer. Las cosas en nuestro poder son por naturaleza
libres, inexorables, sin impedimentos; las cosas que no están en nuestro poder
son débiles, servibles, sujetas a estorbo, dependientes de otros<<
Manual de Epicteto
Dedica Manuel Vicent hoy su columna, como muchas más personas, a poner por escrito sus propósitos (los que trabajamos diríamos objetivos) para encarar el año que está a punto de comenzar. Nos está hablando (en este caso escribiendo como es habitual en él) en lenguaje metafórico, de objetivos personales. Una cosa son los objetivos que teníamos que conseguir en la empresa en la que trabajamos y otra son los objetivos personales. Podemos resumir que para los personales sirven los mismos parámetros que para los de trabajo ( que sean medibles, evaluables, etc.) pero, a los primeros, es necesario añadirle dos condiciones más: que sean ecológicos, evaluar el impacto que causarán en nuestro entorno, no vaya a ser que si los consigues no te reconozca ni tu pareja... y, en segundo lugar, que estén bajo nuestro poder personal, que los podemos conseguir por nosotros mismos. Concentrarse en las cosas que están en nuestro poder y no perder el tiempo en aquello para lo cual no tenemos poder. Nos lo decía Epicteto así: "ejercítate en aquello que está en tu poder"
También
en la vida hay circunstancias a las que nos oponemos y otras que aceptamos. Cuando
una determinada circunstancia que no nos gusta y nos oponemos a ella y no está bajo
nuestro control personal, nos genera un estado de ánimo pernicioso que nos
complicará mucho la vida: el resentimiento. Sin embargo si esta misma situación la
aceptamos nos genera un estado de ánimo que nos proporciona cierta paz. Lo que
no podemos cambiar es mejor que lo aceptemos.
Cuando
nos marcamos un propósito u objetivo que está bajo nuestro control personal y
nos oponemos a la nueva situación
conseguida nos genera resignación. Por lo contrario si la nueva situación
la aceptamos nos proporciona un estado de ánimo que sana ambición.
Si
esto lo aplicamos a Manuel Vicent podemos intuir que es una persona vieja (no
me gustan los eufemismos) y los viejos somos conscientes de que hay cada vez un
mayor número de cosas que antes estaban en nuestra posibilidad cambiar pero que
ahora ya no lo están: la finitud de nuestro cuerpo nos manda cada día mensajes
elocuentes; nos hacemos plenamente conscientes de que nuestras acciones que
podemos llevar a cabo, están restringidas por los límites de nuestra biología y
nos recuerda diariamente que lo que podemos conseguir disminuye, considerablemente, a
medida que envejecemos.
Escuchando
a muchas personas lamentarse, enseguida nos damos cuenta de que arrastran un
dañino resentimiento que les amarga la vida a consecuencia de que no aceptan el
pasado el cual es algo que no podemos modificar y que por lo tanto la postura más
inteligente es aceptarlo. Caer en la vejez en la aversión, en el malhumor, pasar por la vida como un gruñón y saltar por cualquier cosa sin importancia, es una vida que no merece la pena ser vivida. Montaigne se referia a esto como las "arrugas del alma" :"No hay almas, o son raras de ver, que al envejecer, no huelan a agrio y a humedad".
Era más optimistaThomas Mann: "es natural para un hombre de cierta edad mirar atrás con
sentido del humor".
¿En
donde ubicarías los propósitos para 2024, de nuestro admirado Manuel Vicent?:
-Ir tirando del carro con cierta
dignidad.
-No malgastar ni un gramo de energía en
cosas que no le gustaran.
-No resbalar en el cuarto de baño y
darse con la nuca en el bidé.
- Mirar dónde pones el pie es el
principio de toda sabiduría.
-Una buena digestión es un derecho
constitucional y debe ir acompañada con el recuerdo de cosas agradables.
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Poco importa que España se rompa o no si al final la
crispación política te rompe el diafragma
Un hombre
mayor sentado en un banco de un parque de Madrid.OLMO CALVO
Como cualquier persona corriente,
también este viejo se había formulado algún propósito ante el año nuevo. Dada
su avanzada edad, el primero consistía en cumplir con su obligación de no
morirse, de modo que para ir tirando del carro con cierta dignidad había
decidido no malgastar ni un gramo de energía en cosas que no le gustaran.
Pondría, como siempre, la radio cada mañana al despertar para enterarse de lo
único que quería saber. ¿Se había producido el fin del mundo? ¿Se había roto
España? ¿Había alguna señal de inminente catástrofe en la ventana? Si pese a
los malos presagios con que le atormentaban los agoreros, el sol había
amanecido un día más con toda normalidad y, al parecer, no había forma de que
el Apocalipsis llegara ni que España se rompiera, apartaría definitivamente de
su mente este problema. A continuación, pondría una sonata de Bach mientras
toda la casa comenzaba a oler a café. Pero sabía que existe un fin del
mundo prêt-á- porter, a la medida de cada uno. Bastaba con
resbalar en el cuarto de baño y darse con la nuca en el bidé para que a este
ciudadano se le apagara el universo entero. Mirar dónde pones el pie es el
principio de toda sabiduría. Por otra parte, poco importa que España se rompa o
no si al final la crispación política te rompe el diafragma, te llena de acidez
el estómago por verte obligado a asistir a ese espectáculo en que cada bando
político se disputa como un trofeo la soga del ahorcado. Una buena digestión es
un derecho constitucional y debe ir acompañada con el recuerdo de cosas
agradables. Sería lógico que este viejo recordara los placeres que había dejado
atrás, aquellos amigos, aquellos veranos, aquellos viajes. No fue así en este caso.
Su único propósito para el año 2024 fue el de fijarse bien dónde pondría los
pies, más que nada para no tener que pisar alguna de esas mierdas que caen del
cielo. Con eso le bastaba.
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