martes, 27 de septiembre de 2022

POMPA Y BOATO EN TIEMPOS DE PENURIA

 


POMPA Y BOATO en tiempos de PENURIA


"Majestad, no permitáis que la adulación entre en vuestra casa."                                    Homilía en la Coronación de S.M. el Rey Juan Carlos I Pronunciada por cardenal Tarancón

                                                                                     

 

La columna que todos los domingos escribe Manuel Vicent en El País, y que yo copio más abajo,  la titula  Incontinencia en el funeral”. Normalmente la comento el domingo mismo, que en este caso debería de haber sido el 25-09-2022. Lo hago hoy con dos días de retraso. (El domingo no estaba inspirado y me di cuenta de que Cela no tenía razón diciendo  que  dependía del culo, es decir,  de  estar mucho tiempo sentado tratando de sacar el escrito adelante).

A mi juicio es todo un despropósito exhibir, sin ningún rubor,  tanta pompa y boato, durante tanto tiempo, en una sociedad en la cual muchos ciudadanos   se ven obligados a privarse de las cosas más necesarias para vivir, por mucha necesidad política que haya de someter a una “hipnosis colectiva” a esos mismos ciudadanos privamos de lo más elemental.

En cuanto al acto en sí mismo del funeral de Estado de la reina Isabel II de Inglaterra, lo resume muy bien Manuel Vicent  con el título que creó para su columna que estamos comentando: Incontinencia en el funeral.

En el siglo XVIII, desde la filosofía y la teología,  se explicaba la existencia de Dios mediante una analogía,   equiparando la maquinaria de un reloj a la maquinaria del mundo. Si un reloj no apareció sin más en la naturaleza y necesitó de un creador  que lo fabricara, dada la complejidad del universo, solamente pudo crearlo un relojero que no pudo ser otro que Dios. Tuvo que aparecer Darwin, con su teoría de la selección natural,  para demostrar que la naturaleza se ha hecho a sí misma, sin necesidad de la intervención de ningún relojero.

La incontinencia verbal del arzobispo de Canterbury, invocando  “al coro de ángeles para que se llevaran al cielo el alma de la finada” y prometiendo  “la vida eterna a todos los asistentes,”  sin duda es un claro síntoma de verborragia. Predicar desde un enfoque teológico que argumenta a partir de verdades absolutas y que se sustenta en la fe religiosa, nada tiene que ver con las ‘verdades provisionales’ de la ciencia sostenidas en la experimentación. Tal vez los selectos asistentes al acto, muchos de los cuales pasarán a formar parte de los libros de la historia, quedarían mucho más satisfechos y convencidos si el arzobispo les predicara que una forma de seguir vivos, conquistando la  inmortalidad, es a través de ser recordados en la memoria de otros. Muchos de los asistentes, sin duda aspiraron y les motivó mucho a lo largo de su trayectoria vital, el  saber que entrarían en la historia de la humanidad  y serían por largo tiempo recordados, aunque la mayoría de tales recuerdos no fueran muy gratificantes respecto a su paso por este mundo.

Sin duda la experiencia y sabiduría eclesiástica del arzobispo de Canterbury  le llevó a pensar que no era el contexto adecuado para disertar   sobre la diferencia que hay entre la persona y el personaje y recordarles lo que dice el evangelio  cristiano: “El que se ensalza será humillado”.  O dicho en palabras de Gandhi: “El que quiera acercarse a Dios, debe reducirse a la nada”, que traducido al evangelio vendría a ser “El que se humilla será ensalzado”.  De esta forma no habría necesidad de componer un acto frágil y engañoso.  

Otra cosa, distinta,  es la incontinencia urinaria, claro y evidente  síntoma  de que la vejez,  y sobre todo la muerte,  nos igualan a todos los humanos.

 


¿Será esta la causa, que produce el efecto,  de generar  la abismal desigualdad que existe entre los humanos del planeta tierra?

 


Nos dice el Dalai Lama en su libro titulado  “EL UNIVERSO EN UN SOLO ÁTOMO” que     “...los descubrimientos científicos afectan a nuestra manera de comprender el mundo  y nuestro propio lugar en él.  Esto tiene consecuencias en nuestro comportamiento.”

La aproximación a la ciencia la mayoría de personajes invitados al funeral, probablemente fuera muy escasa, por no decir nula. Las verdades, con evidencia empírica,   entre ellos nunca fueron bien soportadas como pone de manifiesto el cuento escrito por Hans Christian Andersen conocido por ‘El Rey desnudo’.

Termino recurriendo a  Manuel Vicent en su columna del 18-09-2022:

“Pero se trata de una magnífica cáscara vacía en cuyo interior se mueven personajes que solo son reales porque tienen la necesidad perentoria de ir al cuarto de baño varias veces al día.



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 Como siempre, a continuación, copio y pego la columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por no abrirle el enlace.

En mi opinión (respeto al que piense justamente lo contrario) lo que escribe Manuel Vicent es auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi motivación básica es la trascendente (" Me gusta lo que hago porque beneficia a muchas personas"): Hacer de forma altruista mi pequeña aportación al desarrollo personal y profesional de las personas y a crear una sociedad más justa.”

Sigo siempre el mismo proceso: Como todos los lectores suscritos a El País,leo la columna de Vicent el domingo a la mañana cuando me despierto. La reflexiono, e inspirado en ella,  escribo mi comentario y, dos horas después,  lo publico en mi blog y en otros foros. Posteriormente, si tengo tiempo, le doy otra vuelta  y añado cosas que se me ocurren hasta dejarlo ya definitivamente terminado en mi blog.

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COLUMNA

Incontinencia en el funeral

MANUEL VICENT|25 SEPT 2022 - 05:00 CEST

En el fastuoso e interminable funeral de Estado por el alma de la reina Isabel II de Inglaterra, pese a que el espectáculo estuvo medido y controlado hasta el más mínimo detalle, allí en la Abadía de Westminster se produjo una doble incontinencia, una urinaria y otra verbal. Durante la ceremonia, la televisión no dejó de apacentarse de forma muy golosa sobre los rostros aparentemente compungidos de la familia real británica, sobre los uniformes llenos de galones, condecoraciones y medallas, sobre los chaqués, pamelas y trajes oscuros de los 2.000 invitados entre los que había reyes, jefes de Estado y de Gobierno de medio planeta, pero si las cámaras hubieran podido husmear a estos personajes por dentro, sin duda habrían descubierto muchas sondas, botellas y pañales absorbentes entre las piernas de tan altos dignatarios. De hecho, mientras desde el altar el arzobispo de Canterbury invocaba al coro de ángeles para que se llevaran al cielo el alma de la finada y prometía la vida eterna a todos los asistentes, puede que algunos de aquellos jerarcas hubieran dejado con gusto a un lado la inmortalidad, a cambio de tener en ese momento su vejiga controlada. Pero esta incontinencia no era nada frente a la del propio arzobispo de Canterbury, quien cernido por la luz que provenía de los vitrales y revestido con los ornamentos sagrados desafiaba a la base de la ciencia afirmando sin pestañear que un día vamos a salir de la tumba para ser juzgados en el juicio final en el valle de Josafat. Cuando el telescopio James Webb está sacando las primeras entrañas del universo desde el fondo de más de 12.000 millones de años, venir a decirnos con toda solemnidad que tenemos que rogar a Dios el perdón de nuestros pecados sin aludir a las múltiples tropelías que cometió el imperio británico en vida de esta reina es lo que se llama irse de la lengua por tenerla muy larga.

https://elpais.com/opinion/2022-09-25/incontinencia-en-el-funeral.html

                                                                                                  

 

 

 

 

 

 

 

 

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