CAMBIO DE
PREGUNTAS 4
“Cambiar de respuesta es evolución. Cambiar de pregunta
es revolución”
Jorge Wagensberg
¿INDIGNADOS O
RESENTIDOS? (2)
La idea del darwinismo de la supervivencia del más apto, tal vez podemos enunciarla, hoy en día,
así:
“Superviven los indignados, se extinguen los resentidos”
RESENTIMIENTO:
UN ESTADO PERNICIOSO
Hay resentimientos breves, de corta duración y resentimientos duraderos.En el primer caso estamos ante una emoción que forma parte de las que se
relacionan con la ira. En el segundo caso, cuando dura mucho tiempo,
a veces toda la vida, estamos ya hablando de otra cosa. Algunas lacras sociales, algunos dramas personales,
algunas patologías mentales, tienen sus raíces
en el resentimiento de largo alcance. Grandes obras de la literatura y de la historia y
personajes famosos, se construyeron a partir del resentimiento. Está pues presente en el
trascurrir de la vida diaria, y también, en grandes acontecimientos históricos.
Decíamos
en el post anterior que, según Scheler, el resentimiento:
“Es una autointoxicación psíquica que surge al reprimir sistemáticamente la descarga de ciertas emociones y afectos, los cuales son en sí normales y pertenecientes al fondo de la naturaleza humana; tiene como consecuencia ciertas propensiones personales a determinadas clases de engaños valorativos y juicios de valor correspondientes” [1]
Ese reprimir “sistemáticamente la descarga de
ciertas emociones”, no dejar que salgan y se note esa reacción emocional
negativa hacia el otro u otros, genera un “emponzoñamiento psicológico” que envenena
a la persona, manteniendo viva dicha reacción, la cual, como la lluvia fina va calando, cada vez más hondo y profundo, llegando al núcleo de la personalidad.
Se
hace cada vez no solamente más profundo sino, también, más oculto, más íntimo, controlando todo
aquello que pudiera demostrarlo y termina por generar ira mezclada, a veces, de envidia,
y, lo que es más importante, sintiéndose impotente para hacer nada ante
ello.
Este
sentimiento de impotencia, que le impide realizar la venganza, para restaurar la propia estima, el honor ofendido,
la injusticia cometida o el daño sufrido,
genera un resentimiento duradero. Todo
esto acaba por afectar, alterándolo para
peor, el funcionamiento normal de la persona. Por eso decimos que es un estado
pernicioso.
Pero,
no queda ahí la cosa. Ese funcionamiento
individual alterado, acaba afectando al funcionamiento grupal y social debido a
que las emociones se contagian. Lo que se siente se transmite, por mucho que tratemos de ocultarlo: existe
el contagio emocional.
EL
CONTAGIO EMOCIONAL
Las personas
que compartimos espacios de relación, sea en el trabajo o en la vida personal,
en nuestras relaciones sociales,
acabamos compartiendo los estados de ánimo y los sentimientos. No es lo
mismo compartir enfado, frustración, resentimiento, que compartir buen humor, optimismo funcional y entusiasmo.
Todos
conocemos personas que al estar con ellas salimos llenos de energía, mientras
que con otras salimos exhaustos, vaciados de energía. Esto ocurre porque
estamos expuestos al contagio emocional de los demás, por lo tanto, a todo tipo
de emociones, positivas y negativas. Como dice Sebastià Serrano “las emociones
saltan de una mente a otra como si nada, los sentimientos son contagiosos,
mucho más que las ideas”. [2]
El “wifi”
emocional funciona. Las personas no expresamos verbalmente la mayoría de
nuestros sentimientos, lo hacemos a través del lenguaje no verbal.
De forma continua emitimos mensajes emocionales no verbales. Lo hacemos a través de gestos, expresiones de la cara o de las manos, el tono de voz, la postura corporal, o incluso los silencios, tantas veces tan elocuentes. Estos mensajes pueden ser aprecio, desagrado, cordialidad, hostilidad, etc. Somos constantes emisores y receptores de estos mensajes a través de los cuales se da el contagio emocional.
De forma continua emitimos mensajes emocionales no verbales. Lo hacemos a través de gestos, expresiones de la cara o de las manos, el tono de voz, la postura corporal, o incluso los silencios, tantas veces tan elocuentes. Estos mensajes pueden ser aprecio, desagrado, cordialidad, hostilidad, etc. Somos constantes emisores y receptores de estos mensajes a través de los cuales se da el contagio emocional.
¿Somos
conscientes de ello? No. En muchas ocasiones no somos conscientes de los
mensajes emocionales que nos llegan y que recogemos. Nos quedan registrados y
luego reaccionamos a ellos de forma casi automática, sin reflexión previa. Por
ejemplo, ante determinada actitud de otra persona, reaccionamos de forma
positiva o negativa sin ser capaces de encontrar razones para ello. No solo
tenemos hábitos psicomotores; también vamos adquiriendo hábitos mentales y
emocionales que nos llevan a reaccionar de forma automática ante diversas
situaciones. No es lo mismo responder ante una actitud de alguien con afecto y simpatía, que hacerlo con recelo o
desconfianza.
Las
emociones intercambiadas con los demás a lo largo del día determinan nuestro
estado anímico. Es esto lo que determina que tengamos unos días estupendos y
otros nefastos.
Si el
ambiente que te rodea es tóxico, cargado de emociones negativas, sin duda te
acarreará daños colaterales, es
decir, serás víctima inocente de explosiones emocionales ajenas en forma de
enfados, rabia, resentimiento, etc.
¿Hasta qué punto te afectará? Está en función
de tu sensibilidad. No todos somos igualmente vulnerables o contagiables: los
más vulnerables son las personas más sensibles.
¿Nunca te has sentido eufórico sin saber por qué?
¿Alguna vez te has sentido triste y deprimido sin causa aparente?
¿Te sientes a veces de una manera determinada sin una causa objetiva que lo
justifique?
¿Podrías enumerar alguno de tus hábitos emocionales?
EL
COCTEL DEL RESENTIMIENTO
Este
coctel, con todos y cada uno de sus ingredientes, es una mezcla que nos
“emborracha”, nubla nuestro raciocinio no facilitándonos una vida saludable.
Tiene un alto coste emocional y físico para quien lo lleva encima impidiéndole
sentirse libre, con la sensación de que controla su vida, con proactividad y
sentido de logro. Va por la vida sintiéndose víctima con todos los sentimientos
negativos que ello conlleva.
¿Qué aporta cada uno de
los ingredientes al coctel del resentimiento?
Ira
De
la ira ya hemos hablado en el post anterior. Es una de las 5
emociones básicas y es una emoción
adaptativa para hacer frente a la injusticia. Nos moviliza para la acción
encaminada a enfrentarnos a ella.
Envidia
En
cuanto a la envidia, que era definida por Santo Tomás de Aquino, en su Suma de Teología como “tristeza de los bienes ajenos” y que el mismo Santo Tomás nos dice que solamente se da
envidia “de aquellos con los que el
hombre quiere igualarse o aventajarles en gloria”, según nos señala el
psiquiatra Castilla del Pino, no se da
en todo resentimiento:
“A diferencia del suspicaz, que se limita a sentirse afectado por algo que supone (fundada o no fundamentalmente) vejación y desestima en su imagen pública, el resentido reacciona a su vez con hostilidad, pero, en tanto que se sabe en situación desigual respecto a aquel del que se resiente, recurre a formas solapadas y tortuosas. A veces coexista con la envidia. Pero no tiene que ser así: - P está resentido con M por la faena que le hizo – no implica que P envidie a M.” [3]
En
otros muchos resentimientos sí está presente
la envidia, si bien son procesos diferentes. El envidioso busca disminuir la
gloria ajena y tiene la esperanza de que en un futuro lo logrará y conseguirá
el desprestigio público del envidiado. El resentido no tiene esperanza de
lograr nada, se ve impotente ante lo que le sucede.
Por
otra parte, el envidioso, lo manifiesta; unas veces de forma camuflada a través de la murmuración, y otras veces de
forma abierta recurriendo a de la difamación.
El resentido se lo calla, lo oculta, no manifiesta, “reprime
sistemáticamente la descarga de ciertas emociones y afectos” según nos decía Scheler.
Venganza
Para
resarcir el daño sufrido, la injusticia
padecida, el honor ofendido o la autoestima dañada, aparece la venganza.
La
paradoja que se da en el resentido es
que acompaña la sed de venganza con el juicio de impotencia de llevarla a cabo:
se siente impotente ante el otro. No hay posibilidades pues de restablecer el
sentimiento del propio valer ofendido, la satisfacción del daño sufrido o restaurar
el honor ofendido.
La
represión ejercida sobre una sed de venganza que lleva a la sensación de que
“no hay nada que hacer” “hay que someterse”, “así es la vida”, etc., es la que
lleva al resentido, entre otras cosas, a lo que nos decía Scheler: (…) “tiene como consecuencia ciertas
propensiones personales a determinadas clases de engaños valorativos y juicios
de valor correspondientes”.
Este
engaño valorativo se manifiesta en restar valor al valer ajeno, a cambiar los
valores perseguidos, pasando a defender
justo lo contrario de estos, en definitiva, a engañarse en el análisis de la
realidad creando unas ilusiones particulares sobre la misma. Así, por ejemplo,
todos conocemos a personas que estaban muy motivadas para conseguir algo, pero
que llegado un momento en que se sintieron incapaces de lograrlo por falta de
capacidad, por acidia, etc., reducen la
tensión generada entre el querer y no poder, dejando de querer a través del
autoengaño de que lo que querían, realmente no era tan valioso como pensaban.
Pasan, así, a valorar y querer lo contrario.
¿Cuántos políticos de “izquierdas” conoces que no pudiendo hacer
“carrera” en esta tendencia se pasaron a la “derecha”?
¿Cuántos políticos de “derechas” conoces que no pudiendo hacer
“carrera” en esta tendencia se pasaron a la “izquierda”?
Ejemplos
de esto todos podemos poner alguno que hemos contemplado a lo largo de nuestra
vida, referido a objetivos políticos, aspiraciones profesionales, aspiraciones
sociales, relaciones amorosas, etc. De
forma general lo ejemplifica muy bien la fábula de Esopo de “La zorra y las
uvas”.
Estos conflictos internos más todo un cúmulo de conflictos
interpersonales que le acaecen, no sabe cómo abordarlos de forma directa por varias
razones:
1/ Está mal visto y suele
interpretarse como mala educación o falta de madurez, el manifestar emociones
de ira, resentimiento, envidia y otras muchas presentes en los conflictos. Su
“analfabetismo emocional” lo lleva a no manejar adecuadamente las emociones, a inhibirlas.
La no manifestación espontánea, la
inhibición, se manifiesta indirectamente generando otros nuevos conflictos
que no tendrían su aparición si se hubiese resuelto el original. Se fomenta así
una tendencia a la proliferación de conflictos.
2/ El miedo. La consideración de los riesgos (costos personales,
obstáculos en la carrera, aparición de antagonismos personales, etc.) lleva a
camuflar los conflictos impidiendo que salgan a la luz.
3/ Comodidad.
El manejo adecuado del conflicto exige un gasto de energía emocional. A veces, el resentimiento se acompaña de
acidia, desidia o pereza en el actuar.
IMPOTENCIA
Lo
más pernicioso del resentimiento es, a
mi juicio, la impotencia que siente.
Si
observas la figura de más abajo, verás que el resentimiento se da ante
situaciones que tienen dos características: la primera, no aceptar la situación.
La segunda, creer que ante ella no podemos hacer nada para cambiarla o
modificarla.
¿Por cuál de las siguientes frases
te guías en la vida?:
1 1. Yo soy yo y mis circunstancias.
2 2. Yo soy yo y mi circunstancia, y si ni la salvo a ella no me salvo
yo.
¿En qué punto pones la frontera entre lo “Imposible” y lo “Posible”?
Referencias bibliográficas
[1] SCHELER, Max.: El resentimiento en la moral. Editorial: S.L. CAPARROS EDITORES.
1993
[2] SERRANO,
Sabastiá.: El regalo de la comunicación.
Barcelona, Editorial Anagrama,S.A, 2004
[3]CASTILLA DEL PINO, Carlos.:Teoría de los sentimientos. Tusquets
Editores Ensayo, Barcelona 2000. p. 346
[4]ECHEVERRÍA,
Rafael.: Ontología del
lenguaje. Buenos Aires, Granica, 2006. P. 320