Jorge
A
Juan se le incorporó un nuevo colaborador directo como Jefe de Sección para
sustituir a Antonio Ferro al que apenas le quedaba un mes escaso para
jubilarse.
El
nuevo colaborador, Jorge Monte, tenía 25 años de edad, era Ingeniero Técnico y
su experiencia laboral se limitaba a haber trabajado 2 años en una empresa
auxiliar del automóvil como técnico en el departamento de Métodos.
Se
había presentado como candidato a este puesto y había pasado el proceso de
selección porque, según su opinión, le atraía mucho más el trabajo de liderar
personas que el de hacer de técnico. Estaba muy ilusionado y motivado en
conocer y practicar todo aquello que fuese necesario para convertirse en un
buen líder.
Después
de haber superado las distintas fases del proceso de selección, en una
entrevista que tuvo con el que iba a ser su jefe directo, con Juan Duque, le
manifestó que fue el capitán del equipo
de fútbol de su barrio durante 5 años y que fue allí en donde se sintió atraído
por el liderazgo. También pudo saber
Juan Duque, que en el Cuestionario PAPI-I de Max Kostick, que le habían pasado
los de selección a Jorge Monte, éste
puntuó alto en el factor liderazgo y en las necesidades y roles asociados a
este factor. Si a lo anterior añadimos que el “wi-fi emocional” de Juan captaba
buenas vibraciones de Jorge, no era
extraño el entusiasmo que Juan sentía y su interés en ayudar a Jorge a
convertirse en un líder.
Recurrió
de nuevo a Jaime Jate, el cual, después de escuchar lo que Juan le comentaba, él
dijo sin más:
-
Juan, estás en el
camino de convertirte en un líder, asumiendo, con la ilusión que lo haces, una
de tus principales responsabilidades: el desarrollo individual de los
colaboradores.
-
Asumo esta función
con sumo gusto y creo que, entre otras cosas, dicho desarrollo pasa por
plantearles a los colaboradores,
objetivos ambiciosos y mensurables, a la vez que creamos entornos de
gran confianza y expectativas claras- respondió Juan.
Jaime
Jate sacó lo que él llamó “primera hoja
de ruta del liderazgo” y se la entregó a Juan, a la vez que le comentaba:
-
Me alegra que
tengas claro lo de los objetivos ambiciosos y mensurables. Fíjate que esta primera hoja de ruta, empieza con lo de
las métricas personales. “Lo que se mide, se gestiona”.
-
Me parece muy
interesante este programa, pero, ¿cómo desarrollarlo?- contestó Juan.
Jaime
Jate se comprometió a ir enviando a Juan, periódicamente, las distintas partes
del desarrollo del programa que se exponía en la “Primera Hoja de Ruta del Liderazgo”.
Le dijo que la base de un líder de cualquier tipo es el liderazgo personal:
¿Cómo puedes dirigir a otras personas si no te diriges a ti mismo? El liderazgo
personal pasa por la madurez de la persona. A mí me gusta definir la madurez
como la capacidad de pasar la mayor parte del día haciendo acciones que me
gustan y me convienen. Está relacionado, como veremos más adelante, con el
cerebro emocional y con el cerebro cognitivo. Al final del curso te daré – le
dijo Jaime a Juan- una herramienta que integra estas cuestiones y que, sin
duda, te será muy útil en tu vida.
- Por lo que hace referencia a crear entornos de gran
confianza y expectativas claras a los que haces referencia – dijo Jaime – los
veremos cuando hablemos del desarrollo del liderazgo organizacional. No debes
olvidar que las expectativas es una de las herramientas de influencia que tiene
el líder. La confianza está basada en que la gente se cree lo que dices porque
es eso lo que haces.
Lo cierto –
prosiguió Jaime – es que todos aspiramos a
sentirnos bien, con nosotros mismos y con el
mundo que nos rodea. Este “sentirnos bien” pasa, entre otras cosas, por
alcanzar los diferentes objetivos que nos marcamos en el ámbito personal y
profesional, es decir, en rentabilizar la energía mental y física que ponemos
en juego. Luego resulta que, en el día a
día, hacemos algunas o muchas cosas que van en la dirección contraria a esta
aspiración y sobreviene, inevitablemente, la desilusión y la frustración. No es
más que una de las múltiples paradojas humanas: una cosa es lo que nos gusta y
otra, que a veces coincide y a veces no, lo que nos conviene.
Para llegar a la madurez hace falta recurrir a la voluntad. Entendemos
por voluntad, que es un término muy resbaladizo, la capacidad de posponer gratificaciones
inmediatas (lo que me gusta), para la obtención de gratificaciones futuras de
mayor valor (lo que me conviene). La gratificación futura de mayor valor, es la
situación deseada que tú te marques. Las gratificaciones inmediatas, son
aquellas cosas que te impiden acercarte a esta meta, lo que te gusta pero no te
conviene.
Es por esto que nos hacen falta herramientas que nos permitirán que la razón,
el neo córtex, el cerebro cognitivo (lo que me conviene), trabaje en equipo con
la emoción, el cerebro emocional (lo que me gusta). Sólo así progresamos con consistencia.
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27-07-2025
COLUMNA: MANUEL VICENT
El
humo del verano
Un
libro, una hamaca, una buena sombra, una brisa agradable, los amigos y el mar
amanecer
LUIS
ALMODÓVAR
Manuel
Vicent
Después
de un curso político tan bronco hay que dejar que agosto discurra suavemente
sobre el sombrero de paja. Un libro, una hamaca, una buena sombra, una brisa
agradable, los amigos y el mar. Podría añadir una limonada natural con hielo y
hierbabuena con solo alargar la mano. ¿Para qué más? La vida es bella y atroz.
En el charco que ha dejado un reciente aguacero beben en vuelo rasante unas
golondrinas y luego suben hasta el nido y dan de comer a los polluelos. Eran
cinco esta primavera. Quedan tres. Los otros dos murieron después de haber sido
desahuciados y esto ha sucedido mientras a su alrededor florecían las tupidas
madreselvas de las rimas de Bécquer. Me ha llamado un amigo para decirme si me
apetecía salir mañana temprano a pescar. Pero desde casa he visto que el oleaje
rompía muy duro contra la escollera y le he dicho que ya no salgo a la mar,
salvo que las olas me deparen placeres lo más alejados posible de los de un
navegante intrépido. Me gusta tumbarme en la bañera de popa con el sedal del
curricán entre los dedos. Lo de pescar es un decir, puesto que muchas veces lo
único que pescamos siempre es el amanecer con el sol naciente. Cuando apuntan
en el horizonte los primeros rayos del sol me cubro la cara con el sombrero y
observo cómo la luz se filtra entre la trama de sus fibras y a medias ofuscado
y deslumbrado imagino que navego todos los mares del sur mientras el velero va
ganando altura y al sonido del viento en las velas se une alguna melodía de
George Moustaki que me recuerda veranos muy felices. Tal vez los poetas podrían
dividirse en dos: los que aman el amanecer y los que prefieren la puesta de
sol. Realmente ambos crepúsculos tienen la misma luz. En el amanecer hay
golondrinas y vencejos; en la puesta de sol se quiebran en el aire los
murciélagos. Unos y otros salen a la caza de mosquitos, pero dejan que los
poetas, en lugar de mosquitos y otros insectos, se alimenten con toda clase de
sueños, lo que viene a ser lo mismo.