“La idea de la Realidad Imposible de Conocer es una
tontería metafísica. La realidad es la realidad que descubre la ciencia y la
verdad sobre la naturaleza es lo que la ciencia al límite de sus pesquisas dirá
sobre la naturaleza”
El pasado domingo, en
el artículo que he escrito en mi blog nos preguntamos si nuestros políticos actuales
respondían al perfil del Liderazgo Personal que sintetizamos en el mismo
artículo a través de un vídeo que aportamos:
Liderazgo Personal
El punto de partida se iniciaba con una frase que J.A.Marina
escribía en otro artículo en
elDiario.es: “No sé si los políticos bregados en la lucha están en
condiciones de liderar el cambio." Después de hacer nosotros en el
artículo una síntesis sobre el Liderazgo Personal a través de un vídeo,
planteábamos a nuestros lectores la
siguiente pregunta:
¿Se ajustan nuestros políticos actuales a este perfil que acabamos de mencionar?
Los humanos interpretamos la realidad a través de nuestros procesadores
cerebrales. De aquí que cada persona parece que vive en una realidad propia,
distinta de la que dicen vivir los demás. Esto lo podemos ver claramente en el
mundo político. Hay personas que ,dicho coloquialmente, ponen constantemente a caldo a Pedro Sánchez,
“reprenderlo con dureza”, según la RAE, a la vez que otras muchas lo ven como un
dechado de virtudes y, sin embargo, otras
personas ven a Feijóo como un dechado de
virtudes, “modelo y ejemplo de buenas cualidades”, a la vez que otros muchos lo
ponen a caldo constantemente. Ante este ejemplo cotidiano que todos los día lo
vemos escenificado en discusiones de muchos ciudadanos y en los medios de
comunicación, me planteo, a menudo, la siguiente pregunta:
¿Quiénes son los auto engañados, los que ven a Feijóo como no capacitado para dirigir y gestionar España, o los que ven a Pedro Sánchez ‘sobrado’ de competencias para ser el presidente del gobierno?
Las personas que siguen la política consideran que su partido, en este
caso, PP o PSOE, están en lo cierto en todo lo que manifiestan
en su programa electoral y predican sus
dirigentes, lo cual pone de relieve la capacidad de autoengaño que tenemos los
humanos.
En Diciembre del año 2006 dio una conferencia, a la que asistí, en el Club Faro de Vigo, Fernando García de Haro, psiquiatra y Profesor de Psiquiatría de la Complutense. Recupero un cuaderno que siempre llevo en mi
bolso desde hace muchos años, en el que anoté que ante el autoengaño nos ofrecía dos medidas prácticas: La primera
mantener un escepticismo sano sobre lo que pensamos y creemos. No nos olvidemos
que los orígenes de la cultura europea hay que situarlos en los filósofos griegos
cuando se dieron cuenta de que sus sentidos los engañaban y empezaron descifrar la realidad a través de la duda, es
decir, renunciaron a interpretarla mediante el pensamiento mágico mezclando
sentimientos con cogniciones. En su lugar se quedaron con el pensamiento
racional que adopta una actitud escéptica,
basada en la lógica y buscando la objetividad a través de la técnica
científica. La segunda, saber diferenciar entre creencias y delirios. Según el
profesor García de Haro, las dos, creencias y delirios, comparten la propiedad de hacernos creer que
lo que pensamos de la realidad es la realidad misma. El delirio, siguió
diciendo según mis apuntes tomados entonces,
siempre tiene un origen patológico; las creencias cuando se viven
fanáticamente o de forma excluyente, adquieren franca naturaleza enfermiza
poniéndonos seguidamente dos ejemplos clarificadores:
"Los ejecutores de los atentados de las Torres Gemelas, de los
trenes de Madrid o de Londres los han llevado a cabo guiados por una creencia.
Igual podemos decir de los nazis o del comunismo que creía que todo estaba
justificado para imponer su ideología”.
En un momento de la conferencia se preguntó: ¿Son las creencias la salvación
de la Humanidad o lo más peligroso que existe? y se respondiendo: "Aquí vamos a sostener que las creencias son
el peligro más grave, sobre todo porque actualmente existen armas de
destrucción masiva. La lucha entre creencias puede destruir la Humanidad".
Esta pregunta que se hizo en el año 2006, adquiere todo su sentido
actualmente con lo que está pasando en el mundo. Lo que todos intuimos es que
en nuestro tiempo actual, el autoengaño en el que vivimos nos está metiendo en una
disyuntiva muy vulnerable y enfrentándonos a múltiples retos, entre el que
figura el que nos menciona el profesor García de Haro: la destrucción de la
humanidad. Podemos añadir otros muchos: Guerra nuclear, agonía ecológica, cambio climático y un largo etcétera que cualquier persona, consciente, puede acabar de completar.
Lo que podemos deducir de lo que nos dice en el párrafo con el que
iniciamos este artículo Charles Sanders Peirce, al que se atribuye, entre otras
muchas cosas, ser el fundador del pragmatismo, nuestra capacidad de auto
engañarnos radica en que todo lo que la mente humana llega a conocer son sus
propias percepciones.
Son las percepciones las que nos llevan a construir nuestra realidad
subjetiva, personal, en la que vivimos, asomándonos de vez en cuando a la
realidad objetiva que nos proporciona la ciencia. Esta reflexión me lleva a la
siguiente pregunta:
¿Podríamos vivir si no tuviéramos la capacidad de auto engañarnos?
Mi respuesta es que no. El mundo que tenemos construido, en el que se dan
tragedias de todo tipo que la mayoría de las personas, psíquicamente sanas, no
serían capaz de soportar, no funcionaría sin mentiras y sin auto engañarnos a través
de lo cual creamos y sostenemos percepciones distorsionadas que nos evitan
enfrentarnos a la cruda realidad y tener que manejar determinado tipo de emociones que nos
hacen muy vulnerables. Voy a recurrir a la columna de hoy de Vicent para
argumentar un poco mi respuesta.
“La Palanca” título de la columna
de Manuel Vicent de hoy, es una magnífica metáfora de autoengaño, no sólo de la
política, sino existencial.
“Te preguntarás para qué se tiene uno que
levantar de la cama si fuera se está produciendo un espantoso genocidio, la
muerte de inocentes servida como espectáculo con todo detalle. Al final esa
masacre también destruirá tu alma. Te preguntarás si puedes perder un minuto de
tu vida siguiendo los enredos de la política y participar en el odio y la
irresponsabilidad que los políticos usan de argamasa en sus tratos.”
Para responder de forma más concreta al título de este artículo que
hace referencia a la política del día a día, recurro a
“Sentir vergüenza es una emoción humana y por qué la sentimos es lo que define nuestra sensibilidad política, emocional y cultural. Se puede sentir vergüenza por haber dejado que en Madrid más de 7.000 ancianos fueran abandonados en las residencias para morir sin atención hospitalaria mientras aquellos con seguro privado tenían la oportunidad de salvarse o morir con menos sufrimiento y agonía. Pero es cierto que eso puede no haberte hecho sentir vergüenza y sí que Carles Puigdemont pueda volver a España sin ser juzgado por malversación. España ha tenido momentos que hicieron sentir vergüenza a muchos españoles de una gravedad mucho mayor que el perdón de unos delitos leves en el marco de una negociación. La participación de España en la guerra de Irak, las mentiras del PP después del 11M, la corrupción sistemática de la derecha durante décadas, la participación del Estado y el PSOE en el terrorismo de los GAL, la muerte de cientos de inmigrantes en las vallas de Melilla y en el mar Mediterráneo, la muerte de miles de pacientes esperando un tratamiento contra la hepatitis, la pervivencia de los símbolos que exaltan la dictadura, la permanencia de miles de cadáveres de españoles en las cunetas, los indultos a los policías condenados por torturas, los miles de desahucios a personas sin recursos. Se puede sentir vergüenza por ser español por primera vez en la vida por una ley de amnistía. Es una emoción subjetiva que hay que comprender, pero sí es cuestionable por qué no se ha sentido vergüenza en todos estos años cuando se han producido infinidad de actos, hechos y actuaciones que han podido llevar a movernos la víscera.”
Termino hoy desde el pragmatismo que sostiene que el criterio para juzgar la verdad de cualquier acto o decisión es a través de sus efectos prácticos, priorizando el valor práctico de lo que hacemos, su utilidad, entre ellas mejorarnos la vida a los ciudadanos. Teniendo en cuanta la frase y llevándola a la práctica rebajaríamos el número de auto engaños lo cual tendría una gran incidencia en la vida de todos.
"Hay dos formas de que te engañen: una es creer lo que no es; la otra es
negarse a creer lo que es."
Yo simplemente añadiría, dada la inclinación de Soren por la subjetividad, que 'creer' lo que es’ recurriendo a la
ciencia.
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i
La palanca
Cuando pienses que la parte más bella y dulce de tu
vida ha quedado atrás para siempre, recuerda alguno de los momentos en que
fuiste feliz y apoya tu memoria en esa sensación para salir del túnel
El maestro le dijo: si en algún momento
de tu vida has sido muy feliz, debes guardar esa sensación como un tesoro en tu
memoria porque un día lo vas a necesitar. Cuando creas que el embozo del
edredón, subido hasta la barbilla, es la última barricada que te queda y no
encuentres un resquicio de luz al fondo del túnel por el que valga la pena
levantarte de la cama; cuando pienses que no es necesario seguir viviendo
porque ya lo has visto todo, lo has hecho todo, has conocido a todas las
personas que te tocaba conocer, inteligentes e idiotas, y que la parte más
bella y dulce de tu vida ha quedado atrás para siempre, entonces recuerda alguno
de los momentos en que fuiste muy feliz y apoya tu memoria, como una palanca,
en esa sensación para salir del túnel y seguir adelante sabiendo que a la
vuelta de la esquina te espera un nuevo placer desconocido. Así hablaba el
maestro. Te preguntarás para qué se tiene uno que levantar de la cama si fuera
se está produciendo un espantoso genocidio,
la muerte de inocentes servida como espectáculo con todo detalle. Al final esa
masacre también destruirá tu alma. Te preguntarás si puedes perder un minuto de
tu vida siguiendo los enredos de la
política y participar en el odio y la irresponsabilidad que los
políticos usan de argamasa en sus tratos. Solo aquellos días felices te
servirán de consuelo. Piensa en La Primavera de
Botticelli que viste en el primer viaje a Italia, sorbe una y
otra vez algún verso de Garcilaso, de Keats o de Hölderlin como un licor,
recuerda aquella sobremesa con los amigos en la cala de Ibiza, recupera el
viento de sal que te daba en la cara cuando a los 20 años ibas en la
motocicleta a la playa con aquella chica a la espalda. Sin duda el maestro
ignoraba que la felicidad produce a veces una profunda desolación. El discípulo
pensó en aquello que le decía el maestro y de pronto comenzó a llorar.
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