El SILENCIO y la INACCIÓN de las MASAS
"Aquí ya no hay cabras que tiren al monte. Ahora todos somos
ovejas pasivas y no hay ninguna que se atreva a salirse del rebaño." Manuel Vicent
A veces, tengo la sensación de que
todo fue planificado para que los antiguos humanos que en
múltiples ocasiones se transformaban en “cabras que tiran al monte” y eran capaces de generar una funcional y adaptativa ira se
fueron, poco a poco, transformando en “ovejas pasivas”. Un paso para
ello, fue transformar la auténtica ira, en una ira farisaica, fingida, irreal,
de pacotilla.
Siguiendo un principio psicológico que sostiene que "cualquier estímulo a base de repetición pierde intensidad" (habituación:proceso por el cual, ante un estímulo repetido, la respuesta es cada vez menos intensa.) y aplicándolo, sistemáticamente, se logra, en primer lugar, eliminar nuestra capacidad de asombro (¡casi nada!). Lo normal es que una persona que pasa por la vida con ciertas inquietudes, principios y valores, nunca pierde su capacidad de asombro, pues, justamente eso es la vida: tener la capacidad de asombrarse. Es triste y patético contemplar cómo cada vez un mayor número de personas no se asombran por nada ni por nadie, en especial ante hechos generadores de un asombro negativo ante actos de auténtica injusticia. Terminan por convertirse en "no personas", en el sentido orwelliano: pasan un proceso de "vaporización" de la vida, como si nunca hubieran existido.
La estrategia consiste en bombardearnos con imágenes de todo tipo, desde las más sangrientas y horrorosas, hasta las más neutras consiguiendo, que con el tiempo, fueran bajando la cantidad de sensación que generan hasta terminar por no llegar nunca al umbral absoluto: la cantidad mínima de un estímulo que un humano puede detectar. Como resultado final logran ya no solo eliminarnos nuestro asombro (componente imprescindible de la vida humana), sino, también, adulterar y eliminar la función adaptativa de las emociones básicas o primarias. Para entender esto, con la profundidad suficiente que nos lleve a darnos cuenta de su importancia, conviene pararse un poco con las emociones.Ya quedan pocas personas que se levantan cada mañana con la sensación de que estrenan el mundo.
Las emociones son una gran fuente de información para cada uno de nosotros.
El saber “leerlas” y aprovecharnos de la valiosísima información que nos
transmiten, es uno de los rasgos de la inteligencia emocional.
Si las emociones que sientes son otras, distintas y negativas, es señal de que tienes un problema que resolver. Un problema que puede estar localizado dentro o fuera de uno mismo, o incluso en los dos sitios a la vez.
Si te
interesa el tema y quieres profundizar te invito a leer:
https://neuroforma.blogspot.com/2022/02/sentirse-bien-sentirse-mal.html
Las emociones son un sistema de evaluación que nos informa de nuestra realidad dándole una carga afectiva. Su función es premiar las conductas adaptativas, aquello que hacemos bien y nos favorece (lo que nos conviene) mientras que nos hacen llegar un feedback negativo cuando nuestra actuación es inadecuada (lo que no nos conviene). Si nuestros antepasados no hubiesen tenido la capacidad de aprender y recordar todo aquello asociado a sus emociones y, a través de este mecanismo, saber seleccionar que conductas y respuestas eran adaptativas y cuáles no, hoy no estaríamos aquí.
A estas
alturas, ya casi todos somos conscientes de que el conocimiento de las
emociones es fundamental. Lo curioso es
que en la formación que hemos
recibido a lo largo de nuestra vida, ninguna se ocupara de nuestra
alfabetización emocional. La educación formal estaba enfocada, en exclusiva, a potenciar y
desarrollar los procesos intelectuales y cognitivos ignorando las emociones. Así
se formaba nuestra realidad emocional.
Hoy la formación emocional ya no se relega solamente el ámbito privado, al propio individuo y a la familia; ya se ocupan de ella las escuelas, las universidades y las empresas. Y esto es así, dado que una escasa inteligencia emocional y su correspondiente analfabetismo emocional, genera problemas y dificultades de todo tipo en el orden individual, familiar, social, escolar y laboral.
Determinadas emociones son un mecanismo de alarma
que se dispara cada vez que se presenta ante nosotros una situación peligrosa o
crítica. En situaciones extremas toman el control y deciden qué acciones son
ejecutadas de forma impulsiva, sin dejar intervenir ni la voluntad ni la
razón. Se produce un “eclipse mental”: reacción emocional inmediata y muy
fuerte que provoca una serie de respuestas tales como paralización, huida,
ataque, etc. Nuestros antepasados, los primeros humanos, confiaban en estas
reacciones para sobrevivir cuando se enfrentaban a un peligro. Darwin sostenía
que somos los descendientes de los antepasados que utilizaron la reacción con
éxito y sobrevivieron, a diferencia de los que no lo hicieron. Esto nos trajo
hasta aquí, con unas emociones que nuestros antepasados seleccionaron muy bien
pagando un alto precio en ese aprendizaje. Para que hoy, ante un alimento
que huele mal, nosotros lo tiremos a la basura, muchos de nuestros antepasado
tuvieron que morir comiendo dichos alimentos hasta que se generó la emoción de
Asco o Repugnancia que nos invita a alejarse de algo que tenga mala
pinta. Y aquí estamos nosotros con unas necesidades emocionales y una
lógica de las emociones. Aun considerando que "lo que te trajo hasta
aquí, no garantiza que te lleve hasta allí, sí cabe, a mi juicio, preguntarnos
hasta donde nos llevarán estas adulteraciones que operan sobre el asombro y la capacidad
adaptativa de las emociones básicas o primarias.
La tesis que afirma la existencia de
un número determinado de emociones básicas o primarias gira, en cierto modo, en
torno al descubrimiento realizado por Paul Ekman, de la Universidad de California en San
Francisco, de seis expresiones faciales concretas. Hay varias clasificaciones de las emociones básicas pero en general se entiende que son las siguientes: el miedo, la ira, la
tristeza , la felicidad, la repugnancia y la sorpresa, las cuales son reconocidas por personas de culturas diversas procedentes de todo el mundo
(incluyendo a los pueblos supuestamente no contaminados por el cine y la
televisión), un hecho que parece sugerir su universalidad.
Las emociones básicas o primarias tienen un carácter adaptativo ( "conjunto de habilidades conceptuales, sociales y prácticas aprendidas por las personas para funcionar en su vida diaria"). Cumplen una función natural. Así, por ejemplo, cuando sentimos miedo, es que anticipamos una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre e inseguridad. Nos ponemos pálidos dado que la sangre se retira del rostro, dirigiéndose a los músculos y piernas. Es decir, lleva energía y se prepara el organismo para dar una respuesta de huir o luchar.
Con
la ira, sentimos rabia, enojo, resentimiento, furia e irritabilidad. La sangre
fluye a las manos y se incrementa el ritmo cardiaco y el nivel de adrenalina.
Se prepara el organismo para realizar una acción enérgica.
Como
resumen, si consideramos la función adaptativa de las emociones básicas,
podemos considerar las siguientes funciones: Miedo: tendemos a la protección; Sorpresa:
nos ayuda a orientarnos frente a una nueva
situación; Repugnancia: nos produce rechazo hacia aquello
que tenemos delante; Ira: nos induce a la acción; Felicidad:
nos induce a la reproducción, deseando repetir aquel suceso que nos
hizo sentir bien; Tristeza: nos motiva hacia una nueva reintegración personal.
Los
contemporáneos, conservamos las mismas emociones que nuestros más remotos
antepasados. Apenas han variado a lo largo de la evolución. Lo que sí ha
evolucionado es la forma en que las manifestamos, y, también, la forma en que
las satisfacemos. Podemos sentir ira hacia un compañero de trabajo y no
por ello atacarlo hasta seccionarle la yugular.
Como ejemplo paradigmático de la adulteración de las emociones básicas o primarias, podemos poner el de la pérdida de la función adaptativa de la ira, que no es otra que la de conducirnos a la acción ejecutando las necesarias para restaurar la situación de injusticia que nos la provocó. Lo que se ha conseguido es anestesiarnos la ira adaptativa y funcional, y nos acostumbraron a desarrollar ante situaciones claramente injustas y antisociales una “ira farisaica”, ficticia, que se manifiesta sobre todo (como todas las emociones) a través del lenguaje no verbal, y que se queda ahí, sin emprender ninguna acción que restaure la situación y vuelva a cumplir los estándares éticos propios de sociedades civilizadas.
Es necesario recuperar la esencia de la ira como emoción básica adaptativa.
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Como siempre, a continuación, copio
y pego la columna de Manuel Vicent para que la puedan leer los no abonados a El
País, por no abrirle el enlace.
En mi opinión (respeto al que piense justamente lo
contrario) lo que escribe Manuel Vicent es auténtica sabiduría, que debería
llegar a todo el mundo. Yo con ello pretendo cumplir lo que digo en mi blog.
“Actualmente, mi motivación básica es la trascendente (" Me gusta lo que
hago porque beneficia a muchas personas"): Hacer de forma altruista mi
pequeña aportación al desarrollo personal y profesional de las personas y a
crear una sociedad más justa.”
Sigo siempre el mismo proceso: Como todos los lectores
suscritos a El País,leo la columna de Vicent el domingo a la mañana cuando me
despierto. La reflexiono, e inspirado en ella, escribo mi comentario y,
dos horas después, lo publico en mi blog y en otros foros.
Posteriormente, si tengo tiempo, le doy otra vuelta y añado cosas que se
me ocurren hasta dejarlo ya definitivamente terminado en mi blog.
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OPINIÓN
i
Corderos
Parece que la sociedad civil se ha quedado sin pulso y
no cabe esperar que millones de ciudadanos se levanten dispuestos a detener la
miserable tropelía de la guerra entre Rusia y la OTAN
En esta guerra entre Rusia y la OTAN en la que Ucrania solo
pone los muertos no esperes que de una y otra parte
del conflicto se levanten millones de ciudadanos con gritos y pancartas
dispuestos a detener esta miserable tropelía como sucedió en las guerras del
Golfo, en la de los Balcanes y en la de Vietnam. Aquí ya no hay cabras que tiren al monte. Ahora todos somos ovejas pasivas y no
hay ninguna que se atreva a salirse del rebaño. Parece que la sociedad civil se
ha quedado exangüe, sin pulso. Existe la creencia de que hagas lo que hagas no
va servir de nada, de modo que lo mejor es quedarse
en casa. Al menos los cerdos chillan cuando presienten que los van a
sacrificar. Las ovejas, no. Muchas veces en la carretera uno se cruza con un
camión lleno de corderos hacinados que se dirigen al matadero. Esta imagen
podría ser el paradigma del tiempo en que vivimos. Durante la guerra de Vietnam los jóvenes
norteamericanos para expresar su rebeldía
realizaban sentadas en los campus de las universidades y llenaban el aire de
voces y canciones airadas. Aquella cólera juvenil convirtió el pacifismo en una nueva estética, hasta el
punto que la última moda consistía en vestirse con los harapos de los soldados
vencidos o desertores que se vendían en los mercadillos de pulgas. La guerra de
los Balcanes y la del Golfo también obligó a cientos de miles de ciudadanos a cumplir
con el deber moral de manifestar su protesta en la calle. Puede que aquel sentimiento antibelicista
sirviera de poco, pero al menos uno sentía que la sociedad
aún tenía capacidad de cólera frente a los señores de la guerra y al brutal
negocio de las armas. Pese a que hoy el conflicto entre Rusia y la OTAN atañe directamente
a nuestras vidas y al futuro de Europa, esta sangrienta destrucción sigue su
curso ante el silencio de los corderos cuyo
destino todo el mundo sabe que es el matadero.
https://elpais.com/opinion/2022-10-16/corderos.html
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