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sábado, 5 de febrero de 2022

Sentirse BIEN, sentirse MAL

 



                                 

Sentirse BIEN, sentirse MAL

"Vivir bien y sentirse mal le pasa a mucha gente, estar jodido y no saber por qué es lo último que se lleva".     Manuel Vicent 

(El artículo, para quien quiera leerlo, aparece más abajo, después del artículo que me dispongo a escribir yo ahora)

Al amigo, del que nos habla  Manuel Vicent en su columna de El País (leer más abajo), según la percepción de Vicent, “no le va mal”. Enumera Vicent una larga lista de indicadores objetivos como argumentos que respaldan  su opinión. Sin embargo, cuando le pregunta que tal está, la respuesta de su amigo es rotunda: “Muy jodido, la verdad”. Parece que esa eran su propia percepción.

Los sucesos y la vida de una persona se desarrolla, en parte, en función de cuales sean sus expectativas. Una persona deprimida no tiene ilusiones. Por lo contrario, el entusiasmo genera unas altas aspiraciones. Nadie puede ir más allá de donde ponga sus expectativas. Nos lo explica muy  bien el amigo de Manuel Vicent: "Dice que se siente atrapado por una congoja que no puede controlar ni sabe a qué obedece; es como si todos los días fueran siempre tardes de domingo". 

 Por estas y otras razones es muy importante, a mi juicio,  cuidar el Ratio Emocional

 Desde el punto de vista somático lo normal es que tengamos una temperatura de 36,5 grados. Desde el punto de vista mental, lo normal es que las personas se encuentren a gusto, tranquilas, optimistas e ilusionadas. Atención con esto último que sostengo, ya que hay personas que creen que siempre tienen que encontrase bien con lo cual están generando unas expectativas irreales y pueden acabar arrastrando una permanente frustración. La diversidad emocional nos conforma a los humanos y todas cumplen una función en un momento dado ya sea el entusiasmo, la alegría, la envidia, la ira, etc. Todos tenemos días buenos y todos tenemos, también,  días malos. La cuestión es ser consciente de cuales prevalecen y en qué proporción. Si prevalecen los malos, si las emociones que sentimos son muy frecuentemente negativas, es señal de que tenemos un problema que resolver. 

Un problema que puede estar localizado dentro  o fuera de uno mismo, o incluso en los dos sitios a la vez.

La fiebre cumple a nivel somático la misma función que las emociones negativas y desagradables a nivel emocional: no solo nos indican que tenemos un problema, sino que nos invitan a tomar medidas para volver a la temperatura normal: estar sereno y satisfecho. El termómetro emocional indica “fiebre” a través de diversas emociones negativas.

Por eso hoy, más que nunca, es necesario dotarse de herramientas emocionales. Las herramientas emocionales son útiles,  entre otras muchas cosas,  para evitar el síndrome del desgaste profesional y también, no se nos olvide, el desgaste familiar. De "puertas adentro" se están viviendo auténticos "calvarios familiares" debido a la plaga de adicciones. Es cierto que muchas ya vienen de lejos, cronificadas como, por ejemplo,  las compras compulsivas promovidas por el rol de la cultura del consumo de nuestra sociedad y arrastrando a la infelicidad a muchas personas, pero,  otras muchas  crecen exponencialmente a consecuencia de está pandemia que nos asola. De aquí la gran preocupación social que está reclamando medios para atender la salud mental.

Estas herramientas emocionales son básica para aprender a vivir (intra personales) y para aprender a convivir (inter personales).




¿Cómo te sale, la mayoría de los días, tu ratio emocional?:

Re = Emociones + / Emociones -

Volviendo al amigo de Vicent, es cierto que hay personas que objetivamente lo tienen todo para ser felices y, a pesar de ello,  son profundamente desgraciadas. La psicología y la sociología ponen de relieve que el bienestar objetivo influye, en muchos casos,  muy poco en el bienestar subjetivo. Explica esto por diversos factores, que veremos más adelante, siendo uno de ellos la personalidad que uno tenga: una buena adaptación a uno mismo; la valoración positiva que uno se haga de sí mismo; tener una disposición optimista (no confundir con el optimismo de pandereta); tener una baja puntuación en neurosis; una alta puntuación en extraversión y un talante sociable y comunicativo. La personalidad tiene una gran incidencia en nuestros actos y grandes efectos en la calidad de vida que tenemos cada uno. Gracias a ella nos adaptamos mejor o peor tanto personal como socialmente.



 En una de las cartas que Paul Sartre escribió a   Simone de Beauvoir y que siempre comenzaba así: "Mi querida Castor" le habla de una amiga d ambos: 

 “Se lo dije cuando bajábamos las escaleras “Tiene cara de haberle estando dando vueltas a su vida”. Por supuesto, cándido semblante, me miró estupefacta: “Cómo lo sabe?”.  Le dije que era crónico en ella, y siempre de origen fisiológico o provocado por  un descontento ajeno a la cosa misma”. “[…]  se había dado cuenta de que lo que le estropeaba la vida no era la fatalidad sino su propia manera de ser” (la negrita es mía).

Involucrarse con los demás y ayudarlos,  también se ha manejado en las investigaciones como una conducta que nos hace sentirnos bien. En  otra de las cartas Sartre se despide así de Beauvoir: “La quiero. Soy feliz porque pienso que esta carta la pondrá contenta. Estas cartas fueron publicadas por Ediciones Gallimard, 1983 en dos volúmenes titulados ‘Carta al Castor y a algunos otros’. La cita aparece en la página 117 del Volumen 1. 



 La psicología utiliza el BIS: Bienestar Individual Subjetivo para referirse a la valoración global, hecha por uno mismo y sobre uno mismo. Más concretamente, referida a un periodo de tiempo amplio, acerca de la satisfacción con la vida. Supone un balance emocional en el que las vivencias afectivas positivas son más frecuentes que las negativas. Imagina que coges el hábito de  todos los días, coger por la noche tu "termómetro" emocional y calcular, grosso  modo, el  ratio emocional del que hablamos antes. Como es lógico tiene un carácter subjetivo, dado que depende de lo que interprete y valore cada uno.

“Soy subjetivo, ya que soy sujeto. Si fuese objetivo, entonces sería un objeto.”

José Bergamín

Los humanos tenemos dos realidades. Una realidad exterior objetiva y una realidad interior subjetiva. La primera, desde una perspectiva objetiva, la medimos y valoramos a través de indicadores objetivos. La segunda, desde una perspectiva subjetiva,  la medimos y valoramos a través de auto informes, los cuales se basan en la auto observación que realizamos cada uno de nosotros sobre nuestra propia conducta.

 


La valoración global, de la que hablamos más arriba, nos daría respuesta a cómo estás de satisfecho con tu propio yo, con los demás, con tu vida afectiva, con tu vida familiar, con tu vida profesional y con todo aquello que quieras tú añadir.

¿Cuál es el valor que tú le das a tu BIS del año 2021 que acabamos de pasar?

Lo tendrías más fácil y serías más consciente (capacidad de darse cuenta),   si hubieras practicado el hábito de calcular el ratio emocional diario del que hablamos antes.


Todos hemos observado que no todas las personas con muchos recursos físicos o materiales son felices. Igualmente también hemos observado, que no todas  las personas con pocos recursos son infelices. Los investigadores han llegado a elaborar listas de factores que avalan estas  observaciones. Entre otras muchas, destaco las siguientes: 

Focalización en la carencia: de nada vale tener mucho si lo que se valora es de lo que se carece.

2. El fenómeno de la habituación: nos habituamos muy rápido a lo bueno lo cual deja de satisfacernos tanto.

3.  La teoría del punto fijo: sostiene que nuestro BIS tiene un importante contenido genético y mucho que ver con los rasgos de personalidad. A una edad muy temprana alcanza un nivel que se mantendrá a lo largo de toda nuestra vida. Crecerá si nos ocurre algo muy satisfactorio, y decrecerá si nos sucede una desgracia pero, en ambos casos, en muy poco tiempo se  recuperará su nivel de siempre.

Mucha gente cree que podemos lograr sentirnos bien a través del consumo (la forma más actual de estar “adaptado”: eres y vales tanto como tu capacidad de consumo) sin duda están  en el camino equivocado. La patología de adicción a las compras está muy extendida y produce mucha infelicidad. Como bien dice el sociólogo Zygmunt Bauman:  "Es normal que queramos ser felices, pero hemos olvidado todas las formas de ser felices. Solo nos queda una, la felicidad de comprar. Cuando uno compra algo que desea se siente feliz, pero es un fenómeno temporal"

 El proceso  de “adaptación hedonista” lo confirma plenamente. Como nos recuerda        Jiddu Krishnamurti: "No es un síntoma de salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma".

Al amigo de Manuel Vient "le basta con una parra, un sillón de mimbre, un buen libro y un sombrero de paja. Estos sueños se hallan al alcance de la mano, ya que su profesión le ha permitido ahorrar lo suficiente como para no tener en el futuro problemas económicos graves"

Los recursos pueden ayudar a ser feliz, pero no  garantizan que uno lo sea. Por eso es una buena opción  la siguiente:

Centrarse  en lo disponible:

 tener la capacidad de disfrutar de las grandes

 y pequeñas cosas de cada día.





 Si hay  alguna persona interesada en las reflexiones de Manuel  Vicent  y no le abre el enlace,  puede leerlo en la copia y pega del comentario de abajo.     


Manuel Vicent

                   Tedio           vital

No se puede decir que le vayan mal las cosas a mi amigo. Tiene una salud aceptable, una mujer que le quiere, unos hijos que le respetan, unos nietos adorables. Acaba de jubilarse con una pensión que se considera bastante digna y le quedan aún muchos años por delante para disfrutar de la vida. Ahora que dispone de tiempo piensa viajar por España para descubrir hermosos paisajes y ciudades que no conocía. Sueña con volver a los orígenes y acabar los días junto al mar de su infancia en una pequeña casa de paredes blancas y ventanas pintadas de verde. Según me cuenta, le basta con una parra, un sillón de mimbre, un buen libro y un sombrero de paja. Estos sueños se hallan al alcance de la mano, ya que su profesión le ha permitido ahorrar lo suficiente como para no tener en el futuro problemas económicos graves. El percance de salud que sufrió hace un tiempo se ha solucionado felizmente con una operación quirúrgica y los análisis a los que se somete cada año son siempre favorables. Tiene unos amigos, entre los que me encuentro, con los que se reúne para almorzar, para ir al cine o para tomar una copa a media tarde un día a la semana y encima le gusta la música, visita exposiciones de pintura, no ha perdido el gusto por la buena mesa ni el hábito de la lectura. ¿Quién a cierta edad no firmaría por ser un tipo como este? Después de contarme las excelencias de su vida, le pregunto: “¿Y tú qué tal estás?”. Y me contesta: “Muy jodido, la verdad”. Dice que se siente atrapado por una congoja que no puede controlar ni sabe a qué obedece; es como si todos los días fueran siempre tardes de domingo. Vivir bien y sentirse mal le pasa a mucha gente, estar jodido y no saber por qué es lo último que se lleva y puesto que no se puede echar la culpa a nadie, le digo que abra de par en par las ventanas para que entre la primavera que ya está colgada de los árboles.

martes, 6 de febrero de 2018

EL SÍNDROME DEL FORMADOR


El Síndrome del Formador





Escribí este artículo hace años, concretamente en mayo del año 2006. Lo publico ahora en mi blog actual, sin cambiar nada de lo escrito en su día. Creo que en muchos aspectos sigue vigente. Decía lo que sigue a continuación.

Somos muchos los que nos dedicamos a la formación dentro del mundo de la empresa. Más específicamente, a la formación en management y al desarrollo de las habilidades directivas.

Es esta una profesión que, al igual que nuestra mujer o marido, nos proporciona muchas satisfacciones y,  también, al mismo tiempo, muchas insatisfacciones. Investigaciones de la sociología sobre las relaciones que mantenemos con nuestra pareja, con el jefe y con el vecino, concluyeron que nuestra pareja nos proporciona muchas satisfacciones y muchas insatisfacciones; nuestro jefe nos da muchas insatisfacciones y muy pocas satisfacciones; finalmente, el vecino, ni grandes satisfacciones ni grandes insatisfacciones. Así, pues, nuestra profesión de formadores se asemeja, en esto de las satisfacciones e insatisfacciones,  a nuestra pareja.

Las satisfacciones


Entre las satisfacciones que nos da destaca, por su importancia, la realización personal  que sientes cuando te es permitido manifestar todo tu saber hacer, fruto de una profesión desarrollada en el día a día, durante mucho tiempo, y que  al igual que un buen caldo gallego,  se fue haciendo muy lentamente,  poco a poco. Años de cursos, de lecturas, de congresos y sobre todo de reflexiones, al final terminan por dotarte de  un soporte conceptual de entendimiento global, con el que eres capaz de satisfacer tu curiosidad innata y hacer una interpretación de las cosas basada  en un  conocimiento  holístico, fruto de una preocupación constante por mantenerte al día en tu profesión.

Cuando llegas aquí surge, en lo más profundo de ti, un agradecimiento a la vida por haberte permitido desenvolverte en un nicho ecológico que te ha permitido crecer interiormente. Sobre todo, cuando conoces otros nichos ecológicos que limitan, que impiden cualquier desarrollo, que te van poco a poco eliminando lo más genuino de la naturaleza humana: la capacidad de pensar. Ya lo decía Skinner: “El auténtico problema no es si las máquinas piensan, sino si lo hacen los hombres”.

Podíamos seguir mencionando satisfacciones, pero, creemos que el lector de este artículo podrá, por si mismo, deducirlas a partir de esta primera  e importante que hemos mencionado.

Las insatisfacciones


Vamos con las insatisfacciones. También son muchas y, a mí juicio, relacionadas con el título del artículo.

 Me vais a permitir que acuñe un nuevo síndrome. Ahora que están tan de “moda” y que se habla de toda clase de síndromes (el último que leí se llama SMJ: Síndrome del Marido Jubilado, al parecer acuñado por Noburo Kurokawa que según él, afecta al 60% de las mujeres con maridos jubilados en Japón. El marido se convierte en sodaigimi, basura que estorba.)
Pues bien, no sé si ya existía, pero en todo caso se me ocurrió lo del Síndrome del Formador, para clarificar estas insatisfacciones propias de nuestra profesión y que a veces nos obsesionan tanto como los síntomas de cualquier síndrome médicamente definido.

Está relacionado, fundamentalmente,  con algo que muchos decimos en nuestros cursos: que la realidad la construimos a través del lenguaje. Esto nos lleva, en primer lugar, a que lo que no se nombra no existe y, en segundo lugar, que  aquello que decimos todos los días, la “niebla comunicativa”, de la que nos hablan los lingüistas, en la que te desenvuelves termina por crear en ti  una  realidad, unos valores, que marcan el norte de tu actuación en la vida.

Lo anterior nos lleva directamente al  primer síntoma del síndrome que es no saber, a veces, diferenciar entre nuestros deseos, entre la realidad que construimos con lo que decimos en los cursos, y el día a día complejo, que se da en nuestras empresas. Caemos de esta forma  en lo de la “Disonancia Cognitiva” y en consecuencia, en un desasosiego interno que termina por afectarnos en nuestras actuaciones externas.

Estimados colegas, tal vez pueda valer como alivio recordar lo que nos dice Damasio, el neurólogo al que tantas veces apelamos en los cursos de inteligencia emocional. Olvidamos  que, como señala Damasio, A. (2005).  “el cerebro no se ha diseñado para buscar la verdad, sino para sobrevivir. La supervivencia está, en realidad, en la base de todo.”

El segundo síntoma del síndrome esta relacionado con la felicidad, esa palabra que despierta tantas connotaciones que para investigarla se apela a ella como BIS – Bienestar Individual Subjetivo-.Se apunta, como una de las bases de la felicidad, la búsqueda. Sostiene la ciencia actual que en nuestro hipotálamo tenemos un “circuito de la búsqueda”, de tal forma que este se activa y nos proporciona una gran satisfacción cuando buscamos realizar nuestras expectativas. Nuestros antepasados, sentían este placer cuando iniciaban la búsqueda del alimento.
En nuestro caso, los formadores, buscamos que aquello que decimos en los cursos se aplique en el día a día de nuestras empresas y, cuando constatamos que esto no sólo no es así, sino que en muchos casos se dice una cosa y se aplica la contraria, esto va deteriorando nuestro circuito de búsqueda. Lo que se practica en la empresa, partido por lo que nosotros sostenemos en los cursos, marcan el índice de deterioro y este correlaciona positivamente con nuestro grado de insatisfacción.

De nuevo, estimados colegas, se me ocurre que no olvidemos que el placer que sentían nuestros antepasados cuando se les activaba el circuito de la búsqueda de alimento, este placer se extinguía durante el acto de comer. También,   el placer del hombre actual, no está tanto en la consecución de los objetivos o metas que se marca en su vida, como en el camino que tiene que recorrer hasta llegar allí. La satisfacción no esta en el objetivo, sino, en lo que tiene que hacer diariamente  para conseguirlo.

El tercer síntoma se relaciona con la capacidad de adaptación. Supervive el que se adapta, deja de vivir el inadaptado. Esto es lo que sostiene Darwin. El mecanismo de la evolución está en la capacidad del  más apto  de engendrar más cantidad de individuos y, por lo tanto, dejar más extendidos sus genes. No olvidemos que la función del gen es reproducirse.
En nuestra profesión no trabajamos con genes sino con memes- ideas con gran capacidad de contagio y de propagarse y extenderse muy rápidamente-. La función del meme, al igual que la del gen, también es reproducirse, no vía  espermatozoide- vagina sino vía idea-cerebros. El meme es a la  transmisión y evolución  cultural, lo que el gen es a la evolución biológica.
Pero, a  veces ocurre que nuestras ideas dificultan la adaptación del que las propaga en determinados ambientes, por no ser valoradas ni entendidas. Esto puede llegar hasta tal punto que incluso nos vean como “vendedores de humo”. Todos escuchamos, en alguna ocasión, aquello de  “puro toque de violín”, como síntesis hecha por alguna persona del seminario impartido.  No es alarmante cuando resulta referido a seminarios que realmente no tienen contenido y que su asistencia a ellos supone una auténtica pérdida de tiempo. Tampoco es alarmante, cuando la persona que hace la manifestación es un escéptico del montón que no tiene la capacidad de ver un poco más allá de sus propias narices. Pero, si es, como mínimo preocupante, cuando la persona que hace la manifestación es una persona con capacidad y poder para decidir sobre el futuro de la formación y, en consecuencia, el futuro de los que nos dedicamos a ella, y hace la afirmación referida a un seminario trabajado, con contenido profundo, con ideas aplicables en entornos saludables que tendrían el efecto de revitalizar a las personas que trabajan en esa empresa y en consecuencia a la empresas misma. Cuando esto ocurre, tu supervivencia puede estar incluso en peligro. No me refiero  aquí al mobing, ni a la ambigüedad de rol, ni a los denominados factores de riesgo psicosocial, contemplados en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Me refiero a que mantener en tales condiciones un estado de ánimo adecuado para ser convincente y creíble en tus cursos, es muy difícil. Por eso me refiero a la supervivencia: por que ataca frontalmente el valor añadido que tú puedes aportar. No olvidemos que Luís Marcos Rojas sostiene, como ingredientes del estado de ánimo, los cuatros siguientes: el equilibrio emocional, el sentido de futuro, el control de nuestra vida, y finalmente, la capacidad de adaptación.

La medicina aquí es incierta. A mí se me ocurre pensar que el “Principio de Peter” todavía tiene vigencia en algunos casos. Otras veces, recurro a una dosis manejable de autoengaño y me digo aquello de que si tú puedes cambiar tu percepción de la situación, cambias la situación misma.  Finalmente, me autosugestiono con la famosa oración que rezaban en las asociaciones de antialcohólicos: “... dame coraje para cambiar lo que se puede cambiar, serenidad para aceptar lo que no se puede cambiar, y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro”.

Las preguntas


Hay otros muchos síntomas del Síndrome del Formador. Si tengo ocasión los desarrollaré en otro artículo posterior. Quiero terminar este con unas cuantas preguntas que nos lleven a la autorreflexión, a poner en práctica la meta cognición, esa capacidad que tenemos los humanos de salirnos de nosotros  y reflexionar sobre nosotros mismos.

¿Están nuestros cursos adaptados a la realidad de nuestras empresas de hoy?

 ¿Fomentamos en ellos herramientas prácticas y aplicables en el entorno de trabajo, o nos quedamos en una mera teoría, atrayente,  pero sólo teoría? (no me vale como justificación aquello de “nada más práctico que una buena teoría”).

 ¿Somos conscientes de que la formación en las empresas es una inversión y  que como toda inversión hay que recuperarla? 

¿Cuál es el aprendizaje que cada persona está aplicando en su puesto de trabajo? Si aplica poco o nada ¿a que se debe?  ¿Tal vez a cursos pocos realistas o mal impartidos?

¿Será, acaso, que el mundo de la gestión justifica y cuenta unas cosas  con el objetivo de mantener el estatus-quo y lo que sucede, en la realidad  real (valga la redundancia), no tiene ni parecido a lo que cuentan?

Se buscan respuestas, desde la óptica evidente de que lo propio del ser humano es buscar la verdad, no poseerla.