domingo, 14 de enero de 2024

Elogio al mundo animal

 





ELOGIO AL MUNDO ANIMAL

“El animalismo no trata de poner a los animales en el centro, 

ni de forzar a elegir entre estos o los humanos, 

sino de construir un mundo más ético" 

Rosa Montero

 

Tal vez Manuel Vicent, en su tiempo, utilizó en la escuela la Enciclopedia Álvarez: intuitiva, sintética y práctica. En ella en el apartado de ciencias naturales  se decía los seres que los humanos pertenecemos al reino animal.

Al margen de ideas religiosas, todas respetables, la ciencia nos dice que los humanos somos animales, más concretamente, somos mamíferos del orden de los primates. La separación entre humano y animal excluyendo al ser humano del grupo animal y, además, creyéndonos  seres superiores y con el derecho a marginar a los ‘otros animales’, es una idea errónea y basada  en la ingenuidad o la ignorancia. La idea de que el ser humano es superior a otras especies es una creencia antropocéntrica que no tiene ninguna fundamentación científica (como ya hemos dicho, para la ciencia el ser humano es un animal). Pero aun así, muchas personas se aferran a esa idea de superioridad diciendo que los humanos somos diferentes.

Es evidente que los humanos somos diferentes a otros animales, del mismo modo que las vacas  son diferentes a otros animales, que las hormigas también son diferentes y cualquier especie que nos imaginemos es diferente a otra especie.  Pero ello no quiere decir que no pertenecemos al reino animal ni que somos superiores a las demás animales ni que somos el centro del universo. En  la secuenciación genómica puede leerse  que compartimos el 99% de los genes con los chimpancés, el 90% con las ratas, el 50% con la mosca de la fruta e incluso un 20% con las plantas. Con  el plátano, por ejemplo, hasta el 50%. Un amante de los animales no suele caer en el antropomorfismo del que hablamos anteriormente. Y no suele caer por que respeta a los animales en función de sus características propias  lo que le permite comprenderlos y valorarlos. Según nos dice la ciencia actual, los mamíferos  comparten con nosotros necesidades y  emociones. También sostiene que es probable que también las tengan  las aves, los reptiles y los peces. Ver los experimentos de Harry Harlow  sobre la privación materna.   Yuval Noah Harari, profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén nos dice que “Pruebas convergentes indican que animales no humanos tienen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de estados conscientes, junto con la capacidad de exhibir comportamientos intencionales […]”.Los mamíferos no viven solo de comida. También necesitan vínculos emocionales. Que se lo pregunten sino a la perrita que no pudo proteger a su cachorro (en un incendio en Vigo) pero luego lo buscó hasta encontrarlo y transportarlo.

Todos los animales merecen nuestra consideración moral y respeto. El filósofo inglés John Gray sostiene que lo único que nos diferencia de los animales es nuestro miedo a la muerte: ni el lenguaje ni los artefactos lo hacen. “Los castores se construyen sus propias casas, los cuervos utilizan herramientas para atrapar comida, los simios forman culturas valiéndose de conocimientos transmitidos de generaciones previas, los aullidos de los lobos y los cantos de las ballenas son sonidos que emiten al hablar entre sí”. El temor a la muerte sí nos pertenece en exclusiva, sin embargo.

Mejorar entre todos el bienestar animal es el objetivo del Día Mundial de los Animales que se celebra todos los años el 4 de octubre.



Mi gato

Piki Pikillas alias el Guliguillas



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COLUMNA

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Reino animal

Me gustan los peces voladores y aquellos delfines que salían a recibirte en la travesía a Ibiza. Odio los leones de los escudos y banderas y también los del circo


MANUEL VICENT

14 ENE 2024 - 05:00 CET

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Me gustan los grillos y el croar de las ranas en una charca en las noches de verano y también a la hora de la siesta el sonido frenético de las cigarras. Odio las cucarachas que al encender la luz de la cocina se esconden bajo el fregadero y los mosquitos aplastados en la pared de la habitación de un motel abandonado, pero no al escarabajo pelotero que se guía por la Vía Láctea al arrastrar su bola de estiércol. Me gusta el canto del cuco en los atardeceres de primavera y el grito de los vencejos recién llegados y el paso de un bando de torcaces que nadie sabe de dónde viene ni adónde va. Odio los pájaros enjaulados y los acuarios donde los tiburones dan vueltas y vueltas buscando la presa y al final se conforman con comer su propia harina de pescado. Me gustan los peces voladores y aquellos delfines que salían a flor de agua a recibirte en la travesía a Ibiza. Odio los leones de los escudos y banderas y también los que, en el circo, lejos de devorar al domador, después de tantos rugidos y zarpazos acaban por pasar por el aro y sentarse en un taburete y también al guepardo que al final de la belleza de su espléndida y elástica arrancada se come a la gacela que comparte con las hienas. Me gustan los toros en el campo, los caballos montados por jinetes elegantes, los perros que mueven el rabo con alegría aunque llegues derrotado a casa, los que acompañan a los mendigos que duermen en la calle, los que juegan con los niños y persiguen a las mariposas en el parque, los que tienen en brazos las ancianas como único consuelo de su soledad, los que descubren los muertos y heridos bajo los escombros, los que llevan a los ciegos a un concierto y conocen todos los movimientos de una sinfonía de Mozart, los que lo saben todo de tu vida con solo mirarte a los ojos. Hubo un tiempo en que los animales eran dioses. En esas estamos hoy, animal o dios, esa es la cuestión.

 


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