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domingo, 9 de septiembre de 2018

LA INVOLUCIÓN DE LOS LÍDERES



LA INVOLUCIÓN DE LOS LÍDERES







“Una mente es su propio lugar, y por sí sola / puede hacer un cielo del infierno, y un infierno del cielo”Milton



Nicolás Maquiavelo y sus sentencias recogidas en su obra El Príncipe, es sin duda uno de los personajes más citados en escritos y en charlas convencionales. La mayoría de las veces se citan frases sueltas del mismo, sin entender el contexto que le llevó a él a escribir lo que escribió.

Hasta que Maquiavelo, en la Florencia del Renacimiento, escribió El Príncipe, todos los pensadores anteriores se dedicaron a plantear, no un análisis empírico de la realidad política, sino teorías más o menos sofisticadas a partir de la hipótesis “Si todos los hombres fueran buenos…”, es decir, se ocuparon de la política bajo la etiqueta de “lo que debería ser”. Maquiavelo se ocupó de la política a partir de lo que realmente era, de lo que ocurría, de lo que él llamaba "la verdad efectiva de las cosas", mostrando las reglas de juego que se daban en la realidad del día a día en la política.

En nuestro contexto actual, seguimos ocupándonos de la política bajo el mismo presupuesto que los pensadores anteriores a Maquiavelo. Nos dejamos llevar por descripciones más o menos utópicas y cargadas de buenas intenciones, y con ello olvidamos, o no tenemos suficientemente en cuenta,  lo que realmente hacen los políticos.

Nos cuesta asimilar que la política se rige no por principios ideológicos o valores morales, sino, sobre todo por circunstancias concretas. En esas circunstancias concretas, nos demuestra Maquiavelo, que para conseguir sus fines, la capacidad del ser humano de hacer el mal es tal, que “no frenará al ambicioso a la hora de escoger medios, no limitándose a seleccionar tan solo aquellos que sean legales y morales”. Fue esto lo que llevó a muchos de sus lectores a interpretar, erróneamente, que Maquiavelo justificaba y estaba de acuerdo con la frase por la que más se le conoce: “El fin justifica los medios”. Un buen fin, ético, no justifica que cualquier medio sea lícito para lograrlo.

Solamente fines éticos, logrados con medios éticos nos llevan a una evolución sostenible

Ya no podemos concebir ni sostener  que la humanidad  evoluciona a  través de un proceso lineal,   en el cual las formas de ser, saber y actuar se van perfeccionando. Es una falacia el describir la historia de la humanidad como un constante progreso logrado mediante la desaparición de las formas de ser, saber y actuar menos perfeccionadas y apareciendo unas más perfectas, superiores y mejoradas. 
Puede ayudarnos a comprender esta idea el artículo de Manuel Vicent en el País de hoy domingo y que comparto aquí:
Borrascas
Las convulsiones de la naturaleza, a la hora de producir terribles daños, no son nada si se comparan con los que causan las borrascas del cerebro de algunos líderes

Lo cierto es que siempre puede aparecer, de forma aleatoria, algún elemento (en palabras de Vicent "Las tormentas más peligrosas no son las que produce la atmósfera, sino las que se generan dentro del cráneo de Donald Trump, de Kim Jong-un o de Vladímir Putin, puesto que sus nefastas consecuencias pueden ser planetarias e irreversibles") capaz de desestabilizar lo que existe en un tiempo dado,  y crear formas de ser, saber y actuar inferiores a las que ya había.

 Los propósitos o fines que se buscan no son siempre los mejores para la sociedad en general. Pero no solo eso, cada vez más se generaliza la espiral destructiva que  se da en la proliferación de líderes, sin ética alguna,  que toman decisiones  sobre fines no éticos, y también eligiendo,  medios no éticos para alcanzar dichos fines.  

Concebir la política como un fin para enriquecerse (fin no ético), y cuando se está en el poder elegir medios corruptos para lograrlo (medios no éticos),  es la degradación e involución perfecta.

El mundo es como es, no como queremos que sea. Para mejorar una situación o realidad, lo primero es aceptarla y no auto engañarnos recurriendo al  onanismo mental elaborando productos de "optimismo de pandereta".

Frank Schirrmacher (ya me referí a él en este mismo blog haciendo varias referencias a su libro titulado EL COMPLOT DE MATUSALEN ¡QUE NO TE FRENE EL MIEDO A ENVEJECER!), coeditor del Frankfurter Allgemeine Zeitung, describe en su libro Ego, la implantación del egoísmo como norma de actuación de cada uno de nosotros. Se basa en la teoría de los juegos sintetizándola de esta forma:

“Se trataba de una empatía muy particular: había que meterse en la piel egoísta del otro para sacar más provecho del egoísmo propio. En el sombrío lenguaje de la teoría, esto se dice así: ejecutar el mejor movimiento estratégico teniendo en cuenta la mejor juagada del otro y establecer de ese modo una especie de equilibrio". Se refiere al equilibrio de Nash.
Si cada uno “va a lo suyo”, buscando exclusivamente maximizar su propio beneficio y  adoptando para ello cualquier medio que siempre será bueno salvo cuando lo pillen, no parece lo más adecuado para meterse en una espiral de progreso y sí es sintomático y significativo de una clara involución.

Siento defraudar a los  seguidores del optimismo de pandereta, pero me declaro firme defensor del optimismo funcional. Ver: https://neuroforma.blogspot.com/2017/03/
Hasta Confucio, que nos lo vendieron  como un optimista empedernido, parece que no lo era tanto cuando sostenía lo siguiente:

 “Aunque todos los seres humanos son sabios en potencia, en realidad eso sucede raras veces. Casi todos los seres humanos existen en un estado lamentable”.
Trece teorías de la naturaleza humana”. Leslie Stevenson, David L. Haberman, Peter Matthews Wright y Charlotte Witt. Cátedra, 2018.

¿Somos conscientes de la distancia que existe entre lo que “debería ser” y lo que “realmente es”?