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jueves, 7 de junio de 2018

EL VALOR DE LA PALABRA




EL VALOR DE LA PALABRA

“¡La confianza es buena; el control mejor!"


Nos hemos acostumbrado a que los políticos, en general,  nos den gato por liebre. Hemos tolerado,  e incluso  justificado,  que los políticos, en general, representen un “papel” que luego, a la larga (algunos a la corta), no son capaces de mantener.

Cuando digo “los políticos, en general”, doy por supuesto que no “todos son iguales” y que, como en todas las profesiones,  hay una amplia gama de perfiles.

Los actores representan un papel, ya sea en el teatro o en las películas,  y todos somos conscientes de que es algo que tan sólo  interpretan, que no es verdad. Puede llegar a fascinarnos la película o la obra de teatro pero,  una vez que termina,  nos queda muy claro que tan sólo se trataba  de algo que se representaba.


Parece elemental que deberíamos exigirles a nuestros políticos,  primero,  que crean en lo que dicen;  segundo, que actúen en                          consecuencia.


 ¿Es tal vez exigirles demasiado?

Claro que posiblemente, antes de exigirles a los políticos  que no utilicen la máscara,  que no fabriquen un falso yo para actuar, tal vez tendríamos que empezar por nosotros mismos y auto exigirnos,  cada uno así mismo,  que bajo ningún concepto nos dejaremos engañar.

¿Es tal vez exigirnos demasiado?


Toda transformación  empieza con un cambio de mentalidad

No podemos cambiar a los demás pero sí podemos cambiarnos a nosotros mismo.  
¿Qué pasaría si empezamos por tener en cuenta aquello de León Tolstoi:
“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”,  y nos ponemos manos a la obra.
A mi juicio, uno de las cosas urgentes en las que deberíamos poner el foco,   sería en el papel que esta sociedad nos hace representar como ciudadanos y cambiarlo radicalmente.



Vivimos en una sociedad etiquetada, en la que se fomenta una tipología de ¿ciudadanos? más parecidos a ovejas mudas y ciegas que a otra cosa, en la que abundan robots humanos programados por múltiples fuentes pero, todas coincidentes en el mismo objetivo:  en que no pensemos  por cuenta propia, sino lo que nos dicen que pensemos.  En una sociedad en la que se impone lo convencional que nos lleva a  establecer con los demás unas relaciones basadas en la hipocresía. Una sociedad en la que se impone  lo igual, lo clónico y la consiguiente expulsión del diferente.






¿Somos conscientes de la etiqueta bajo la que vivimos?
¿Cuántas veces al día nos hacemos el ciego,  ignorando acontecimientos que deberían impulsar nuestra acción?
¿Con qué frecuencia  reímos la gracia o asentimos ante alguien que manifiesta una opinión con la que discrepamos en el fondo y en la forma?
¿Qué causas nos impiden discrepar asertivamente?
¿Dónde se  creó y programó  el algoritmo que marca nuestras pautas de actuación?


Darse cuenta



En la medida en que incrementemos nuestra conciencia,  entendida  como los conocimientos que un ser tiene de sí mismo, de los demás y de su entorno,  y que le permiten “darse cuenta” de lo que ocurre en su interior, de lo que le ocurre a los demás y de lo que sucede en el medio en el que se desenvuelve, estaremos incrementando también nuestra autogestión y proactividad.

 La proactividad, desde el punto de vista práctico,   nos permite dar respuestas elegidas por nosotros mismos a los estímulos que nos presentan,  y no respuestas reactivas promovidas por el estímulo o por convencionalismos más inconscientes,  que marcan lo políticamente correcto fomentando unas relaciones superficiales y puramente instrumentales. 


La proactividad nos permite fomentar el “arte de ser uno mismo”, y comportarnos en todo momento de acuerdo a                  decisiones propias tomadas previamente.



La autogestión consiste en  gestionar la propia  vida, y pasa por el gobierno de uno mismo, por practicar,  con todas las consecuencias,  un lema que llevo años y años repitiendo en diversos y variados foros: “tu conduces tu vida, tú decides”. Para el gobierno de uno mismo hemos propuesto, en varios artículos de este mismo blog,  una gran coalición entre lo intelectual y lo emocional, entre el pensar y el sentir, entre el pensamiento  crítico y el optimismo funcional.

Poner el foco en lo que acabamos de reseñar, acelera el cambio de mentalidad de las personas, el cual fue la causa determinante de cualquier transformación social a lo largo de la historia.
 Un cambio de mentalidad que estamos viviendo actualmente y que referido a los políticos podíamos sintetizarlo así:



Principios y valores declarados, determinarán los comportamientos practicados. Cuando no sea así, entrará en funcionamiento ese eslogan que fue  tan mencionado: “El que la hace la paga”.



Entendiendo por “el que la hace”, ya no solamente el que roba o se corrompe a través de las múltiples formas que existen, sino también, el que promete una cosa y luego hace la contraria, el que nos “vende” un programa y luego, una vez en el gobierno se olvida del mismo. El que pretende darnos gato por liebre.

Este cambio de mentalidad  hará que sea imposible que los corruptos,  cuando toman la decisión basada en el coste-beneficio con miras a  lograr su enriquecimiento personal, esta no le salga a cuenta, como hasta ahora, de tal forma que después de ir unos cuantos años a la cárcel le quedan por delante largos años para vivir a cuerpo de rey.

El cambio de mentalidad tiene que llevar a crear un entorno en el que si alguien cae en la corrupción, primero devuelva lo robado, segundo cumpla los años de cárcel que le correspondan y, después que “haga la calle”.

En cuanto a los que prometen y luego no cumplen,  hay que recordarles que la ontología del lenguaje sostiene que el lenguaje humano no sólo describe la realidad de forma pasiva: también genera realidad de forma activa. El lenguaje es acción y crea realidades de forma continua.

Todo lo que hablamos da como resultado “productos lingüísticos”, los cuales los podemos clasificar, según Rafael Echeverría,  así:

Afirmaciones, declaraciones, PROMESAS, ofertas y peticiones.
Cuando hacemos una afirmación,  nos comprometemos a la veracidad de lo que afirmamos.
Cuando hacemos una declaración, nos comprometemos a la validez y a lo adecuado de lo declarado


Cuando hacemos una promesa, una petición o una oferta, nos comprometemos a la sinceridad de la promesa enunciada. Cuando nos comprometemos a cumplir una promesa nos comprometemos, también, a tener la competencia para cumplir con las condiciones de satisfacción estipuladas.

Referido a nosotros mismos, ese cambio de mentalidad, nos llevará a dejar atrás la famosa resignación tan predicada. A entender que resignarse es una aceptación sin acción previa, con lo cual aceptar y resignarse ante un hecho que nos daña,  lo único que genera es un mayor sufrimiento. Un ejemplo  paradigmático de este cambio de mentalidad es el de  los pensionistas actuales, sus luchas y sus logros, los cuales les abalan para poder decir de sí mismos: hemos cambiado el mundo, cambiemos ahora nosotros.

Termino este artículo  con el  lema  con el que lo empiezo. Se atribuye  a Lenin, sacándolo tal vez un poco o incluso un mucho  de contexto, para aplicarlo aquí,  sin el sentido cínico en el que es probable que se aplicara el original. Lo utilizo  aquí para decir que no debemos caer, ni siquiera los que militan en algún partido político,  en una “confianza ciega” en los políticos. Tenemos que lograr que vivan desde la verdad y no desde la mentira, de tal forma que sus votantes sepan lo que pueden esperar de ellos, y no permitan que los políticos, en general, caigan  en aquello de
  “ Dar gato por liebre”.








jueves, 16 de marzo de 2017

CONSTRUYÉNDOTE 3: APLICACIÓN PRÁCTICA


Construyéndote (3)


Aplicación práctica del PENSAMIENTO CRÍTICO

                   LA POLÍTICA Y EL PENSAMIENTO CRÍTICO



   «¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos
                                                                    Chico Marx en “Sopa de ganso” 
Ha sido noticia hace unos días, un diputado polaco: "Tras justificar este miércoles que las mujeres cobren menos que los hombres porque son "más débiles, más pequeñas y menos inteligentes", el eurodiputado de extrema derecha polaco Janusz Korwin-Mikke es objeto de una investigación por parte del Parlamento Europeo.[1]

Una cosa son los valores declarados y otra, distinta, en muchas personas sobre todo en los políticos, los valores practicados. Suele haber una gran distancia entre ambos.En este caso, el diputado polaco, tiene la osadía de declararlos. Es menos hipócrita que otros, pero, igual  de  aberrante.

 ¿Cómo se puede votar a alguien con un pensamiento egocéntrico tan  acusado?
Cuando una  persona  se centra en exclusiva en sí misma,  observa el mundo en función de sus propios intereses exclusivamente,  y pensando en procurar  sus propios deseos aún a expensas de los derechos y necesidades de los demás, en el último contexto en el que no debería encajar  sería en el político. Se supone que servir a los demás y no servirse de ellos es la máxima por antonomasia de un político decente. Una persona con este tipo de pensamiento no puede representar a nadie, ni siquiera a sí mismo.

¿Cómo pensamos  lo que pensamos?

La base de nuestros  pensamientos está en lo que creemos. Nuestras  creencias son las responsables de nuestros pensamientos. Investiga tus creencias y llegarás a la raíz de tus pensamientos. Son ellas las que dan una estructura a nuestra mente, creando un “estilo de pensar”, unos hábitos o programas mentales orientados  en un sentido u otro.

También son los cimientos de los valores. A partir de lo que creemos, creamos nuestros valores. Los valores son las priorizaciones que tú haces acerca del valor que tienen para ti las cosas. Influyen en tus pensamientos, sentimientos y acciones.Este esquema de cómo pensamos,  podemos generalizarlo a todos.

En el caso particular del diputado que nos ocupa, hay que preguntarse  lo siguiente:
¿Revisó en alguna ocasión sus creencias? ¿Es consciente de la rigidez de su pensamiento?
Estas mentes operan así: Parten de la premisa de que lo que creen es cierto sin haber cuestionado jamás las bases de sus creencias. Sus argumentos los podemos sintetizar así: “Yo lo creo,  luego es cierto”.

Además de lo anterior, que podríamos llamarle egocentrismo personal,  hay que añadirle el  grupo al que pertenece. Desde esta perspectiva,  parten de la premisa de que las creencias más relevantes del grupo son ciertas; tampoco se las han cuestionado nunca. La síntesis de sus argumentos sería así: “Nosotros lo creemos,  luego es cierto”. Si el anterior era un egocentrismo personal, esto es un sociocentrismo  radical.


¿Reconoces tus tendencias egocéntricas?
¿Tratas de analizar tus posibles creencias irracionales?

Cuando una irracionalidad tan acusada entra en un parlamento, es para asustarse, no por los políticos, sino por quiénes les votan.


Unos ciudadanos con pensamiento crítico un poco desarrollado,  no tolerarían esto.
¿Cómo?
¡Jamás tendrían políticos así!
 ¿Cómo?
¡Nunca los votarían!
Ya es hora de que nos hagamos responsables de cómo pensamos y de las consecuencias e implicaciones que puede generar nuestro voto.Tenemos la capacidad de ver, pero también tenemos la responsabilidad de ampliar nuestra visión.

Un ciudadano votante,  con un pensamiento crítico medianamente desarrollado, apela, entre otras cosas,  al razonamiento ético. Entiende que su comportamiento, su voto, tiene consecuencias en el bienestar de los demás,  pudiendo  aumentar o disminuir su calidad de vida.
Asume que es inalienablemente libre de votar a quién quiera, pero , como no puede haber libertad sin responsabilidad, también asume que tiene que responsabilizarse de las consecuencias que genera su acto completamente libre de votar.

De esta forma recordaría, antes de emitir su voto,  que hay comportamientos que no son éticos. Por ejemplo, en este caso, no es ético el sexismo, entendido como tratar a las personas desigualmente,  en función de su género. Y ya no digamos,  si este tratar desigualmente,   supone perjudicarlas o dañarlas. Lo mismo podemos decir del racismo: tratar a las personas desigualmente (y de modo dañino) en virtud de su raza o su etnicidad.

¿Somos conscientes de cuántos atentados a los estándares éticos cometen partidos, que fueron votados por ciudadanos bienintencionados pero faltos de pensamiento crítico?

Sigue habiendo en nuestro planeta tierra esclavitud, genocidio, tortura, sexismo, racismo, fraude,
 engaño, intimidación... Una persona con estándares éticos adecuados respeta escrupulosamente los derechos humanos universales y de los animales.


La experiencia que tenemos todos nosotros, por el simple  hecho de vivir,  nos hace ser conscientes de la falta de congruencia y de la inconsistencia de los seres humanos. Con mucha frecuencia decimos una cosa y luego hacemos otra. A veces, o muchas veces en algunos entornos,  como en el político,  esa “otra cosa” es justamente,  ya no ligeramente diferente a lo que dijeron, sino exactamente la contraria.

Nuestra experiencia también nos pone de manifiesto,  que tenemos unos criterios para juzgar a los demás, y otros, más laxos para juzgarnos a nosotros mismos.

También, aun cuando no seamos conscientes de ello, caemos en el egocentrismo en múltiples ocasiones y, también, en el etnocentrismo: "tendencia a considerar los rasgos, estilos, ideas y valores observados en otros grupos culturales como inferiores y menos naturales que los del grupo propio". Un ejemplo claro son aquellas películas de indios y vaqueros que tanto nos gustaban de niños. ¿Qué representación hacían de los indios?¿Con que estereotipos se les definía? Nada que ver con la imagen de los indios que plantea, desde un punto de vista antropológico la película de “Bailando con Lobos”.

¿Entendemos  la irracionalidad del pensamiento egocéntrico? ¿Somos  conscientes de cuando estamos operando desde el mismo?


La antropología,  al etnocentrismo opone el concepto de relativismo  cultural: "principio que afirma que todos los sistemas culturales son intrínsecamente iguales en valor y que los rasgos característicos de cada uno tienen que ser evaluados y explicados dentro del contexto del sistema en el que aparece".  
Las definiciones de etnocentrismo y de relativismo cultural las copié literalmente  de uno de los libros que me valieron para preparar la asignatura de antropología cuando estudiaba en la universidad. Todavía lo conservo con gran cariño en mi biblioteca y recurro a él con frecuencia deleitándome con sus ideas. [2]

Somos inconsistentes también, en nuestro pensar. Si nos referimos a uno de sus componentes, los conocimientos, nos desenvolvemos fundamentalmente a través de un saber ingenuo, el cual es espontaneo, no nos cuesta esfuerzo. El saber  crítico,  que exige una determinada actitud, requiere  autodisciplina y esfuerzo.  El saber crítico sólo puede admitir algo cuando está fundamentado, esto es, exige que se aduzcan los fundamentos o razones de cada afirmación (principio de razón). Esto ya exige esfuerzo.

La Fundación para el pensamiento crítico dice que “cuando pensamos, tenemos un propósito con un punto de vista, basado en suposiciones que llevan a implicaciones y consecuencias. Usamos conceptos, ideas y teorías para interpretar datos, hechos y experiencias, para contestar preguntas, resolver problemas y asuntos”.  [3]

¿Qué conclusiones sacaríamos si analizamos el pensamiento expresado en las declaraciones de este diputado polaco, a través de los 8 elementos o estructuras básicas de todo pensamiento?
Referido al propósito: ¿Qué propósito, objetivo o meta tenía?, ¿Cuál era su intención?
¿Qué quería lograr?
Referido a las Implicaciones y consecuencias: Si alguien aceptara su posición, ¿Cuáles serían las implicaciones?  ¿Qué está insinuando?
Por lo que respecta a las Suposiciones: ¿Qué está dando por sentado? ¿Qué suposiciones le llevan a esta conclusión?
Te invito a contestarte a ti mismo las preguntas que se formulan en la imagen de abajo para cada uno de los elementos de análisis.


¿Reconocemos  el poder y el daño potencial del pensamiento egocéntrico en nosotros  mismos y en los demás?
¿Ponemos  todas nuestras alertas en marcha para ser conscientes de cuando estamos funcionando a nivel egocéntrico y tratamos de controlarlo o minimizarlo?


 



REFERENCIAS
[2] HARRIS Marvin.: Introducción a la antropología general. Alianza Universidad Textos. Madrid 1987
[3]  Elder y Richard Paul, 2002, Dillon Beach: Fundación para el Pensamiento Crítico, www.criticalthinking.org