domingo, 9 de septiembre de 2018

LA INVOLUCIÓN DE LOS LÍDERES



LA INVOLUCIÓN DE LOS LÍDERES







“Una mente es su propio lugar, y por sí sola / puede hacer un cielo del infierno, y un infierno del cielo”Milton



Nicolás Maquiavelo y sus sentencias recogidas en su obra El Príncipe, es sin duda uno de los personajes más citados en escritos y en charlas convencionales. La mayoría de las veces se citan frases sueltas del mismo, sin entender el contexto que le llevó a él a escribir lo que escribió.

Hasta que Maquiavelo, en la Florencia del Renacimiento, escribió El Príncipe, todos los pensadores anteriores se dedicaron a plantear, no un análisis empírico de la realidad política, sino teorías más o menos sofisticadas a partir de la hipótesis “Si todos los hombres fueran buenos…”, es decir, se ocuparon de la política bajo la etiqueta de “lo que debería ser”. Maquiavelo se ocupó de la política a partir de lo que realmente era, de lo que ocurría, de lo que él llamaba "la verdad efectiva de las cosas", mostrando las reglas de juego que se daban en la realidad del día a día en la política.

En nuestro contexto actual, seguimos ocupándonos de la política bajo el mismo presupuesto que los pensadores anteriores a Maquiavelo. Nos dejamos llevar por descripciones más o menos utópicas y cargadas de buenas intenciones, y con ello olvidamos, o no tenemos suficientemente en cuenta,  lo que realmente hacen los políticos.

Nos cuesta asimilar que la política se rige no por principios ideológicos o valores morales, sino, sobre todo por circunstancias concretas. En esas circunstancias concretas, nos demuestra Maquiavelo, que para conseguir sus fines, la capacidad del ser humano de hacer el mal es tal, que “no frenará al ambicioso a la hora de escoger medios, no limitándose a seleccionar tan solo aquellos que sean legales y morales”. Fue esto lo que llevó a muchos de sus lectores a interpretar, erróneamente, que Maquiavelo justificaba y estaba de acuerdo con la frase por la que más se le conoce: “El fin justifica los medios”. Un buen fin, ético, no justifica que cualquier medio sea lícito para lograrlo.

Solamente fines éticos, logrados con medios éticos nos llevan a una evolución sostenible

Ya no podemos concebir ni sostener  que la humanidad  evoluciona a  través de un proceso lineal,   en el cual las formas de ser, saber y actuar se van perfeccionando. Es una falacia el describir la historia de la humanidad como un constante progreso logrado mediante la desaparición de las formas de ser, saber y actuar menos perfeccionadas y apareciendo unas más perfectas, superiores y mejoradas. 
Puede ayudarnos a comprender esta idea el artículo de Manuel Vicent en el País de hoy domingo y que comparto aquí:
Borrascas
Las convulsiones de la naturaleza, a la hora de producir terribles daños, no son nada si se comparan con los que causan las borrascas del cerebro de algunos líderes

Lo cierto es que siempre puede aparecer, de forma aleatoria, algún elemento (en palabras de Vicent "Las tormentas más peligrosas no son las que produce la atmósfera, sino las que se generan dentro del cráneo de Donald Trump, de Kim Jong-un o de Vladímir Putin, puesto que sus nefastas consecuencias pueden ser planetarias e irreversibles") capaz de desestabilizar lo que existe en un tiempo dado,  y crear formas de ser, saber y actuar inferiores a las que ya había.

 Los propósitos o fines que se buscan no son siempre los mejores para la sociedad en general. Pero no solo eso, cada vez más se generaliza la espiral destructiva que  se da en la proliferación de líderes, sin ética alguna,  que toman decisiones  sobre fines no éticos, y también eligiendo,  medios no éticos para alcanzar dichos fines.  

Concebir la política como un fin para enriquecerse (fin no ético), y cuando se está en el poder elegir medios corruptos para lograrlo (medios no éticos),  es la degradación e involución perfecta.

El mundo es como es, no como queremos que sea. Para mejorar una situación o realidad, lo primero es aceptarla y no auto engañarnos recurriendo al  onanismo mental elaborando productos de "optimismo de pandereta".

Frank Schirrmacher (ya me referí a él en este mismo blog haciendo varias referencias a su libro titulado EL COMPLOT DE MATUSALEN ¡QUE NO TE FRENE EL MIEDO A ENVEJECER!), coeditor del Frankfurter Allgemeine Zeitung, describe en su libro Ego, la implantación del egoísmo como norma de actuación de cada uno de nosotros. Se basa en la teoría de los juegos sintetizándola de esta forma:

“Se trataba de una empatía muy particular: había que meterse en la piel egoísta del otro para sacar más provecho del egoísmo propio. En el sombrío lenguaje de la teoría, esto se dice así: ejecutar el mejor movimiento estratégico teniendo en cuenta la mejor juagada del otro y establecer de ese modo una especie de equilibrio". Se refiere al equilibrio de Nash.
Si cada uno “va a lo suyo”, buscando exclusivamente maximizar su propio beneficio y  adoptando para ello cualquier medio que siempre será bueno salvo cuando lo pillen, no parece lo más adecuado para meterse en una espiral de progreso y sí es sintomático y significativo de una clara involución.

Siento defraudar a los  seguidores del optimismo de pandereta, pero me declaro firme defensor del optimismo funcional. Ver: https://neuroforma.blogspot.com/2017/03/
Hasta Confucio, que nos lo vendieron  como un optimista empedernido, parece que no lo era tanto cuando sostenía lo siguiente:

 “Aunque todos los seres humanos son sabios en potencia, en realidad eso sucede raras veces. Casi todos los seres humanos existen en un estado lamentable”.
Trece teorías de la naturaleza humana”. Leslie Stevenson, David L. Haberman, Peter Matthews Wright y Charlotte Witt. Cátedra, 2018.

¿Somos conscientes de la distancia que existe entre lo que “debería ser” y lo que “realmente es”?








jueves, 23 de agosto de 2018

LA GRANDEZA DE LA CIENCIA Y SUS PARADIGMAS




LA GRANDEZA DE LA CIENCIA Y SUS PARADIGMAS



"Lo propio del ser humano es buscar la verdad, no poseerla".



La ciencia llega a verdades no definitivas sino provisionales.  Tiene la capacidad,  y a su vez la humildad,  de sostener sobre algo lo siguiente: 
con los conocimientos científicos que tenemos al día de hoy, podemos sostener que esto es… 

Por eso la ciencia evoluciona a través de paradigmas (Ver: https://neuroforma.blogspot.com/2018/07/la-utilidadde-los-cientificos-en.html)


Cuando estudiamos de niños,  una especie era  “conjunto o  población natural de individuos  que son capaces de reproducirse entre sí”
Según sostiene el artículo que comparto (https://elpais.com/elpais/2018/08/22/ciencia/1534955666_091393.html), esto ya no es así:
"Hallada la primera hija fruto del sexo entre dos especies humanas distintas
La secuencia genética de una adolescente que vivió hace más de 50.000 años en Siberia muestra que nació de una neandertal y un denisovano". 

Necesitamos de una ciencia que busque la verdad, un saber positivo y objetivo. Que nos proporcione una imagen objetiva del mundo y la realidad tal  y como esta es. Lo grave es que todo esto está en peligro debido, entre otras cosas,  a que el saber  se mercantiliza y  al mismo tiempo  se privatiza, lo cual genera grandes riesgos de manipulación.


El poder de paradigma dominante y la marginación del científico que investigue y quiera publicar algo que no concuerda con dicho paradigma,  se pone de manifiesto en el artículo mencionado:


 “en 2006, el investigador de la Universidad de Chicago Bruce Lahn propuso que neandertales y humanos habían intercambiado genes hace unos 40.000 años. Según contó entonces a EL PAÍS, las revistas Science y Nature rechazaron publicar el trabajo porque consideraban que ese cruce era imposible”.
A veces, hay intereses que hacen que nos olvidemos que la ciencia genera  verdades provisionales. 

viernes, 10 de agosto de 2018

FORMACIÓN INTEGRAL







FORMACIÓN INTEGRAL








Se debate en algunos foros sobre la igualdad y diferencia de los términos de entrenamiento, instrucción, educación y formación. Hay quien opina que son distintos y hay quien manifiesta que son la misma cosa. 

Hay cierto consenso en ver la educación como algo que empieza en la familia, y la formación como aquello que nos dan en la escuela. Se visualiza esta idea con el ejemplo de que hay personas muy educadas y a su vez analfabetas, y personas con una sobresaliente formación y a su vez maleducadas. 

Claudio Naranjo, psiquiatra y escritor chileno nos dice: "La educación se ha creado por el sistema económico para crear gente obediente y una fuerza de trabajo apropiada". Está enfocada a tener trabajadores, no desarrollo humano.


Pierre Bourdieu, sociólogo francés, nos habla del “sistema reproductivo” y ahí está la educación para perpetuarlo y no cambiar la forma de ser que tenemos.

Yo prefiero hablar de “formación Integral”. El calificativo “Integral” hace referencia a que abarca la totalidad del ser humano y sus diferentes dimensiones: ética, espiritual, cognitiva, afectiva, comunicativa, estética, corporal, socio-política… 



Lo podemos resumir todo diciendo que no solamente hay que formar a las personas para el trabajo, sino para la vida. 







La píldora que sigue, que desarrollé hace años, pretende (tal vez con unas exageradas pretensiones) ser un ejemplo de formación integral.
Ver video:







¿De verdad interesa la formación integral de las personas?




domingo, 29 de julio de 2018

¿EVOLUCIÓN O INVOLUCIÓN?





¿EVOLUCIÓN O INVOLUCIÓN?




“Las cosas cambian para peor espontáneamente
si no son cambiadas para mejor a propósito”.Francis Bacón






La perspectiva moderna sostiene que la humanidad  evoluciona a través de un proceso lineal,   en el cual las formas de ser, saber y actuar se van perfeccionando. Así, desde esta perspectiva podemos describir la historia de la humanidad como un constante progreso logrado mediante la desaparición de las formas de ser, saber y actuar menos perfeccionadas y apareciendo unas más perfectas, superiores y mejoradas.

Sin duda es una perspectiva equivocada. Desde una perspectiva postmoderna,  que mira más allá del progreso,  se sostiene que la anterior no tiene ninguna validez ni legitimación objetiva alguna.


Siempre puede aparecer, de forma aleatoria, algún elemento capaz de desestabilizar lo que existe en un tiempo dado,  y crear formas de ser, saber y actuar inferiores a las que ya había.


Estos episodios de involución, quitan la razón al enfoque moderno y su idea teleológica de la evolución de la sociedad, y da la razón  a la perspectiva postmoderna.

 Los propósitos o fines que se buscan no son siempre los mejores para la sociedad en general.
 

La columna de Vicent en el País del domingo de hoy, nos invita a imaginar
Leer:
Imagina
En ese extraño país la democracia parece estar tutelada aun por ese dictador desde su tumba


sábado, 28 de julio de 2018

EL PODER DEL DINERO





EL PODER DEL DINERO



 

“Habrá un periodo en el que solo los más ricos podrán pagar los nuevos fármacos contra el cáncer” Antoni Ribas

 


EL PODER DEL DINERO


La ciencia, de la que decimos que no genera verdades absolutas, sino “verdades provisionales”,  no cree en los dogmas,  pero,  si cree en el dinero. Esta última creencia, cuya consecuencia directa es la mercantilización de la misma, genera unos efectos perversos y dañinos de gran alcance.

El saber positivo y objetivo que de ella salía, se está convirtiendo en sospechoso  de no buscar  ya, ni de ofrecer, una imagen objetiva del mundo y la realidad tal  y como esta es.

La ciencia ya no genera un saber neutro y desinteresado. Su fin ya no es buscar la descripción objetiva de lo que ocurre, sino manipular en función de  los intereses económicos que la promueven.

Lyotard, en su obra ‘La condición postmoderna’, se pregunta: 

¿quién decide lo que es saber, y quién sabe lo que conviene decidir?

El saber canalizado a la obtención de plusvalía,  genera efectos como el  que se señala en el artículo que adjunto:

Leer:
 “Habrá un periodo en el que solo los más ricos podrán pagar los nuevos fármacos contra el cáncer”

El saber se mercantiliza al mismo tiempo que se privatiza. Se cambian las reglas de juego de la ciencia, en el sentido de que el saber ya no es apreciado en sí mismo; ya no es distribuido públicamente de tal forma que todos podamos tener acceso  al mismo; solamente se investiga aquello que prometa generar rentabilidad.

 Desde un enfoque propio de un optimista funcional (contrario al optimismo de pandereta) creo que  los nuevos eslóganes    que ya están  en buena medida implantados  son,   y serán  cada vez más,  los  siguientes:

“EL saber para quién pueda pagarlo”


“Los avances que proporcione la ciencia para quienes puedan comprarlos”



domingo, 22 de julio de 2018

Cuando la ESTÉTICA influye más que la ÉTICA




Cuando la ESTÉTICA  influye más que la ÉTICA.




Nicolás Maquiavelo titula el capítulo XIV de su obra El Príncipe” así: DE LAS OBLIGACIONES DEL PRÍNCIPE EN LO CONCERNIENTE AL ARTE DE LA GUERRA.
Nos dice, en este capítulo,  que lo que se espera del que manda es que se dedique, en cuerpo y alma, a cultivar el arte de la guerra. Es de tanta utilidad ésta, que ya “no solamente mantiene en el trono a los que nacieron príncipes, sino que también hace subir con frecuencia a la clase de hombres de condición privada. Por una razón opuesta, sucedió que varios príncipes, que se ocuparon más de las delicias de la vida que en las cosas militares, perdieron sus Estados”.

Hoy, los que mandan parece que para llegar al poder y mantenerse en él, lo que prima es que sean guapos y jóvenes. Muchos votantes confundes ambos términos y  creen que la ética trata de lo bello y lo feo, y que la estética se ocupa de discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo permitido y lo que  no, en lo referente a una acción o a una decisión, es decir, aclarar lo que nos conviene como especie y sociedad.  

Nos dice Manuel Vicent en su colunma en el Pais de hoy, que  “Si un político no sabe enfrentarse a este pequeño problema que tiene su cabeza por fuera (una incipiente calvicie), no esperes que pueda resolver los que tenga por dentro su cerebro y menos los de todo un país a la hora de gobernar”.

¿Nos irá mejor con gobernantes  bien parecidos físicamente y desconocedores de la moral,   que con gobernantes que se rigen por códigos éticos?

 Leer: 

Al pelo

https://elpais.com/elpais/2018/07/20/opinion/1532099156_823417.html






domingo, 15 de julio de 2018

LA UTILIDAD DE LOS PARADIGMAS CIENTÍFICOS





LA UTILIDAD  DE LOS  PARADIGMAS CIENTÍFICOS




En cursos, conferencias, charlas y foros varios, se utiliza con profusión el término de “Paradigma”. Cada uno lo explica y aplica a su manera, en función del contexto en el que se ubica.

Fue el gran filósofo de la ciencia, Thomas Kuhn, el que lo utilizó en su obra “La estructura de las revoluciones científicas”. Lo cierto es que como el término no gustó a los críticos, que lo etiquetaron de excesivamente vago y esquivo, posteriormente lo sustituyó por el de “matriz disciplinaria”.

Kuhn sostuvo que la ciencia avanzaba a través de dos fases totalmente diferentes la una de la otra. Hay un periodo, que él llama de “ciencia normal”, y un periodo que él denomina de “ciencia revolucionaria”.

Así, por ejemplo, si nos referimos a la astronomía, el periodo de ciencia normal que desarrollo la astronomía ptolemaica o geocéntrica duró dos mil años, desde el siglo V a.C. hasta mediados del siglo XV. Posteriormente el periodo de ciencia revolucionaria, desterró la idea de que la tierra permanecía fija en el centro del universo y que todos los astros, sol incluido, giraba en círculos alrededor de ella. 

Después de un periodo de ciencia revolucionaria, que costó a algunos grandes sacrificios (recordemos a Galileo), hoy aceptamos, como verdad científica,  la astronomía heliocéntrica, es decir, fue desterrado el paradigma anterior y reemplazado por el nuevo paradigma.

Kuhn decía que hay cuatro elementos que componen un paradigma (generalizaciones simbólicas, modelos, valores normativos, ejemplares).
El elemento denominado valores normativos trata de criterios de valoración que los investigadores utilizan para evaluar las teoría y los resultados empíricos que la ciencia consigue. Utiliza tanto criterios internos a la propia ciencia, como externos a la misma y,  entre estos, 

utiliza parámetros que valoran la utilidad social y económica de la teoría propuesta y también, la compatibilidad de la teoría con determinadas concepciones ideológicas, metafísicas o incluso religiosas aceptadas por la comunidad.

La columna  de Manuel Vicent  publicada hoy, como todos los domingos en  El País, termina así:

“Quim Torra, acompañado de otros viajeros anónimos, volvió por la tarde en el AVE a Barcelona y aunque fuera había un sol radiante él solo veía sombras a través de la ventanilla, pero el convoy iba hacia Cataluña como una lanzadera de telar fabricando con los sueños y las pasiones de los pasajeros un recio tejido vital que no se podrá rasgar sin tragedia”.





Yo,  leyendo a Vicent,  me preguntaba si sería útil a los políticos utilizar los modelos de la ciencia para avanzar y aportar a la sociedad muchas utilidades

¿Cuál es el paradigma político de  Quim Torra?



¿En qué periodo estamos en Cataluña: periodo de “política normal” o de “política revolucionaria”?



domingo, 1 de julio de 2018

VENDEDORES DE HUMO: ¿SABEMOS DETECTARLOS?



VENDEDORES DE HUMO: ¿SABEMOS DETECTARLOS?


  


Hoy, mi admirado Manuel Vicent no publica, como todos los domingos, su columna en El País. Supongo que estará de vacaciones. 

Comparto uno de los daguerrotipos que escribió en los años 1982 y 1983 sobre los políticos de la transición, en este caso, sobre Felipe González. 


Su gran sabiduría, que siempre le caracterizó, se pode de manifiesto, una vez más, aquí, a través de su capacidad de predecir (pre + decir: lo que ha dicho previamente), la evolución del personaje. A muchos nos engañó con su chaqueta de pana y con su gran dialéctica de encantador de serpientes, diciéndonos, en aquel entonces, exactamente lo que nos gustaba oír, con lo que no nos quedaba otra postura que la de estar de acuerdo con él. 

La gran pregunta es la siguiente: 

¿él era así o hacía simplemente una representación teatral perfecta?


Los actores representan un papel, ya sea en el teatro o en las películas, y todos somos conscientes de que es algo que tan sólo interpretan, que no es verdad. Puede llegar a fascinarnos la película o la obra de teatro pero, una vez que termina, nos queda muy claro que tan sólo se trataba de algo que se representaba.


En aquel entones, muchos creíamos que Felipe González era así, tal y como se manifestaba. Hoy ya sabemos, con certeza, que no era así, sino, simplemente un buen actor. 

Manuel Vicent, es este artículo, nos escribe el siguiente diálogo: 

“El señor gordito de Nueva York ha tenido la ficha técnica de Felipe González todo el año sobre su mesa y en ella ha ido anotando las sucesivas correcciones. Si un día este muchacho tan puro podía quitarle la sardina de la boca a la derecha española, había que pulirlo un poco más. A veces apretaba el botón de la computadora, unida a otro ordenador del Pentágono, y en el condensador de órdenes instalado en la cancillería de Bonn los dígitos, salían en pantalla con la última voluntad del amo.
Lo queremos totalmente suave.
-¿Más todavía?
-Nada de marxismo.
-Eso se arregló hace dos años.
-Que venda ética. Sólo ética.
-¿Como si fuera un jabón de tocador?
-Exacto”. 

El señor gordito de Nueva York estará contento: 

ya no vende, desde hace mucho tiempo, ni siquiera ética.


Leer artículo de Vicent completo :  
                                       

Felipe y la computadora

MANUEL VICENT

30 OCT 1982 - 00:00 CET

Hacía más de un año que en la planta 72 de aquel rascacielos de Nueva York la computadora estaba funcionando, conectada directamente con otro ordenador instalado en un despacho del Pentágono en Washington. Las dos máquinas formaban triángulo con un condensador de órdenes en la cancillería de Bonn y entre ellas se mandaban impulsos electrónicos con un diálogo cifrado que, traducido en plata, venía a decir:-Un joven andaluz, vestido de pana progresista, anda por España vendiendo ética como si fuera jabón fino de tocador.

-¿Qué hacemos con él?

-Parece buen chico, fuma puros y cree en la bondad universal.

-¿Nada más?

-También juega a la petanca los domingos en Miraflores.

-Que siga.

En aquella planta 72 del rascacielos de Nueva York habita un dios rubio que come palomitas de maíz, asomado al ventanal ahumado. Desde allí divisa La Meca rodeada de pollinos cargados con cajas de caca colas, controla la espuela vengativa de Pinochet o Ia gomina del bigote del último general argentino, regula la tripa llena de oscuros humores del judío Ariel Sharon y le cambia los pañales al heredero de un jeque del desierto. Cualquier madre patria nace en este piso 72 del rascacielos de Nueva York, donde ahora mismo está sentado en la poltrona ese dios gordiflón y geopolítico, que picotea palomitas de maíz en un cucurucho mientras acaricia con la diestra, blanda y anillada, un globo terráqueo. La madre patria arranca de su mesa y pasa por las Azores, seguida de cerca por la VI Flota, se adentra en Portugal, cruza la Península Ibérica, se va por Italia hacia Grecia y Turquía con un ramal en dirección a Arabia, atraviesa Pakistán, India, Australia y Japón. Allí le espera la VII Flota, con más acorazados. Y así hasta dar la vuelta al mundo para volver a la planta 72 del rascacielos de Nueva York y caer en el cucurucho de palomitas del regazo de ese señor gordito en forma de dividendos, que son los únicos valores eternos cotizados en la Bolsa de Wall Street. El triángulo de computadoras se envía entre sí latidos de rayos láser con interrogantes herméticos.

-¿Cree usted que ese tal Felipe González lo sabe?

-Con toda seguridad.

-Procure que no se salga de la ética.

-No hay peligro. El chico está bien aleccionado.

-¿Quién se ha encargado de eso?

-Nuestro criado, el señor Willy Brandt.

-Okey.

En cambio, hay todavía muchos patriotas. Son precisamente aquellos que no se han enterado de que la patria sólo es un oleoducto y andan por ahí dando palos de ciego con el bate de béisbol en busca de un salvador de opereta. Pero el Gobierno no es más que una estación de seguimiento, la Moncloa o Robledo de Chavela, gestores del paso de las multinacionales o de una cápsula espacial por un determinado territorio de la geopolítica. Existe un piloto automático. No hay que tocar nada. En cierto modo, gobernar consiste en hacer alguna leve corrección de vuelo y vigilar la posición correcta de las agujas o las señales luminosas del panel.

-Júrame que Felipe González lo sabe.

-Te lo juro. El sólo habla de moral.

-¿Y eso qué es?

-La moral es un aceite refinado que sirve para que funcione bien la máquina del capitalismo.

-Me quitas un peso de encima.

Los políticos se dividen en dos: los que saben que la patria ha muerto y los qué aún lo ignoran. Franco no lo supo hasta 1959, cuando se lo contó Ullastres en una cacería. Déjese de autarquías, excelencia, y abra los lindes de su finca a Persil activado, Avón llama a su puerta, ding-dong. Franco, que fue el primer antipatriota, con las virtudes menores del olfato muy desarrolladas, cayó en la cuenta en seguida. A partir dé entonces se decide a disparar contra todo lo que se movía: rebecos, demócratas, perdices, masones, conejos, rojos, ciervos, cachalotes, palomas de correos y a echar un vistazo cada trimestre al piloto automático, dirigido ya desde aquella planta de Nueva York.

En aquel tiempo Felipe González era un muchacho de ceño concentrado, que estudiaba la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla. Tenía esa pureza de sangre, un poco ruda, que se deriva del pueblo llano. Ya se sabe. Otros se dejaban la piel a tiras en la clandestinidad más dura, los comunistas eran piezas muy cotizadas y recibían las patadas directamente en el paquete intestinal o en la otra bolsa que pende un poco más abajo, y en los sótanos de la tortura se entraba por riguroso escalafón, se exigía mucho protocolo para subir al potro. Pero había también otra clase de oposición, no demasiado subterránea. Era aquella leva de estudiantes rebeldes, con pantalón de pana rayada y matinal de cineclub, lectores de Antonio Machado, que husmeaban la trastienda de las librerías buscando La peste, de Albert Camus, aquellos que un día adoptaron el acto heroico de dejarse barba inconformista.

Unos rojos un poco dulces

Ellos también jugaban con una multicopista secreta, fabricaban panfletos, y corrían delante de los guardias. Eran unos rojos un poco dulces, muy inofensivos, aunque apaleados igualmente en las algaradas por la libertad. Llevaban una pastoral censurada en el bolsillo, redactaban manifiestos, firmaban cartas de protesta y ejercían el marxismo sólo como hipótesis de trabajo. Podría decirse que se sentían casi felices bajo los golpes. Después de una carga policiaca, ellos se refugiaban en una tasca para enumerarse entre sí las leves moraduras con la vanidad de la herida y narraban hermosas historias de martirio, que siempre les sucedían a otros.

-A un amigo mío le han puesto electrodos en los testículos.

-¡Qué horror!

-Y a un auxiliar de Sociología lo han ahogado en la bañera.

-No sigas.

-A un delegado de la Perkins le han partido la espina.

-¿Qué van a tomar?

-Traiga un vino con una ración de boquerones.

-Marchando.

Cuando la democracia rompió aguas apareció el rostro de Felipe González. Tenía una pinta de macho sureño, con la nariz pellizcada hacia arriba y el hocico inflamado, la ceja espesa, el antebrazo peludo, una nobleza de novillo en la mirada y esa forma de hablar según la escuela andaluza, que utiliza un tono medio para decir verdades suaves, pero a medias, con una melodía pegadiza como una canción de verano, agradable de oír y fácil de tragar si se ayuda con un rosado clarete. Entonces el socialismo no era nada. Sólo una marca comercial que había prescrito en el registro político y un sentimiento difuso de bondad en la calle. El rostro de Felipe González sintetizó muy pronto esa pasión colectiva. Y después de algunos meses de mercado ya se podía afirmar sin error que el socialismo era sólo él.

Alrededor de su imagen comenzaron a aglutinarse aquellos muchachos de pana y cineclub, los penenes- de barba y jersei de punto gordo, las chicas de poncho peruano, oficinistas rebeldes, funcionarios cabreados, técnicos que entendían de resistencia de materiales y habían leído a Neruda, mujeres de clase media que lo encontraban hermoso, e incluso obreros con nevera y lavaplatos, aparte de la nostalgia de cuantos oyeron contar a sus padres la guerra desde el otro bando. Pero el primer problema nacional consistía en dilucidar la famosa alternativa, o sea, si realmente Felipe era más guapo que Adolfo Suárez. Cada uno «tenía sus partidarios, según gustos, entre la belleza de un pillete de billar o el atractivo de un cortijero agreste. Así estaban las cosas.

Era un gozo supremo ver a esta pareja durante el entreacto de una sesión parlamentaria en el ángulo oscuro de un salón. Felipe y Adolfo componían la escena política del sofá, se musitaban amores y cuitas, tú me das un pedazo de ética y yo te doy un trozo de consenso, todo iluminado por los relámpagos de los fotógrafos. Pero eso sucedía en los momentos más bellos, porque el amorío establecido entre los dos galanes estaba sujeto a una corriente alterna con algún chispazo que fundía los plomos. A veces se sonreían mutuamente, como diciendo: somos jóvenes y hermosos, somos los amos del cotarro, este asunto hay que arreglarlo entre amigos, aunque a la semana siguiente se miraban como si ambos estuvieran solos en medio de la plaza del poblado, la mano tentando la culata, atentos a cualquier gesto sospechoso, para que todo el mundo pudiera comprobar quién era más rápido. Era una ficción del Oeste.

El señor gordito de Nueva York ha tenido la ficha técnica de Felipe González todo el año sobre su mesa y en ella ha ido anotando las sucesivas correcciones. Si un día este muchacho tan puro podía quitarle la sardina de la boca a la derecha española, había que pulirlo un poco más. A veces apretaba el botón de la computadora, unida a otro ordenador del Pentágono, y en el condensador de órdenes instalado en la cancillería de Bonn los dígitos, salían en pantalla con la última voluntad del amo.

-Lo queremos totalmente suave.

-¿Más todavía?

-Nada de marxismo.

-Eso se arregló hace dos años.

-Que venda ética. Sólo ética.

-¿Como si fuera un jabón de tocador?

-Exacto.

Ultimamente te levantas de la cama y, de repente, te encuentras con un día histórico. El 28 de octubre ha sido la fecha señalada desde hace siglos para que alcancen su sueño de oro aquellos chicos que jugaban con la multicopista, leían a Machado, vestían zamarra y bufanda de barrio latino, asistían a la matinal de cineclub y llevaban a una novia, con los dedos manchados de bolígrafo, a ver la película Nueve cartas a Berta. La mañana era radiante y había un sol románico sobre las hojas de otoño, con todos los ruidos cotidianos: se oyó al tendero levantar el cierre a las nueve, el tintineo de las botellas de leche sonó en el rellano a la hora justa, el alarido del chatarrero, que compra colchones y hierro viejo, pasó con el pollino sorteando los atascos de coches. Los gritos rituales con que se animan las primeras luces se habían producido a su debido tiempo. La calzada estaba llena de papeles con todos los augurios políticos. Fue el día en que, después de mil años, a la derecha española se le cayó la sardina de la boca. La llevaba entre los dientes desde el tiempo de Recaredo y se la ha arrebatado un chico de pana, que juega a la petanca los domingos en Miraflores.

A Felipe González se le veía en el cartel con los ojo! soñadores bajo el entrecejo obstinado mirando un horizonte incierto, lleno de cacerolas. Había sido vendido como un producto moral según las técnicas más sofisticadas del mercado, el hijo de un lechero sevillano convertido ahora en símbolo de honestidad. En las paredes de la ciudad había más carteles con la imagen de otros políticos junto a las vallas publicitarias de nuestra patria verdadera. Fraga y la Westinghouse, Felipe y la Standard, Carrillo y la Philips, Landelino Lavilla y Persil activado, Adolfo Suárez y Unilever. El ciudadano se ha puesto en la cola del colegio electoral. Después de una breve espera se ha metido detrás de unas cortinas de ducha donde había un taburete para pensar, pupitre para escribir y un estante con las papeletas de su destino. Se ha limitado a votar por el aire puro.

El dios gordito de Nueva York ha pulsado otra vez la computadora, conectada con el Pentágono, y ha mandado las últimas señales a Bonn.

- Recuérdenle a ese muchacho cuál es su papel.

-Felipe ya lo sabe.

-Aquí manda la máquina. Que se entere bien.

-Okey.

-Lo suyo es la moral.

Felipe González ha sido invitado por el dios gordito a sentarse frente al piloto automático en una pequeña terminal de Occidente. Sólo tendrá que vigilar las agujas y poner un poco de ética, a modo de aceite, para que la máquina funcione con más suavidad. Pero en este país la ética simple aún puede ser revolucionaria.