La premonición e intuición de Manuel Vivent
Mi
admirado Manuel Vicent publicó el año 1999 en el diario El País, su habitual columna
de los domingos, la cual tituló ‘Fiesta’.
No
imaginábamos entonces nada sobre el virus que nos está complicando la vida. Es
increíble la premonición e intuición de Vivent anunciando, 21 años antes, este hecho
presente actualmente.
Por
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artículo, lo copio y pego a continuación.
"La
naturaleza celebró una gran fiesta, en medio de la cual sonó más alegre que
nunca la música de la brisa y de las fuentes y entre ellas dialogaban así:
albricias, por fin han desaparecido los humanos"
A la mañana siguiente de aquel día en que un virus muy eficaz acabó con
toda la humanidad salió el sol y cantaron los pájaros. Los animales lo sabían.
Incluso los árboles habían adelantado sus frutos por este feliz acontecimiento.
La naturaleza celebró una gran fiesta, en medio de la cual sonó más alegre que
nunca la música de la brisa y de las fuentes y entre ellas dialogaban así:
albricias, por fin han desaparecido los humanos, la tierra ya está limpia, el
peligro ha pasado. No sólo se alegraban los pájaros. También los alacranes
bailaban bajo las piedras y hubo un gran bullicio de insectos. Las serpientes
se desataron del nudo que formaban en los capiteles de las catedrales para
reptar hasta las gradas del altar y desde allí se pusieron a oír el impenetrable
silencio que se había establecido fuera. Todos los sueños que había tenido la
humanidad, sus infinitas ambiciones junto con las miradas limpias de los niños
quedaron flotando en el aire después del exterminio y con esta materia se
formaron nuevas nubes que a veces derramaban una lluvia desconocida. En los
frigoríficos de todas las cocinas del planeta cada individuo había dejado
varios corazones, hígados, riñones y cerebelos sintéticos, envueltos en papel
de plata, que acabaron a manos de las hormigas. Mediante estos recambios los
hombres habían alimentado la esperanza de ser inmortales y no lo lograron
porque viviendo encerrados en el límite de los cinco sentidos trataron de
derribar con la razón esa maravillosa cárcel e ignoraban que la razón iba a engendrar
el virus definitivo y que ambos eran una misma sustancia. Para relatar esta
última batalla ni siquiera estaban allí los chicos del National Geografic
puesto que ellos fueron los primeros en ser exterminados. En el camino de la
razón el hombre había acabado por convertirse en un enorme huevo cerebral con
muchos repuestos a su disposición en la nevera. Después de miles de años la
ambición les hizo crecer desmesuradamente la cabeza hasta el punto que los
humanos la tenían que empujar con ocho extremidades metálicas como un
escarabajo pelotero. Al pie del altar de un templo de oro, el único que no
había sido absorbido por los helechos, las serpientes también hablaban entre
ellas: ¿recordáis cuando los hombres creían tener cerebro y se mataban por la
religión, por la patria o por su nariz más larga? Eso sucedía cuando aún
caminaban sólo con dos patas.
Fiesta
https://elpais.com/diario/1999/12/12/ultima/944953201_850215.html
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