Anticipación social de la
muerte
“Los cartujos no hablan. Su regla es el silencio. Solo
cuando se cruzan por el claustro encapuchados hasta las cejas, con las manos
metidas en la manga contraria del hábito se les está permitido saludarse con
estas palabras mirándose de soslayo. Uno dice: “Hermano, morir tenemos”. Otro
contesta:“Ya lo sabemos". ManuelVicent: “Luz de vela”
Si este diálogo se
estableciera, en estos tiempos actuales como
costumbre en el colectivo de las personas mayores, que han pasado de
ser respetadas a ser un estorbo, además
de un coste ¿insostenible? de sus pensiones, según sostienen los predicadores apocalípticos
que abundan en la actualidad, surgiría una tercera persona que
añadiría:
¡Pero sin que nadie empuje!
El constructo cultural y social que las personas de
nuestra época se han formado sobre la vejez, considerándola como decadencia, decrepitud
y humanos instrumentalizados e inservibles, es la forma más sibilina de
condicionar e impedir a las personas que llegan a ella, el disfrutar
de una vejez activa y gratificante. Los epítetos que se le aplican a los viejos son potentes
fuerzas que derriban la autoestima de cualquier persona humana.
La percepción social
de los viejos como seres debilitados cognitivamente es otro atentado
a su autoestima, la cual opera directamente
sobre un potente término de la Psicología – “Indefensión aprendida”- y a su vez
sobre otro dramático término de la sociología -“Anticipación social
de la muerte”-. Hacerse una idea falsa de la vejez, compuesta a través de
prejuicios y estereotipos, es una agresión a la identidad social de los
viejos. No todos los viejos son vulnerables, dependientes e inútiles. Los prejuicios
y estereotipos conducen a que muchos que aún no llegaron a la vejez ya empiecen
e tenerle miedo a esta:
La gerontofobia está más extendida de lo que
creemos y es una forma eficaz de empujar.
"Murieron porque se les denegó el
derecho a la vida y a la salud. Se les discriminó por edad y por dónde vivían.
Se consideró que si eran mayores, eran prescindibles. Insisto: no es posible
llamarnos un Estado de Derecho sin que se haga justicia. Si no, estamos
condenados a repetirlo. En la próxima pandemia volverá a pasar. Dejar morir a
gente mayor sale gratis."[2]
Hay
en el ecosistema social actual, muchas formas de “empujar”: una de las más
efectivas, la conceptualiza la sociología llamándole:
“Anticipación social de la muerte”.
Vamos,
para entender el concepto, recurrir a la
imaginación y desde ella diseñar el siguiente experimento mental:
1. Seleccionamos 80 ancianos, de la misma edad y con
igual grado de salud física y mental.
2. Los
dividimos en dos grupos y los ingresamos cada uno de los grupos en dos
residencias distintas.
3. Ambas
residencias son similares en lo referente a la comida y las
condiciones ambientales. Lo que si varía, significativamente, es el
trato que le dan las personas que se ocupan de cuidar a los
componentes de cada uno de los grupos de ancianos. Los cuidadores del grupo 1
recibieron instrucciones de que los trataran como personas mayores con muchas
deficiencias que les complicaban mucho su autonomía y la vida en
general. Los cuidadores del grupo 2 recibieron instrucciones de que los dejaran
a su aire, moviéndose con libertad y sin estar permanentemente
encima de ellos.
4. Supongamos
que un anciano del grupo 1 se cae en el suelo de la sala. Un
cuidador/a se dirige a él con premura y le reprocha que se mueva como si fuese
una persona joven: “Tiene usted que tener mucho cuidado. Ud, ya es muy mayor y
no puede moverse así con esa soltura".
5Si
se cae uno del grupo 2, se acerca un cuidador/a, lo levanta del suelo, y acto
seguido, frotando un pie en el piso le dice al anciano: “Que horror, el suelo
está muy resbaladizo. Voy hablar con lo persona que lo ha limpiado para que lo
seque más a conciencia.”
El mensaje que le llega a la persona del
grupo 1 es que la culpa de caerse es suya (interna) que ya está muy
limitado. El mensaje que le llega a la persona del grupo 2 es que la causa es
externa, suelo resbaladizo y deficientemente seco.
Los mayores del grupo 1
no solo tendrán un bienestar inferior al del grupo 2, sino que
su autoeficacia quedará dañada, con todo lo que ello supone.
Entendemos la autoeficacia como la estimación de la
probabilidad subjetiva de realizar una acción con éxito; es la expectativa de
que se puede alcanzar con éxito una conducta que es necesaria para lograr un
objetivo. Ante un objetivo que hayamos establecido, lo primero
que hacemos es calcular, subjetivamente, las probabilidades que
tenemos de alcanzarlo. Si no nos vemos auto eficaces para lograrlo, nos
boicoteamos a nosotros mismos, por lo que lo primero sería tratar de sacarnos
de la cabeza esa auto creencia.
La autoeficacia influye en la decisión de emprender la
acción, en el nivel de esfuerzo implicado y en la persistencia de la conducta. Es fundamental para
obtener éxito en la ejecución de una tarea y pone de relieve que no es
suficiente con tener las habilidades necesarias: dos personas con las mismas
habilidades o competencias para realizar una tarea pueden tener un rendimiento totalmente
diferente en función de su autoeficacia, lo cual determinará el grado de
motivación y el nivel de esfuerzo que aplicará a la realización de la misma.
Además de afectar a la motivación, la autoeficacia
también afecta al bienestar psicológico, a la cantidad de estrés y depresión
que una persona puede tolerar y al establecimiento personal de objetivos, de
tal forma que, cuanto mayor sea la autoeficacia o “expectativa de eficacia
personal”, más altos serán los objetivos que se marque una persona y mayor el
compromiso y la implicación con ellos. Cuanto mayor sea la autoeficacia, mayor será el
esfuerzo que pondrá una persona en conseguir los objetivos. Así de este modo la
autoeficacia actúa como un motivador para la acción y facilita la adaptación a
un determinado contexto.
Las personas el grupo 1 no solamente tendrán un
envejecimiento más complicado que los del grupo 2, sino que, además, es probable que acaben muriéndose
unos años antes que los del grupo 2. De aquí viene lo de la
“anticipación social de la muerte".
La autoeficacia tiene una gran incidencias en todo a lo largo del ciclo vital de las personas, pero, sobre todo, es muy
importante en la vejez. Las personas que no llegaron a la edad de viejos,
suelen desconfiar de las percepciones y de los criterios de los mayores. Al
mismo tiempo, estos también empiezan a ser conscientes de que su mundo
cognitivo es de distinta calidad del que
disfrutaban cuando eran más jóvenes. Generalizar estás creencias y ponerlas en
práctica con todos los mayores en general, lleva inexorablemente a que estos
últimos tengan su autoeficacia por los suelos. Su nivel de adaptación a su
vejez y a las circunstancias derivadas de la misma. Si su meta era vivir los
años que les quedan por delante con un determinado nivel de bienestar, después
de estas “terapias” las probabilidades subjetivas que calculan anticipadamente
de lograrlo, son nulas, bajan sus expectativas y se consolida el fenómeno de la
profecía cumplida.
Según la Organización Mundial de la
Salud (OMS) el edadismo se
refiere a la forma de pensar -estereotipos-, sentir -prejuicios- y actuar
-discriminación- con respecto a los demás o a nosotros mismos por razón de la
edad.
Un dramático caso de
Discriminación de los mayores
“A mediados de marzo de 2020, los mayores quedaron
atrapados en las residencias. El coronavirus comienza a aniquilarlos por miles,
pero no hay espacio para ellos en los hospitales de Madrid porque las
autoridades han recomendado a los médicos reservar las camas para el resto de
la población. En una pequeña sala de un hospital a las afueras un grupo de
médicos piensa que esta decisión es horrible y prepara una respuesta. Este
relato periodístico indaga en el dolor de los afectados y muestra, con material
inédito, la actuación de los políticos que estaban al mando durante aquellos
días” [3]
Sin
la ética del cuidado volvemos a las cavernas
Si te interesa el tema y quieres profundizar, te
invito a leer y reflexionar pinchando en el título siguiente:
El
pilar del CUIDADO
https://draft.blogger.com/blog/post/edit/8615013334320974582/3037712878605047999
Referencias Bibliográficas
ManuelVicent.,
“Luz de vela”:
https://elpais.com/elpais/2018/10/13/opinion/1539442223_742924.html
[2] Amnistía
Internacional exige reabrir los casos archivados de los muertos por Covid en
residencias. PABLO RECIO / LAURA MORO
JUEVES 26 DE ENERO DE 2023
https://www.65ymas.com/actualidad/amnistia-internacional-reabrir-muertes-covid-residencias_47273_102.html
[3]https://elpais.com/especiales/2021/covid-19-en-las-residencias-de-ancianos/ Podcast:
Puedes escucharlo aquí:
https://elpais.com/especiales/2021/covid-19-en-las-residencias-de-ancianos/
Si te interesa el tema y quieres profundizar, te invito a leer y reflexionar pinchando en el título siguiente:
Podcast: Puedes
escucharlo aquí
.........................................................................................................................................................
No cambies de
canal
La indiferencia ante la barbarie también se da frente
a la matanza de Gaza. La muerte es una costumbre
El filósofo Theodor Adorno dijo que después de
Auschwitz era ya imposible escribir poesía. No solo poesía, pienso yo; también
era imposible creer en el Dios de los cristianos, cuyo silencio le metió la
duda bajo la mitra incluso al propio papa Ratzinger, quien, en su visita a ese
campo de exterminio realizó la famosa pregunta: ”¿Dónde estabas, Señor, cuando
sucedieron estas cosas?“. La pregunta es la misma que se formula hoy
la mayoría de espectadores al contemplar en los telediarios en vivo y en
directo la matanza sistemática, programada, inmisericorde de
niños, mujeres y ancianos palestinos de Gaza a cargo del
Ejército israelí guiado en su propósito por el más fiero Yahvé reencarnado en
el diabólico Netanyahu. Como respuesta, unos espectadores cambian de canal,
otros apagan la televisión, son muy pocos los que resisten esas terribles
imágenes de la masacre, pero les bastará esperar un poco para ver a esas
criaturas destrozadas, a esos cientos de hambrientos agolpados gritando su
hambre con un cazo en la mano, envueltas con anuncios de restaurantes, de
playas repletas de cuerpos felices dándose crema solar. En una de mis visitas
al campo de concentración de Mauthausen coincidí con la excursión de unos
colegiales adolescentes. Llegaron empujándose unos a otros y entraron en tropel
bromeando en la cámara de gas. Ni siquiera allí dentro cesaron sus risas.
Durante las explicaciones del guía, algunos incluso bostezaban. Fuera de la
cámara de gas, ante una pared cubierta de fotografías de aquel exterminio, un anciano
solitario lloraba de rodillas. Luego descubrí que en uno de los hornos
crematorios lleno de telarañas alguien había arrojado una botella de Coca-Cola,
tamaño familiar. Esa indiferencia también se da frente a la matanza de Gaza. La
muerte es una costumbre. Pero los misiles israelíes que caen sobre las mujeres
y niños caen también sobre nuestra conciencia, y si no lloras como lloraba
aquel hombre solitario de Mauthausen ante las imágenes de esta masacre es que
estás muerto.