Del YO al NOSOTROS
Permítaseme
una metáfora para explicarme, sin levantar susceptibilidades, y
manifestado previamente mi respeto por todos los españoles aunque no respete,
para nada, muchas de las ideas y
acciones que algunos exhiben. Debemos
respeto a todos los humanos (yo lo ampliaría a todos los seres vivos), pero no
a todas las ideas y acciones generadas por algunos humanos. Si alguien tiene la
idea de que hay que quemar los montes no
solo no habrá que respetarla, además habrá que repudiarla y denunciarla. Si
alguien dice “yo no soy presidente porque no quiero” y todos sabemos que nos miente,
procede respetar a la personas que aspira a ser presidente pero no respetar una
mentira constatada:
"Pero nadie es más detestable que el
jugador que tiene mal perder, que está dispuesto a cometer cualquier trampa, a
romper la baraja o a dar una patada al tablero con tal de no admitir la
derrota. Es como quien tiene mal vino y encima no sabe beber". Manuel Vicent
Por lo
contrario, si pensamos que somos agua y nos unimos con otra persona, sumar agua
con agua da como resultado agua por igual. La idea de perder el sentido del yo,
y no potenciarlo a través de una falsa y
artificial autoestima, es el mejor camino
para incrementar el BIS ) Bienestar
Individual Subjetivo de los ciudadanos.
Comenzaba su discurso de investidura hace 4
años Pedro Sánchez diciendo: “No se va romper España”.
La frase
nos permite inferir que el ambiente político que se respiraba en aquel entonces
es posible que se pareciera, algo o mucho, al que hoy tenemos. Estuve expectante para ver
si también en esta ocasión empezaba de nuevo así su discurso de investidura
Pedro Sánchez. Tal vez no lo haya empezado así para no echar más leña al fuego.
En esta ocasión (Noviembre del 2023) lo empezó diciendo: “Manifestarse en la calles es una de las
formas de ejercer la democracia que reconoce nuestra constitución”.
Tengo una
característica que no soy capaz de clasificarla como “buena” o como “mala”.
Dado que predico que con los humanos no funcionan las escalas dicotómicas, aquellas que solo tienen dos
valores posibles (blanco- negro; bueno-malo, etc.), es probable que me aporte en ocasiones algunas ventajas y en otras todo lo contrario. La
característica en cuestión es que, en un tiempo prudencial, me olvido de los acontecimientos desagradables
que me han sucedido y generando todo un cúmulo de emociones negativas. No tengo claro si ya no existe lo olvidado, si
desapareció de mi cerebro para siempre o, por lo contrario, sí sigue en mi memoria a largo plazo
pero no soy capaz de recuperarlo para
que aflore y me haga consciente del
mismo. En consecuencia con lo anterior, no recuerdo nada de lo que vociferaban
entonces los apocalípticos de aquellos
años. Recuerdo, sin embargo,
perfectamente los exabruptos
(brusquedad, incorrección, grosería, inconveniencia, salida de tono) que se escucharon en las calles, sobre todo
en la de Ferraz, en el parlamento y en determinados medios de comunicación en
estas dos últimas semanas.
Por otra
parte, también observo que tenía razón Pedro Sánchez ya que España no se rompió y no sólo eso sino que
además fueron múltiples y variados los colectivos de ciudadanos que mejoraron su vida, entre ellos los
trabajadores en general, los pensionistas, las mujeres, y un largo etcétera.
En
Cataluña dejó de hablarse de
unilateralismo (en toda sociedad hay obligación de cumplir normas pero no hay nadie que pueda exigírselo) y hoy
ya hablamos de bilateralismo ( alguien
exige deberes y otorga
facultades; alguien debe cumplir y hay alguien que pueda exigírselo).
Todo esto sucedió, a mi juicio, gracias al pragmatismo y al buen hacer de
Pedro Sánchez y su equipo.
"Es más elegante aceptar una derrota que celebrar una victoria, hay más estética en el fracaso que en el éxito, tiene más literatura el perdedor que el ganador". Manuel Vicent
El
pragmatismo considera que algo puede ser considerado verdadero y útil en
función de sus consecuencias prácticas (las cuales tendrá, a mi juicio, la
investidura de noviembre del 2023).
Le urge, a mi juicio, aplicar una auditoría a
sus programas mentales recordando que es
todavía conceder algo denegar con gracia. Para ello es necesario detenernos y
observar aquello con lo que cargamos. Pueden ser piedras mentales: prejuicios,
creencias que tenemos sobre nosotros mismos, los demás o la vida. Piedras
emocionales: relaciones no deseadas o tóxicas, compañías limitadores y
castradoras... Piedras materiales: Objetos de escasa o nula utilidad que vamos
acumulando hasta quedarnos sin espacio físico en casa; compras compulsivas o para
sentirnos bien cayendo en una bulimia consumista.
Nos decía
Willian James que “ser sabio es el arte de saber qué pasar por alto”.
Pararnos a
revisar nuestros hábitos (prejuicios creencias, relaciones tóxicas y un largo etcétera,
que actúan como piedras molestas que se nos meten en el zapato que incluso no
nos dejan caminar; renunciar a un hábito nocivo no es fácil y requiere un
esfuerzo a veces muy importante.
"Un monje del monasterio del Nido del Tigre de Bután me dijo un día que ante cualquier fracaso repitiera 100 veces como si fuera una oración: ”He sido derrotado, algo he hecho mal, no importa, mañana empezaré de nuevo”. Es más elegante aceptar una derrota que celebrar una victoria, hay más estética en el fracaso que en el éxito, tiene más literatura el perdedor que el ganador".Manuel Vicent
Invito a
ver el siguiente VIDEO:
https://www.facebook.com/JulioIglesiasRo/videos/418444215550406
En mi
limitada opinión (no digo "en mi modesta
opinión" ya que estoy convencido que la suelen utilizar personas desde la óptica
de falsa modestia) sobre un tema que me
queda muy grande (lo digo desde la óptica del realismo), y siendo consciente de
que puedo equivocarme:
Las relaciones de España con Cataluña requieren
una visión a largo plazo pero un cambio de comportamiento a corto plazo.
También, tener un propósito de comenzar a cambiar y dar un simple pequeño paso.
Un pequeño paso tras otro es la mejor estrategia que se puede aplicar, sin
olvidarnos de la actitud de considerar “el individuo consagrado al colectivo".
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La derrota
Aunque el tenista rompa la raqueta contra el suelo,
por muy bronco que haya sido el partido al final deberá subir a la red para
felicitar a
A un jugador de póquer muy avezado que
había perdido una cifra exorbitante en una partida, al día siguiente sus
compañeros de garito le preguntaron qué tal había dormido esa noche y él
contestó que había dormido como un bebé, porque cada cinco minutos se
despertaba y lloraba. Añadió que para un jugador que sabe perder las derrotas
cicatrizan enseguida. En ese momento estaba sentado de nuevo a la mesa y tenía
dos ases en la mano. El mundo se creaba de nuevo y la suerte volvía a rodar. Un
monje del monasterio del Nido del Tigre de Bután me dijo un día que ante
cualquier fracaso repitiera 100 veces como si fuera una oración: ”He sido
derrotado, algo he hecho mal, no importa, mañana empezaré de nuevo”. Es más
elegante aceptar una derrota que celebrar una victoria, hay más estética en el
fracaso que en el éxito, tiene más literatura el perdedor
que el ganador.
Por mi parte, prefiero a Van Gogh con una sola oreja que
con dos y al Picasso de la época azul, muerto
de hambre, en calzoncillos que al triunfador con esmoquin y pajarita. En todos
los colegios anglosajones el deporte está considerado como una asignatura
fundamental porque en la cancha se aprenden todas las reglas que luego hay que
aplicar a los negocios, a la política y a la moral ciudadana, el juego limpio,
el respeto al adversario, pelear hasta la extenuación sin rendirse nunca,
valorar el triunfo y aceptar la derrota como una lección. Aunque el tenista
rompa la raqueta contra el suelo, por muy bronco que haya sido el partido al
final deberá subir a la red para felicitar y abrazar al ganador. Sería
expulsado del circuito si no cumpliera estas reglas. Pero nadie es más
detestable que el jugador que tiene mal perder, que está dispuesto a cometer
cualquier trampa, a romper la baraja o a dar una patada al tablero con tal de
no admitir la derrota. Es como quien tiene mal vino y encima no sabe beber.
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