CONTADO LO VIVIDO
En el artículo que Manuel Vicent escribió ayer sábado
en El país ‘Desde el Puente’, nos dice que “A
mí solo me gusta contar lo que he visto, lo que ha pasado, gente que he
conocido, sucesos que he presenciado...”.
En su columna de hoy (se puede leer, en este mismo
artículo, más abajo) en el mismo periódico y que titula ‘Bohemios, suicidas y
seductores’, nos aborda “La vida convulsa y
bohemia de un artista, adornada de perversiones, de amantes suicidas y
borracheras, suele ser muy atractiva”. Nos
ilustra esta afirmación con ejemplos concretos de diversos artistas.
Yo, que siempre me he caracterizado por mi
“bendita curiosidad” de la que hablaba Einstein, reconozco y me arrepiento de
haber pasado por la vida eludiendo el arte, no entendiendo, por ejemplo, como se encuentra significado ante un cuadro
abstracto. Con el tiempo si me he dado cuenta de que el arte es subjetiva. No hay respuestas
correctas o incorrectas. Solo nos inspira
sentimientos, los cuales no son objetivos ya que cada uno tiene los suyos.
Sí comprendo mejor a la persona que está
detrás de sus obras. Entiendo lo que escribe Vicent sobre ellos, que la vida
convulsa, cuya causa radica en su adicción a la creación, les genera la
sensación de que pueden llegar más allá
de lo tangible, a la vez que navegan en
la bipolaridad entre la soledad y la euforia. Su ‘idílica’ vida
transcurre entre los excesos y la
desesperación, entre la genialidad y la locura, entre la creación y la
destrucción.
El título de este artículo ‘Contando lo
vivido’, me lo inspiró Vicent con su “A mí
me gusta contar lo que he visto...” por lo que voy a replicar un artículo
que he publicado en diversos foros, hace mucho tiempo y que, a mi juicio,
guarda una relación con la columna de Manuel Vicent: El Síndrome del Formador
EL SÍNDROME DEL FORMADOR
Las satisfacciones
Pues bien, no sé si ya existía, pero en
todo caso se me ocurrió lo del Síndrome del Formador, para clarificar estas
insatisfacciones propias de nuestra profesión y que a veces nos obsesionan
tanto como los síntomas de cualquier síndrome médicamente definido.
En nuestro caso, los formadores,
buscamos que aquello que decimos en los cursos se aplique en el día a día de
nuestras empresas y, cuando constatamos que esto no sólo no es así, sino que en
muchos casos se dice una cosa y se aplica la contraria, esto va deteriorando
nuestro circuito de búsqueda. Lo que se practica
en la empresa, partido por lo que nosotros sostenemos en los cursos, marcan el
índice de deterioro y este correlaciona, positivamente, con nuestro grado de
insatisfacción.
En nuestra profesión no trabajamos con
genes sino con memes- ideas con gran capacidad de contagio y de propagarse y
extenderse muy rápidamente-. La función del meme, al igual que la del gen,
también es reproducirse, no vía espermatozoide-
vagina sino vía idea-cerebros. El meme es a la
transmisión y evolución cultural,
lo que el gen es a la evolución biológica.
Pero, a
veces ocurre que nuestras ideas dificultan la adaptación del que las
propaga en determinados ambientes, por no ser valoradas ni entendidas. Esto
puede llegar hasta tal punto que incluso nos vean como “vendedores de humo”.
Todos escuchamos, en alguna ocasión, aquello de
“puro toque de violín”, como síntesis hecha por alguna persona del
seminario impartido. No es alarmante
cuando resulta referido a seminarios que realmente no tienen contenido y que su
asistencia a ellos supone una auténtica pérdida de tiempo. Tampoco es
alarmante, cuando la persona que hace la manifestación es un escéptico del
montón que no tiene la capacidad de ver un poco más allá de sus propias
narices. Pero, si es, como mínimo preocupante, cuando la persona que hace la
manifestación es una persona con capacidad y poder para decidir sobre el futuro
de la formación y, en consecuencia, el futuro de los que nos dedicamos a ella,
y hace la afirmación referida a un seminario trabajado, con contenido profundo,
con ideas aplicables en entornos saludables que tendrían el efecto de
revitalizar a las personas que trabajan en esa empresa y en consecuencia a la
empresas misma. Cuando esto ocurre, tu supervivencia puede estar incluso en
peligro. No me refiero aquí al mobing,
ni a la ambigüedad de rol, ni a los denominados factores de riesgo psicosocial,
contemplados en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Me refiero a que
mantener en tales condiciones un estado de ánimo adecuado para ser convincente
y creíble en tus cursos, es muy difícil. Por eso me refiero a la supervivencia:
por que ataca frontalmente el valor añadido que tú puedes aportar. No olvidemos que Luís Marcos Rojas
sostiene, como ingredientes del estado de ánimo, los cuatros siguientes: el
equilibrio emocional, el sentido de futuro, el control de nuestra vida, y
finalmente, la capacidad de adaptación.
¿Fomentamos en ellos herramientas
prácticas y aplicables en el entorno de trabajo, o nos quedamos en una mera
teoría, atrayente, pero sólo teoría? (no me vale como justificación aquello
de “nada más práctico que una buena teoría”).
Se buscan respuestas, desde la óptica evidente de que
lo propio del ser humano es buscar la verdad, no poseerla.
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Bohemios, suicidas y seductores
La vida convulsa y bohemia de un artista, adornada de
perversiones, suele ser muy atractiva
La vida convulsa y bohemia de un
artista, adornada de perversiones, de amantes suicidas y borracheras, suele ser
muy atractiva. No hay historiador del arte que a la hora de escribir sobre Caravaggio no
recuerde que fue un asesino y que pintaba las vírgenes y los ángeles tomando
como modelos los adolescentes degenerados que vagaban por el puerto de
Nápoles. Picasso decía de Modigliani que
siempre se las apañaba para coger las cogorzas más clamorosas en el cruce de
Montparnasse con el bulevar Raspail, entre La Coupole, La Rotonde y el Dôme
para exhibir su desdicha ante el mundo. En uno de estos cafés dibujaba con un
anuncio en los pies: “Me llamo Modigliani, soy judío, cobro cinco francos”. A
veces pintaba un retrato a cambio de una botella de absenta. A medida que
caminaba hacia la destrucción su genio se hacía más patente y sus pinturas
comenzaron a cotizarse. Cuatro años antes, por uno de sus cuadros pedían 300
francos. El marchante Ambroise Vollard un
día pasó por una galería y preguntó por el precio de un desnudo que había en el
escaparate. “Vale 350.000 francos”, le dijo el galerista. Por supuesto,
Modigliani ya había muerto. Picasso en lo más alto de su gloria llegó a pintar
sentado en un baúl lleno hasta los topes de billetes de 100 francos.
Paradójicamente, su pintura más valorada era la de sus tiempos de miseria
cuando encendía la chimenea con dibujos de la época azul en
el Bateau Lavoir de Montmartre. Durante muchos años Picasso estuvo atormentado
por el dolor de muelas. Tal vez este detalle marcó el destino del pintor Óscar Domínguez, quien en el fondo de su
destrucción etílica consiguió por fin que Picasso lo recibiera. Quería pedirle
ayuda para remediar su extrema pobreza. Habían sido muy amigos. Óscar lo
veneraba. En ese momento, Picasso solo estaba pendiente de la muela del juicio
y lo echó de casa. Óscar Domínguez acabó cortándose las venas en la bañera.
Artistas limpios y ordenados o bohemios y suicidas. ¿Qué precio alcanzaría hoy
en una subasta la oreja de Van Gogh?