INTERPRETANDO EL MUNDO
“La idea de democracia no es uno de esos conceptos
abstractos que podemos esperar precisar mediante simple racionalización.
Semejante a otras ideas (...) de las que han vivido tantos ideólogos modernos,
no ha sido en sus orígenes, y no es todavía en gran parte más que la expresión
aproximada de una profunda aspiración, pero confusa, que intenta salir a luz y formularse”
Teilhard de Chardin en su obra 'El porvenir del hombre'
Los humanos interpretamos a través de la interpretación que hacemos de los múltiples estímulos que constantemente nos bombardean (ejemplo paradigmático los anuncios publicitarios). Los mismos humanos que hemos alcanzado en la escala evolutiva el punto más avanzado de lo cual se puede inferir que tenemos una gran capacidad de adaptarnos a los variados entornos con los que hemos tenido que lidiar y lo hemos hecho a pesar de las limitaciones que se manifiestan en nuestra percepción.
Estas limitaciones se ponen de relieve y afectan en mucha medida en la manera que tenemos de interactuar con el mundo.
Nuestro cerebro es selectivo y subjetivo, percibiendo pequeñas
porciones del entorno en el que nos movemos: nuestra vista solo ve dentro de un
espectro estrecho muy limitado; nuestro oído, tiene severas limitaciones si lo comparamos
con muchos animales; nuestro gusto lo describe muy
bien Vicent en su columna de hoy (se puede leer más abajo) : “El gusto también
se siente muy confuso frente a la comida basura. Ya nadie sabe lo que come. El
gaznate traga con todo”. Lo mismo hace con el olfato: “El olfato humano carece
de prestigio, apenas sirve de nada, puesto que con la nariz es imposible seguir
el rastro de la verdad”.
En la actual era del
Conocimiento, en la que estamos viviendo, las nuevas tecnologías y sobre todo
la expansión de Internet generaron la cibercultura. El filósofo Pierre Lévy la
aborda en su libro “La cibercultura: ¿el segundo diluvio?”. Todo parece indicar que nos están ahogando con un
exceso de información y que la nueva arma de manipulación ya no es ocultando la
información, sino proporcionando tal exceso de ella que ya no sepamos
diferenciar la buena de la mala, la verdadera de la falsa, el grano de la paja.
A mi juicio, la cuestión pasa por ‘saber mirar’ lo cual consiste, más concretamente, en tener los recursos necesarios para filtrar lo esencial, de todo el flujo de información que recibimos, y saber diferenciar lo importante de lo accesorio, y no dejar que nos “ahoguen” ni nos manipulen, algo necesario e imprescindible para la persona que quiera auto gestionarse, hacerse responsable de su propia vida. La atención y los cinco filtros (que desarrollaremos en otro artículo) nos permitirán quedarnos con el grano desechando la paja. Vamos hoy ocuparnos de
Saber Mirar.
Lo primero es diferenciar entre ver y mirar.El ver es algo natural. De todos los sentidos que tenemos los humanos, del que más dependemos es de la visión. Se suele cuantificar que el 80% de la información que recibimos es a través de los ojos. Aun así, estamos muy limitados y de todo el espectro visual, el ojo humano solamente ve una parte muy pequeña, concretamente la comprendida entre 380 y 760 nanómetros de longitud de ondas electromagnética (BROWN, T.S.; WALLACE, P.M., “Psicología fisiológica”, McGraw-Hill, Madrid, 1990, pág. 97). No podemos ver nada por debajo de 380 (ultravioleta), ni nada por encima de 760 (infrarrojos)
El mirar es algo intencional, cultural y aprendido. Si el ver está limitado a longitudes de onda comprendidas en el intervalo antes mencionado, el mirar, también está limitado y condicionado, no de forma colectiva, es decir, en todos los humanos, sino de forma individual, en cada uno de nosotros de forma diferente, en función de nuestra experiencia, cultura y de nuestro aprendizaje. Si en el ver tenemos un filtro neurológico, en el mirar tenemos dos filtros: uno cultural y otro individual.
El mirar es encontrar sentido y es imposible encontrarlo fuera si previamente no lo tenemos dentro. De aquí se deducen interesantes conclusiones:
- 1. No miramos el mundo
tal y como este es; lo miramos tal y como somos nosotros. (“En este mundo
traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que
se mira” Ramón de Campoamor)
- 2. Miramos en función de
nuestra experiencia y relación con el mundo. (“El que tiene solo un martillo
cree que todo son clavos”)
- 3. La inteligencia es
mirar algo donde otros no ven nada.
- 4. Una persona con
experiencia es la que puede mirar las cosas desde múltiples puntos de vista.
Miramos solo lo que conocemos, por lo que mirar y conocimientos están
íntimamente relacionados. Este mirar particular nos lleva a vivir, a cada uno
de nosotros, no en la realidad objetiva, sino en la realidad subjetiva,
construida por cada uno de nosotros.
Vemos todo lo que miramos pero no miramos todo lo que vemos. Vemos con los
ojos pero miramos con la necesidad, con la intención y con la voluntad. Así por
ejemplo, si mañana te encuentras con un conocido en una calle a las 15 horas y
resulta que él va a comer y tú ya has comido, y os ponéis a hablar, igual
te sorprende, de repente, diciéndote: ¡Que olor a calamares fritos sale
de esa cafetería! Tú ni te habías dado cuenta. Él tiene la necesidad hambre por
no haber comido, tú no la tienes porque ya has comido (Percepción ecológica de
Gibson)
Si tú tienes en la mente una meta, un proyecto, un objetivo, vas a mirar
cosas e información en tu entorno que te ayudarán a conseguir la meta y
que no mirarías, ni siquiera verías, si no tuvieses esa meta,
proyecto u objetivo en tu mente.
Te invito, para entender las preguntas que hago más abajo, a buscar y leer los conceptos emic y etic, etnocentrismo y relativismo cultural, desarrollados por la antropología y que gracias a ellos, ahora que
estamos dándole vueltas a la transición
democrática, uno de sus principales protagonistas iniciales, García
Trevijano, del que nadie habla, salió airoso de un “debate aprieto” en un
programa de TV llamado “La Clave” de Balbín. Si no los tuviese en su cerebro no
los podría utilizar para explicar una situación complicada para él que no
recuerdo bien, pero creo que se trataba de la redacción de la constitución de
Angola)
¿Cuáles son los límites que le impones a
tu mirar?
¿Ves la vida con un enfoque
“etnocentrista” o de “relativismo cultural”?
¿Describes las cosas desde un punto de
vista “emic” o desde un enfoque “etic”?
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La mano en la herida
Me tocas, te toco, luego existo: he aquí una certeza
insoslayable, cosa que no se puede decir del resto de los sentidos
La vista no es en absoluto fiable. Cualquier imagen que veas podría
estar manipulada. Tampoco el oído ofrece ninguna garantía. La
cantidad de mentiras, chismes y falsos rumores que se oyen cada día es inagotable. El gusto
también se siente muy confuso frente a la comida basura. Ya nadie sabe lo que
come. El gaznate traga con todo. El olfato humano carece de prestigio, apenas
sirve de nada, puesto que con la nariz es imposible seguir el rastro de la
verdad. Solo queda el tacto, el único del que te puedes fiar como un sordomudo.
Me tocas, te toco, luego existo: he aquí una certeza insoslayable, cosa que no
se puede decir del resto de los sentidos corporales que abastecen nuestro
conocimiento de la realidad. Existe un ejemplo sagrado. Los cristianos creen
que el Nazareno murió en la cruz y resucitó al tercer día. Lo primero que hizo
al salir del sepulcro, antes que ir a ver a su madre, fue encontrarse con la
que algunos dicen que era su novia, María Magdalena. Como es lógico, esta
mujer, arrebatada por el amor, trató de abrazarlo, pero el resucitado rehuyó el
contacto. “Noli me tangere, —le dijo— no me toques”. Aquel ser virtual
mandó a la mujer que diera a los discípulos la noticia de que estaba vivo, pese
a ser intangible. Todos lo dieron por bueno, todos salvo Tomás, quien dijo que
solo creería si metía su dedo en el lugar de los clavos y su mano en la herida
de su costado que le había infligido la lanza del centurión. La Magdalena le
juraba en vano que el resucitado era real, que lo había visto y lo había oído.
Cuando dentro de poco la humanidad quede atrapada en el bosque de la
inteligencia artificial todo será verdadero y falso, verdad y mentira al mismo
tiempo. Pero frente a lo que veas, oigas y sientas, a la hora de buscar la
verdad habrá que seguir el método analógico del incrédulo Tomás. “Pon tu mano
en mi herida para saber si existo” —se dirán unos a otros. Entre el ser y la
nada, el tacto constituirá el único certificado de aquella vieja realidad.
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