domingo, 23 de octubre de 2022

El SILENCIO y la INACCIÓN de las MASAS




El SILENCIO y la INACCIÓN de las  MASAS

 

"Aquí ya no hay cabras que tiren al monte. Ahora todos somos ovejas pasivas y no hay ninguna que se atreva a salirse del rebaño." Manuel Vicent


A veces,  tengo la sensación de que todo fue planificado para que los antiguos humanos que  en múltiples ocasiones  se transformaban en “cabras que tiran al monte”  y eran capaces de generar una funcional y adaptativa ira se fueron, poco a poco,  transformando en  “ovejas pasivas”. Un  paso para ello, fue transformar la auténtica ira, en una ira farisaica, fingida, irreal, de pacotilla.

 Siguiendo un principio psicológico que sostiene que "cualquier estímulo a base de repetición pierde intensidad" (habituación:proceso por el cual, ante un estímulo repetido, la respuesta es cada vez menos intensa.)     y aplicándolo, sistemáticamente, se logra, en primer lugar,  eliminar nuestra capacidad de asombro (¡casi nada!). Lo normal es que una persona que pasa por la vida con ciertas inquietudes, principios y valores, nunca pierde su capacidad de asombro,  pues,  justamente  eso es la vida: tener la capacidad de asombrarse. Es triste y patético contemplar cómo cada vez un mayor número de personas no se asombran por nada ni por nadie, en especial ante hechos generadores de un asombro negativo  ante actos de auténtica injusticia. Terminan por convertirse en "no personas",  en el sentido orwelliano: pasan un proceso de "vaporización" de la vida, como si nunca hubieran existido.  

La estrategia consiste en  bombardearnos con  imágenes de todo tipo,   desde  las más sangrientas y horrorosas, hasta las más neutras consiguiendo, que con el tiempo,  fueran bajando la cantidad de sensación que generan hasta terminar por no llegar  nunca al umbral absoluto: la cantidad mínima de un estímulo que un humano puede detectar. Como resultado final logran  ya no solo eliminarnos nuestro asombro (componente imprescindible de la vida humana), sino, también, adulterar y eliminar  la función adaptativa de las emociones básicas o primarias. Para entender esto, con la profundidad suficiente que nos lleve a  darnos cuenta de su importancia,  conviene pararse un poco con las emociones.

Ya quedan pocas personas que se levantan cada mañana con la sensación de que estrenan el mundo.  

Las emociones son una gran fuente de información para cada uno de nosotros. El saber “leerlas” y aprovecharnos de la valiosísima información que nos transmiten,  es uno de los rasgos de la inteligencia emocional. Si desde el punto de vista somático lo normal es que tengamos una temperatura de 36,5 grados,  desde el punto de vista mental, lo normal es que  nos  encontremos  a gusto, tranquilos, optimistas e ilusionados. 


Si las emociones que sientes son otras,  distintas y negativas, es señal de que tienes un problema que resolver. Un problema que puede estar localizado dentro  o fuera de uno mismo, o incluso en los dos sitios a la vez.

Si  te interesa el tema y quieres profundizar te invito a leer:

Sentirse BIEN, sentirse MAL

https://neuroforma.blogspot.com/2022/02/sentirse-bien-sentirse-mal.html

Las emociones son un sistema de evaluación que nos informa de nuestra realidad dándole una carga afectiva. Su función es premiar las conductas adaptativas, aquello que hacemos bien y nos favorece (lo que nos conviene) mientras que nos hacen llegar un feedback negativo cuando nuestra actuación es inadecuada (lo que no nos conviene). Si nuestros antepasados no hubiesen tenido la capacidad de aprender y recordar todo aquello asociado a sus emociones y,  a través de este mecanismo,  saber seleccionar que conductas y respuestas eran adaptativas y cuáles no, hoy no estaríamos aquí.

A estas alturas, ya casi todos somos conscientes de que el conocimiento de las emociones es fundamental. Lo curioso es  que  en la formación que hemos recibido a lo largo de nuestra vida, ninguna se ocupara de nuestra alfabetización emocional. La educación formal estaba  enfocada, en exclusiva, a potenciar y desarrollar los procesos intelectuales y cognitivos ignorando las emociones. Así se formaba nuestra realidad emocional.

 Hoy la formación emocional ya no se relega solamente  el ámbito privado, al propio individuo y a la familia;  ya se ocupan de ella las escuelas, las universidades y las empresas. Y esto es así,  dado que una escasa inteligencia emocional y su correspondiente analfabetismo emocional,  genera problemas y dificultades de todo tipo en el orden individual, familiar, social, escolar y laboral.

Determinadas  emociones son un mecanismo de alarma que se dispara cada vez que se presenta ante nosotros una situación peligrosa o crítica. En situaciones extremas toman el control y deciden qué acciones son ejecutadas de forma impulsiva,  sin dejar intervenir ni la voluntad ni la razón. Se produce un “eclipse mental”: reacción emocional inmediata y muy fuerte que provoca una serie de respuestas tales como paralización, huida, ataque, etc. Nuestros antepasados, los primeros humanos, confiaban en estas reacciones para sobrevivir cuando se enfrentaban a un peligro. Darwin sostenía que somos los descendientes de los antepasados que utilizaron la reacción con éxito y sobrevivieron, a diferencia de los que no lo hicieron. Esto nos trajo hasta aquí, con unas emociones que nuestros antepasados seleccionaron muy bien pagando un alto precio en ese aprendizaje. Para que hoy,  ante un alimento que huele mal, nosotros lo tiremos a la basura, muchos de nuestros antepasado tuvieron que morir comiendo dichos alimentos hasta que se generó la emoción de Asco o Repugnancia que nos invita a alejarse de algo que tenga mala pinta.  Y aquí estamos nosotros con unas necesidades emocionales y una lógica de las emociones. Aun considerando que "lo que te trajo hasta aquí, no garantiza que te lleve hasta allí, sí cabe, a mi juicio, preguntarnos hasta donde nos llevarán estas adulteraciones que operan sobre el asombro y la capacidad adaptativa de las emociones básicas o primarias. 

 La tesis que afirma la existencia de un número determinado de emociones básicas o primarias gira, en cierto modo, en torno al descubrimiento realizado por Paul Ekman, de la Universidad de California en San Francisco, de seis expresiones faciales concretas. Hay varias clasificaciones de las emociones básicas pero en general se entiende que son las siguientes: el miedo, la ira, la tristeza , la felicidad, la  repugnancia y la sorpresa, las cuales son reconocidas por personas de culturas diversas procedentes de todo el mundo (incluyendo a los pueblos supuestamente no contaminados por el cine y la televisión), un hecho que parece sugerir su universalidad.

  Las emociones básicas o primarias tienen un carácter adaptativo"conjunto de habilidades conceptuales, sociales y prácticas aprendidas por las personas para funcionar en su vida diaria"). Cumplen una función natural. Así,  por ejemplo, cuando sentimos miedo, es que anticipamos una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre e inseguridad. Nos ponemos pálidos dado que la sangre se retira del rostro, dirigiéndose a los músculos  y piernas. Es decir, lleva energía y  se prepara el organismo para dar una respuesta de huir o luchar.

Con  la ira, sentimos rabia, enojo, resentimiento, furia e irritabilidad. La sangre fluye a las manos y se incrementa el ritmo cardiaco y el nivel de adrenalina. Se prepara el organismo para realizar una acción  enérgica.

Como resumen, si consideramos la función adaptativa de las emociones básicas, podemos considerar las siguientes funciones: Miedo: tendemos a la protección; Sorpresa: nos ayuda a orientarnos frente a una nueva situación; Repugnancia: nos produce rechazo hacia aquello que tenemos delante; Ira: nos induce a la acción; Felicidad: nos induce a la reproducción, deseando repetir aquel suceso que nos hizo sentir bien; Tristeza: nos motiva hacia una nueva reintegración personal.

Los contemporáneos, conservamos las mismas emociones que nuestros más remotos antepasados. Apenas han variado a lo largo de la evolución. Lo que sí ha evolucionado es la forma en que las manifestamos, y, también, la forma en que las satisfacemos.  Podemos sentir ira hacia un compañero de trabajo y no por ello atacarlo hasta seccionarle la yugular.

Como ejemplo paradigmático de la adulteración de las emociones básicas o primarias,   podemos poner el de la pérdida de la función adaptativa de la ira,  que no es otra que la de conducirnos a la acción ejecutando las necesarias para restaurar la situación de injusticia que nos la provocó. Lo que se ha conseguido es anestesiarnos la ira adaptativa y funcional,  y nos acostumbraron a desarrollar ante situaciones claramente injustas y  antisociales una “ira farisaica”, ficticia,  que se manifiesta sobre todo (como todas las emociones) a través del lenguaje no verbal,  y que se queda ahí, sin emprender ninguna acción  que restaure la situación y vuelva a cumplir los estándares éticos propios de sociedades civilizadas.

Es necesario recuperar la esencia de la ira  como emoción básica  adaptativa.

  

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Como siempre, a continuación, copio y pego la columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por no abrirle el enlace.

En mi opinión (respeto al que piense justamente lo contrario) lo que escribe Manuel Vicent es auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi motivación básica es la trascendente (" Me gusta lo que hago porque beneficia a muchas personas"): Hacer de forma altruista mi pequeña aportación al desarrollo personal y profesional de las personas y a crear una sociedad más justa.”

Sigo siempre el mismo proceso: Como todos los lectores suscritos a El País,leo la columna de Vicent el domingo a la mañana cuando me despierto. La reflexiono, e inspirado en ella,  escribo mi comentario y, dos horas después,  lo publico en mi blog y en otros foros. Posteriormente, si tengo tiempo, le doy otra vuelta  y añado cosas que se me ocurren hasta dejarlo ya definitivamente terminado en mi blog.

                                            

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COLUMNA

OPINIÓN

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Corderos

Parece que la sociedad civil se ha quedado sin pulso y no cabe esperar que millones de ciudadanos se levanten dispuestos a detener la miserable tropelía de la guerra entre Rusia y la OTAN

MANUEL VICENT

16 OCT 2022 - 05:00 CEST

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En esta guerra entre Rusia y la OTAN en la que Ucrania solo pone los muertos no esperes que de una y otra parte del conflicto se levanten millones de ciudadanos con gritos y pancartas dispuestos a detener esta miserable tropelía como sucedió en las guerras del Golfo, en la de los Balcanes y en la de Vietnam. Aquí ya no hay cabras que tiren al monte. Ahora todos somos ovejas pasivas y no hay ninguna que se atreva a salirse del rebaño. Parece que la sociedad civil se ha quedado exangüe, sin pulso. Existe la creencia de que hagas lo que hagas no va servir de nada, de modo que lo mejor es quedarse en casa. Al menos los cerdos chillan cuando presienten que los van a sacrificar. Las ovejas, no. Muchas veces en la carretera uno se cruza con un camión lleno de corderos hacinados que se dirigen al matadero. Esta imagen podría ser el paradigma del tiempo en que vivimos. Durante la guerra de Vietnam los jóvenes norteamericanos para expresar su rebeldía realizaban sentadas en los campus de las universidades y llenaban el aire de voces y canciones airadas. Aquella cólera juvenil convirtió el pacifismo en una nueva estética, hasta el punto que la última moda consistía en vestirse con los harapos de los soldados vencidos o desertores que se vendían en los mercadillos de pulgas. La guerra de los Balcanes y la del Golfo también obligó a cientos de miles de ciudadanos a cumplir con el deber moral de manifestar su protesta en la calle. Puede que aquel sentimiento antibelicista sirviera de poco, pero al menos uno sentía que la sociedad aún tenía capacidad de cólera frente a los señores de la guerra y al brutal negocio de las armas. Pese a que hoy el conflicto entre Rusia y la OTAN atañe directamente a nuestras vidas y al futuro de Europa, esta sangrienta destrucción sigue su curso ante el silencio de los corderos cuyo destino todo el mundo sabe que es el matadero.

https://elpais.com/opinion/2022-10-16/corderos.html

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