domingo, 27 de julio de 2025

CONSTRUYENDO LÍDERES 6

 

Jorge

 

A Juan se le incorporó un nuevo colaborador directo como Jefe de Sección para sustituir a Antonio Ferro al que apenas le quedaba un mes escaso para jubilarse.

El nuevo colaborador, Jorge Monte, tenía 25 años de edad, era Ingeniero Técnico y su experiencia laboral se limitaba a haber trabajado 2 años en una empresa auxiliar del automóvil como técnico en el departamento de Métodos.

 Se había presentado como candidato a este puesto y había pasado el proceso de selección porque, según su opinión, le atraía mucho más el trabajo de liderar personas que el de hacer de técnico. Estaba muy ilusionado y motivado en conocer y practicar todo aquello que fuese necesario para convertirse en un buen líder.

 Después de haber superado las distintas fases del proceso de selección, en una entrevista que tuvo con el que iba a ser su jefe directo, con Juan Duque, le manifestó que fue el capitán del   equipo de fútbol de su barrio durante 5 años y que fue allí en donde se sintió atraído por el liderazgo.  También pudo saber Juan Duque, que en el Cuestionario PAPI-I de Max Kostick, que le habían pasado los de selección  a Jorge Monte, éste puntuó alto en el factor liderazgo y en las necesidades y roles asociados a este factor. Si a lo anterior añadimos que el “wi-fi emocional” de Juan captaba buenas vibraciones  de Jorge, no era extraño el entusiasmo que Juan sentía y su interés en ayudar a Jorge a convertirse en un líder.

 Recurrió de nuevo a Jaime Jate, el cual, después de escuchar lo que Juan le comentaba, él dijo sin más:

-        Juan, estás en el camino de convertirte en un líder, asumiendo, con la ilusión que lo haces, una de tus principales responsabilidades: el desarrollo individual de los colaboradores.

-        Asumo esta función con sumo gusto y creo que, entre otras cosas, dicho desarrollo pasa por plantearles a los colaboradores,  objetivos ambiciosos y mensurables, a la vez que creamos entornos de gran confianza y expectativas claras- respondió Juan.

Jaime Jate sacó  lo que él llamó “primera hoja de ruta del liderazgo” y se la entregó a Juan, a la vez que le comentaba:

-        Me alegra que tengas claro lo de los objetivos ambiciosos y mensurables. Fíjate que  esta primera hoja de ruta, empieza con lo de las métricas personales. “Lo que se mide, se gestiona”.

-        Me parece muy interesante este programa, pero, ¿cómo desarrollarlo?- contestó Juan.

 Jaime Jate se comprometió a ir enviando a Juan, periódicamente, las distintas partes del desarrollo del programa que se exponía en la “Primera Hoja de Ruta del Liderazgo”. Le dijo que la base de un líder de cualquier tipo es el liderazgo personal: ¿Cómo puedes dirigir a otras personas si no te diriges a ti mismo? El liderazgo personal pasa por la madurez de la persona. A mí me gusta definir la madurez como la capacidad de pasar la mayor parte del día haciendo acciones que me gustan y me convienen. Está relacionado, como veremos más adelante, con el cerebro emocional y con el cerebro cognitivo. Al final del curso te daré – le dijo Jaime a Juan- una herramienta que integra estas cuestiones y que, sin duda,  te será muy útil en tu vida.

 

- Por lo que hace referencia a crear entornos de gran confianza y expectativas claras a los que haces referencia – dijo Jaime – los veremos cuando hablemos del desarrollo del liderazgo organizacional. No debes olvidar que las expectativas es una de las herramientas de influencia que tiene el líder. La confianza está basada en que la gente se cree lo que dices porque es eso lo que haces.

  Lo cierto – prosiguió Jaime – es que todos aspiramos a sentirnos bien, con nosotros mismos y con el  mundo que nos rodea. Este “sentirnos bien” pasa, entre otras cosas, por alcanzar los diferentes objetivos que nos marcamos en el ámbito personal y profesional, es decir, en rentabilizar la energía mental y física que ponemos en juego.  Luego resulta que, en el día a día, hacemos algunas o muchas cosas que van en la dirección contraria a esta aspiración y sobreviene, inevitablemente, la desilusión y la frustración. No es más que una de las múltiples paradojas humanas: una cosa es lo que nos gusta y otra, que a veces coincide y a veces no, lo que nos conviene.

 Para llegar a la madurez hace falta recurrir a la voluntad. Entendemos por voluntad, que es un término muy resbaladizo, la capacidad de posponer gratificaciones inmediatas (lo que me gusta), para la obtención de gratificaciones futuras de mayor valor (lo que me conviene). La gratificación futura de mayor valor, es la situación deseada que tú te marques. Las gratificaciones inmediatas, son aquellas cosas que te impiden acercarte a esta meta, lo que te gusta pero no te conviene.

 Es por esto que nos hacen falta  herramientas que nos permitirán que la razón, el neo córtex, el cerebro cognitivo (lo que me conviene), trabaje en equipo con la emoción, el cerebro emocional (lo que me gusta).  Sólo así progresamos con consistencia.

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27-07-2025

COLUMNA: MANUEL VICENT

 El humo del verano

Un libro, una hamaca, una buena sombra, una brisa agradable, los amigos y el mar

amanecer

LUIS ALMODÓVAR

Manuel Vicent

Después de un curso político tan bronco hay que dejar que agosto discurra suavemente sobre el sombrero de paja. Un libro, una hamaca, una buena sombra, una brisa agradable, los amigos y el mar. Podría añadir una limonada natural con hielo y hierbabuena con solo alargar la mano. ¿Para qué más? La vida es bella y atroz. En el charco que ha dejado un reciente aguacero beben en vuelo rasante unas golondrinas y luego suben hasta el nido y dan de comer a los polluelos. Eran cinco esta primavera. Quedan tres. Los otros dos murieron después de haber sido desahuciados y esto ha sucedido mientras a su alrededor florecían las tupidas madreselvas de las rimas de Bécquer. Me ha llamado un amigo para decirme si me apetecía salir mañana temprano a pescar. Pero desde casa he visto que el oleaje rompía muy duro contra la escollera y le he dicho que ya no salgo a la mar, salvo que las olas me deparen placeres lo más alejados posible de los de un navegante intrépido. Me gusta tumbarme en la bañera de popa con el sedal del curricán entre los dedos. Lo de pescar es un decir, puesto que muchas veces lo único que pescamos siempre es el amanecer con el sol naciente. Cuando apuntan en el horizonte los primeros rayos del sol me cubro la cara con el sombrero y observo cómo la luz se filtra entre la trama de sus fibras y a medias ofuscado y deslumbrado imagino que navego todos los mares del sur mientras el velero va ganando altura y al sonido del viento en las velas se une alguna melodía de George Moustaki que me recuerda veranos muy felices. Tal vez los poetas podrían dividirse en dos: los que aman el amanecer y los que prefieren la puesta de sol. Realmente ambos crepúsculos tienen la misma luz. En el amanecer hay golondrinas y vencejos; en la puesta de sol se quiebran en el aire los murciélagos. Unos y otros salen a la caza de mosquitos, pero dejan que los poetas, en lugar de mosquitos y otros insectos, se alimenten con toda clase de sueños, lo que viene a ser lo mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




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