EL EGO INFLATIVO (1)
"La falta de ego impide avanzar y significa perder oportunidades de crecer, aprender o divertirse por temor a la crítica. Querer pasar desapercibido es una decisión infantil. No nos llevamos ninguna decepción, pero tampoco la satisfacción de haber llegado lejos".
La semana que termina nos ofreció todo un espectáculo cuyo principal protagonista era una persona mayor con unas características muy peculiares. Como ya es habitual también se dieron suficientes exposiciones de egos como para que no los echáramos en falta.
Hoy, Manuel Vicent, centra su columna en otra (o la misma) persona mayor de la que podemos deducir que su paso por la vida se desenvolvió, fundamentalmente, a través del personaje llamado ‘ego’, con escasa exposición de su persona llamada ‘yo’. (Me voy olvidar de Freud, del psicoanálisis, y el SUPERYÓ,del YO y del ELLO, y abordar el fenómeno del EGO con un lenguaje entendible por todos).
Es importante no confundir persona con personaje. Aunque normalmente veo muy poca televisión ayer, sábado por la tarde, me pasé 160 minutos viendo en netflix, por tercera vez, la película ‘Esencia de mujer’, en la que Frank Slade (Al Pacino) exhibió un gran número de comportamientos a través de su personaje-ego y Charlie Simms(Chris O'Donnell) muchos a través de su persona-yo (es muy poco probable que acabe en su vejez con algún tipo de demencia).
Se han realizado muchos estudios sobre el grado de correlación que existía entre las distintas y variadas demencias y determinadas variables: sedentarismo, alimentación, televisión, ejercicios físicos, ejercicios cognitivos, horas ante el ordenador, etc. Sería muy interesante, a mi juicio, hacer alguno con la variable egocentrismo para llegar a saber en qué medida el causante de muchas demencias no es otro que el ego. Ya no hablaríamos aquí de correlación, sino de algo más preciso y científico siguiendo el esquema de causa- efecto.
Todos sabemos que cuando viajamos en nuestro coche, sus neumáticos deben tener un inflado correcto, el recomendado por el fabricante en cada caso. En general, se considera un rango normal de inflado una presión de entre 2 y 2,5 bares. Si las ruedas llevan poca presión de aire esto genera, según los expertos, que disminuye nuestra seguridad, se produce un desgaste mayor de las ruedas que habrá que reponerlas antes y aumenta el consumo de gasolina. Si las ruedas tienen una presión excesiva les ocurre, según los mismos expertos, que la superficie del neumático que está en contacto con la carretera se reduce y, por lo tanto, disminuye el agarre, los neumáticos se desgastan más y de manera irregular, con lo que se reduce la vida útil de los mismos. En definitiva, tanto el escaso como el exceso de presión es malo: lo óptimo es el aire justo.
El ego es patológico cuando los humanos imitan al pavo real (yo le llamo en mi blog Ego Inflativo). El neurólogo y escritor con el que inicio hoy este artículo tiene un asombroso libro sobre un hecho real, que titula ‘El hombre que confundió a su mujer con un sombrero’. El psiquismo de los humanos nunca deja de sorprendernos.
En
general, cuando hablamos del ego,
solemos considerarlo como algo negativo, como algo que genera múltiples y variables problemas, pero lo cierto es que le ocurre lo mismo que a los neumáticos: es
negativo , cuando su medida es escasa o cuando sobrepasa el umbral adecuado.
Empezar por diferenciar entre el yo y el ego es un primer y necesario paso para gestionar adecuadamente el ego que cada uno de nosotros ha construido en base a las percepciones y el contexto en el que se fue desarrollando y que termina siendo un personaje fabricado, imaginario, artificial, vacío y falso.
El yo se desenvuelve a través del relativismo cultural y se
centra en el ser.
El ego es una construcción imaginaria, la imagen idealizada de uno mismo. Una imagen interiorizada y con la que nos identificamos.
El ego se desenvuelve a través del etnocentrismo y se centra en el tener.
Se define el etnocentrismo como: “tendencia a considerar los rasgos, estilos, ideas y valores observados en otros grupos culturales como inferiores y menos naturales que los del grupo propio" y se centra en el
tener. La antropología, al etnocentrismo
opone el concepto de relativismo
cultural: "principio que afirma que todos los sistemas culturales
son intrínsecamente iguales en valor y que los rasgos característicos de cada
uno tienen que ser evaluados y explicados dentro del contexto del sistema en el
que aparece". (
El ego es
útil y necesario para nuestra marcha por la vida, cuando está bien equilibrado.
Un escaso ego nos lleva a ser ninguneados, a convertirnos en hombres masa indiferenciados, a adoptar un estilo de comunicación sumiso e inhibido, a que nadie nos preste atención, a una pérdida de autoestima, a que los demás nos definan como inseguros e indecisos, a ser un don nadie...
Cuando
tenemos un exceso de ego nos lleva a querer ser siempre el protagonista, a
querer ser el centro de todos, a adoptar un estilo de comunicación agresivo, a
ser un estirado... Hay maneras poco inteligentes de llamar la atención: ser despectivos, criticar a los demás, instrumentalizarlos, despreciarles, utilizarles... Nos lo sintetiza muy bien, a mi juicio, Katherine Paterson:
Cuando tenemos un ego equilibrado nos integramos saludablemente en los distintos contextos con los que tenemos que lidiar en la vida, adoptamos un estilo de comunicación puramente asertivo, nos respetamos a nosotros mismos y a los demás...
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Como siempre, a continuación, copio y pego la
columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por
no abrirle el enlace.
En mi opinión
(respeto al que piense justamente lo contrario) lo que escribe Manuel Vicent es
auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo
cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi motivación básica es la
trascendente (" Me gusta lo que hago porque beneficia a muchas
personas"): Hacer de forma altruista mi pequeña aportación al desarrollo
personal y profesional de las personas y a crear una sociedad más justa.”
Sigo siempre el
mismo proceso: Como todos los lectores suscritos a El País,leo la columna de
Vicent el domingo a la mañana cuando me despierto. La reflexiono, e inspirado
en ella, escribo mi comentario y, dos
horas después, lo publico en mi blog.
Posteriormente, si tengo tiempo, le doy otra vuelta y añado cosas que se me ocurren hasta dejarlo
ya definitivamente terminado en mi blog.
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Demencia
En la cabeza perdida del anciano, sonaban discursos y
aplausos, insultos y alabanzas. Se sentía muy feliz aunque no recordaba nada
El sillón en el que el abuelo permanecía
sentado todo el día una buena mañana apareció vacío. Era la primera vez y, como
es lógico, en la familia cundió la alarma.” ¿Dónde está el abuelo?”, se
preguntaban con angustia unas a otras, su mujer y las hijas. En ese momento
este viejo, que había comenzado a perder la
cabeza, estaba cruzando con el semáforo en rojo el Paseo de
Recoletos. Los coches frenaban en seco con grandes chirridos de neumáticos y
desde algunas ventanillas los automovilistas le gritaban: “Abuelo, vuelve a
casa, que te van a aplastar”. Ajeno al peligro, el viejo saludaba muy contento
con la mano. Su confusión llegó a tal punto que a veces en una gasolinera pedía
que le llenaran el depósito de su antigua Harley-Davidson que ya no existía. Caminaba
sin destino adonde le llevaban sus zapatos. Entraba y salía de los bares y en
las barras, en las terrazas y en los bancos del paseo contaba a la gente sus
hazañas de antaño que le valieron algunos premios y medallas, pero no conseguía
explicar a qué se debían. Al final de la tarde, cuando la policía ya había sido
avisada, el abuelo cayó en un bar de copas cerca del Congreso donde se vio
involucrado en una desmadrada despedida de soltero. Por la
labia y fantasía que ponía al narrar las batallas de su glorioso pasado, aquel
grupo de jóvenes lo declaró padrino de la falsa boda que se iba a celebrar en
un elegante prostíbulo situado en una esquina de la plaza de Colón. La juerga
duró toda la noche y parte del día siguiente en que al mediodía la policía lo
encontró sentado junto al Museo de Cera. Hundido de nuevo en su sillón de
orejas, la mujer y las hijas le preguntaban dónde había estado, con quién había
pasado la noche. En la cabeza perdida de este anciano, por la parte de la nuca,
le sonaban discursos y aplausos, insultos y alabanzas. Lo cierto es que sentía
muy feliz. Aunque no recordaba nada.