Modelo SIDIDA:
El como satisfagas tus necesidades SIDIDA, marca el camino que te llevará a la CIMA
Si quieres
saber más, te invito a ver el siguiente vídeo al cual puedes acceder pinchando
en cualquiera de los dos siguientes enlaces:
https://www.facebook.com/watch/?v=452197862257656
https://www.facebook.com/JulioIglesiasRo/videos/452197862257656/
Este modelo nos va a permitir dar respuesta a las siguientes preguntas:
Qué nos “mueve” en la vida
Por qué hacemos lo que hacemos
Cuál es la fuente de nuestra energía
Nos permitirá aclarar que nos novemos en función de nuestras necesidades. Sentimos carencia de algo (necesidad) y esto genera en nosotros impulsos, motivos (motivación) para ponernos en acción y satisfacerla. Ser consciente y saber identificar qué es lo que motiva, y conocer y analizar las variables que inician la conducta, es muy interesante por múltiples motivos.
El comportamiento de las personas depende de las necesidades que éstas tienen. Trabajamos para satisfacer necesidades. Cuanta mayor intensidad tenga la necesidad y cuanto más relevante sea esta para el individuo, mayor será la intensidad con la que trabaje. Una persona está satisfecha con su trabajo en la medida en que éste contribuya a satisfacer sus necesidades. Una vez satisfechas las necesidades primarias, básicas o de supervivencia, se complica el tema de la motivación. Sigue teniendo su peso el dinero, pero este, por si sólo se queda corto a la hora de ponderar el ratio emocional. Puedes ganar mucho dinero y vivir con un BIS (Bienestar Individual Subjetivo). Por eso es de gran importancia otras cosas para producir satisfacción. Un contenido de trabajo que nos permita poner en juego nuestra iniciativa, autonomía, creatividad, responsabilidad, aprendizaje y auto desarrollo es, sin duda, una gran fuente de motivación.
Figura 2: Elaboración propia
Una teoría de la motivación que no considere las necesidades emocionales de las personas, es una teoría que no puede explicar el comportamiento humano. El salario monetario debe ir acompañado de un salario emocional digno que le permita a la persona la búsqueda de la satisfacción emocional e intelectual.Cada día mayor número de personas son conscientes de que hay emociones, sentimientos y sensaciones de bienestar que proporcionan una calidad de vida superior a la que pueda proporcionar la mera acumulación salarial, siempre, lógicamente, que esta sea lo suficientemente digna.Personas que aspiran a cumplir aquella máxima de Confucio:
“Busca el trabajo que te guste y no trabajarás ni un solo día”
De lo expuesto anteriormente podemos concluir que sólo somos racionales en apariencia. En la vida real, ya sea en nuestra faceta social, familiar o laboral actuamos influenciados por un conjunto de emociones que marcan y determinan nuestra conducta.No siempre somos conscientes de su influencia. Normalmente estas emociones trabajan a bajo nivel, de forma que no somos conscientes de que estamos actuando bajo una de ellas. A veces su volumen es tan alto y su influencia tan notoria que nos llevan hasta el punto de trastornarnos completamente nuestra conducta racional.Todas las personas tenemos necesidades emocionales. Un entorno de trabajo que facilite la satisfacción de las mismas contribuirá a una mejora del auto concepto, de la salud emocional y al desarrollo de la inteligencia emocional. Si tenemos en cuenta que esta última justifica el 80% del éxito laboral, qué duda cabe que estamos en el buen camino y que un buen programa de motivación debería tener en cuenta estas necesidades emocionales.Un entorno de trabajo motivante ha de tener en cuenta las necesidades emocionales SIDIDA.
Lo propio del ser humano es demostrar su valía y competencia para de ese modo fortalecer su auto estima. Esto lo logra teniendo éxito en aquellas actividades que realiza.
La niña que me llevó al mar
La muerte se lleva con mi hermana Rosita la memoria de
todos los días azules y confiados de mi niñez
Aunque los primeros meses de mi vida los pasé en el mar, una dicha solar inconsciente interrumpida por la guerra, fue a los cinco años, un 29 de junio de 1941, festividad de san Pedro, cuando un labrador vecino de casa cumplió el rito que entonces abría el verano con el primer viaje a la playa. En su carro de labranza, a modo de tartana, fueron subiendo su mujer y sus hijas, una de ellas amiga de mi hermana Rosita, que fue invitada y yo también con ella. Mi memoria de un mar consciente con todas las sensaciones placenteras que resbalaban por la piel las llevo muy dentro unidas a mi hermana Rosita, que acaba de morir. Fue ayer. Sé muy bien por quién doblan las campanas. La muerte se lleva con ella el recuerdo de todos los días alegres, felices, confiados de mi niñez. Puede que fuera aquella vez en la playa cuando en el momento de partir me señaló una casa de pescadores blanca y azul y me dijo: “Allí vivíamos nosotros cuando empezó la guerra. Tú eras un niño de pañales y yo te bañaba en la orilla del mar”. De regreso al pueblo con el pelo áspero por el salitre, las sandalias llenas de arena y los labios hinchados por la sal quedé dormido en el regazo de mi hermana y desde el fondo del sueño oía las canciones que cantaban las niñas. “Una tarde fresquita de mayo cogí mi caballo y me fui a pasear”. Su muerte me ha obligado a abrir el álbum de fotos. Aquí está con sus amigas adolescentes paseando por la carretera a la sombra de los nogales: era sin duda la más guapa, con sus ojos azules trasparentes, la sonrisa siempre abierta. Aquí está con sus trenzas y un gran lazo en la espalda junto a la maestra y después bodas, fiestas, meriendas en la playa, mesas largas llenas de vasos y botellas y detrás de los manteles todo el mundo riendo feliz. Siempre la recordaré de niña en el mar con su falda floreada sentada a la sombra de una barca varada. Nunca borraré tu nombre, Rosita, de mi agenda por si necesito llamarte algún día.