lunes, 13 de marzo de 2023

SER ES HACER

 





SER ES HACER

                                 "Ser es hacer"                                                                                         Máxima existencialista





Todo un lujo leer, escrito por Manuel Vicent, un resumen de la psicología evolutiva de un humano o, según algunos,  un Autorretrato.

Lo cierto es que a la temprana edad en la que se hace la primera comunión, comprender que “Dios, creador del universo, había poseído su cuerpo” puede ser planteado como un deseo, pero nunca como un objetivo. Este se hace inalcanzable, ya no tan sólo  por las limitadas  cualidades pedagógicas del cura, sinó, además,  por falta del cumplimiento de los años suficientes del niño para completar su desarrollo cognitivo hasta llegar a la etapa de las “operaciones formales” de Piaget. Fue el maestro el que le motivó regalándole el atlas que activó su imaginación y le permitió viajar con ella a países lejanos.

 

La exposición de Vicent activa en mí, un viejo recuerdo de la infancia, más concretamente,  en la etapa  pre operacional de Piaget: todos los domingos me llevaban a la iglesia para asistir a la obligatoria misa que, en aquel entonces, se entendía debía ser cumplida por toda persona de bien. En un momento dado,el párroco, D. Herminio,  decía la frase de “pídase la gracia que se desea alcanzar”. Yo me imaginaba, entonces,  la gracia como distancia y pedía “de aquí a...”, desde la iglesia al pueblo en el que se encontraba el ayuntamiento, sobre 8 Km. Debería parecerme una distancia suficiente. Es curioso,  que a lo largo de toda mi vida he hecho un abundante uso de las escalas cuantitativas, las cuales me han  proporcionado abundantes  ventajas  en mi desarrollo personal y profesional, habituándome a traducir mis deseos (algo sin concretar)  a objetivos ( medibles, evaluables, que nos permitan saber en todo momento si avanzamos o retrocedemos,  ecológicos (ser conscientes del impacto que van a tener en nuestra vida) que estén bajo nuestro propio control personal, etc.


La acción de ir en bicicleta a la playa (etapa de las operaciones concretas de Piaget)  y la brisa fresca cargada de sal activó,  a partir de lo que escuchó, tocó y experimentó,   el raciocinio  suficiente  para tener la sensación de haber  “sustituido a Dios”.

No sé si en aquellos tiempos los 25 años podían considerarse, desde el punto de vista social,  una adolescencia tardía o una principiante juventud, en la que tuvo  lugar una tormenta hormonal, que comienza  en la  pre adolescencia,   que le llevó a aceptar el desafío, poniendo de relieve el poder de los instintos,  y materializar el primer acto en cumplimento de la sagrada ley de la evolución: "la supervivencia del más apto” de Darwin, que no era el más fuerte, sino aquel que dejaba, en su paso por el planeta tierra,  más genes  propios extendidos.   

 El dilema que nos plantea Vivent a través del “luchar o soñar” y que resolvió en una primera fase luchando, para terminar  comprendiendo que no era eficaz para “cambiar el mundo” y que  le llevó a la  melancolía, hoy llamada depresión, se entiende mejor recurriendo a la teoría sociocultural de Vygotsky según la cual  el aprendizaje tiene lugar a partir de la interacción social de la vida misma que se desarrolla en un determinado contexto. La interacción con el contexto social nos lleva a interiorizar los medios y los recursos culturales adquiridos.

Optar por luchar con la pluma (con el teclado diríamos hoy) y soñar con la utopía, entendida esta como un proyecto pendiente de realizar es, a mi juicio, una buena forma de dejar nuestra huella en el planeta tierra.

 

  

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 Como siempre, a continuación, copio y pego la columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El País, por no abrirle el enlace.

 

En mi opinión (respeto al que piense justamente lo contrario) lo que escribe Manuel Vicent es auténtica sabiduría, que debería llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo cumplir lo que digo en mi blog. “Actualmente, mi motivación básica es la trascendente (" Me gusta lo que hago porque beneficia a muchas personas"): Hacer de forma altruista mi pequeña aportación al desarrollo personal y profesional de las personas y a crear una sociedad más justa.”

 

Sigo siempre el mismo proceso: Como todos los lectores suscritos a El País,leo la columna de Vicent el domingo a la mañana cuando me despierto. La reflexiono, e inspirado en ella,  escribo mi comentario y, dos horas después,  lo publico en mi blog. Posteriormente, si tengo tiempo, le doy otra vuelta  y añado cosas que se me ocurren hasta dejarlo ya definitivamente terminado en mi blog.

 

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ARTÍCULO DE MANUEL VICENT

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COLUMNA

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Melancolía

Eligió la acción, pero supo muy pronto que su esfuerzo por cambiar el mundo no serviría de nada

Un niño elige un libro en la Feria del Libro de Madrid.SANTI BURGOS

 

MANUEL VICENT

12 MAR 2023 - 05:00 CET

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Cuando tomó la primera comunión, el cura le dijo que Dios, creador del universo, había poseído su cuerpo, pero a ese niño le producía más emoción tumbarse en el suelo boca abajo, abrir el atlas que le había regalado el maestro y realizar con el dedo a modo de la proa de un barco una travesía que lo llevaba a los mares del Sur. A los 11 años fue por primera vez en bicicleta a la playa y al llegar empapado de sudor tuvo la sensación de que la brisa fresca cargada de sal que penetró por su cuello y le infló la camisa había sustituido a Dios. A los 15 años supo que todos los mares del Sur, el de los piratas, el de las islas misteriosas, eran el mismo mar que se veía desde casa, tumbado en la hamaca leyendo a Stevenson, a Julio Verne y a Salgari. A los 25 años le sorprendió la forma cómo le miraba aquella muchacha. Entendió que esa mirada era un mar tormentoso en el que podía naufragar y aun así aceptó el desafío. Comenzaron a navegarse los cuerpos como quien rema con furia contra la tempestad y cada uno pensaba que encontraría un tesoro en el cuerpo del otro, pero al final se produjo el naufragio y la marea arrojó sus cuerpos en una playa distinta, ambos victoriosos e igualmente derrotados. A los 30 años este joven se enfrentó a la misma duda de Hamlet: luchar o soñar. Eligió la acción, pero supo muy pronto que su esfuerzo por cambiar el mundo no serviría de nada. El fracaso de la lucha le llevó a la melancolía. Ahora, a los 75 años, frente al mismo mar de su infancia piensa qué habría pasado si en lugar de luchar hubiera soñado. En ese caso habría creado a su imagen un mundo con todas las ruinas de la historia llenas de lagartijas asomadas por las grietas, con higueras en lo alto de los castillos y templos derruidos cuya semilla habían depositado los pájaros, un mundo maravilloso como el que canta Louis Armstrong. Ahora desde la hamaca veía la isla de Sumatra.

 

 

 

 

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