LA INVOLUCIÓN DE LOS LÍDERES
“Una mente es su propio lugar, y por sí sola / puede hacer un cielo del infierno, y un infierno del cielo”. Milton
Nicolás Maquiavelo y sus sentencias
recogidas en su obra El Príncipe, es sin duda uno de los personajes más citados
en escritos y en charlas convencionales. La mayoría de las veces se citan
frases sueltas del mismo, sin entender el contexto que le llevó a él a escribir
lo que escribió.
Hasta que Maquiavelo, en la Florencia
del Renacimiento, escribió El Príncipe, todos los pensadores anteriores se
dedicaron a plantear, no un análisis empírico de la realidad política, sino
teorías más o menos sofisticadas a partir de la hipótesis “Si todos los hombres
fueran buenos…”, es decir, se ocuparon de la política bajo la etiqueta de “lo
que debería ser”. Maquiavelo se ocupó de la política a partir de lo que
realmente era, de lo que ocurría, de lo que él llamaba "la verdad efectiva
de las cosas", mostrando las reglas de juego que se daban en la realidad
del día a día en la política.
En nuestro contexto actual, seguimos
ocupándonos de la política bajo el mismo presupuesto que los pensadores
anteriores a Maquiavelo. Nos dejamos llevar por descripciones más o menos
utópicas y cargadas de buenas intenciones, y con ello olvidamos, o no tenemos
suficientemente en cuenta, lo que realmente hacen los políticos.
Nos cuesta asimilar que la política se
rige no por principios ideológicos o valores morales, sino, sobre todo por
circunstancias concretas. En esas circunstancias concretas, nos demuestra
Maquiavelo, que para conseguir sus fines, la capacidad del ser humano de hacer
el mal es tal, que “no frenará al ambicioso a la hora de escoger medios, no
limitándose a seleccionar tan solo aquellos que sean legales y morales”.
Fue esto lo que llevó a muchos de sus lectores a interpretar, erróneamente, que
Maquiavelo justificaba y estaba de acuerdo con la frase por la que más se le conoce:
“El fin justifica los medios”. Un buen fin, ético, no justifica que
cualquier medio sea lícito para lograrlo.
Solamente fines éticos, logrados con medios éticos nos llevan a una evolución sostenible
Ya no podemos concebir
ni sostener que la humanidad evoluciona
a través de un proceso lineal, en el cual las
formas de ser, saber y actuar se van perfeccionando. Es una falacia el
describir la historia de la humanidad como un constante progreso logrado
mediante la desaparición de las formas de ser, saber y actuar menos
perfeccionadas y apareciendo unas más perfectas, superiores y mejoradas.
Puede ayudarnos a
comprender esta idea el artículo de Manuel Vicent en el País de hoy domingo y
que comparto aquí:
Borrascas
Las convulsiones de la
naturaleza, a la hora de producir terribles daños, no son nada si se comparan
con los que causan las borrascas del cerebro de algunos líderes
Invito a leerlo: https://elpais.com/elpais/2018/09/06/opinion/1536251545_442694.html
Lo cierto es que siempre puede aparecer,
de forma aleatoria, algún elemento (en palabras de Vicent "Las tormentas más
peligrosas no son las que produce la atmósfera, sino las que se generan dentro
del cráneo de Donald Trump, de Kim Jong-un o de Vladímir Putin, puesto que sus
nefastas consecuencias pueden ser planetarias e irreversibles") capaz de desestabilizar lo
que existe en un tiempo dado, y crear formas de ser, saber y actuar
inferiores a las que ya había.
Los propósitos o fines que se
buscan no son siempre los mejores para la sociedad en general. Pero no solo
eso, cada vez más se generaliza la espiral destructiva que se
da en la proliferación de líderes, sin ética alguna, que toman
decisiones sobre fines no éticos, y también
eligiendo, medios no éticos para alcanzar dichos fines.
Concebir la política como un fin para
enriquecerse (fin no ético), y cuando se está en el poder elegir medios
corruptos para lograrlo (medios no éticos), es la degradación e
involución perfecta.
El mundo es como es, no como queremos
que sea. Para mejorar una situación o realidad, lo primero es aceptarla y
no auto engañarnos recurriendo al onanismo mental elaborando
productos de "optimismo de pandereta".
Frank Schirrmacher (ya me referí a él en
este mismo blog haciendo varias referencias a su libro titulado EL COMPLOT DE
MATUSALEN ¡QUE NO TE FRENE EL MIEDO A ENVEJECER!), coeditor del Frankfurter Allgemeine Zeitung, describe en su libro Ego, la implantación del egoísmo como norma de
actuación de cada uno de nosotros. Se basa en la teoría de los juegos
sintetizándola de esta forma:
“Se trataba de una empatía muy particular: había que meterse en la piel
egoísta del otro para sacar más provecho del egoísmo propio. En el sombrío
lenguaje de la teoría, esto se dice así: ejecutar el mejor movimiento
estratégico teniendo en cuenta la mejor juagada del otro y establecer de ese
modo una especie de equilibrio". Se refiere al equilibrio de Nash.
Si cada uno “va a lo suyo”,
buscando exclusivamente maximizar su propio beneficio y adoptando
para ello cualquier medio que siempre será bueno salvo cuando lo pillen, no
parece lo más adecuado para meterse en una espiral de progreso y sí es
sintomático y significativo de una clara involución.
Siento defraudar a los seguidores del optimismo de pandereta, pero me declaro firme defensor del optimismo funcional. Ver: https://neuroforma.blogspot.com/2017/03/
Hasta Confucio, que nos lo
vendieron como un optimista empedernido, parece que no lo era tanto
cuando sostenía lo siguiente:
“Aunque todos los seres humanos son sabios en
potencia, en realidad eso sucede raras veces. Casi todos los seres humanos
existen en un estado lamentable”.
“Trece teorías de la
naturaleza humana”. Leslie Stevenson, David L.
Haberman, Peter Matthews Wright y Charlotte Witt. Cátedra, 2018.
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