CEGUERA MENTAL
“Hágase la luz; y la luz
se hizo. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las
tinieblas.”
¿Ver o mirar?
La luz de la humilde la bombilla de 40 vatios de la que nos habla Vicent no es suficiente para arreglar nuestros múltiples males actuales. Los podemos resumir en que vivimos una vida sin sentido, a la que no encontramos significado personal e interpersonal.
Vivimos en una sociedad enferma. Una sociedad sin principios, sin valores, dominada por el egoísmo e inclinada exclusivamente al hedonismo. Imagina a un joven al que le aleccionas con el discurso clásico de que está en una sociedad libre, en la que puede pensar como quiera, en la que todos somos iguales, que puede llegar a ser lo que quiera... De repente, él te pregunta: "Dime, ¿Cómo lo hago?"
Ver: LA
GRAN COALICIÓN: PENSAMIENTO CRÍTICO + OPTIMISMO FUNCIONAL (2)
https://neuroforma.blogspot.com/2017/02/lagran-coalicion-pensamiento-critico-y.html
Miramos solo lo que conocemos, por lo que mirar y conocimientos están íntimamente relacionados. Este mirar particular nos lleva a vivir, a cada uno de nosotros, no en la realidad objetiva, sino en la realidad subjetiva, construida por cada uno de nosotros.
Por eso podemos afirmar que la humildad es la mejor actitud que podemos adoptar para la adquisición de nuevos conocimientos, en mi opinión, lo más valioso que un ser humano pueda adquirir en la vida.
Imaginemos que pudiéramos poner en el platillo de una balanza el conocimiento de todos y cada uno de los humanos del planeta tierra, y, en el otro platillo, todo lo que ignoramos todos y cada uno de los mismos habitantes; con un análisis, medianamente objetivo, se nos podía aplicar a todos y a cada uno de nosotros, el siguiente enunciado: 'tiene una gota de conocimiento en un mar de ignorancia'.
Ver: EL VALOR DEL CONOCIMIENTO
https://neuroforma.blogspot.com/2022/04/el-valor-del-conocimiento.html
Vemos todo lo que miramos pero no miramos todo lo que vemos. Vemos con los ojos pero miramos con la necesidad, con la intención y con la voluntad. Así por ejemplo, si mañana te encuentras con un conocido en una calle a las 15 horas y resulta que él va a comer y tú ya has comido, y os ponéis a hablar, igual te sorprende, de repente, diciéndote: ¡Que olor a calamares fritos sale de esa cafetería! Tú ni te habías dado cuenta. Él tiene la necesidad hambre por no haber comido, tú no la tienes porque ya has comido (Percepción ecológica de Gibson)
Si tú tienes en la mente una meta, un proyecto, un objetivo, vas a mirar cosas e información en tu entorno que te ayudarán a conseguir la meta y que no mirarías, ni siquiera verías, si no tuvieses esa meta, proyecto u objetivo en tu mente.
Para mirar lo que nos viene encima, no es suficiente con ver, hay que mirar. El mirar antecede al ver: miramos tan sólo aquello que buscamos porque nos interesa. Vemos lo que aparece ante nuestros ojos.
Ver: Cardar para saber mirar: ( https://draft.blogger.com/blog/post/edit/8615013334320974582/1680472195578115306 )
Nuestra ceguera mental viendo lo superficial, nos impide ver nuestros múltiples males. Uno de ellos, el más pernicioso, es la tendencia a comprar cosas y servicios que no son necesarios y, además, demuestran su total inutilidad. Ya sabemos que la economía nueve el mundo, pero a un coste tan alto que termina acabando con el propio mundo. El mal del consumismo irracional acabará con el planeta tierra. Lo cual pone de relieve que es totalmente ineficiente, ruinoso: cuanto ganamos dividido por cuanto nos cuesta.
Menos mal que no tiene el poder de acabar con todo aquello que ahora mismo puede divisar el telescopio James Webb. Nos creemos dioses pero no somos otra cosa una mota de polvo dentro del inmenso universo.
¿En qué consiste el “Saber Mirar”?
Una primera aproximación, que nos lleve a encontrar una respuesta a esta pregunta, pasa por saber diferenciar entre ver y mirar.
El ver es algo natural. De todos los sentidos que tenemos los humanos, del que más dependemos es de
la visión. Se suele cuantificar que el 80% de la información que recibimos es a
través de los ojos. Aun así, estamos muy limitados y de todo el espectro visual,
el ojo humano solamente ve un parte muy pequeña, concretamente, la comprendida
entre 380 y 760 nanómetros de longitud de ondas electromagnética[1]. No
podemos ver nada por debajo de 380 (ultravioleta), ni nada por encima de
760 (infrarrojos)
[1]BROWN, T.S.; WALLACE, P.M., “Psicología fisiológica”, McGraw-Hill, Madrid, 1990, pág. 97).
El mirar es algo intencional, cultural y aprendido. Si el ver está limitado a longitudes de onda comprendidas en el intervalo antes mencionado, el mirar, también está limitado y condicionado, no de forma colectiva, es decir, en todos los humanos de forma estándar, sino de forma individual, en cada uno de nosotros de forma diferente, en función de nuestra experiencia, cultura y de nuestro aprendizaje. Si en el ver tenemos un filtro neurológico, en el mirar tenemos dos filtros: uno cultural y otro individual.
El mirar es encontrar sentido y es imposible encontrarlo fuera si
previamente no lo tenemos dentro.
¿Cuáles son los
límites que le impones a tu mirar?
¿Ves la vida con un
enfoque “etnocentrista” o de “relativismo cultural”?
¿Describes las cosas
desde un punto de vista “emic” o desde un enfoque “etic”?
(Te invito a ver estos
conceptos emic y etic, desarrollados por la antropología y que gracias a
ellos, ahora que estamos recordando la transición democrática, uno de sus
principales protagonistas iniciales, García Trevijano, del que nadie
habla, salió airoso de un “debate aprieto” en un programa de TV llamado “La
Clave” de Balbín. Si no los tuviese en su cerebro no los podría utilizar para
explicar una situación complicada para él que no recuerdo bien, pero creo que
se trataba de la redacción de la constitución de Angola)
Los relatos tipo Génisis no son, a mi juicio, la
solución. Esta sólo puede llegar a través de la ciencia si algún día nos cura nuestra ceguera mental, lo cual nos llevará a ser CONSCIENTES de nuestra situación actual.
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Como siempre, a continuación, copio y pego la columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por no abrirle el enlace.En mi opinión (respeto al que piense justamente lo contrario) lo que escribe Manuel Vicent es auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi motivación básica es la trascendente (" Me gusta lo que hago porque beneficia a muchas personas"): Hacer de forma altruista mi pequeña aportación al desarrollo personal y profesional de las personas y a crear una sociedad más justa.”
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¡Esa Luz!
Bajo una bombilla de 40 vatios se escribieron novelas,
cuentos y poemas muy encomiables, parejos con el hambre
Cuando en la guerra las sirenas anunciaban
un inminente bombardeo, si era de noche, toda la ciudad debía quedar completamente a oscuras, ya que una sola ventana iluminada podía servir de
referencia a los pilotos de la aviación enemiga. La orden era expeditiva. ¡Esa
luz!, gritaba alguien muy airado por el hueco de la escalera si algún vecino de
la comunidad se había olvidado de apagarla. Terminada la contienda ese grito
tomó otro significado. ¡Esa luz!, era la orden, no tan dramática pero si
taxativa, que ahora lanzaban nuestros padres si veían que uno salía de la
habitación dejando la luz encendida. Se trataba de una humilde bombilla de 40
vatios. Eran los tiempos duros del pan negro.
Pese a todo, bajo aquella luz mortecina, vigilada, racionada, nunca malgastada,
aprendimos a leer los niños de posguerra y con un flexo rudimentario sobre los
libros de texto estudiaron varias generaciones de españoles que luego serían
ingenieros, científicos, técnicos y altos funcionarios del Estado. Bajo una
bombilla de 40 vatios se escribieron novelas, cuentos y poemas muy encomiables,
parejos con el hambre. ¡Esa luz! Aquella orden que nos daban nuestros
padres es la misma que nos da ahora la
Unión Europea. A estas alturas nadie ignora que estamos sufriendo
los efectos de una guerra en la que el grito de ¡esa luz! es el aviso de que
caminamos hacia un futuro muy negro que
tal vez deberemos iluminarlo de nuevo con una bombilla de 40 vatios. Y mientras
tanto, he aquí que el telescopio James Webb desde
1,5 millones de kilómetros con sus 18 espejos desplegados capta la luz
infrarroja que emiten las galaxias más lejanas. Una de ellas nos llega desde el
espacio más profundo del universo a 13.000 millones de años atrás en el tiempo.
¡Esa luz!, gritan ahora llenos de euforia los astrónomos, es la luz primigenia,
que puede iluminar la oscuridad que nos espera.
https://elpais.com/opinion/2022-07-24/esa-luz.html
Su aportación, la buena intencionalidad y el tiempo que dedica, es de agradecer.
ResponderEliminar¡Continúe iluminando!.
Mis más humildes ¡GRACIAS!
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