domingo, 29 de agosto de 2021

La premonición e intuición de Manuel Vivent

 


La premonición e intuición de Manuel Vivent 



Mi admirado Manuel Vicent publicó el año 1999 en el diario El País, su habitual columna de los domingos, la cual tituló ‘Fiesta’.

No imaginábamos entonces nada sobre el virus que nos está complicando la vida. Es increíble la premonición e intuición de Vivent  anunciando, 21 años antes,  este  hecho presente actualmente.  

Por si algún lector no tiene la suscripción a El País y no puede acceder al artículo, lo copio y pego a continuación.


"La naturaleza celebró una gran fiesta, en medio de la cual sonó más alegre que nunca la música de la brisa y de las fuentes y entre ellas dialogaban así: albricias, por fin han desaparecido los humanos"

 

MANUEL VICENT

12 DIC 1999 - 00:00 CET

A la mañana siguiente de aquel día en que un virus muy eficaz acabó con toda la humanidad salió el sol y cantaron los pájaros. Los animales lo sabían. Incluso los árboles habían adelantado sus frutos por este feliz acontecimiento. La naturaleza celebró una gran fiesta, en medio de la cual sonó más alegre que nunca la música de la brisa y de las fuentes y entre ellas dialogaban así: albricias, por fin han desaparecido los humanos, la tierra ya está limpia, el peligro ha pasado. No sólo se alegraban los pájaros. También los alacranes bailaban bajo las piedras y hubo un gran bullicio de insectos. Las serpientes se desataron del nudo que formaban en los capiteles de las catedrales para reptar hasta las gradas del altar y desde allí se pusieron a oír el impenetrable silencio que se había establecido fuera. Todos los sueños que había tenido la humanidad, sus infinitas ambiciones junto con las miradas limpias de los niños quedaron flotando en el aire después del exterminio y con esta materia se formaron nuevas nubes que a veces derramaban una lluvia desconocida. En los frigoríficos de todas las cocinas del planeta cada individuo había dejado varios corazones, hígados, riñones y cerebelos sintéticos, envueltos en papel de plata, que acabaron a manos de las hormigas. Mediante estos recambios los hombres habían alimentado la esperanza de ser inmortales y no lo lograron porque viviendo encerrados en el límite de los cinco sentidos trataron de derribar con la razón esa maravillosa cárcel e ignoraban que la razón iba a engendrar el virus definitivo y que ambos eran una misma sustancia. Para relatar esta última batalla ni siquiera estaban allí los chicos del National Geografic puesto que ellos fueron los primeros en ser exterminados. En el camino de la razón el hombre había acabado por convertirse en un enorme huevo cerebral con muchos repuestos a su disposición en la nevera. Después de miles de años la ambición les hizo crecer desmesuradamente la cabeza hasta el punto que los humanos la tenían que empujar con ocho extremidades metálicas como un escarabajo pelotero. Al pie del altar de un templo de oro, el único que no había sido absorbido por los helechos, las serpientes también hablaban entre ellas: ¿recordáis cuando los hombres creían tener cerebro y se mataban por la religión, por la patria o por su nariz más larga? Eso sucedía cuando aún caminaban sólo con dos patas.

Fiesta

https://elpais.com/diario/1999/12/12/ultima/944953201_850215.html

 

 

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