REFLEXIONES SOBRE LA EDAD
Introducción
Empiezo hoy una serie de artículos sobre las personas
mayores. Lo hago movido por varios objetivos, entre los que se incluye el de
conocer un poco más una población a la que todos aspiramos a llegar y vivir en
ella el mayor número de años posibles, con la mayor calidad que se pueda.
Saber cuál es nuestra situación actual, el punto de
partida, es el primer requisito para
luego poder planificar y llegar a la situación deseada primero, y a la situación objetivo después, siempre y cuando nos pongamos manos a la obra. No hay que confundir deseos con objetivos. A
mi juicio no se puede vivir, en ningún periodo de la vida, sin metas, sin alguna
esperanza.
Esta metodología que he practicado a lo largo de mi
vida, y que me ha dado buenos resultados, no tengo por qué dejar de seguir
utilizándola. Bien es cierto que es posible que requiera, en un momento
determinado, algunos ajustes que iré practicando a medida que vaya acumulando
experiencia sobre esta nueva realidad, y observando la retroalimentación que esta me vaya dando. No me gustaría distorsionar la realidad que me tocará vivir cuando llegue a la etapa de la ancianidad (Ver Figura 1) ni a través de la idealización ni de la infravaloración.
Una paradoja más, de las que se nos dan a lo largo de nuestra existencia, es la de que siendo la última etapa de la vida, la de la ancianidad, aquella que deberíamos preparar de forma más minuciosa, lo que realmente sucede es que apenas nos ocupamos de ella. La calidad de vida que tengamos cuando lleguemos a esa etapa va a depender, en mucha medida, del tiempo que dediquemos a planificarla antes de llegar.
Llegar a ella en las mejores condiciones físicas, mentales y financieras que nos permitan disfrutarla al máximo, exige una preparación previa, como todo aquello que merece la pena en la vida. Mucho antes de que tenga lugar, es necesario que vayamos acomodando nuestro estilo de vida a esa etapa final. No nos olvidemos de la importancia del aspecto financiero. No da la felicidad pero sí da tranquilidad, lo cual es importante a lo largo de toda la vida, pero, sobretodo, en esta etapa final debido, entre otras cosas, a la mayor indefensión asociada a ella. Para vivir una jubilación digna y disfrutar de las ventajas que ofrece (hablaremos de ellas en otro artículo), es necesario disponer de determinados ingresos.
Por eso está justificado la "revuelta" de los pensionistas ante el recorte tajante que le pretende meter este gobierno, revalorizándolas, no en función del IPC, sino del 0,25%. Para ser conscientes de lo que supone semejante tijeretazo te invito a ver las tablas publicadas en este mismo blog, en el post titulado "La pesadilla de las pensiones"
Es el momento de pasar los deseos a a objetivos. Mi situación deseada, que empiezo a convertirla en situación objetivo, es la de seguir practicando una
vida activa que rompa con los estereotipos que muchas personas tienen sobre
este colectivo y, por supuesto, seguir conservando los tres rasgos que más me caracterizan
a lo largo de mi vida: la proactividad, el entusiasmo y el tercero, dicho en
palabras de Einstein, “lo importante es no
perder jamás esta bendita curiosidad”.
Es una etapa que al igual que las anteriores está, o debería estar, llena de posibilidades y desafíos, aunque lógicamente, tanto las posibilidades como los desafíos, son cualitativamente diferentes de los de las otras etapas.
Comencé esta serie de LOS MAYORES, incorporando a
este blog la semana pasa, un artículo titulado “La Pesadilla de las Pensiones”, que
escribí en el año 2014, y que fue publicado en diferentes medios. Lo hice
porque a pesar de haber transcurrido 4 años está de plena actualidad.
También, dada su temática, pertenece a la misma serie,
otro artículo que escribí hace más de 10 años, y que incorporé a este mismo blog en el mes de
julio de 2017, titulado “Las tres edades”
Tema de actualidad
La
invisibilidad social de los mayores, de repente cambió de signo y pasó a ver la
luz. Apartados del sistema productivo y condenados al ostracismo social por
arte y magia de la incompetencia de los políticos de turno, que les llevó a
encender el interruptor de las “sagradas pensiones”, hizo que los mayores salieran de su letargo y pasasen a ser parte
activa y visible en foros en los que son olímpicamente ignorados. Su presencia
en las calles, en los medios de comunicación, en las tertulias televisivas, en
las discusiones del bar, en las redes sociales, en las conversaciones familiares,
forma ya parte de la cotidianidad.
Pero,
¿quiénes son esos mayores que tanta guerra están dando? ¿Es consciente la
sociedad de quiénes estamos hablando? ¿Tienen conciencia (capacidad de darse cuenta)
ellos mismos de quienes son como colectivo?
Y a ti, sea cual sea tu edad, ¿te
interesa el tema de los mayores?
¿Has pensado que, con un poco de suerte, y un mucho puesto de tú parte, llegarás a serlo tú también?
¿A quién nos referimos cuando hablamos de
personas mayores?
La
psicología nos dice que todos tenemos una Identidad Personal, es decir, una serie
de rasgos y características propias de cada persona. También todos tenemos una
Identidad Social, la cual nos define en función de los grupos a los que
pertenecemos. Para la sociología es la Identidad la que nos lleva a la comprensión de quienes somos y quienes son los demás y, también, a la comprensión que los otros tienen de sí mismos y de los demás individuos, incluidos nosotros.
La
sociología también nos ubica en una determinada Generación: “conjunto de personas que,
por haber nacido en el mismo período histórico, recibieron estímulos culturales
y sociales similares y, por lo tanto, comparten gustos, comportamientos e
intereses”.
“Una generación no es sólo un puñado de hombres
egregios, ni simplemente masa: es como un nuevo cuerpo social con su minoría
selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia
con una trayectoria vital determinada. La
generación, compromiso dinámico entre masa e individuo, es el concepto más
importante de la historia, y, por así decirlo, el gozne sobre la que ésta
ejecuta sus movimientos.” [1] (El
destacado con negrita es mío)
En
la Figura 1 quedamos perfectamente definidos con respecto a la edad y a la
generación a la que pertenecemos cada uno. Aquí nos vamos a referir y a
ocuparnos de los Mayores, es decir, de
las personas que componen la población de la Tercera y Cuarta Edad.
Lo
primero que tenemos que considerar es que no estamos hablando de un grupo homogéneo.
No todas las personas envejecen de la misma forma. Cada persona, en función de
una serie de variables y experiencias vitales que tuvo, se desarrolló de forma individual
y distinta a cualquier otra.
Lo
segundo a considerar es entender la ancianidad como una etapa más del ciclo
evolutivo. La última etapa de la vida de cualquier humano que haya llegado a ella, y que disciplinas tales como la geriatría y la gerontología se ocupan de que la
vivamos con la mayor calidad de vida posible. También debería ocuparse de ella la política, los políticos, no limitándose a verlos simplemente como un coste en su acepción de "cantidad de dinero que cuesta una cosa", y la sociedad en general cambiando su percepción de "carga" por la de valoración del patrimonio de experiencias y valores que tienen las personas mayores y lo que pueden aportar, gracias al mismo, a la familia y a la sociedad.
¿Qué autoimagen tienes de ti mismo?
¿Cómo te ves y sientes dentro de la población de personas mayores,
si es que perteneces a ella?
¿Cómo te imaginas a ti mismo, si aún
no formas parte de la misma, cuando llegues?
Los estereotipos de las personas mayores
El hecho de pertenecer a un grupo da lugar a
que los demás nos perciban de una manera determinada y a un trato diferenciado
por parte de estos. La percepción que tenemos de los grupos a los que no
pertenecemos, y que es la que origina este trato diferenciado, la sustentamos, en
muchas ocasiones, en prejuicios y estereotipos que nos llevan a tratarlos de
forma discriminatoria.
Hay una considerable relación entre la
identidad social y la autoestima, ya
que esta depende mucho de la valoración de las personas que nos rodean: nos
miramos a nosotros en el espejo de la cara de los demás y en función de lo que
percibimos de señales de afecto o rechazo, así nos sube o baja la autoestima. La
autoestima tiene que ver con cómo las personas se sienten a sí mismas. El cómo
se sienta, bien o mal, condicionará en buena medida su comportamiento.
Recojo el siguiente párrafo pues me parece interesante para situar la
autoestima en un contexto práctico y comprensible:
"El
rostro que el agua nos devuelve no es el mismo para nuestros ojos que para los
demás. Has de ver tu imagen con tus ojos y con los de ellos y usar la faz que
más te convenga. Las personas se interpretan en tres estados: el estar, el ser
y el permanecer. El ser se vincula a uno mismo y es la imagen que uno mismo
percibe; el estar es la imagen que a uno
mismo le llega del entorno, es el reflejo visto por los demás; el permanecer es
retrato de las obras que uno hace a lo largo de la vida y es la historia la que
se encarga de juzgarlo en forma de recuerdo o de olvido. Cada quien ha de
esforzarse para mejorar los tres iconos de la vida y a ti, mi buen discípulo, te
falta el estar".[2]
Hay
toda una parafernalia de términos que se utilizan para referirse a una persona mayor.
Tal vez los más utilizados son los términos de adultos mayores, mayor, anciano, abuelo y jubilado. Últimamente destaca el de PENSIONISTA. Hay personas que les parece denigrantes muchas de
las palabras empleadas para referirse a los mayores lo cual trajo, como
consecuencia, que apareciera el nombre
de “Tercera Edad” con el que se pretendía eliminar todo tipo connotación
negativa. Lo cierto es que muchas personas lo consideran como un eufemismo.
Ver: https://neuroforma.blogspot.com.es/2017/01/la-corrosion-lenguaje-sinconciencia.html
Hay toda una retahíla de (¿insultos?) añadidos
que componen el estereotipo con que muchas personas perciben a los
pertenecientes a la población de los mayores: carcamal, añejo, senil, caduco,
decrépito, vejestorio, carroza, nonagenario, octogenario, ochentón,
chocho, matusalén, añoso, arcaico, asilado,
caduco, veterano, vetusto, envejecido, longevo, senil,
setentón, vejestorio… Todos ellos se
refieren a personas que han llegado a una determinada edad cronológica.
Es una obligación de todos, pero sobre todo de
los mayores, el eliminar los
estereotipos que producen desvalorización de la vejez.
Tenemos
el reto de enseñar a nuestros hijos y nietos cómo se vive una vejez activa y gratificante, para que cuando ellos lleguen
a la misma, la afronten con una sana autoestima e impidan que los agrupen en un
“almacén de viejos” decrépitos e inservibles.
Todos sabemos que la mejor forma de educar y enseñar es a través del propio ejemplo. Observando ellos, como sus mayores adoptan un estilo de vida determinado, por aprendizaje vicario u observacional, aprenden a como afrontarla ellos cuando lleguen allí.
¿Percibes algún cambio significativo
en el comportamiento de los demás hacia ti, desde que entraste a formar parte de
la población de los mayores?
La gran paradoja
Otra de las paradojas, de las que se dan en nuestra sociedad actual, afecta e implica de lleno a la población de
los mayores. Consiste, dicha paradoja, en que cada vez vivimos más años y, a su vez, cada vez
tenemos menos hijos. Sube la esperanza de vida y baja la natalidad. Esta
paradoja genera muchas consecuencias, entre las cuales se encuentra, la de añadir una mayor incertidumbre a la
población de los mayores.
Dos
palabras, incertidumbres y mayores, que combinadas entre sí y asociadas, no
facilitan la tan ansiada meta que
muchas
personas se marcaron, planificaron y se ocuparon para que se cumpliera,
cuando llegaran a la edad de
jubilarse: vivir una vejez tranquila y sosegada, como premio final a una vida
dura y competitiva entregada casi en exclusiva a un trabajo que, en la mayoría
de casos no tuvo otro sentido e incentivo que la de “ganarse los garbanzos”.
Una
minoría sí tuvo el privilegio de trabajar en algo que le gustaba, y a la vez
que se ganaba los garbanzos (motivación extrínseca), disfrutó con lo que hizo y experimentó el gozo
de la motivación intrínseca. Otra minoría tuvo la sabiduría necesaria para
encontrar un sentido a su trabajo y experimentó la tan poderosa motivación
transcendente, la cual se da cuando lo que uno hace origina beneficios para
muchos. Un ejemplo paradigmático de esta última minoría es la Madre Teresa de
Calcuta.
Entre
las muchas cuestiones de las que se ocuparon los mayores antes de serlo, para
garantizar la jubilación, (ya mencionamos antes lo importante que era prepararla), fue la de cotizar para que cuando llegase la hora
pudieran cobrar una pensión determinada en función de unas normas jurídicas
establecidas, a través de las cuales se
regulaba, entre otras cuestiones, la
cuantía de la pensión a cobrar, en función, sobre todo, de la cuantía
de las cotizaciones que se hubieran realizado y de los años cotizados.
Además se garantizaba su poder adquisitivo
mediante una actualización anual de las
mismas a través del IPC.
Todos confiamos en la seguridad jurídica: “Principio
del derecho, universalmente reconocido, que se basa en la «certeza del
derecho», tanto en el ámbito de su publicidad como en su aplicación, y que
significa la seguridad de que se conoce, o puede conocerse, lo previsto como
prohibido, ordenado o permitido por el poder público”. Romper la seguridad
jurídica es de lo peor que puede hacer un gobierno.
Si en un país se rompe la seguridad jurídica deja de ser un país fiable. Si la rompe con los más vulnerables, nos encontramos ante un sadismo manifiesto. A sus habitantes no les quedará más opción que, antes o después, ¡echarse al monte!
¿A quien pretenden engañar?
Centrando el tema de las
PENSIONES
Cuando en las tertulias televisivas se habla de las
pensiones, más que llevarnos a entender bien el problema nos llevan a
incrementar la confusión. Nos “ahogan” y avasallan con todo un exceso de
información irrelevante que nos confunde y desvía nuestra atención sobre lo
importante. Hay mucha “carroña informativa" que nos lleva a enzarzamos en
bizantinas discusiones sobre anécdotas y a la práctica del onanismo mental.
Si el problema se entiende mal, no
podrá nunca tomarse una decisión correcta. La regla práctica para concretar un
problema es hacerse y responderse a dos preguntas:
1. ¿De qué se trata aquí en realidad?
La realidad de los pensionistas actuales es muy
sencilla: recuperar la legalidad anterior (Índice de Revalorización de las
Pensiones según el IPC) que se cambió de forma unilateral por este
gobierno.
2. ¿Qué pasará cuando los pensionistas resuelven el
problema?
Que revalorizarán las pensiones en función del IPC
y estas no tendría pérdidas en su poder adquisitivo.
Lo demás es ignorar que envejecer supone incrementar la claridad mental, y aún así pretenden, los políticos y sus ecos, que los mayores se queden mirando el dedo cuando alguien señala la luna.
Si
definimos la confianza en alguien como “tener la certeza de que no tomará una decisión en contra tuya.
¿Qué grado de confianza tienes en que
los políticos respeten lo pactado con respecto a tu pensión y no tomen una
decisión que te perjudique?
“Envejecer es como escalar una montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, y la vista más amplia y serena”. Ingmar Bergman
En
los próximos artículos abordaremos los
siguientes apartados referidos a Los Mayores:
Ruptura
generacional
La
guerra generacional
No
nos dejemos engañar: Concretando el problema
La
perspectiva temporal
Bibliografía:
[1]
Ortega y Gasset, J. (1961). El tema de
nuestro tiempo. Madrid: Revista de Occidente
[2] Lamelas, J. La leyenda de las lágrimas doradas.
Ediciones Atlantis, Madrid 2010.