LA GUERRA CULTURAL
La guerra cultural (que Ayuso preconiza, aunque el
término cultura asociado a Ayuso constituya un Oxímoron, y que
Feijoó ignora) determina lo que “puede ser dicho” y, sobre
todo, lo que “no puede ser dicho”. Si algo no encaja, dentro de lo
políticamente correcto, se le aplica la terapia de la cancelación.
Lo "gratificante" es que
siempre nos quedará la “libertad de tomar unas cañas”. ¿A qué más puede aspirar
un humano a lo largo de su trayectoria vital?
La “Espiral del silencio”(Noelle-Neumann, Elizabeth. La espiral del
silencio. Nuestra piel social. Editorial Paidos. Buenos Aires, 1993) como
arma de control social, está en plena vigencia.
Como ejemplo paradigmático tenemos el caso de Madrid, como alguien como Ayuso, forma una opinión pública con 4 frases huecas de contenido y sentido, que le llevaron
a obtener una mayoría absoluta. A partir de conformar unas opiniones
individuales, más las interacciones entre individuos y grupos, y más
concretamente entre individuos y ambiente se hace la reina del cotarro.
Invito
a leer:
El triunfo de la INSENSATEZ
https://neuroforma.blogspot.com/2020/11/el-triunfo-de-la-insensatez.html
Pongamos que hablamos de Madrid.DECIR antes de HABLAR
https://neuroforma.blogspot.com/2020/10/decir-antes-de-hablar-pongamos-que.html
MANUEL
VICENT
17 JUL 2022 -
05:00 CEST
https://elpais.com/opinion/2022-07-17/tertulia.html
La tertulia de media mañana en la
terraza del café había adoptado un cariz aciago. La conversación iba de la guerra en Ucrania al problema de las
centrales nucleares, del exorbitante precio de los
carburantes al peligro del cambio climático, de la pandemia a
la inflación, del desplome de la Bolsa a la depresión económica que parecía
inevitable. En medio de este negro panorama un contertulio aprovechó un
resquicio de silencio para contar que la tarde anterior, ante una maravillosa
puesta de sol, en un bareto con sombra de cañizos y el mar a los pies había
tomado una copa de vino blanco y cinco sardinas asadas. Añadió que las había
saboreado muy despacio, con los ojos cerrados como si se tratara de la sagrada
eucaristía. Consideraba que su sabor constituía una
vía de conocimiento, de modo que cada sardina le había
llevado con el pensamiento muy lejos, una a los fenicios, otra a los egipcios,
a los griegos, a los romanos. Desde entonces, a través de los siglos, ese
placer tan sencillo y barato no había cambiado, incluso los epicúreos lo equiparaban a una alta conquista del espíritu. La última sardina se la había reservado para
recordar los veranos de su juventud cuando las compartía con amigos que ya han
muerto. La tertulia entró en otra fase. Del recalentamiento del planeta derivó a los problemas concretos, que nos hacen felices o desgraciados. Alguien planteó si la anchoa en salazón que se
extiende sobre la pequeña torta de pan con aceite, la misma que ya tomaban los
faraones, había que meterla con la masa en el horno o añadirla después para que
no perdiera su sabor. En ese momento empezaron las opiniones en favor y en
contra con una pasión que ni de lejos despertaba la guerra en Ucrania. Pero la
disputa fue a más cuando un contertulio preguntó por qué los tomates no sabían
como los de antes. Por fin la tertulia había tomado altura.
https://elpais.com/opinion/2022-07-17/tertulia.html
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