ELOGIO AL MUNDO ANIMAL
“El animalismo no trata de poner a los animales en el centro,
ni de forzar a elegir entre estos o los humanos,
sino de construir un mundo más ético"
Rosa Montero
Tal vez
Manuel Vicent, en su tiempo, utilizó en la escuela la Enciclopedia Álvarez:
intuitiva, sintética y práctica. En ella en el apartado de ciencias naturales se decía los seres que los humanos pertenecemos al
reino animal.
Al margen
de ideas religiosas, todas respetables, la ciencia nos dice que los humanos
somos animales, más concretamente, somos mamíferos del orden de los primates.
La separación entre humano y animal excluyendo al ser humano del grupo animal
y, además, creyéndonos seres superiores
y con el derecho a marginar a los ‘otros animales’, es una idea errónea y
basada en la ingenuidad o la ignorancia.
La idea de que el ser humano es superior a otras especies es una creencia
antropocéntrica que no tiene ninguna fundamentación científica (como ya hemos
dicho, para la ciencia el ser humano es un animal). Pero aun así, muchas
personas se aferran a esa idea de superioridad diciendo que los humanos somos
diferentes.
Es
evidente que los humanos somos diferentes a otros animales, del mismo modo que
las vacas son diferentes a otros
animales, que las hormigas también son diferentes y cualquier especie que nos
imaginemos es diferente a otra especie.
Pero ello no quiere decir que no pertenecemos al reino animal ni que
somos superiores a las demás animales ni que somos el centro del universo. En la secuenciación genómica puede leerse que compartimos el 99% de los genes con los
chimpancés, el 90% con las ratas, el 50% con la mosca de la fruta e incluso un
20% con las plantas. Con el plátano, por
ejemplo, hasta el 50%. Un amante de los animales no suele caer en el
antropomorfismo del que hablamos anteriormente. Y no suele caer por que respeta
a los animales en función de sus características propias lo que le permite comprenderlos y valorarlos.
Según nos dice la ciencia actual, los mamíferos
comparten con nosotros necesidades y
emociones. También sostiene que es probable que también las tengan las aves, los reptiles y los peces. Ver los
experimentos de Harry Harlow sobre la
privación materna. Yuval Noah Harari,
profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén nos dice que “Pruebas
convergentes indican que animales no humanos tienen los sustratos
neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de estados conscientes,
junto con la capacidad de exhibir comportamientos intencionales […]”.Los
mamíferos no viven solo de comida. También necesitan vínculos emocionales. Que
se lo pregunten sino a la perrita que no pudo proteger a su cachorro (en un
incendio en Vigo) pero luego lo buscó hasta encontrarlo y transportarlo.
Todos
los animales merecen nuestra consideración moral y respeto. El filósofo inglés
John Gray sostiene que lo único que nos diferencia de los animales es nuestro
miedo a la muerte: ni el lenguaje ni los artefactos lo hacen. “Los castores se
construyen sus propias casas, los cuervos utilizan herramientas para atrapar
comida, los simios forman culturas valiéndose de conocimientos transmitidos de
generaciones previas, los aullidos de los lobos y los cantos de las ballenas
son sonidos que emiten al hablar entre sí”. El temor a la muerte sí nos
pertenece en exclusiva, sin embargo.
Mejorar entre todos el bienestar animal es
el objetivo del Día Mundial de los Animales que se celebra todos los años el 4
de octubre.
Mi gato
i
Reino animal
Me gustan los peces voladores y aquellos delfines que
salían a recibirte en la travesía a Ibiza. Odio los leones de los escudos y
banderas y también los del circo
Me gustan los grillos y el croar de las
ranas en una charca en las noches de verano y también a la hora de la siesta el
sonido frenético de las cigarras. Odio las cucarachas que al encender
la luz de la cocina se esconden bajo el fregadero y los
mosquitos aplastados en la pared de la habitación de un motel abandonado, pero
no al escarabajo pelotero que se guía por la Vía Láctea al arrastrar su bola de
estiércol. Me gusta el canto del cuco en los atardeceres de primavera y el
grito de los vencejos recién llegados y el paso de un bando de torcaces que
nadie sabe de dónde viene ni adónde va. Odio los pájaros enjaulados y los acuarios donde los tiburones
dan vueltas y vueltas buscando la presa y al final se conforman
con comer su propia harina de pescado. Me gustan los peces voladores y aquellos
delfines que salían a flor de agua a recibirte en la travesía a Ibiza. Odio los
leones de los escudos y banderas y también los que, en el circo, lejos
de devorar al domador, después de tantos rugidos y zarpazos acaban
por pasar por el aro y sentarse en un taburete y también al guepardo que al
final de la belleza de su espléndida y elástica arrancada se come a la gacela
que comparte con las hienas. Me gustan los toros en el campo, los caballos montados
por jinetes elegantes, los perros que mueven el rabo con
alegría aunque llegues derrotado a casa, los que acompañan a los
mendigos que duermen en la calle, los que juegan con los niños y persiguen a
las mariposas en el parque, los que tienen en brazos las ancianas como único
consuelo de su soledad, los que descubren los muertos y heridos bajo los
escombros, los que llevan a los ciegos a un
concierto y conocen todos los movimientos de una sinfonía de Mozart, los
que lo saben todo de tu vida con solo mirarte a los ojos. Hubo un tiempo en que
los animales eran dioses. En esas estamos hoy, animal o dios, esa es la
cuestión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario