GRAN ACIERTO
"Porque no escribimos historias, sino vidas; ni es en las acciones más ruidosas en la que se manifiestan la virtud o el vicio, sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirve más para pintar un carácter que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades".
Plutarco: Vidas Paralelas
En todos los tiempos ha sucedido que las personas mayores se vieron en la necesidad de superar los retos a los que fueron sometidos en su forma de ver el mundo. Tal vez siempre les ha costado, en los últimos años de su vida, no solamente adaptarse a los cambios físicos y psicológicos propios de los seres humanos, sino que , además, adaptarse a los nuevos tiempos y a las costumbres que se fueron imponiendo hasta transformarse, ellas mismas, en elementos referenciales de la realidad.
Lo cierto es que siempre ha habido cambios, lo que ha variado es la velocidad de los mismos: cambios que antes se iban fraguando lentamente durante décadas, en la actualidad se producen en muy pocos años. Unos están tan convencidos que son para peor, hasta el punto de declarar que “cualquier tiempo pasado fue mejor que el actual”. Otros, por lo contrario, los ven como positivos, como cambios que se van produciendo y mejorando el mundo y nuestra estancia en el mismo.
Ver:
EL
MEJOR VS EL PEOR DE LOS MUNDOS POSIBLES
https://neuroforma.blogspot.com/2023/02/el-mejor-vs-el-peor-de-los-mundos.html
Esto indica
algo muy obvio cual es que los humanos somos más subjetivos que objetivos: “Soy
subjetivo porque soy sujeto, si fuese objetivo sería objeto”. Lo que sucede con
esta cuestión es que lo obvio, si no se explica, deja de ser obvio. De aquí la
importancia de recordar que es necesario diferenciar entre hechos y opiniones,
y seguir lo que nos decía, en tiempos de Adolfo Suarez, el ministro gallego
Otero Novas: “Usted puede tener opiniones distintas a las mías, pero no datos distintos
a los míos”. Lo cierto es que si construimos nuestra visión del mundo con datos reales, es posible que
lleguemos a la conclusión de que no es tan malo como parece.
Hans Rosling, editó en el año 2018 un libro titulado ‘Factfulness’,
en el que exponía 10 razones por las que estamos equivocados sobre el mundo y
por las que las cosas están mejor de lo que pensamos. Para él, los humanos
tenemos una forma muy dramática de ver la realidad actual. Para él, factfulness es objetividad,
remitirse a los hechos y no dejarse llevar por el dramatismo.
El viernes, 12 de abril de 2019, escribí en este mismo blog un artículo
que titulé
MAYORES 6: EL APOCALIPSIS DE LAS PENSIONES y que empezaba así:
Sobre el tema “Pensiones” el número de relatos que nos cuentan es realmente asombroso: El relato de la insostenibilidad, el relato de la necesidad de ajustes, el relato de la inviabilidad de las mismas… Hasta algunos lo intentan con el relato de que "vivimos muchos años", que hay que morirse antes, generando entre los pensionistas incertidumbre e incluso culpabilidad...
Yo, en aquel entonces, no había escuchado la palabra apocalipsis a ningún político. En la actualidad se la escucho con frecuencia. Es una pena que no hayan leido el libro de Hans Rosling, los políticos actuales que nos anuncian diariamente el apocalipsis, ya no solo referido a las pensiones, sino a la política en general y a los resultados logrados por el gobierno de Pedro Sanchez.
El gran analista y divulgador de las tendencias globales que fue Hans Rosling, sostenía que los humanos tenemos 10 instintos que distorsionan nuestra visión y que van desde nuestra tendencia a dividir el mundo en dos campos (nosotros contra ellos) nunca más actual que en estos tiempos, a la manera en la que consumimos la información de los medios (basada en la explotación del miedo), de pura actualidad, pasando por el modo en el que percibimos el progreso (creyendo que las cosas siempre empeoran) para muestra la gran cantidad de agoreros. Nuestro problema es que no somos conscientes de lo que no sabemos, e incluso cuando estamos informados nos dejamos llevar por sesgos inconscientes y predecibles, muchos de ellos procedentes de las ideologías. Si cada uno de nosotros pudiera pesar en una balanza, poniendo en un platillo todo lo que sabe y en el otro todo lo que ignora, llegaríamos a la conclusión de que somos una gota de conocimiento en un mar de ignorancia.
Toda la
introducción anterior me surgió después de que los medios de comunicación
difundieran la noticia que menciono más abajo y, sobre todo, después de
leer los comentarios suscitados por los lectores de los tres periódicos digitales
a los que estoy suscrito, lo cual me motivó a publicar en mi blog esta noticia como signo evidente de que el mundo va cada vez mejor.
Gran acierto, a mi juicio, el de Yolanda Díaz de contar con la joven y talentosa escritora Elizabeth Duval como portavoz del feminismo de la campaña de Sumar. La he escuchado en varios debates y siempre me recuerda a Habermas y su obsesión por la democracia deliberativa, la cual, según Habernas, permite la expresión de todas las discrepancias con el fin de que la deliberación avance hacia consensos sociales, acerca de muchos debates que aparecen en los medios de comunicación, incluidas las opiniones de los lectores.
Elizabeth
Duval es, en mi opinión, una practicante del Principio de Cooperación de Grice y, muy especialmente, de
la Máxima de Cortesía: Intente mantener,
a través de sus intervenciones en la conversación, tanto su autoimagen como la
autoimagen de su interlocutor.
¿Hará que muchos políticos actuales, sean más conscientes de qué auto imagen dan cuando lo que emiten son exclusivamente exabruptos?
Elizabeth, sin duda, contribuirá a democratizar la democracia, poniendo su granito de arena para incrementar la igualdad y la justicia, y ojalá elimine, de los espacios públicos, la utilización del exabrupto como medio de argumentar.
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— Sumar incorpora a la escritora Elizabeth Duval como portavoz de feminismo de la campaña
Artículo escrito en elDiario.es por
Elizabeth Duval
4 de julio de 2023 11:20h
Dar un paso adelante
No sería consecuente con mi empeño en la transformación y mi insistencia en abrir debates de otro modo si no abrazara la oportunidad de hacerlo cuando se me ofrece tan claramente.
Siempre he creído que hay algo muy
peligroso en ese discurso según el cual toda persona que asume una
responsabilidad política lo haría por intereses propios y perversos, para
enriquecerse, para aferrarse. Me parece un discurso injusto en la exacta medida
en que es falso. La política, o al menos la concepción que yo tengo de ella, no
es un juego: es la inmensa responsabilidad de hacerse cargo de la
transformación social, la producción de un horizonte. Y de ella deriva más
dolor que enriquecimiento.
Son varias las circunstancias
que para mí representaban requisitos a la hora de decidir implicarme como
portavoz de Feminismo, Igualdad y Derechos y Libertades LGTBI+ de Sumar. La
primera: se trata de una posición en la que sigo siendo independiente. No
represento a un partido, sino a una coalición en la que se unen más de quince
fuerzas; no adquiero un carnet.
La segunda: es una
responsabilidad transitoria. El 24 de julio, con la campaña finalizada, mis
responsabilidades cesarán. Podré volver a mis labores habituales, leer,
escribir, también redactar mi columna preciada de cada miércoles. Insisto en
esto, porque es una promesa, igual que afirmé que no iría en listas y no voy, o
no ocuparía cargos orgánicos en un futuro. No voy a afirmar que nunca lo haga.
Pero no será después de estas elecciones, como tampoco lo sería si hubiera
repetición electoral. Mi responsabilidad se ciñe a la campaña, en la campaña
empieza y en la campaña acaba, y cuando mi labor como comunicadora de esta se
termine quiero volver para seguir formándome y aprendiendo, disfrutando.
La tercera es de un carácter
distinto al de las otras dos: la consideración ética. No sería consecuente con
mi empeño en la transformación y mi insistencia en abrir debates de otro modo
si no abrazara la oportunidad de hacerlo cuando se me ofrece tan claramente. No
sería responsable con mi país si no ofreciera lo mejor de mí en un momento tan
urgente. Y no sería genuinamente independiente si no asumiera, durante esta
campaña, la necesidad de cesar mis intervenciones en medios y dedicarme en
cuerpo y alma a mis labores de portavocía, con la vista siempre puesta en
regresar.
No sobra nadie a la hora de
ofrecer un horizonte de certezas para nuestro país. Movimientos políticos tan
transformadores y que nutren de forma tan profunda nuestro pensamiento como el
feminismo no pueden convertirse en la fractura fantasmáticamente convocada por
algunos. Si creo en algo, es en el poder de la palabra; si creo en las
palabras, es por el debate; aspiro a un feminismo firme y de mayorías, capaz de
convencer a través de esas palabras y transformar todas las vidas. Si no
creyera que puedo aportar con mis formas, humildemente, empujando tan sólo un
poco ese horizonte de esperanza, nunca me habría implicado en Sumar.
Es difícil no hacerlo cuando
alguien de la talla de Yolanda Díaz –la mejor vicepresidenta de la historia de
este país; la mejor ministra de Trabajo de la historia de este país– te lo pide
y te convoca a esa tarea. Para mí hubiera sido mucho más cómodo criticar la
campaña en lugar de buscar influir en ella, pero prefiero lo incómodo, la duda,
el intento. Prefiero coger una pequeña parte de la responsabilidad en construir
el futuro que queremos y mostrar que la juventud también puede hacerse cargo de
la historia de su país, querer otra España distinta, convencer con un feminismo
que sume. Son mis motivos para dar un paso adelante. Y les aseguro, lectoras y
lectores de elDiario.es, que tan pronto como cese en mis funciones
volverán a leerme en estas páginas.
i
Hydra, 1960
Después de una historia de amor que duró ocho años, al
despertar del sueño, Leonard supo que Marianne lo había abandonado
Él se ha quedado dormido en la hamaca
con las gafas caídas en la punta de la nariz, el lápiz a un lado y un cuaderno
de notas abierto sobre su pecho desnudo; dentro del sueño oye los gritos de los
niños de unos pescadores que se bañan en la cala. Algunos retales de sol se
filtran entre la sombra de una parra donde en torno a los racimos de la uva
dorada zumban las abejas. Ella se balancea en una vieja mecedora. Lleva una
camisa de algodón, un sombrero de paja, unas sandalias grecolatinas, el
pantalón corto impregnado de salitre, la piel quemada. La casa es muy humilde,
tiene las paredes encaladas, las maderas pintadas de verde y en este momento la
brisa que viene del mar infla las cortinas blancas. Todos los barrancos de la
isla están llenos de espliego y alacranes y abren un ojo azul deslumbrado al
Egeo. Nada era tan hermoso como estar juntos y habitar una aseada austeridad
junto al mar, olvidados de todos, habiéndolo olvidado todo y oír de noche el
sonido de las olas que les llevaba muy lejos con las velas ligeras de la
imaginación desplegadas hacia las suaves calinas de una patria común donde
habitan marineros semejantes a Telémaco y ninfas aromatizadas de brea y
marihuana. Antes de abandonar la casa, ella ha dejado una nota escrita en la
mesa de la cocina junto a una ensalada de apio y aguacate, que tanto le
gustaba. El joven que duerme en la hamaca se llama Leonard Cohen; la mujer que
se balanceaba en la mecedora era su novia Marianne. Estaban en
Hydra, una isla griega, en 1960, Fue aquel día cuando después de una historia
de amor que duró ocho años, al despertar del sueño, Leonard supo que Marianne
lo había abandonado. Entonces él tomó el cuaderno de notas que tenía sobre su
pecho y escribió: “Tu cuerpo, Marianne, estará siempre en esta casa, en
cualquier otro mar” Leonard entendió que había llegado el tiempo de llorar.
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