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lunes, 6 de febrero de 2017

LA GRAN COALICIÓN: PENSAMIENTO CRÍTICO + OPTIMISMO FUNCIONAL (1)










LA GRAN COALICIÓN: PENSAMIENTO CRÍTICO Y OPTIMISMO FUNCIONAL  (1)


“Tal vez la publicidad todo lo pudre hasta el punto que se puede confundir la velocidad de héroe con la marca de sus zapatillas y el sudor de su esfuerzo con un determinado refresco. Pero lo cierto es que la victoria en el deporte es el único don capaz de arrancar un grito ciego de las entrañas que equipara a los humanos con los dioses.” Manuel Vicent



Sin conciencia (capacidad de darse cuenta) no hay comprensión

Sin comprensión (entender) no hay motivación.
Sin motivación (energía) no hay acción.
Sin acción no hay evolución.
“Ser es hacer”




Pensar bien para sentirse bien.



Llevamos mucho tiempo abogando por una educación holística,  la cual parte de una visión integral e integradora de la persona. Se trata, en este caso,  básicamente  de  sumar lo emocional al aprendizaje intelectual, de modo que se logre educar y no solo instruir. Una educación que nos forme para el trabajo y para la vida. [1]

Autogestionar la vida, pasa por el gobierno de uno mismo, el cual,  ya no solo forma parte de la existencia, sino que, además, la compone y la garantiza. Para el gobierno de uno mismo, proponemos hoy una gran coalición entre lo intelectual y lo emocional, entre el pensar y el sentir, entre el pensamiento  crítico y el optimismo funcional.


El pensamiento nos permite razonar. No es lo mismo razonar bien que razonar mal. Un raciocinio correcto marca una gran diferencia en todos los órdenes de la vida: ¿le damos la importancia que merece?
















A nuestro juicio no. Hay  muchas razones del por qué esto es así. Una de ellas es la de que pensar es gratis. A lo que es gratis, no le damos valor. El mundo consumista que tenemos,  no funciona con pensamientos: funciona con consumo, ¡que no es gratis!. Por eso al consumo sí le damos valor, un exagerado valor, un exclusivo valor.

En muchos casos se da una paradoja entre  pensar y consumir.  Tienden a mantener una relación inversa: cuanto más pensamos menos consumimos. A menor pensar más consumir. Por si a alguien esto le parece muy fuerte, vamos a plantearlo de otra manera: a más pensar,  menos   consumo irracional; a menos  pensar,  más consumo irracional. El  mundo actual lo tenemos montado sobre un consumo irracional.

A través de los enunciados anteriores podemos explicar, causalmente, muchas de las cosas que nos están sucediendo.  Entender el mundo sin sentido  actual,   pasa por captar el sinsentido de cómo lo tenemos montado. El fenómeno de causa-efecto, inherente al paradigma racionalista, y el fenómeno de la interdependencia,  propio del paradigma sistémico, están detrás de las posibles explicaciones.

Obstáculos  al pensar.
















Pensar es peligroso.  Es una consecuencia de lo afirmado anteriormente. Por eso se combate todo aquello que lo fomente.  Vivir sin conciencia, sin capacidad de darse cuenta, es lo más adaptativo  para sobrevivir  en el mundo actual.  Para consumir,  de forma irracional,  tenemos que dejarnos manipular, lo cual está reñido con la razón, con la capacidad de descubrir las falacias y demás fallos en el razonar de los manipuladores.

Nada de fomentar espacios para pensar.  Todo lo contrario: fomentemos y  practiquemos la anestesia mental. Fomento de la televisión basura, de la redes sociales del “ja, ja, ja”, de la banalidad y superficialidad.  Fomento, también,  de otras redes en las que prolifera la búsqueda de relaciones exclusivamente instrumentales,  y en las que se repiten contenidos llenos de tópicos y se abusa de la pedagogía del “loro de repetición”: saturación de frases y conceptos que no llegamos a comprender, simplemente por entender que están dentro de lo políticamente correcto y que van a gustar a quién los lee,   o a quién tiene poder  y sintonizando  con su posición siempre nos puede benéficar en algo.  Implica un sometimiento exagerado a la convención social, síntoma claro de miedo, el cual llega a arrugarnos, a empequeñecernos,  a  anularnos.


Tertulias de amigos en las que se habla,  en exclusiva, ya  no de ideas, ni siquiera de cosas, sino de personas para resaltar sus defectillos  y pequeñas miserias humanas (entiéndase como  “chafardeo”).  Anéctotillas del pasado, de lo que hizo Juan o Pepe en determinada situación, es la mejor forma de rehuir hablar y abordar el presente para desde el mismo tratar de construir el futuro.

No dejar tiempo para la reflexión, para la filosofía, para el dialogo interesante contrastando distintos puntos de vista sobre ideas.  Nada de lectura, no interesa conocer lo que pensaron las figuras relevantes de nuestra historia. La premisa que sostienen los historiadores de que  no se puede entender el presente si no se conoce y asume el pasado, se considera irrisoria.  A nadie interesa el camino recorrido, es ridículo intentar comprender y encontrar sentido. Vivir en la inconsciencia es la mejor fórmula. 

Recurrir a la lógica para elaborar pensamientos claros, pensamientos que expresen, nítidamente,  de modo directo y sin subterfugios  la realidad a la que se refieren, es casi un “pecado”.  

Para los manipuladores que se benefician del consumo irracional, para sus intereses, viene mejor fomentar pensamientos confusos (todos los días tenemos numerosos ejemplos de este tipo de pensamientos; fue muy comentado, y valga como ejemplo, el “y su indemnización se ha satisfecho en diferido”.


Hace muy pocos día  felicité a un amigo que cumplía años más  o menos así:
“(…) casi siempre es un placer cumplir años. Un adolescente ansía “hacerse mayor”. A partir de cierta edad cronológica, el placer consiste en ser consciente, darse cuenta, de que las virutas que el tiempo cronológico va dejando, somos capaces de asimilarlas y quemarlas y así producen el milagro de alumbrarnos, dándonos una mayor claridad mental. Incrementar la claridad mental es una de las metas humanas más importante. Nos hace más humanos”.
Se busca la confusión mental (el mejor antídoto para el pensamiento crítico).  Ya no necesitamos entender y comprender nada. El profesor Sartori [2], nos habla de la transformación del homo sapiens en homo videns, debido a lo cual la palabra ha perdido valor y actualmente se da la primacía de la imagen, es decir, de lo visible sobre lo inteligible,  lo cual lleva a un ver sin entender que ha acabado con el pensamiento abstracto, con las ideas claras y distintas.

 Ya no interesa la “lógica informal”. Ya no hay necesidad de saber argumentar correctamente. No interesa la capacidad de desmontar razonamientos no válidos que pueden parecer ciertos. Se aceptan fragantes falacias como si fueran dogmas de fe.

En un curioso  y humorístico libro [3], se sostiene la tesis de que la inteligencia,  entendida como el rasgo más distintivo del ser humano y gracias a la cual fuimos capaces de progresar, ya quedó en desuso, está obsoleta. Sostiene cosas como las siguientes:

“El poder de una organización social humana es tanto más fuerte cuanto mayor es la cantidad de inteligencia que consigue destruir”; “la inteligencia intimida y desencadena la agresividad de quién no la posee o está menos dotado”;  “la jerarquía es el instrumento que ha inventado la evolución para agrupar a los sapiens y conducirlos hacia la estupidez”.
Va, aún,  más lejos, llegando a determinar varias leyes sobre el fin de la inteligencia:

Primera ley sobre el fin de la inteligencia:
 “El imbécil sobrevive. El genio se extingue".
Corolario de la Primera Ley:
 "Antes tontos que muertos".

Sentirse  bien para vivir mejor



Si has llegado en tu lectura hasta aquí, tal vez estés pensando que la cosa va más bien de pesimismo.
A mi juicio, no. Va de optimismo funcional y, por lo tanto, rehuyendo del optimismo bobalicón y sin sentido que tanto se está utilizando como una herramienta más de manipulación. El optimismo funcional  va de posición. Es aquel que te hace colocarte ante las situaciones,  en una posición de proactividad y creyendo que con tu esfuerzo y recursos la sacarás adelante. El optimismo bobalicón va de ingenuidad, de creer que basta solo con tener fe para que la cosa se arregle por sí mismas. El optimismo bobalicón va de humor; el optimismo funcional va de voluntad. Al Bienestar Individual Subjetivo se llega con voluntad y gobierno; jamás se llega con anestesia mental y consumo irracional. 


El artículo pretender ser un   canto al pensamiento crítico, considerándolo como la mejor forma  de posicionarse  ante la sociedad para que esta prospere desde todos los puntos de vista.


“Un hombre no tiene muchos más enemigos que sí mismo: Un hombre es su peor enemigo a causa de sus falsos juicios, de sus temores vanos, de su desesperación y de los discursos deprimentes que se dirige.  Decirle simplemente a un hombre: “Su destino depende de usted”, es un consejo que vale…” [4]


 ¿Cómo posicionarse ante el mundo con esta coalición? 

 Lo abordaremos en la próxima entrada.




BIBLIOGRAFIA



  [1]https://neuroforma.blogspot.com/2019/03/formacion-integral-se-debate-en-algunos.html

 [2] SARTORI, Giovanni : Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, 1998.

[3] APRILE, Pino: Elogio del Imbécil, Temas de Hoy, 2006

[4] ALAIN, (Émile Chartier).: Mira a lo lejos. 66 escritos sobre la felicidad, RBA libros, 2007, p.188

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Más allá de la meta

Los juegos o  metas y la publicidad

 “Tal vez la publicidad todo lo pudre hasta el punto que se puede confundir la velocidad de héroe con la marca de sus zapatillas y el sudor de su esfuerzo con un determinado refresco. Pero lo cierto es que la victoria en el deporte es el único don capaz de arrancar un grito ciego de las entrañas que equipara a los humanos con los dioses.” Manuel Vicent


Imagino al poeta Píndaro sentado en la grada del hipódromo de Olimpia gritando al ver pasar por delante en medio de una gran polvoreda el carro de Terón, rey de Agrigento, tirado por cuatro caballos. A simple vista el poeta era un hincha más entre el público que vociferaba alentando a su héroe favorito. En su honor escribió: “Hoy celebrar el triunfo/ con voz sonora debo/ que la veloz cuadriga/ donó a Terón excelso/, varón hospitalario/, columna de Agrigento/,flor de gloriosa raza/ señor de vasto reino”. En la antigua Grecia los juegos olímpicos, que se celebraban cada cuatro años, daban paso a una tregua de paz entre los estados que solían estar siempre en guerra. Desde todas las ciudades de la Magna Grecia acudían los atletas a Olimpia, en el Peloponeso, con el espíritu dispuesto a llevar el cuerpo siempre un poco más allá, contra el tiempo y el espacio. Más alto, más fuerte, más rápido, era el reto que Zeus, dios de dioses, imponía a los humanos que buscaban la gloria en la palestra, solo que más allá de la meta no había nada salvo una corona con hojas de acebuche y los versos de un poeta que te haría inmortal. Agesias de Siracusa, Diágoras de Rodas, Saumis de Camarina, Ergósteles de Himera, Jenofonte de Corín, estos atletas fueron algunos de los aclamados como héroes entonces, pero si hoy recordamos sus nombres es solo porque merecieron que los poetas Anacreonte, Simónides de Ceos y Píndaro dedicaran unos versos a sus hazañas. Los juegos olímpicos que se van a celebrar dentro de unos días en París no impediran que siga la guerra de Ucrania, ni ayudarán a que ceda en absoluto la ignominia del genocidio de Gaza. Tal vez la publicidad todo lo pudre hasta el punto que se puede confundir la velocidad de héroe con la marca de sus zapatillas y el sudor de su esfuerzo con un determinado refresco. Pero lo cierto es que la victoria en el deporte es el único don capaz de arrancar un grito ciego de las entrañas que equipara a los humanos con los dioses.