EL EGO INFLATIVO (2)
Decíamos en el artículo anterior que escribimos sobre el ego y que titulamos ‘El ego inflativo 1’ que, en general, cuando hablamos del ego, solemos considerarlo como algo negativo, como algo que genera múltiples y variables problemas, pero, lo cierto, es que le ocurre lo mismo que a los neumáticos del coche en el que viajamos: vamos inseguros cuando su presión no es la adecuada, cuando es escasa o cuando es excesiva. Lo mismo le pasa al ego:
Es necesario y útil, para nuestro viaje por la vida, cuando está bien regulado.
Empezar por diferenciar entre el yo (persona) y el ego (personaje) es un primer y necesario paso para gestionar adecuadamente el ego que cada uno de nosotros ha construido en base a las percepciones y del contexto en el que nos fuimos desarrollando. El producto final es un personaje fabricado, imaginario, artificial, vacío y falso. (Me voy olvidar de Freud, del psicoanálisis, y el SUPERYÓ,del YO y del ELLO, y abordar el fenómeno del EGO con un lenguaje entendible por todos).
El ego es una construcción imaginaria, la imagen idealizada de nosotros mismos.
El personaje- ego, que no es más que una ficción social, se centra en el tener, que a su vez determina la valía del ser, "tanto tengo, tanto valgo". Se desenvuelve dentro del etnocentrismo: "Tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades". (RAE)
El etnocentrismo fomenta, entre otras, actitudes de racismo: "proceso de marginalizar, excluir y discriminar contra aquellos definidos como diferentes sobre la base de un color de piel o pertenencia grupal étnica" (Wetherell, 1996: 178). La antropología opone al etnocentrismo el concepto de relativismo cultural. Una cosa era la visión que tenían de los indios las películas clásicas de indios y baqueros y otra, totalmente distinta, la que se expresa en la película titulada 'Bailando con lobos', con una mirada más aproximada a la antropología. El yo se desenvuelve a través del relativismo cultural y se centra en las personas.
"Lo que es bueno para el ego es malo para el ser" Ramiro Calle
En el artículo anterior poníamos de manifiesto lo que nos sucede cuando nuestro ego es escaso, cuando es excesivo y cuando está bien gestionado, equilibrado y ajustado a las situaciones. Lo abordaremos en próximos artículos con el título de EL EGO EQUILIBRADO
Hoy nos vamos a ocupar de reflexionar sobre el ego inflativo, aquel que se manifiesta habitualmente con un exceso de presión, no de aire, como los neumáticos del coche, sino de vanidad, la cual infla al personaje, proporcionándole energía y lo eleva por encima de sus semejantes. Lo exponía muy bien Pablo Iglesias en un corto video que ya no me acuerdo que que iba, pero si de la frase que entonces anoté: "El principal defecto de alguien que ha pasado por un liderazgo político, puede ser verse algo más grande de lo que en realidad es". Me quedé con las ganas de saber si se incluía a si mismo en este fenómeno que se me ocurre llamarle 'Efecto inflado'. No solamente se ven más importantes y marcando el centro del universo: también terminan confundiendo y cambiando los medios por los fines. Estos son los síntomas del ego inflativo, es decir, la utilización del ego de forma inapropiada y excesiva lo cual acaba por desarrollar una personalidad narcisista.
El ego inflativo es una máscara que oculta lo más genuino del ser y que muestra la falsa personalidad. Hace el papel de espejo deformante que nos aparta de los otros y, a la vez de nosotros mismos.
Con estos rasgos tenemos altas probabilidades de dar comportamientos del tipo de querer siempre tener la razón; ser permanentemente el centro de atención; comunicarse con un estilo competitivo y agresivo; caer con frecuencia en maneras poco inteligentes de llamar la atención: ser despectivos, criticar a los demás, instrumentalizarlos, despreciarlos y utilizarlos. Todo ello va cristalizando en una personalidad narcisista, caracterizada por el egocentrismo: “qué hay de lo mío”; la auto importancia: percibiéndose como dotado de rasgos únicos y excepcionales; sentirse importantes y superiores a los demás; auto idealización; necesidad de admiración; necesidad de originalidad; afán de fascinación; inestabilidad emocional; dificultad para la empatía y el contacto personal; falta de naturalidad y espontaneidad; exagerada tendencia a la fantasía; despreocupación por los intereses de los demás; férrea defensa de sus intereses propios.
¿Puede alguien así resolver problemas satisfaciendo a las diversas partes con intereses diferentes?
La respuesta no puede ser otra que no, no puede. Maneja estas situaciones a través de la ego-estima que centra su atención sólo en sí mismo, en lo que puede sacar de la situación para fortalecer sus exclusivos intereses: su meta es incrementar el tener. Se aleja así de la auténtica autoestima que se centra en el ser y se sustenta en crecer interiormente.
Desde el ego inflativo no es posible sustituir el pensamiento egocéntrico por el pensamiento crítico analítico y entonces ya no reaccionar, sino responder centrándose en el problema o situación real.
“Puede decirse que la educación, la moral y la cultura tienen como objeto producir personas. Años de estudio y ejercicio con severos maestros, escuelas, bibliotecas, teatros juegos, encuentros y viajes; el saber, el saber-hacer, el saber-decir, el saber-vivir, los dones, los medios, los encantos, las oportunidades, y toda la civilización que ello supone, son condiciones necesarias, pero no suficientes, para la formación de una persona. Nada es tan estimable, amable y envidiable a los ojos del mundo, como una Persona acabada." (el resaltado es mío)
Giuseppe Lanza del Vasto.:Umbral de La Vida Interior. Editorial Sígueme Ediciones ,1980, p.33
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Como siempre, a continuación, copio y pego la
columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por
no abrirle el enlace.
En mi opinión
(respeto al que piense justamente lo contrario) lo que escribe Manuel Vicent es
auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo
cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi motivación básica es la
trascendente (" Me gusta lo que hago porque beneficia a muchas
personas"): Hacer de forma altruista mi pequeña aportación al desarrollo
personal y profesional de las personas y a crear una sociedad más justa.”
Sigo siempre el
mismo proceso: Como todos los lectores suscritos a El País,leo la columna de
Vicent el domingo a la mañana cuando me despierto. La reflexiono, e inspirado
en ella, escribo mi comentario y, dos
horas después, lo publico en mi blog.
Posteriormente, si tengo tiempo, le doy otra vuelta y añado cosas que se me ocurren hasta dejarlo
ya definitivamente terminado en mi blog.
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Hoy no hay relación entre el artículo del blog y lo que escribe Manuel
Vicent.
Hoy no tengo comentarios. Hoy sobran las palabras. Hoy aplico ‘la utilidad
del silencio’
Invito a ver el video. No es fácil encontrar las palabras adecuados para
transmitir lo que uno siente. No todos tenemos la sensibilidad y la profunda
cultura de Manuel Vicent. La mayoría de las personas, sobre todo los hombres de
mi generación, tenemos un vocabulario emocional muy limitado
lo cual nos limita mucho a la hora de expresar lo que sentimos. En un artículo
de hace tiempo expuse las razones.
https://www.youtube.com/watch?v=125_h34E414&t=34s&ab_channel=TodoCuadros
i
Darse un baño
Como el que va a la playa un día de verano, para
asistir a la exposición de Sorolla es necesario llevar de casa la toalla y el
bañador, una sombrilla de colores y una cesta de mimbre con las viandas
No creo que exista espectador frente al
mar pintado por Sorolla quien no
piense que sería maravilloso poder darse un chapuzón metiéndose en uno de sus
cuadros. En este caso, como el que va a la playa un día de verano, para asistir a la exposición de Sorolla es
necesario llevar de casa la toalla y el bañador, una sombrilla de colores y una
cesta de mimbre con las viandas para tomarlas después del baño a la sombra de
una barca varada en la arena. No creo que exista espectador que no sueñe que
también podría ser ese niño desnudo con la luz iridiscente y resbaladiza sobre
su cuerpo mojado que echa a navegar un balandro de papel entre el oleaje.
Puedes asegurar que no ha existido barco más seguro que aquel que fabricaste
con una hoja del cuaderno escolar. Después de doblarla varias veces de una
forma determinada, abrías el pliegue y de pronto aparecía entre los dedos un
maravilloso velero. Con un leve impulso lo botabas en una orilla del mar y
comenzaba a navegar en busca de las islas de piratas que de niño imaginabas
dentro de una dicha todavía incontaminada. Era un barco que nunca naufragaba a
la hora de transportar todos tus sueños. No creo que exista espectador que no
deseara ser ese chaval desnudo con la cabeza cubierta con un sombrero de paja
que cruza llevando de las riendas un caballo blanco con todos los azules del
mar disueltos entre las patas. O cualquiera de esas muchachas con la bata rosa
pegada a la carne que acaban de salir del agua. Una de ellas se baja el tirante
del hombro con una actitud en que el delicado erotismo es a la vez un paso de
danza. Todo sucede en un instante de luz, mientras las pescaderas como heroínas
arremangadas esperan que lleguen a tierra las barcas de los marineros que sin
ellos saberlo todos se llaman Ulises. Se cumple este año el centenario de la muerte de
Sorolla. Es todo un siglo iluminando con su paleta la España clara.