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viernes, 14 de mayo de 2021

APARIENCIA SIN ESENCIA

 


APARIENCIA SIN ESENCIA

“Todos ven lo que aparentas, pocos advierten lo que eres”      

Maquiavelo

 


Nos  cuenta Platón en su obra más importante, ‘La República’,  en la que desarrolla una serie de diálogos de  Sócrates con sus discípulos, que Glaucón (445 a. C.), filósofo griego y hermano de Platón,  desafía  a Sócrates  a que  demuestre que  lo que conduce a la felicidad   es la justicia por sí misma y  no la reputación de la  justicia.

La capacidad de Glaucón de percatarse de algo que a la mayoría de personas les pasa inadvertido, le llevó a afirmar que   a los humanos nos preocupa más la apariencia que la esencia, el parecer que el ser, la reputación que nuestra forma de ser,  en definitiva, que lo importante no es como tú realmente eres, sino lo que aparentas. La influencia de la reputación supera a la influencia de la realidad.

No sé si Julio César (100-44 a. C.) conocía este diálogo de Glaucón, siglos después (68 a.C.),  cuando se divorció de Pompeya, argumentando que  «Mi esposa debe estar por encima de toda sospecha».  Actualmente  dicho argumento  lo conocemos como «La esposa de César no solo debe ser honesta, sino parecerlo». Glaucón le diría a Julio Cesar que lo esencial era “parecer honesta” y en un segundo plano,  como  secundario e irrelevante,   “ser honesta”.

La reputación deshonesta (valga el oxímoron)

Glaucón, como buen contertuliano,  empieza pidiéndole a Sócrates que imagine como se comportaría un hombre que tuviese el anillo de Giges. (También hace referencia al mismo Platón en el libro II de La república).

“Dicen que era un pastor que estaba al servicio del entonces rey de Lidia. Sobrevino una vez un gran temporal y terremoto; abrióse la tierra y apareció una grieta en el mismo lugar en que él apacentaba. Asombrado, ante el espectáculo, descendió por la hendidura y vio allí, entre otras muchas maravillas que la fábula relata, un caballo de bronce, hueco, con portañuelas, por una de las cuales se agachó a mirar y vio que dentro había un cadáver, de talla al parecer más que humana, que no llevaba sobre sí más que una sortija de oro en la mano; quitósela el pastor y salióse. Cuando, según costumbre, se reunieron los pastores con el fin de informar al rey, como todos los meses, acerca de los ganados, acudió también él con su sortija en el dedo. Estando, pues, sentado entre los demás, dio la casualidad de que volviera la sortija, dejando el engaste de cara a la palma de la mano; a inmediatamente cesaron de verle quienes le rodeaban y con gran sorpresa suya, comenzaron a hablar de él como de una persona ausente. Tocó nuevamente el anillo, volvió hacia fuera el engaste y una vez vuelto tornó a ser visible. Al darse cuenta de ello, repitió el intento para comprobar si efectivamente tenía la joya aquel poder, y otra vez ocurrió lo mismo: al volver hacia dentro el engaste, desaparecía su dueño, y cuando lo volvía hacia fuera, le veían de nuevo. Hecha ya esta observación, procuró al punto formar parte de los enviados que habían de informar al rey; llegó a Palacio, sedujo a su esposa, atacó y mató con su ayuda al soberano y se apoderó del reino. Platón: La república, II, 359a - 360b.


Las conclusiones de Glaucón son desoladoras:                                             

“Pues bien, no habría persona tan incorruptible como para perseverar en la justicia y abtenerse en absoluto de tocar lo de los demás, cuando nada le impide dirigirse al mercado y tomar allí sin miedo alguno cuanto quiera, entrar en las casas ajenas y fornicar con quien se le antoja, matar o libertar a su arbitrio, obrar, en fin, como un dios rodeado de mortales.”

¿Cuántos  'opinantes de exabruptos' en los medios de comunicación digitales actuales, amparándose en el anonimato de un nombre ficticio para el lector, escribirían lo que escriben  si se identificaran  con  su nombre verdadero?

Me recuerdan a las frases- insultos que se escribían en las empresas en las puertas de los váteres por dentro, hace años, casi siempre dirigidas a la dirección y sobre todo a los mandos intermedios.

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.” Mateo 23:27

 

La perspicacia de Glaucón: APARIENCIA SIN ESENCIA en los tiempos actuales

Hoy  en día la apariencia está elevada al pódium en el que descansan las columnas del éxito. Tener la capacidad de fingir, de aparentar lo contrario de lo que se piensa, priorizar la estética sobre la ética, de prometer lo inalcanzable sabiendo que se está mintiendo y creyendo que a los que se lo dicen son idiotas.

¿Con cuál de estas dos definiciones de autoestima te quedas?

Lo estamos viendo cada día en los políticos de nuestra querida España:  buscan el voto de los ciudadanos, no decirles la verdad de la situación.  Tener la reputación de que defienden los derechos e intereses de los ciudadanos, aunque esta reputación se construya con mentiras, falacias y demás piezas  retóricas, puede dar  más votos que si fueran sinceros y abordaran  la realidad de la situación. No olvidemos que son políticos votados por nosotros, los ciudadanos, es decir, si nosotros estuviéramos en su lugar probablemente actuaríamos igual que ellos.

Somos muy propensos a ver los defectos y vicios de los demás, pero muy ciegos en ver los  nuestros propios. Eso se debe a que caemos fácilmente en la trampa de la Autocomplacencia. Son muy pocas las personas que tienen una percepción equilibrada de sí mismas.

Bien es cierto que las figuras políticas deben ser más ejemplares que los demás.

 Todos escuchamos en la misa dominical (he estado internado desde los 10 años a los 16, asistiendo a una misa diaria y los domingos y festivos a dos ) aquello de la paja y la viga: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.” Mateo 7:1-2. 

Y ya que estamos hablando de Platón, lo expone de forma muy pedagógica:

El filósofo griego  Aristipo (siglo IV a.  C.)  era muy  goloso. Platón una vez lo paró y le reprochó:

 - No te perece le dijo - que compraste mucho más pescado del que necesita tu apetito?

 -Cierto- admitió  Aristipo-, pero pagué poco por él. Solo dos  óbolos!

 -Oh! – exclamó Platón-, a ese precio lo compraría   también yo.

 -Ves- le hizo notar  Aristipo-, si yo soy  goloso, entonces tú eres  avaro.

 

Si Glaucón estaba en lo cierto, puede que alguien,  por muy deshonesto que se muestre con sus acciones a lo largo del día,  no le preocupe lo más mínimo y duerma de un tirón por la noche; sí le preocupará y no dormirá,  si es consciente de que tiene reputación de mentirosos y deshonestos.  Están de suerte porque nunca fue tan fácil engañar a muchos tanto  tiempo.

Podrías pensar lo peor

Que la apariencia no es sincera, no

Pasadas las noches en vela

¿Será una condena de amargo sabor?

La apariencia no es sincera: Héroes del silencio (https://www.youtube.com › )

 
La  honesta reputación

“Los que son verdaderamente virtuosos no son conocidos por su virtud. Los que crean tal reputación lo hacen por motivos egoístas”

Aforismo taoísta

 

La solución que nos daba Sócrates para evitar la decadencia de la polis, pasaba por qué gobernaran los filósofos, pues tan solo ellos perseguirán conseguir  lo que es realmente bueno y no sólo lo que es bueno para ellos mismos.

Platón (exalumno de Sócrates) afirmaba que el conocimiento correlacionaba positivamente con la edad (a mayor edad, mayor conocimiento).  Y no solo eso, también afirmaba que la razón, lo más genuino de la naturaleza de los humanos, es frecuentemente  corrompida por las pasiones. En función de todo ello la solución que nos daba,  era que ya que tan solo los ancianos  eran capaces de impedir que su raciocinio fuese eclipsado por  sus emociones, eran los que podían  guiar y conducir  a los ciudadanos a hacer lo que es correcto, no lo popular. 


En una sociedad civilizada no es posible la convivencia  con un exceso de egocentrismo que nos lleve a ver y buscar tan solo lo nuestro (“vengo aquí a hablar de mi libro"; “Estoy en la política para hacerme rico”). Ayer a la noche escuché a un tertuliano decir lo siguiente: Como dice no sé quién (no me quedé con el nombre que dijo) “ Aquí cada uno va a lo suyo, excepto yo que voy a lo mío”

Todos y cada uno de nosotros tenemos que ser capaces de amortiguar determinados intereses individuales en beneficio de la comunidad.

“Hay una poderosa forma de presión social para facilitar los comportamientos excelentes. Me refiero a la reputación, la fama, la gloria, al deseo de sobrevivir en la memoria de los hombres” José Antonio Marina

Una reputación basada no en lo que alguien dice,  sino en lo que hace (“por sus obras los conoceréis” Mateo 7, 15-20

Una vez conseguida una reputación, basada en los hechos, se afianza mucho la autoestima.  

Los seres humanos a lo largo de toda nuestra existencia adquirimos conocimientos sobre el mundo que nos rodea y, también, sobre nosotros mismos. Empezamos entonces a recoger información en las distintas situaciones en las que nos movemos, sobre todo en situaciones sociales, referidas a como los demás reaccionan ante nosotros,  la imagen de nosotros mismos que vemos proyectada en los demás, acerca de qué tipo de comparaciones establecen, referidas, también, a los distintos papeles o roles que desempeñamos y con todo ello vamos construyendo el auto concepto. La autoestima tiene que ver con el Auto concepto y con el Auto ideal que está compuesto por la información que una persona valida sobre su futuro. Características y deseos de cómo nos gustaría ser. Proyectos, objetivos, metas, futuro, aspiraciones y expectativas, son los ingredientes clave. Sintetizando, las pretensiones que una persona tenga. Self ideal: William James


Conseguir que nuestros políticos tengan una reputación y sana autoestima, ganada a pulso a través de sus comportamientos y actos  honestos,  y poner en ellos el foco de forma permanente, exigiéndoles transparencia  y que se centren en las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos en lugar de pelearse entre ellos.

También, al que  pierda esa reputación honesta,  hacer que pague con creces sus consecuencias, es una forma de mejorar la conducta y las obras de los políticos. Conducta seguida de malas consecuencias se extingue o decrece.

 Los políticos con capacidad  de corromperse no son tontos. Lo que les lleva a ello, tampoco suele ser debido a un acto irracional, sino un análisis racional  previo basado en el coste- beneficio y compuesto de tres elementos: 1. Beneficios que esperaban obtener. 2. Probabilidades que ellos calculaban que tenían de ser descubiertos ( No tienen, afortunadamente el anillo de Giges). 3. Valor del castigo que esperaban si finalmente eran descubiertos.

 



“El rostro que el agua nos devuelve no es el mismo para nuestros ojos que para los demás. Has de ver tu imagen con tus ojos y con los de ellos y usar la faz que más te convenga. Las personas se interpretan en tres estados: el estar, el ser y el permanecer. El ser se vincula a uno mismo y es la imagen que uno mismo percibe; el estar  es la imagen que a uno mismo le llega del entorno, es el reflejo visto por los demás; el permanecer es retrato de las obras que uno hace a lo largo de la vida y es la historia la que se encarga de juzgarlo en forma de recuerdo o de olvido. Cada quien ha de esforzarse para mejorar los tres iconos de la vida y a ti, mi buen discípulo, te falta el estar”.

Así le habló a Eratóstenes (Director  de la Biblioteca en la ciudad de Alejandría del faraón Ptolomeo III Evérgetes,  (225 a.C.), su venerado maestro cuando Eratóstenes,  en tiempos pasados,  había decidido dejar Cirene y marchar a Alejandría.

Juanjo Lamelas.,: “La leyenda de las lágrimas doradas”, Ediciones Atlantis, Madrid, 2010.