Primero tú (3)
Cada uno se hace así mismo
En aquellos tiempos se consideraba a la persona como
un “ser inmutable”. Hoy en día, la ciencia nos dice todo lo contrario: sostienen que cada uno de nosotros se está haciendo permanentemente cada día,
desde que nace hasta que se muere. A mi juicio, si Sócrates viviese hoy, no cogería el
precepto del Templo de Apolo como guía moral y lema de vida, como camino a
seguir para alcanzar la propia madurez. Lo cambiaría por otro que podría decir:
“Constrúyete a ti mismo”. En aquellos
tiempos no conocían lo que hoy sabemos, gracias a la ciencia, del cerebro
humano: que cambia constantemente, que su bioquímica, su anatomía y fisiología,
cambia día a día en función de sus interacciones con el entorno, con el medio
ambiente en el que se desenvuelve.
También, debe satisfacer necesidades de carácter cultural, social, ético y sobre todo de desarrollo personal, que no responden de manera única a las necesidades de los sistemas productivos, que también, sino a necesidades humanas más amplias.
Los conocimientos sociales, éticos, profesionales, emocionales, a los que nos exponemos nos cambian, en mayor o menor medida, pero, siempre en alguna medida.
Figura 1: Elaboración propia
¿Cómo puedes tú dirigir este cambio no dejándolo totalmente al azar y a las circunstancias?
Recuerda aquello del pasar del “yo soy yo y mis circunstancias” al “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
Figura 2: Elaboración propia
Seleccionando la información que procesas, exponiéndote a un ambiente moral, social, intelectual que te enriquezca, mejorando tu nicho ecológico. Cuento muchas veces aquello del pez (carpa japonesa) llamado Koi. Cuando se cría en peceras, alcanza apenas unos centímetros de longitud; cuando se crían en lagos, llegan casi al metro; finalmente, aquellos criados en el mar superan el metro de crecimiento.
Vivimos en un mundo en el que
se nos reclama la atención constantemente. Todo el mundo llama a la puerta de
entrada de nuestro cerebro: la atención.
La atención es la puerta de entrada a nuestro cerebro.
Figura 3: Elaboración propia
La realidad es aquello hacia lo que focalizamos la atención. Por eso, mantener el control sobre nuestra atención en un mundo en el que un batallón de estímulos compiten por despojarnos de ella, exige un arduo trabajo. Estar atentos es no tragar automáticamente la idea o producto que traten de vendernos. Es permitirnos un espacio para movernos y retroceder, es un “podría ser …” un “quizá sea así …”, un “sí, pero …” Significa que nosotros mismos determinamos nuestra calidad de vida conservando el control de lo que tenemos en la mente, y no practicando el último consejo sesgado que alguien pretende regalarnos.
Somos y nos hacemos con nuestras elecciones.
Figura 4: Elaboración propia
Propusimos (en las clases presenciales que impartimos a los Ingenieros Industriales del último año de carrera) una metodología y herramientas, que les lleven a esta construcción de ti mismo, en función de tus propias elecciones. En la fórmula de te dimos del coste del cambio (DxMxE > DxVxR) concluíamos que si quieres controlar y lograr un cambio:
Hay que contar con un fuerte
deseo y con una buena metodología. Por supuesto, también, con mucho rigor en la puesta en
escena. Una de las herramientas que trabajamos a fondo fue como desarrollar los hábitos.
En los hábitos está nuestro poder de ejercer el control sobre nuestro crecimiento y cambio. Nos hacemos a nosotros mismos a través de los hábitos. En nuestros cursos definimos el hábito como “habilidad adquirida para obrar con facilidad" (no determinada genéticamente, y que por lo tanto puedes controlarla tú), para obrar con facilidad. Desde el punto de vista de la fisiología del cerebro, definimos los hábitos mentales (los programas mentales), como “conexión neural solidificada”. A base de repetir estrategias mentales hacemos un “sendero” en nuestro cerebro al igual que se hace un camino en el campo después de pasar muchas veces por el mismo sitio.
Figura 5: Elaboración propia
Para finalizar, no te olvides de “construir tu futuro, pues es en
donde pasarás el resto de tu vida”. Y, sobre todo, empieza ahora: Sólo
controlamos el ahora.
i
Ducharse por dentro
Aunque nos lavamos todos los días, nos sentimos sucios
porque uno se ve obligado a respirar la podrida atmósfera política
Hay una gente que se ducha por la mañana
al levantarse de la cama y otra que se ducha por la noche al llegar a casa
después de un día de trabajo; en todo caso unos y otros se duchan con agua y
jabón para quitarse de encima la suciedad y el sudor pegados al cuerpo. “De
niños qué sucios íbamos, pero qué limpios éramos”, dice el poeta. Con la edad
sucede lo contrario: aunque nos lavamos todos los días por fuera, nos sentimos
muy sucios por dentro, debido a que tal como vienen los naipes uno se ve
obligado a respirar la podrida atmósfera política, a
oír, leer y soportar envueltas en un odio mediático innumerables
sandeces sin que pueda hacer nada para impedir que este cúmulo de basura se te
meta por todos los poros hasta las entrañas. Si quieres estar a salvo de
semejante inmundicia, la única solución consiste en aprender a ducharse por
dentro. He aquí una fórmula segura. Coloca los altavoces de tu equipo de música
más arriba de tu cabeza. Ponlo en marcha. Si empieza a sonar a todo
volumen la Tocata y fuga de
J. S. Bach sentirás que los acordes del órgano penetran en tu
cerebro, se deslizan por el cuello, invaden los pulmones, se apoderan del
hígado y del estómago, se abren paso por el laberinto de los intestinos, ocupan
los genitales, fluyen por los muslos y se diluyen en la planta de los pies. Los
acordes del órgano o de cualquier otra música que te guste tienen el suficiente
vigor como para llevarse por delante todo lo negativo, oscuro y sucio que se
haya adherido a tus vísceras a lo largo del día. Después de darte una ducha de
Bach puedes elegir unos versos de
Rimbaud. “Sobre el tranquilo remanso donde las estrellas
duermen, / como una gran flor de lis la blanca Ofelia flotaba”. Coloca cada una
de estas palabras bajo la lengua para que se disuelvan con la saliva en la
sangre y se conviertan en carne de tu carne. Basta con desearlo. La música será
la lluvia que te limpiará por dentro, los versos serán el masaje que la
liberará por todos los poros del cuerpo.